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Washington emprende contra países centroamericanos por adoptar política de “Una sola China”

El fin de semana pasado, Washington retiró temporalmente a sus embajadores de la República Dominicana y El Salvador y a su charges d’affaires de Panamá debido a “decisiones recientes de no reconocer a Taiwán”. Esto se refiere al establecimiento de relaciones diplomáticas con el Gobierno chino en Beijing por parte de El Salvador en agosto, la República Dominicana en mayo y Panamá el año pasado.

El Gobierno de Trump también canceló la reunión programada para esta semana entre cancilleres y altos oficiales militares del Triángulo Norte de Centroamérica —El Salvador, Honduras y Guatemala—.

Al haber basado sus relaciones con China desde 1979 en la política de “Una sola China”, reconociendo a Beijing como el único Gobierno legítimo de toda China, las medidas de Washington contra países que están adoptando la misma política constituye un nivel impactante de matonismo imperialismo e hipocresía política.

El vocero del Gobierno salvadoreño, Roberto Lorenzana, declaró el lunes: “No tenemos nada que objetar por esas consultas que hace EUA [el retiro de diplomáticos], lo que pedimos es que también nuestras decisiones sean respetadas”. Lejos de protestar y exponer el carácter predatorio de la respuesta de Washington, los oficiales de los países afectados tan solo han realizado apelaciones dóciles e insistido, aparte de eso, que las relaciones con EUA permanecen intactas.

El lunes previo, los senadores republicanos estadounidenses, Cory Gardner y Marco Rubio, y los demócratas Ed Markey y Bob Menendez, introdujeron un proyecto de ley autorizando al Departamento de Estado a suspender la asistencia estadounidense y romper relaciones diplomáticas con cualquier otro país que decida establecer lazos con Beijing. Con un cinismo increíble, el comunicado de prensa anunciando esta propuesta de intimidación contra países empobrecidos e históricamente oprimidos denuncia “la presión y las tácticas matonas de China”.

La Casa Blanca señaló en una declaración a fines de agosto que “reevaluaría” sus relaciones con El Salvador y condenó la “aparente interferencia china en las políticas internas de un país en el hemisferio occidental”. El Ministerio de Relaciones Exteriores chino respondió: “Esperamos que el país en cuestión [EUA] pueda respetar el derecho de otros Estados soberanos a elegir y formular sus políticas exteriores y dejar de interferir en los asuntos internos de otros países”.

Cabe notar que Beijing envió a su charge d’affairs empresarial a la conferencia el domingo del FMLN, el partido gobernante burgués en El Salvador, después de que dirigentes del partido ultraderechista de oposición, ARENA, declararan que, si quedan electos en 2019, cambiarán nuevamente las relaciones diplomáticas a Taiwán. Dicha apelación sumisa a EUA provocó amplias críticas, citando el robo de $15 millones de ayuda taiwanesa dirigida a familias afectadas por los devastadores terremotos de 2001 por parte de la Administración arenista del fallecido presidente Francisco Flores.

No obstante, la decisión diplomática del FMLN no refleja de ninguna manera una defensa de la “soberanía nacional” ante el imperialismo estadounidense, como lo manifestaron algunos líderes el domingo. Es una medida desesperada en busca de nuevas fuentes de préstamos después de dos años de constantes impagos de la deuda —particularmente en un momento en que el banco central estadounidense está aumentando sus tasas de interés—, mientras continúan imponiendo los dictados de austeridad social de Wall Street.

Washington había dejado de denunciar el cambio a China del Gobierno dominicano después de que este adoptó una postura más intransigente contra el Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Sin embargo, la alianza política entre el FMLN y el Gobierno venezolano y ahora su giro hacia Beijing podrían resultar en esfuerzos del Gobierno de Trump para socavar forzosamente el Gobierno salvadoreño.

El FMLN ha gobernado el país desde 2009, pero nunca ha asegurado el apoyo de las secciones dominantes y fascistizantes del ejército, el cual luchó contra las guerrillas del FMLN durante los ’80 con el respaldo de EUA, aterrorizando y asesinando a decenas de miles de campesinos y trabajadores.

Las relaciones entre Taiwán y El Salvador se cementaron por medio de sobornos y el apoyo extenso de Taiwán al ejército salvadoreño, incluyendo la provisión de armas y entrenamiento de oficiales durante esta horrible masacre.

Debido a estos factores, como lo subrayaron los comentarios en CNN el jueves del exasesor del Departamento de Estado norteamericano, Daniel Erikson, “El Salvador presentó un objetivo particularmente atractivo para una Casa Blanca lista para trazar una línea en la arena con respecto a la profundización de los lazos del rival asiático en América Latina”. Añadió que el país “se ha convertido en eje de batalla en un nuevo contexto estratégico entre EE. UU. y China en América Latina”.

