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Perspectiva

Xi Jinping recorre Europa en medio de mayores divisiones entre Estados Unidos y la Unión Europea

El martes, el presidente chino, Xi Jinping, acabó su recorrido europeo de seis días en el que visitó Roma, Sicilia, Mónaco y París. El viaje y la firma de múltiples acuerdos empresariales y estratégicos entre China y las potencias europeas ha expuesto el profundo conflicto entre EUA y sus supuestos aliados europeos.

Antes del viaje de Xi, la prensa filtró reportes de que Italia planeaba adherirse a la Iniciativa Cinturón y Ruta de la Seda (BRI, por sus siglas en inglés) de infraestructura de transporte, energética e industrial por toda Eurasia.

Esto provocó la oposición de Washington. Después de lanzar su “giro hacia Asia” para aislar militarmente a China en 2011, Estados Unidos ha repudiado el tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF, por sus siglas en inglés) para permitir el despliegue de numerosos misiles nucleares con China y Rusia en la mira. En Twitter, el Consejo de Seguridad Nacional de EUA advirtió a Italia que estaba legitimando el “abordaje predatorio a inversiones [de China] y esto no beneficiará del todo al pueblo italiano”.

Sin embargo, las potencias de la Unión Europea (UE) desestimaron las objeciones estadounidenses. Siguiendo la firma de la rama financiadora del BRI en 2015, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, por parte de las potencias europeas, Roma firmó un Memorándum de Entendimiento endosando el BRI.

Paris se quejó amargamente de que Roma estaba marginando a sus socios de la UE en sus negociaciones con China. Sin embargo, cuando Xi arribó, el Gobierno francés procedió a firmar sus propios acuerdos de miles de millones de euros con el mandatario chino. El más significativo, un acuerdo de €30 mil millones para que la firma francoalemana, Airbus, venda aviones comerciales a China, incluyendo una nueva orden importante ahora que China intercambia los Boeing 737 MAX por Airbus A320 después de dos horrendas colisiones. El presidente francés, Emmanuel Macron, luego se reunió con Xi y la canciller alemana, Angela Merkel, quien dijo que no veía “nada que criticar” en el acuerdo italiano con Xi de respaldar el BRI.

Estas reuniones se produjeron en medio de tensiones explosivas con EUA respecto a la política hacia China y Rusia. Este mes, después de que Merkel rechazara el llamado estadounidense a boicotear los productos de la firma tecnológica china, Huawei, el embajador estadounidense en Alemania, Richard Grenell, amenazó con suspender la cooperación de inteligencia estadounidense con Alemania. Al mismo tiempo, Washington amenazó a Berlín con sanciones si no abandona su oleoducto Nordstream 2 que transporta gas natural ruso a Alemania.

A pesar de estos importantes roces, la política de las potencias imperialistas europeas no es fundamentalmente distinta ni menos predatoria o reaccionaria. Su plan es bombear cientos de miles de millones de euros a sus máquinas militares, financiando esto con medidas de austeridad contra la clase obrera, para adquirir el poderío militar para ser más capaces de enfrentarse a Washington.

El londinense Financial Times describió en su editorial de ayer las implicancias militaristas de intentar perseguir una política europea independiente. “Los temores de la UE de verse estrujados por EUA y China, según el Gobierno de Trump asume una línea más dura hacia Beijing. Los líderes europeos no quieren estar obligados a elegir entre los dos”, escribió, añadiendo que los Estados miembros de la UE “si bien aceptan las inversiones directas de China o dan especial importancia a las exportaciones a China”.

En Europa, el FT continuó, “Algunos argumentan a favor de desarrollar una capacidad autónoma en el exterior y en defensa. Pero, en los años venideros, Europa no será capaz de pararse sola”. Eufemísticamente llamó a las principales potencias de la UE a “pensar más estratégicamente” y “tomar la delantera”. En términos simples, esto significa que Europa debería apurar su rearme.

Los mismos jefes de Estado europeos no saben si las armas que están construyendo servirán para unirse a una ofensiva estadounidense contra China, una guerra china contra EUA o algún otro conflicto. Sin embargo, dos años después de que el presidente estadounidense, Donald Trump, especulara sobre poner fin a la alianza de la OTAN y amenazara con librar una guerra comercial contra las exportaciones de autos alemanes, el orden internacional que desde hace mucho rige los asuntos del capitalismo mundial se está desintegrando rápido.

