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Cien años desde que Zapata y Villa tomaron Ciudad de México–Parte 1

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Hace cien años, el 4 de diciembre de 1914, Francisco "Pancho" Villa y Emiliano Zapata se reunieron en el suburbio de la ciudad de México de Xochimilco a la cabeza de los ejércitos campesinos que habían conquistado la capital y parecía a punto de tomar el control de todo el país.

Dos días después, los comandantes de cada ejército se sentaron en la silla presidencial en el Palacio Nacional, después de haber presidido desde el balcón del palacio un victorioso desfile de decenas de miles de soldados que formaban los dos ejércitos campesinos de la Revolución Mexicana.

La revolución mexicana había alcanzado su cumbre. Sin embargo, en cuestión de meses, estos ejércitos campesinos se encontrarían en plena retirada, luego de haber entregado la capital a los ejércitos de la burguesía liberal. Seis años después, Zapata sería acribillado a balazos mientras que Villa se retiraría de la política, sólo para ser asesinado por orden del Estado mexicano en 1923.

Los masivos levantamientos revolucionarios en que se sumió México hace un siglo siguen profundamente arraigados en la textura social del país. Los trabajadores, los jóvenes y la población oprimida de México recuerdan la revolución como un levantamiento de masas contra de un régimen brutal que presidía a una sociedad ampliamente desigual, uno que repetidamente pisoteaba los derechos sociales y democráticos del pueblo.

Las mismas querellas que se plantearon hace 100 años contra el régimen despótico de Porfirio Díaz siguen vigentes en la actualidad. En 2014, al igual que en 1914, todos los aspectos de la vida cultural y política de México están dominados por la existencia de una pobreza generalizada, creciente desigualdad social y continua violencia estatal.

La desaparición de los 43 estudiantes normalistas en el estado sureño de Guerrero a manos de la policía actuando en acuerdo con una banda de narcotraficantes y por orden del gobierno, ha puesto de manifiesto el carácter de toda la clase política mexicana y la brutal desigualdad social sobre la que preside.

Protesta de 1 diciembre sobre la desaparición de los 43 estudiantes

Todos los partidos burgueses de México son vistos como partícipes de la masacre de los normalistas ante la población: el partido del presidente Enrique Peña Nieto, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la oposición derechista del Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que a pesar de ser un partido nominalmente de "izquierda" está implicado directamente en ordenar los secuestros. Tampoco se libra de las acusaciones el nuevo Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) del ex candidato presidencial del PRD, Andrés Manuel López Obrador. De hecho, evidencia fotográfica sugiere que López Obrador tiene conexiones personales con el alcalde perredista de Iguala directamente envuelto en las desapariciones.

La enorme indignación en torno a la masacre de los normalistas entre los trabajadores mexicanos y la juventud es prueba de que las condiciones objetivas han madurado para una nueva explosión social. Todo parece indicar que otra revolución mexicana rápidamente se aproxima.

La cuestión de la herencia de la Revolución Mexicana impregna todos los aspectos de la vida política mexicana. Por esta razón, no se pueden ganar las luchas de los trabajadores mexicanos por la igualdad social y los derechos democráticos sin una comprensión de las fuerzas sociales cuya política y enfrentamientos militares dieron lugar a los éxitos y fracasos de la revolución.

La reciente cancelación las conmemoraciones oficiales del gobierno el 20 de noviembre, el día que marcó el inicio oficialmente de la Revolución en 1910, enfatiza la importancia de clarificar las lecciones políticas de la Revolución Mexicana.

En lugar de la fiesta oficial, miles de trabajadores y jóvenes se reunieron en el Zócalo (plaza mayor de Ciudad de México) para celebrar la Revolución denunciando a la clase política por la masacre de los 43 normalistas. El padre de un estudiante desaparecido dijo a la multitud: "Hoy en día, el 20 de noviembre, se celebra el 104º aniversario del inicio de la Revolución Mexicana. Si estamos aquí, es porque la clase gobernante ha mutilado nuestra constitución para su beneficio y para justificar sus actos”.

