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Perspectiva

Avance electoral de los neofascistas en Austria marca más reciente victoria de la ultraderecha

El resultado de las elecciones austriacas del fin de semana pasado es parte de un patrón internacional. A pesar de la crisis más profunda del capitalismo mundial desde la Gran Depresión de los años treinta y el peligro cada vez mayor de una nueva guerra mundial, los partidos de extrema derecha están ganando influencia mientras que los partidos de la "izquierda" oficial van de derrota en derrota.

El ascenso al poder de Jarosław Kaczyński en Polonia y Viktor Orbán en Hungría; el protagonismo del antiinmigrante Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP, siglas en inglés) en el voto sobre la salida británica de la Unión Europea o brexit; la victoria de Donald Trump en Estados Unidos; el segundo lugar del Frente Nacional en las elecciones presidenciales francesas; y la entrada de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD, siglas en alemán) en el Parlamento alemán son todos acontecimientos que forman parte de este proceso.

A fines del 2016, los partidos gobernantes tradicionales y los comentaristas de la prensa europea elogiaron la estrecha victoria en las elecciones presidenciales austriacas de Alexander Van der Bellen sobre Nobert Hofer, el candidato del ultraderechista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ, siglas en alemán), como prueba de que el auge de la extrema derecha está retrocediendo.

En cambio, el FPÖ registró un avance significativo en las elecciones generales del domingo, ubicándose en el segundo lugar, detrás del conservador Partido Popular Austriaco (ÖVP, siglas en alemán). Los neofascistas están ahora listos para formar parte del Gobierno en coalición con los conservadores. Mientras tanto, los partidos establecidos de la derecha y la izquierda oficial han adoptado el programa antiinmigrante y chauvinista del FPÖ.

Sebastian Kurz, del ÖVP, lideró este "giro desde el camino tradicional de los demócratas cristianos hasta el margen de la derecha", como lo expresó el Berlin Tagesspiegel. "Las posiciones de Kurz y el populista de derecha FPÖ difieren sólo en los detalles, por lo general", agregó el periódico.

Los socialdemócratas de Austria, que terminaron en tercer lugar, están compitiendo con los conservadores para ganarse a los neofascistas. Tras el voto del domingo, el canciller federal Christian Kern del Partido Socialdemócrata de Austria (SPÖ, siglas en alemán) renovó la oferta de su partido de un gobierno de coalición con el FPÖ.

¿Cuál es la razón detrás del auge de los partidos de extrema derecha en toda Europa? La respuesta se encuentra menos en sus propias políticas que en las de la llamada "izquierda".

Hace mucho tiempo que el SPÖ dejó de ser un partido que defiende las reformas sociales. Es un partido burgués, proimperialista, cuyo papel es defender los intereses del capital austríaco contra sus rivales internacionales y su propia clase trabajadora. Como CEO del sistema ferroviario austríaco, Kern fue un alto ejecutivo con un salario de 700 000 euros, antes de convertirse en el líder del SPÖ y asumir el cargo de canciller el verano pasado.

Los socialdemócratas trabajan en estrecha colaboración con la burocracia sindical, que funciona como un brazo de la élite corporativa, con las tareas de reprimir toda resistencia de la clase trabajadora a los ataques contra sus empleos y salarios y promover el nacionalismo económico para bloquear la solidaridad de la clase obrera a nivel europeo e internacional. El ala sindical del SPÖ ha liderado el impulso dentro del partido para la colaboración con los neofascistas.

Los socialdemócratas (y el Partido Demócrata en Estados Unidos) cuentan con una gran cantidad de satélites pseudoizquierdistas que, al igual que los Verdes, tienen su origen en el movimiento de protesta estudiantil de la década de los sesenta y representan los intereses de la clase media acomodada.

No es que la masa de los trabajadores apoye políticas racistas y fascistas. Por el contrario, hay muchos signos de una radicalización política hacia la izquierda, un crecimiento en los sentimientos anticapitalistas y un resurgimiento de la lucha de clases. En EUA, trece millones de personas, principalmente jóvenes y trabajadores, votaron el año pasado en las elecciones primarias demócratas por un candidato que creían socialista, Bernie Sanders, solo para ver cómo este antiguo funcionario de los demócratas respaldaba a la candidata de Wall Street y la CIA, Hillary Clinton.