Al mismo tiempo, China ha invertido fuertemente en el Canal de Panamá y se ha convertido en su segundo mayor cliente después de Estados Unidos. Las empresas chinas también son ahora las principales proveedoras de la zona libre de Colón en Panamá, la segunda mayor del mundo, y administran los principales puertos en ambas entradas al Canal. Esta mayor presencia provocó advertencias ante el Congreso por parte del Alm. Kurt Tidd, titular del Comando Sur estadounidense, el cual considera la “defensa” del Canal de Panamá una de sus principales tareas.

El Gobierno taiwanés de Tsai Ing-wen, por su parte, ha utilizado el lío para reasegurarle a Washington su interés en un mayor protagonismo en las confrontaciones de EUA con China. El Ministerio de Relaciones Exteriores en Taipéi reportó que los recursos previamente dirigidos a sus misiones en la República Dominicana y El Salvador serán transferidos a cabildeos en el Congreso estadounidense y a expandir el Marco de Cooperación y Entrenamiento Globales con EUA. El Ministerio de Defensa anunció luego que modernizará las capacidades air-contra-aire de sus aviones de caza F-16, los cuales fueron provistos por EUA, para “mantener la paridad” con las aeronaves chinas, según el Taipei Times. Esto se suma al aumento de 5,6 por ciento en el presupuesto militar de Taipéi a $11 mil millones en 2019, en comparación con el año anterior.

El contexto histórico de la respuesta estadounidense no solo pone de relieve su hipocresía, sino también el grave peligro para los trabajadores de Taiwán, América Latina y el mundo entero debido a la rápida intensificación de la confrontación entre EUA y China.

Estados Unidos contaba con una alianza cercana con Taiwán durante la Guerra Fría bajo el Tratado de Defensa Mutua firmado después de la Guerra de Corea. Sin embargo, el tratado fue anulado en 1980 cuando la Administración de Carter restauró relaciones con Beijing y adoptó la política de Una sola China en enero de 1979.

Pese a críticas de Beijing, EUA continuó vendiendo armas y cooperando extraoficialmente con Taiwán. Esta alianza militar se ha fortalecido y se ha vuelto cada vez más abierta, particularmente desde la implementación del “giro hacia Asia” de Barack Obama dirigido contra China.

A su vez, el desafío estadounidense cada vez mayor a la influencia china en la región Asia Pacífico y a nivel global ha erosionado severamente las relaciones diplomáticas entre Beijing y Taipéi. Actualmente, el Gobierno de Trump amenaza con convertir explícitamente a Taiwán y a sus 24 millones de habitantes en parte del frente militar estadounidense contra China. En diciembre de 2016, Trump se quejó de “estar limitado por la política de Una sola China” y, al asumir la Presidencia, aceptó una llamada de la presidenta taiwanesa, siendo el primer contacto directo entre ambos líderes desde 1979.

El proyecto de ley que integra el presupuesto militar de EUA para el 2018, aprobado el mes pasado con una enorme mayoría bipartidista, lleva las relaciones de Washington y Taipéi a un nuevo nivel. El documento indica que “Las seis garantías” de cooperación militar son una piedra angular de las relaciones con Taiwán y ordena estrechar lazos de defensa y seguridad, incluyendo a través de ejercicios militares y entrenamientos conjuntos. Más temprano este año, en un paso sumamente provocativo, dos buques de guerra estadounidenses atravesaron el estrecho de Taiwán.

El retiro de personal diplomático de El Salvador, la República Dominica y Panamá la semana pasada representa un nuevo paso en el uso de Taiwán por parte del imperialismo estadounidense para contrarrestar el crecimiento de la influencia económica china pro todo el mundo. Esto se produce en el contexto de la más reciente estrategia de seguridad nacional de EUA, la cual describe a China y Rusia como sus principales rivales geopolíticos. “La competición de grandes potencias —no el terrorismo— es ahora el principal foco de seguridad nacional de EUA”, señaló el secretario de Defensa, James Mattis en enero.

Cuando la presencia económica china comenzó a expandirse exponencialmente en la región a principios del siglo, Washington acordó a un subdiálogo de EUA y China sobre América Latina en abril de 2006. Las minutas publicadas por WikiLeaks reportan que el director de Asuntos Latinoamericanos de China, Zeng Gang, exhortó: “Las autoridades taiwanesas utilizan las relaciones con estos países como herramientas para avanzar sus actividades secesionistas y perjudicar los intereses nacionales centrales de China”, pero “algunos de los líderes de estos países le han dicho a la RPC (República Popular China) que deben tomar en cuenta las inquietudes de EUA” y demandó “clarificar la opinión de EUA”.

En ese entonces, el principal diplomático estadounidense para América Latina, Thomas A. Shannon —más recientemente el secretario de Estado y secretario de Estado adjunto en funciones—, afirmó que “EUA no promueve ni desaconseja” establecer lazos con la RPC y no puede “dictar” a otros países una posición al respecto.

A medida que se deteriora su posición económica internacional y se aproxima el capitalismo global a choques políticos y económicos, el imperialismo estadounidense está abandonando toda pretensión de respetar la política interna de otros países para defender su hegemonía sobre América Latina.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de setiembre de 2018)

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