Para la burguesía mexicana, que hoy preside una de las sociedades más desiguales y pobres del mundo, el legado de la revolución es una molestia y su memoria una herida abierta. Las concesiones hechas por la burguesía luego de más de una década de luchas revolucionarias ya han sido sometidas a décadas de erosión, comenzando con particular intensidad bajo la presidencia de Miguel de la Madrid en la década de 1980. Los logros alcanzados durante la revolución están siendo eviscerados aún más: la educación pública ha sido objeto de reformas derechistas, y la compañía petrolera estatal, PEMEX, está programada para la privatización.

A pesar de las concesiones ganadas por las masas mexicanas durante más de una década de guerra civil, las aspiraciones de los trabajadores y campesinos para la igualdad y la distribución de la tierra nunca fueron satisfechas por los constitucionalistas burgueses quiénes lograron mantener el poder del Estado a través del curso de la revolución. A pesar de su carácter de masas, la Revolución Mexicana fue una revolución burguesa y las relaciones de propiedad capitalista se mantuvieron intactas después de la guerra civil.

Las derrotas sufridas por los ejércitos de Pancho Villa y Emiliano Zapata después de la reunión en Xochimilco en diciembre de 1914 y la incapacidad de la clase obrera para establecerse como una fuerza política independiente durante el curso de la revolución debe ser consideradas con seriedad y sin idolatrar individuos, por más valientes que pueden haber sido.

El imperialismo y la caída del Porfiriato

El año 1914 marcó un punto de inflexión en la historia del mundo. A mediados de año, las tensiones que se habían acumulado durante décadas de rápido desarrollo capitalista ya no podían ser contenidas por la forma política del estado nacional.

El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria el 28 de junio de 1914 puso en marcha una cadena de acontecimientos que dieron lugar a cuatro años de guerra imperialista. Cuando Zapata y Villa se reunieron en Xochimilco, las víctimas de la guerra mundial ya sumaban millones e iban aumentando.

Mientras la guerra era librada al otro lado del Atlántico, las mismas contradicciones de la economía mundial que dieron origen al conflicto de las potencias imperialistas estaban presentes en México, presionando las tensiones sociales en México hasta el punto de explosión.

El desarrollo de la amplia oposición en México al régimen prerrevolucionario del autócrata Porfirio Díaz estaba ligado indisolublemente a la hostilidad popular del papel desempeñado en aquel entonces por los imperialistas estadounidenses, británicos y franceses en la explotación de la economía mexicana y en el dictado de los asuntos de su gobierno.

Porfirio Díaz

El reinado del "porfiriato"—como se conocía el gobierno de Porfirio Díaz—se caracterizaba principalmente por la explotación de los recursos del país por los capitalistas extranjeros y por el clima político antidemocrático que acompañaba a esta repartija. El desarrollo económico limitado que tuvo lugar durante este periodo, junto con los cambios en la estructura de la economía agrícola, trajo como consecuencia un crecimiento de la clase obrera.

Los Estados Unidos—que se apoderó de la mitad del territorio de México en la guerra de 1848—dominaba la industria minera y de ferrocarriles del país. El comercio entre los dos países aumentó de US$ 7 millones en 1860 a US$ 246 millones en 1910.

Con la ayuda de fuertes subsidios del gobierno porfirista, los magnates estadounidenses del ferrocarril, las industrias y las finanzas construyeron una red de ferrocarriles en todo el país. La expansión total de líneas ferroviarias fue de 1,500 kilómetros en 1880 a 23,000 kilómetros en 1908. Las líneas de ferrocarril construidas por los estadounidenses conectaban las minas y zonas de cultivos de exportación tropicales con grandes centros comerciales. Pero no eran adecuadas para el transporte de alimentos desde las zonas agrícolas a los mercados internos.

