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Alentado por Trump, Bolsonaro en Brasil ordena a los militares celebrar el golpe de estado de 1964

El 25 de marzo, el portavoz de la presidencia, el general Otávio Barros, anunció a la prensa la decisión sin precedentes tomada por el fascistoide presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, de ordenar a las instituciones militares que preparen las "debidas celebraciones" del aniversario del golpe militar de 1964 respaldado por Estados Unidos que derrocó al gobierno nacionalista-burgués del presidente João Goulart.

El golpe inauguró un régimen empapado de sangre que duraría hasta 1985 y que sería fundamental para la instalación de otros tres regímenes militares genocidas en los años siguientes, en Chile y Uruguay en 1973 y en Argentina en 1976, que asesinaron, torturaron y persiguieron a millones de sudamericanos.

Bolsonaro ha insistido en que el régimen militar no era una dictadura y que su toma del poder en 1964 no fue un golpe de estado. Ha defendido la tortura e insistió en que la solución a los problemas de Brasil es "hacer el trabajo que el régimen militar no hizo: matar a 30,000".

La orden de Bolsonaro es otro hito más en el prolongado y brusco giro a la derecha del régimen político brasileño desde la reelección de la presidenta del Partido de los Trabajadores (PT) Dilma Rousseff en el 2014. Aunque tales celebraciones se han celebrado furtivamente en las instituciones militares del país, en especial en las escuelas y academias militares y los clubes de oficiales retirados, es la primera vez que un presidente electo ordena tales ceremonias y defiende públicamente la antigua dictadura.

El regreso de tales celebraciones abiertas expone nuevamente las mentiras de todos aquellos en la antigua oposición a la dictadura, en primer lugar en el PT, de que se podría construir una democracia burguesa estable en Brasil si tan solo hubiera respeto por los pérfidos acuerdos que otorgaron una amnistía general a los sádicos asesinos y torturadores del régimen.

Todos los presidentes que siguieron la dictadura acataron esta amnistía, a pesar de la oposición pública. Esto incluye al expresidente Fernando Henrique Cardoso, un exiliado despojado de su permanencia en la universidad por el régimen, Lula, encarcelado por liderar huelgas masivas contra la dictadura y Dilma Rousseff, quien sucedió a Lula, una exguerrillera urbana, encarcelada y torturada por el régimen.

La llamada ley de amnistía fue defendida por el PT hasta sus últimos momentos en el poder. Incluso cuando permitió las investigaciones de un tardío "comité de la verdad" sobre los crímenes del régimen en el 2011, el PT bloqueó efectivamente el trabajo de este panel y declaró públicamente que estaba en contra de la "persecución" de los criminales militares, el mismo lenguaje utilizado al final del régimen para promover la "amnistía". La comisión se cerró en el 2014 sin una sola acusación.

Sin embargo, el decreto presidencial del lunes, ciertamente preparado desde hace tiempo, recibió un impulso extraordinario por la reacción tanto de la prensa como del PT a las visitas de Bolsonaro a Estados Unidos y Chile. La gira brindó otra oportunidad para que los supuestos opositores políticos de Bolsonaro incitaran a elementos militares dentro del gobierno contra el presidente, no como miembros de un gobierno electo, sino como agentes estatales probados y de confianza y como la única fuerza política "moderadora" legítima en el país. En este contexto, Bolsonaro ha tratado de reforzar su propio atractivo fascista, aumentando su apoyo entre los estratos más amplios de oficiales de extrema derecha en el ejército y, lo que es más importante, en las fuerzas policiales asesinas en todo Brasil.

La gira pro imperialista de Bolsonaro fue recibida con un feroz ataque faccional liderado por el diario más antiguo del país, O Estado de S. Paulo, un portavoz tradicional para los militares, que publicó no menos de cinco editoriales, durante y después de ambos viajes. Éstos establecieron el tono para que los otros tres principales periódicos, Folha de S. Paulo, Valor Econômico y O Globo, denunciaran la alineación de Bolsonaro con Trump en contra de los intereses económicos brasileños. Esto culminó con una columna en la edición del 21 de marzo de O Estado, titulada "Victoria diplomática, sí, pero para Trump". El editorial acusó que el viaje fue inútil en el mejor de los casos, y que Bolsonaro "se acercó a un presidente, no a un país”, dado que "incluso en el Partido Republicano, los valores de Trump se enfrentan a la resistencia". Continuó citando con aprobación el hecho de que "China ha resistido las demandas de los Estados Unidos".

Destacando el fuerte giro hacia el imperialismo estadounidense patrocinado por Bolsonaro y sus partidarios militares y corporativos, la gira tuvo muchas referencias siniestras a los crímenes cometidos por el imperialismo estadounidense y sus colaboradores militares "nacionalistas" en América Latina. Esto incluyó la visita inesperada de Bolsonaro a la sede de la CIA, que desempeñó un papel clave en la organización del golpe de 1964, y un comentario de radio del jefe de personal de Bolsonaro, Onyx Lorenzoni, un día antes de la visita a Chile, en el que declaró que el "baño de sangre de Pinochet era necesario".

Significativamente, después de su visita a Washington, Bolsonaro fue a Chile para participar en la fundación de una nueva unión proimperialista de naciones sudamericanas, el PROSUL, que se creó para enterrar la iniciativa de los gobiernos de la "marea rosa" en fundar la ahora desaparecida UNASUR en 2008. Como apologista de toda la vida del régimen de Pinochet, se encontró con protestas populares, pero fue acogido por el gobierno de derecha del presidente Sebastian Piñera. La política de extrema derecha de Bolsonaro es un componente esencial del nuevo PROSUL.

