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Washington se acerca al borde de una guerra con Irán

El abrupto viaje organizado por el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, a Bruselas para avanzar la línea agresiva de Washington contra Irán, combinado con el despliegue de aún más activos militares estadounidenses en el golfo Pérsico demuestran la escalada de la crisis de guerra en la región por parte de Washington.

El lunes por la noche, el New York Times publicó un artículo titulado "La Casa Blanca revisa los planes militares contra Irán, haciendo eco de la guerra de Irak". El artículo utilizó como fuentes a "más de media docena de funcionarios de seguridad nacional" e informó que, en una reunión la semana pasada, los principales asesores de seguridad del presidente Trump discutieron un plan para enviar hasta 120.000 soldados a Oriente Próximo.

La chispa para un conflicto total puede provenir de cualquiera de una serie de provocaciones organizadas, incluido el presunto sabotaje de dos petroleros sauditas y otros dos buques frente a las costas de los Emiratos Árabes Unidos que fue reportado el domingo.

Portaaviones estadounidense USS Abraham Lincoln en el canal de Suez

El ministro de Energía saudita, Khalid al-Falih, enfatizó que uno de los petroleros sauditas presuntamente dañados estaba en camino de recoger petróleo saudí para llevarlo a los Estados Unidos, un detalle aparentemente resaltado para argumentar que los "intereses de los Estados Unidos" se vieron implicados en el incidente.

Pompeo, el asesor de seguridad nacional, John Bolton y otros funcionarios estadounidenses han prometido en repetidas ocasiones emprender acciones militares "rápidas y decisivas" en defensa de los intereses estadounidenses en esta región rica en petróleo. Han amenazado con desatar una fuerza "implacable" contra Irán en represalia por cualquier acción supuestamente llevada a cabo por una amplia gama de fuerzas apodadas por Washington como "fuerzas patrocinadas" iraníes, que van desde Hezbolá en Líbano hasta Hamas en la Franja de Gaza de Palestina, los rebeldes hutíes en Yemen y varias milicias chiitas en Irak y Siria.

El presunto sabotaje de los cuatro buques tuvo lugar en el golfo de Omán, al este de Fuyaira, un importante puerto petrolero que se encuentra aproximadamente a 135 km al sur del estratégico estrecho de Hormuz, a través del cual pasa aproximadamente un tercio del petróleo mundial transportado por mar.

Los funcionarios de Arabia Saudita y de los Emiratos Árabes Unidos indicaron que no hubo víctimas ni derrames de petróleo como resultado del presunto sabotaje. Un video publicado en línea mostró un agujero rasgado en el casco de un barco de propiedad noruega en su línea de flotación.

El momento en que se produjo el incidente encajó perfectamente con la escalada de tensiones en la región generada por los Estados Unidos. Se produjo días después de la advertencia del 9 de mayo emitida por la Administración Marítima de EUA (MARAD, por sus siglas en inglés) de que los barcos comerciales, incluidos los petroleros, podrían ser blanco de la escalada militar.

"Irán o sus representantes podrían responder apuntando a buques comerciales, incluidos petroleros, o buques militares estadounidenses en el mar Rojo, el estrecho de Bab-el-Mandeb o el golfo Pérsico", declaró MARAD.

Los funcionarios iraníes expresaron preocupación por el incidente. El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Abbas Moussavi, describió el incidente como "lamentable" y "preocupante" y pidió una investigación exhaustiva. Moussavi también advirtió a los países del golfo Pérsico que se mantengan vigilantes ante el posible "aventurerismo de jugadores extranjeros" o cualquier "conspiración orquestada por malhechores" para socavar la seguridad marítima.

No ha habido una explicación clara ni de los Emiratos Árabes Unidos ni de la monarquía saudí de lo que ocurrió exactamente en el golfo de Omán. El involucramiento de operaciones encubiertas para crear un pretexto para la guerra ya sea por parte de Washington o de sus dos principales aliados regionales, Israel y Arabia Saudita —ambos han buscado durante mucho tiempo empujar a los Estados Unidos a una guerra con Irán— es una posibilidad muy real.

Una cosa es cierta. No se puede creer nada del Gobierno estadounidense ni de sus propagandistas en los medios corporativos con respecto a la crisis en el golfo Pérsico. Los pretextos para la guerra en esta ocasión demostrarán ser tan fabricados como las "armas de destrucción masiva" de Irak o las mentiras sobre el ataque contra el buque de guerra estadounidense en el golfo de Tonkin que fue utilizado para justificar la guerra en Vietnam.