Trabajadores mexicanos construyen el ferrocarril

Los capitalistas estadounidenses también dominaban la industria minera mexicana, controlando el 81 por ciento del capital minero en 1904. El gobierno de Porfirio Díaz trabajó en conjunto con los capitalistas extranjeros para asegurar una legislación favorable y que ofrezca a los propietarios "título incuestionable a los depósitos del subsuelo debajo de la superficie".

En las finanzas, el 80 por ciento del capital mexicano era controlado por los intereses extranjeros en 1908. Francia, que había invadido y ocupado México de 1861 a 1867 después de que el presidente liberal Benito Juárez cancelara los pagos de intereses exteriores, dominaba las finanzas mexicanas. Poco después del cambio de siglo, los capitalistas franceses ejercían control sobre los tres bancos más grandes y afirmaban poseer el 45.7 por ciento del capital en las 52 mayores instituciones financieras.

La floreciente industria del petróleo era un campo de feroz competencia entre los intereses estadounidenses y británicos. Al inicio del Siglo XX, habían 290 empresas activas en la extracción de petróleo crudo mexicano para ser refinado en el extranjero. La exportación petrolera británica llevada a cabo principalmente por la Mexican Eagle Petroleum Company de Weetman Pearson comenzó a eclipsar a los intereses de Estados Unidos, dominada por la Standard Oil de Rockefeller, Compañía Mexicana de Petróleo de Edward Doheney, y la Texas Oil Company .

El desarrollo de la industria en manos de la inversión extranjera significaba que pocos de los avances logrados a través de la modernización de la economía mexicana desembocaban en progreso social para la amplia mayoría de la población. La mayor parte de la infraestructura y la producción industrial ocurría para la exportación. La transición a la exportación de cultivos condujo a tasas de producción de alimentos básicos que eran en realidad más bajas en 1910 que en 1877. En 1910, la expectativa de vida era de unos míseros 30 años de edad. Mientras el capital financiero cavaba sus garras profundas en México, más se desangraba el pueblo.

Trabajadores agrícolas en una hacienda

El desarrollo tardío del capitalismo en México fue un proceso contradictorio. Si bien la inversión extranjera sangraba al país de sus recursos, la modernización económica provocaba un proceso de proletarización que elevaba a la clase obrera a una posición principal en la vida política y económica de México. Aunque sólo 82,000 nuevos puestos de trabajo fueron creados directamente por la inversión industrial extranjera entre 1895 y 1910, el flujo de capital aumentó considerablemente el número de puestos de trabajo en fábricas y grandes almacenes, dando lugar al surgimiento de la clase obrera mexicana.

Los cientos de miles de campesinos que fueron obligados a abandonar sus tierras debido a que eran cercadas y con precios altísimos posteriormente se vieron obligados a trabajar en las minas, fábricas textiles y campos petrolíferos –industrias, que se estaban desarrollando principalmente para la exportación. En 1910, la clase obrera representaba el 16 por ciento de los 15 millones de habitantes de México, incluyendo a más de 100 mil mineros, 34 mil trabajadores del sector textil, 44 mil zapateros, 23 mil tejedores, 18 mil fabricantes de sombrero, y decenas de miles de trabajadores ferroviarios.

Trabajadores de fábrica en 1900

Los mineros y trabajadores del ferrocarril, en particular, comenzaron a jugar un papel importante en la política mexicana. La huelga del 1906 de los mineros de cobre en Cananea involucró a más de 5,000 trabajadores, mientras que tres grandes huelgas ferroviarias estallaron en 1903, 1906, y 1908, centrada en la ciudad de San Luis Potosí. En total, se registraron 250 huelgas entre 1876 y 1911.

Además, muchos de los campesinos que se habían quedado en el campo, donde el 87 por ciento de la población vivía en el cambio de siglo, se convirtieron en trabajadores agrícolas. En un cambio drástico con respecto a décadas anteriores, el 62 por ciento de los campesinos ya eran clasificados como trabajadores agrícolas, y no como pequeños terratenientes. Estos cambios crearon las condiciones sociales de los levantamientos revolucionarios que estallaron en una escala nacional en 1910.

Continuará

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