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Huelga de obreros automotrices brasileños

Más de once mil obreros de la fábrica de camiones de la Mercedes Benz se declararon en huelga por 24 horas, el miércoles 7 de enero para protestar el despido de 1,100 trabajadores. Crece el rechazo al achicamiento de la industria automotriz brasileña.

Los trabajadores de la fábrica de camiones en São Bernardo do Campo decidieron lanzarse a la huelga un día después que 13,000 obreros de una vecina planta de Volkswagen iniciaron una huelga por tiempo indeterminado. São Bernardo do Campo es parte de la zona industrial ABC de São Paulo, y es la capital automotriz de Brasil.

La crisis económica mundial ahora le pega a la economía más grande del América Latina y a la cuarta compañía productora de autos del mundo. Ya van dos años en que bajan tanto las exportaciones como las ventas dentro de Brasil.

Dentro del país las ventas han caído siete por ciento, la peor caída en doce años. Las exportaciones cayeron en pique cuarenta por ciento, cosa que se debe a una disminuida demanda de Argentina, el vecino de Brasil, que absorbe el 75 por ciento de las exportaciones de automóviles brasileños.

Durante diez años las grandes automotrices mundiales se establecieron en Brasil. Se pronosticaba que para el 2015 Brasil sería el tercer productor de automóviles del mundo, dejando atrás a Japón y detrás de Estados Unidos y China. En cambio ocurre ahora una enorme pérdida de puestos de empleo: Las transnacionales están adoptando drásticas medidas de reducir su “sobrecapacidad”.

Por lo general las automotrices en Brasil han recurrido a liquidaciones y vacaciones largas para reducir su mano de obra (en agosto 930 empleados de General Motors tuvieron que aceptar una suspensión de cinco meses, para evitar ser despedidos completamente), han comenzado a echar a obreros sin consideración.

Según informa Anfavea, la asociación automotriz brasileña, a fines del 2014, las empresas empleaban un total de 144,623 trabajadores. En contraste, a fines del 2012 empleaban a 156,970. Se han producido recortes de puestos de trabajo en Volkswagen Mercedes Benz, Scania, M.A.N., PSA, Peugeot, Citroën, General Motors, Ford y otras.

El sindicato metalúrgico de São Paulo (Sindicato dos Metalúrgicos do ABC) dice que Mercedes Benz despidió a 260 trabajadores y alargó licencia pagada para 750 obreros hasta fines de abril. De los 260, 100 habían aceptado una jubilación temprana (supuestamente voluntaria). Los otros fueros simplemente echados.

El martes 6 de enero, los obreros de la planta Anchieta de Volkswagen (en São Bernardo do Campo) se fueron en huelga en reacción al despido de 800 obreros por esta empresa transnacional. La empresa predijo que ocurrirán más recortes so pretexto de mejorar la competitividad de la fábrica. Los tres turnos de Anchieta participan en la huelga. Esa planta fabrica diferentes modelos de carros, incluyendo el VW Golf y el Saveiro.

Los obreros de la planta habían votado rechazar una propuesta de VW de jubilaciones tempranas, según la agencia de noticias española EFE. Un portavoz de VW le dijo a EFE que la industria automotriz de Brasil “pasa por una contracción; entre julio y noviembre intentamos negociar un acuerdo con el sindicato para reducir costos”; previos intentos (como vacaciones colectivas y suspensiones temporales del contrato de empleo) no fueron suficientes en el contexto del mercado actual, dice la compañía.

Cuando los trabajadores regresaban de las vacaciones de fin de año, los obreros que iban a ser despedidos llegaron con instrucciones telegrafiadas por la empresa de dirigirse a la oficina de empleo, antes de presentarse en la línea de ensamblaje. Claudine Vanateli, con 21 años de antigüedad en VW, le dijo al Jornal da Globo: “Estuvo mal; recibí el telegrama el 31 de diciembre. Estropeó mi celebración de Año Nuevo”; “es un golpe porque uno tiene familia”, declaró Osair de Almeida Borges, también de la VW.

La televisión mostró como furiosos obreros de VW se concentraban frente a los portones de la fábrica, mientras que Wagner Santana, secretario general del Sindicato dos Metalúrgicos do ABC, y otros delegados sindicales trataban de contener la inquina de los obreros.

Santana le dijo a la prensa que VW desobedecía un acuerdo del 2012 de no reducir empleos sin antes negociar con el sindicato. Dijo que el sindicato exigía la cancelación de los despidos y protecciones como las que existen en Alemania. En verdad, la empresa también proyecta una enorme reducción de costos en Alemania, y cuenta con al colaboración del sindicato germano, IG Metall, que ocupa un puesto en la junta de directores.

Al igual que sus pares en otros países, los sindicatos brasileños no tienen la menor intención de (o los medios para) entablar una lucha consecuente para defender puestos de trabajo. En cambio, Santana quiere que los sindicatos dialoguen con la presidente brasileña Dilma Roussef con el fin de crear un sistema de protección de empleos para que los trabajadores no “pagasen” por los vaivenes del mercado.

Rousseff, dirigente del supuesto partido obrero PT (Partido dos Trabalhadores), ascendió al poder en enero del 2011 luego de haber encabezado durante muchos años el gabinete del presidente anterior, Luiz Inácio Lula da Silva. Al igual que Lula (ex líder del sindicato metalúrgico) Rousseff se ha propuesto hacer que el capitalismo brasileño tenga el mayor poder de atracción posible para transnacionales como Volkswagen y Mercedes Benz.

El periódico financiero estadounidense Forbes, publicó un artículo en octubre del 2012 titulado “El por qué aman a Brazil las automotrices del mundo” (Why the world’s automakers love Brazil) que dice que Rosusseff “ex marxista y reciente conversa al capitalismo”, había reaccionado. a la caída en pique de la producción brasileña de automóviles. dándole a las automotrices enormes reducciones impositivas y otras dádivas.

Un mes después de haber sido reelegida el año pasado con el apoyo de los sindicatos (metalúrgico y otros), Rousseff nombró a Joaquim Levy (un administrador de bienes bancarios entrenado por la Universidad de Chicago, ex oficial del Fondo Monetario Internacional y uno de los principales pregoneros de la libre empresa) como su ministro de finanzas, encargado de actualizar un muy impopular proyecto de austeridad para que la clase obrera cargue con el costo de la crisis económica.

Para reducir el déficit fiscal, el gobierno de Rousseff volvió a imponer un impuesto de consumos, recesivo, sobre automóviles nuevos (IPI), de lo que derivó un aumento de entre el 4.5 y 7 por ciento en el precio de los carros. Además, los bancos están prestando menos, cortando aun más la demanda de automóviles.

La prognosis para la economía de Brasil, que apenas salía de la recesión en el tercer trimestre del 2014, es de un crecimiento anémico de medio por ciento este año.

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