Las mismas contradicciones del capitalismo que los grandes marxistas del siglo veinte identificaron como las fuerzas que impulsaron el estallido de las guerras mundiales y de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia —aquella entre la economía global y el sistema de Estados nación y entre la producción social y la apropiación privada de las ganancias— se están reafirmando.

El BRI es un plan de varios billones de dólares presentado en 2013 que colocaba a China como el centro de un vasto sistema de redes ferroviarias, de carreteras, puertos, oleoductos e instalaciones industriales extendiéndose de China al resto de Eurasia hasta Europa y llegando hasta el este de África e Indonesia. Ya se han invertido cientos de miles de millones de dólares en iniciativas como el Corredor Económico China-Pakistán, servicios de trenes de carga regulares a Irán y Alemania a través de Rusia y por medio de puertos en el océano Índico. Las empresas estatales chinas están coordinando operaciones internacionales enormes conforme se industrializa gran parte de Eurasia.

Esto enfrenta de cara a Beijing y Washington. También crea las condiciones para un conflicto potencial con las potencias europeas si se alinean con el BRI. Con respecto al recorrido europeo de Xi, el Washington Post citó al analista Jacob Shapiro, quien advirtió que estos planes eurasiáticos sentaron "las bases para precisamente el tipo de poder que Estados Unidos ha estado obsesionado con frustrar durante más de dos siglos. Por más ambiciosa que sea la meta estratégica más grande de China, es precisamente esta meta estratégica que molesta a Estados Unidos. A pesar de no darle mayor importancia si China construye un puerto en Italia o un ferrocarril de alta velocidad en Polonia, sí le importa el potencial auge de una potencia dominante en Eurasia”.

La principal estrategia de Washington, después de que la disolución de la Unión Soviética en 1991 dejara a Asia Central expuesta ante una intervención imperialista, fue dominar esta región como la clave para controlar Eurasia en su conjunto. Lanzó una serie de guerras en los Balcanes, Afganistán, Irak, Siria y más allá. A pesar de las mayores rivalidades comerciales con Estados Unidos, las potencias imperialistas en gran parte se unieron a estas guerras. Cobraron millones de vidas, asolaron sociedades enteras y desacreditaron a las clases gobernantes de los países imperialistas en los ojos de los trabajadores a nivel internacional.

Sin embargo, la debacle de estas intervenciones neocoloniales solo ha llevado a Washington a doblar la apuesta, preparando nuevas y más sangrientas guerras y provocaciones poniendo a Rusia y China directamente en su mira.

Los intentos de las potencias imperialistas europeas de formular una política independiente imperialista no ofrecen una alternativa pacífica a las guerras de Washington. Su rearme financiado con austeridad va de la mano con su marcha intransigente hacia la extrema derecha y un gobierno policial-estatal. Mientras que profesores ultraderechistas legitiman los crímenes de Hitler para justificar la remilitarización de Alemania, el presidente francés Emmanuel Macron ha rendido tributo al dictador fascista, Philippe Pétain, y dio autorización para disparar contra las manifestaciones de los “chalecos amarillos” contra la desigualdad social y la guerra.

En última instancia, el recrudecimiento de los antagonismos globales desgarrando el orden geopolítico mundial conllevan el inmenso peligro de una nueva guerra mundial, esta vez librada con armas nucleares. La clase obrera es la única fuerza social capaz de oponerse a la marcha hacia una guerra imperialista.

La tarea política más urgente es construir un movimiento internacional contra la guerra en la clase obrera ante el resurgimiento en marcha de la lucha de clases. El estallido de protestas masivas que buscan tumbar el régimen militar argelino, el movimiento de los “chalecos amarillos” y las huelgas contra el estancamiento de salarios de la Unión Europea por todo el continente, los reportes de crecientes protestas sociales en China y las huelgas de docentes estadounidenses y trabajadores automotores mexicanos tanto contra los sindicatos como las empresas apuntan a una enorme radicalización de los trabajadores. La cuestión crítica es orientarlos a las grandes tareas suscitadas por la situación objetiva.

La única manera de organizar racionalmente las fuerzas productivas internacionales creadas por la sociedad moderna y prevenir que la humanidad vuelva a sumirse en horrendas guerras es que la clase obrera expropie a las clases capitalistas y arraigue su lucha en el programa de la revolución socialista mundial.

(Publicado originalmente en inglés el 29 de marzo de 2019)

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