La celebración y reivindicación de la tortura y el asesinato fueron las preocupaciones menores del Estado de S. Paulo, como lo demostró su editorial sobre el viaje a Chile. "Todo el mundo conoce la posición de Bolsonaro sobre estos temas", dijo un editorial titulado "Buscando un presidente", "pero como representante de Brasil, debe mantener estas opiniones sobre dictadores y dictaduras en naciones vecinas para sí mismo, ya que naturalmente causan incomodidad". Más tarde concluyó: "Preocupado por las pequeñas preocupaciones de su base, el Sr. Jair Bolsonaro parece haber renunciado a un gobierno para todos".

Procedente de un periódico que se metió hasta el cuello en el hostigamiento y el golpe de estado contra el gobierno venezolano, que apoyó a la dictadura brasileña, que regularmente cuenta con comandantes militares en sus páginas de opinión y que ha dirigido su fuego en Bolsonaro para dejar de lado a los generales de carrera en su gobierno a favor de su círculo familiar, estas líneas fueron una verdadera advertencia. La guerra entre facciones que se ha apoderado de la burguesía brasileña desde el inicio del segundo mandato de Rousseff en 2015 se está intensificando.

No es casual que el vicepresidente de Bolsonaro, el general Hamilton Mourão, se reunió con 600 hombres de negocios en una cena el martes pasado, en lo que se denominó obscenamente la "cena del billón de reales", una referencia al valor total de los participantes, US $250 mil millones. La próxima semana, el propio Mourão viajará a los Estados Unidos y se reunirá con empresarios en la "Conferencia de Brasil" de Harvard.

Los conflictos que se desarrollan alrededor de la alineación de Bolsonaro con Washington son profundos. Han dominado la vida política brasileña desde el final del boom de los commodities y el lanzamiento del "pivote hacia América Latina" de Estados Unidos. Estos desarrollos redujeron las posibilidades de relativa independencia del imperialismo estadounidense que existió durante la "marea rosa" y redujeron la capacidad de utilizar los beneficios de exportación para financiar programas mínimos de alivio de la pobreza. Estos factores hicieron que Brasil fuera más susceptible a la atracción gravitatoria del imperialismo estadounidense sobre América Latina, que, actuando como una fuerza de una ley natural, acerca a un Brasil económicamente desacelerado a su órbita.

Una nueva alineación internacional se convirtió así en un tema central para la clase dominante en las últimas elecciones, junto con una reestructuración masiva de las relaciones de clase, encarnada en la llamada "reforma de las pensiones". El cambio pro Estados Unidos se basó en cálculos sobre todo con respecto a los intereses brasileños frente a los "grandes conflictos de poder", es decir, entre Estados Unidos y China y Rusia, que se han convertido en el foco central de la política exterior de Estados Unidos.

Sin embargo, tanto los problemas inmediatos como los de a largo plazo destacados por la visita de Estados Unidos están relacionados con el declive del imperialismo estadounidense y la guerra comercial impuesta a China por Washington, que puede reducir profundamente las exportaciones e inversiones brasileñas de China sin ninguna compensación tangible por parte de EE.UU. Assis Moreira, de Valor Econômico, describió claramente las preocupaciones más inmediatas: si Estados Unidos puede imponer el fin de su déficit comercial con China, “las exportaciones de EE. UU. saltarían de $600 mil millones en 2024 en comparación con $155 mil millones en 2018. Esto reduciría las exportaciones brasileñas por 10 a 20 por ciento".

Con las crecientes rivalidades en todo el mundo y las maniobras gangsteriles de Trump, nadie debe creer su promesa de apoyar a la membresía de Brasil en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), o, incluso si mantiene la promesa, que ofrecería una salida a la prolongada crisis económica de Brasil.

Tal desconfianza anima a los opositores burgueses de Bolsonaro. Además, a las facciones de la clase dominante les preocupa que la alineación abiertamente pro estadounidense y la retórica fascista que la acompaña puedan incitar a la oposición popular y descarrilar la votación sobre la "reforma de las pensiones". Dichos cálculos fueron expuestos en un artículo del Financial Times del 8 de marzo, titulado "¿Las 'guerras culturales' de Bolsonaro descarrilarán las reformas?" Lo que el Financial Times llama eufemísticamente "guerras culturales" es la letanía de "dios, familia y nación" de Bolsonaro, que ha provocado una repulsión generalizada en Brasil y están exponiendo ante amplios estratos de la población la pobredumbre de su gobierno y del sistema político que lo produjo.

En la medida en que los militares critican lo que ha sido apodado desdeñosamente como el "ala ideológica" del gobierno que dominó durante el viaje a los Estados Unidos, no se debe a ninguna simpatía por la democracia o la independencia del imperialismo, sino a un reconocimiento del apoyo extremadamente limitado que estas ideas gozan dentro de la población.

Oponerse a los "ideólogos locos" con llamadas a mayores poderes para los militares "razonables" no cambiará los peligros agudos que enfrenta la clase trabajadora un ápice. Una campaña de este tipo es un encubrimiento traicionero de la profunda crisis que produjo Bolsonaro y debe ser denunciada sin tregua.

(Publicado originalmente en inglés el 29 de marzo de 2019)

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