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Perspectiva

El interminable reino de terror policial en EUA

Cuatro años después del asesinato de Michael Brown en Ferguson, Missouri, a manos del oficial policial, Darren Wilson, desatara un enojo popular masivo por la violencia policial, la masacre policial en Estados Unidos continúa. En los primeros seis meses del año, al menos 720 personas han sido asesinadas por la policía, con un promedio mayor a tres muertes por día.

A este paso, el 2018 se convertirá en el año más sangriento por asesinatos policiales en el registro del país. Casi todas estas muertes escapan el radar de la prensa nacional. Aquellos incidentes particularmente atroces y capturados en video apenas reciben unos cuantos segundos obligatorios en las noticias vespertinas antes de desaparecer.

En uno de los más recientes encuentros fatales, Daniel Hambrick de 25 años fue disparado en la espalda y asesinado por el oficial de Tennessee de la misma edad, Andrew Delke, cuando se escapaba de un retén el 26 de julio. Hambrick era afroamericano y Delke blanco.

Los reportes iniciales indican que Hambrick murió durante un control de tránsito después de que saliera del carro con un arma. La policía justificó el asesinato difundiendo que Hambrick tenía un largo historial criminal.

Al no hacerse pública ninguna grabación de cámaras en los chalecos o automóviles de la policía, el asesinato de Hambrick no obtuvo en ese momento mayor atención más allá de la prensa local. La familia y sus amigos realizaron vigilias y protestas exigiendo justicia y un fin a los asesinatos policiales. Hambrick será recordado entrañablemente como “Dan Dan”, un joven que se preocupaba profundamente por su familia y esperaba con ansias comenzar un nuevo trabajo este mes.

La semana pasada, las mentiras de la policía quedaron expuestas cuando salió a la luz un video emitido por el fiscal de distrito mostrando a Delke disparándole a Hambrick en la espalda cuando escapaba, provocando enojo a nivel nacional.

La muerte de Hambrick se suma a la larga e interminable serie de asesinatos, golpizas y asaltos policiales que forman ya parte de la vida diaria estadounidense. Y trabajadores y jóvenes de todas las razas y etnicidades son las víctimas.

En mayo, el joven Cody Reynolds de veinte años, quien era blanco, fue matado a tiros en Royal Oak, Michigan por un oficial policial. Pese a que Reynolds estaba desarmado, no se han presentado cargos contra la policía. Thurman Blevins Jr. murió en medio de una ráfaga de balas en Minneapolis cuando escapaba de la policía en un callejón en junio. Los fiscales anunciaron el mes pasado que no estarían presentando cargos.

Más allá de unos tres asesinatos cada día, los trabajadores tienen que soportar la indignidad de acoso, palizas y asaltos. El lunes, un oficial fuera de servicio en Cincinnati, Ohio, atacó con un arma paralizante a una niña de 11 años acusada de robar de una tienda, enviando 50.000 volteos de electricidad a su cuerpo. Más temprano este mes, un horripilante video fue publicado de un oficial policial golpeando violentamente a una mujer sin techo en el Detroit Receiving Hospital. Ambos, el oficial y la mujer agredida son negros.

La violencia y el abuso de la policía son una expresión de un sistema social y económico maligno, caracterizado por guerras interminables y desigualdad social extrema que infectan el aparato estatal y todas sus instituciones. El Estado no es un cuerpo neutral, sino un instrumento de gobierno de clase. A medida que aumentan las tensiones de clases al resquebrajarse la viabilidad del sistema social, los cuerpos armados que existen para defender este sistema social se vuelven mucho más brutales.

La violencia perpetrada por la policía no puede separarse de las operaciones cada vez más fascistizantes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas y de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza: la separación de niños de sus padres, la construcción de campos de concentración, el secuestro y la deportación de trabajadores inmigrantes.

La policía forma parte de un “ejército total” que incluye las agencias de inteligencia y las fuerzas armadas, las cuales están incursionando de forma más y más directa en cuestiones internas, incluyendo la provisión de armas y entrenamiento para policías. Mientras Trump despliega a sus agentes propios de la Gestapo en comunidades inmigrantes, los demócratas enaltecen a los torturadores y criminales que encabezan la CIA, el FBI, y la Agencia de Seguridad Nacional, retratándolos como los supuestos guardianes de la democracia.

Independientemente de sus diferencias tácticas —centradas en cuestiones de política exterior— la élite política entera, tanto demócratas como republicanos, defienden las fuerzas policiales del Estado y se preparan para utilizarlas contra la creciente oposición social en la clase trabajadora. Por dicha razón, la problemática de la violencia policial, como el espionaje interno y la oposición a la guerra, han sido completamente excluidos de la discusión política. Es uno de los temas ignorados en las elecciones estadounidenses de medio término en 2018.

Es el carácter de clase fundamental del Estado lo que los promotores de la política racial buscan ignorar y encubrir. Cuatro años después del asesinato de Michael Brown, ¿en qué han resultado Black Lives Matter (BLM), sus llamados a contratar más oficiales y jefes de la policía negros y sus juntas supervisoras y fiscalizadoras? Nada —excepto quizás algunos cargos dentro del aparato estatal reservados para las secciones de la clase media-alta que BLM representa—. Han visto las protestas masivas contra la violencia policial como algo que debía ser suprimido y encauzado detrás del Partido Demócrata, al mismo tiempo que les daría un impulso a sus propias carreras.

Mientras que el racismo desempeña cierto papel en los asesinatos policiales y las medidas brutales contra inmigrantes, está completamente subordinado al papel del Estado como instrumento de gobierno de clase. No es una cuestión de volver a la policía más racialmente diversa ni elegir a más fiscales afroamericanos. Décadas de fuerzas policiales racialmente integradas han ilustrado de forma clara que los policías negros pueden ser tan viciosos, corruptos y asesinos como sus contrapartes blancas.

La lucha contra la violencia policial es una cuestión de clase. Debe conectarse a las luchas de cada sección de la clase trabajadora, desde las batallas de los docentes por aumentar el financiamiento de escuelas y salarios, hasta la lucha de los conductores de UPS y trabajadores de planta de Amazon por mejorar su condiciones laborales y niveles de vida.

La resolución aprobada por el Partido Socialista por la Igualdad el mes pasado, “El resurgir de la lucha de clases y las tareas del Partido Socialista por la Igualdad” declara: “El PSI está encabezando la lucha por armar el movimiento objetivo y en desarrollo de la clase obrera con una estrategia y perspectiva revolucionarias e intransigentes. Pelea por conectar las luchas contra la caída en los salarios, los ataques contra el acceso a la salud y la destrucción de la educación pública con la oposición a la ofensiva antiinmigrante, la brutalidad policial la destrucción de los derechos democráticos y el peligro de una guerra mundial”.

Me he postulado como candidato del PSI al Congreso en el 12º distrito en Michigan para movilizar a los trabajadores y jóvenes bajo un movimiento socialista, internacionalista y antiimperialista que tome el poder estatal y reorganice la vida económica con base en las necesidades sociales y no el lucro privado. Te urjo a unirte al PSI y, vivas donde vivas, a apoyar y participar en la campaña del PSI en Michigan.

Para involucrarte y donar a la campaña de Niles Niemuth por el Congreso, visita niles2018.com .

(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 de agosto de 2018)

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