En mayo, la mayoría de las personas de entre 18 y 35 años encuestadas por la Unión Europea de Radiodifusión dijo que participaría en un "levantamiento a gran escala" contra el statu quo. Nueve de cada diez jóvenes en la encuesta dijeron que estaban de acuerdo en que "los bancos y el dinero gobiernan el mundo" y el mismo margen dice que la "brecha entre ricos y pobres" se está ampliando.

Las victorias electorales de la derecha son en gran parte el resultado de la deserción masiva de trabajadores de los partidos "laborales" y socialdemócratas, los cuales se han disociado durante décadas de cualquier oposición al capitalismo y han abandonado cualquier orientación hacia la clase trabajadora o hacia atender los problemas a que los trabajadores se enfrentan. En cambio, han promovido la política de las identidades raciales y de género, utilizadas para enriquecer a una élite reducida y privilegiada entre las minorías étnicas y las mujeres, mientras que las masas de trabajadores de todas las razas enfrentan ataques implacables contra sus niveles de vida.

Los trabajadores también saben, además, que estos partidos son completamente cómplices en la imposición de las políticas de austeridad exigidas por los bancos y las empresas.

La capacidad de los partidos de extrema derecha para obtener una audiencia más amplia para las políticas antiinmigrantes y racistas es el resultado de la ausencia de una salida progresista para el descontento social dentro del establecimiento político. La extrema derecha está ganando fuerza por defecto, ya que todo el espectro político burgués, incluidas las organizaciones de la pseudoizquierda, se mueven furiosamente hacia la derecha.

La indiferencia y la hostilidad del SPÖ, los sindicatos y la pseudoizquierda hacia los intereses sociales de la clase trabajadora han creado un vacío político que está siendo ocupado por la extrema derecha con sus eslóganes demagógicos. La agitación contra los refugiados y los musulmanes dominó toda la campaña electoral austríaca. Están siendo convertidos en chivos expiatorios para todos los problemas sociales concebibles —el desempleo, los recortes salariales, la erosión de la atención sanitaria— para los cuales ningún partido de la élite política tiene una respuesta progresista.

Austria era considerado un país modelo socialdemócrata hasta la década de 1980. Hubo avances sociales en los ámbitos de la vivienda pública, las prestaciones de jubilación, etc. Pero estos ganes fueron objeto de ataques cada vez más fuertes a medida que los bancos y las corporaciones de Austria procuraban volverse más competitivos en el mercado global a expensas de la clase trabajadora. La restauración capitalista en Europa del Este y la creación de un vasto grupo de mano de obra barata en lugares de bajos impuestos gobernados por exburócratas estalinistas obligaron a los oligarcas capitalistas a tomar esta ofensiva.

Viena está a menos de 100 kilómetros de las fronteras con Hungría y Eslovaquia, donde el salario promedio es solo un tercio del que prevalece en Austria. Los estados federales de Burgenland y Carintia, dos bastiones de FPÖ, bordean Hungría y Eslovenia.

Estas disparidades sociales han generado tensiones y ansiedades sociales, que se intensificaron cuando, en el verano del 2015, decenas de miles de refugiados llegaron a Austria a través de la ruta de los Balcanes. Estaban huyendo de las guerras libradas por Estados Unidos y sus aliados europeos y que han destruido gran parte de Oriente Medio. Al principio, se encontraron con simpatía popular. Pero los conservadores y los socialdemócratas adoptaron la xenofobia del FPÖ a fin de canalizar el descontento social en una dirección reaccionaria.

Millones de trabajadores y jóvenes están buscando una forma de luchar y defender sus intereses sociales. Lo que es necesario es la construcción de un movimiento independiente de la clase trabajadora, que movilice desde una perspectiva socialista la resistencia a los ataques sociales, la guerra y la marcha hacia la dictadura. Es necesario construir un partido que defienda incondicionalmente los derechos democráticos de todos los trabajadores, nativos e inmigrantes por igual, y que una a la clase trabajadora a través de todas las divisiones nacionales y étnicas. Este partido es el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus secciones nacionales, los Partidos Socialistas por la Igualdad.

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