La Administración de Trump ha continuado intensificando su intervención militar en la región, enviando una batería lanzamisiles Patriot al golfo Pérsico junto con un barco de asalto anfibio de la Marina. Esto sigue la llegada la semana pasada al mar Rojo del grupo de batalla de portaaviones USS Abraham Lincoln, así como al aterrizaje de un grupo de ataque de bombarderos que consta de cuatro B-52 en la base aérea de Al Udeid en Qatar.

El Pentágono anunció el lunes que los B-52 habían llevado a cabo su "primera misión ... defender a las fuerzas e intereses estadounidenses en la región", que consiste en operaciones cerca del espacio aéreo iraní.

Tal es la amenaza de guerra que incluso un reportero de la Casa Blanca interrogó a Trump durante su aparición el lunes con el primer ministro ultraderechista de Hungría, Viktor Orbán, “¿Estás en guerra con Irán? ¿Estás buscando un cambio de régimen allí?”.

Trump no negó la amenaza de guerra que se avecinaba y declaró: "Si hacen algo, sufrirán mucho. Vamos a ver qué pasa con Irán".

Subrayando la descarada imprudencia de los Estados Unidos en su camino hacia la guerra, el secretario Pompeo cambió bruscamente sus planes de viaje por segunda vez en una semana, cancelando un viaje a Moscú para volar a Bruselas y bloquear efectivamente una reunión programada de ministros de asuntos exteriores europeos llamados a discutir su respuesta a la crisis del golfo Pérsico.

La acumulación militar de EUA, así como el endurecimiento de las sanciones estadounidenses descritas por la Administración de Trump como de "máxima presión" contra Irán y que buscan sofocar la economía del país y reducir sus exportaciones de petróleo a cero, han agudizado las tensiones entre Washington y sus antiguos aliados europeos.

Desde principios del mes, Washington anuló las exenciones que permitieron a China, Corea del Sur, Japón, India y Turquía seguir comprando petróleo de Irán, y ha impuesto una nueva ronda de sanciones destinadas a detener todas las exportaciones de hierro, acero, aluminio y cobre iraníes.

Los Estados Unidos y las principales potencias europeas han estado divididas desde que Trump abrogó unilateralmente el llamado acuerdo nuclear del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés) alcanzado entre Irán y Estados Unidos, Rusia, China, Alemania, Reino Unido y Francia. Washington volvió a imponer sanciones propias de un estado de guerra. Los Gobiernos europeos, así como el organismo de inspección nuclear de las Naciones Unidas, el Organismo Internacional de Energía Atómica, insistieron en que Irán cumplió con el acuerdo, que se suponía que combinaría límites estrictos al programa nuclear iraní con el levantamiento de las sanciones económicas.

El problema para la Administración de Trump, sin embargo, nunca ha sido el acuerdo nuclear, sino la campaña de un cambio de régimen, es decir, la restauración de una dictadura títere respaldada por Estados Unidos en dicho país rico en petróleo, como la dictadura del sha.

En las palabras de Bolton, uno de los arquitectos de la actual escalada militar, un año antes de convertirse en asesor de seguridad nacional: "La política declarada de los Estados Unidos debería ser el derrocamiento del régimen de los mulás en Teherán ... El comportamiento y los objetivos del régimen no va a cambiar y, por lo tanto, la única solución es cambiar el régimen en sí".

Las reuniones de Pompeo en Bruselas con la titular de política exterior de la UE, Federica Mogherini, y los ministros de relaciones exteriores de Alemania, Francia y Reino Unido, solo subrayaron las tensiones transatlánticas sobre Irán. Mogherini dijo que los representantes europeos habían enfatizado que la crisis en el golfo Pérsico había producido un "momento crucial y delicado" en el que era necesaria la "máxima moderación y evitar cualquier escalada en el ámbito militar".

Dijo que los ministros europeos "continúan apoyando completamente el acuerdo nuclear con Irán", es decir, la normalización del comercio y la inversión. Añadió que esto incluía la "operacionalización" del llamado Instrumento de Apoyo al Intercambio Comercial (INSTEX), que busca crear un canal de pago directo y no en dólares con Irán para eludir las sanciones estadounidenses. Las transacciones a través de este intercambio, según ella, comenzarán dentro de las próximas semanas.

La semana pasada, Teherán notificó a los signatarios europeos que reanudaría el enriquecimiento de uranio en un grado más alto en un plazo de 60 días, a menos que tomen medidas para permitir que Irán exporte su petróleo y acceda a los mercados financieros. Las compañías y los bancos europeos, que anteriormente habían visto una oportunidad para explotar la riqueza petrolera del país, se han retirado ante las amenazas de ser expulsados del mercado estadounidense.

La oposición de las potencias europeas al impulso de Estados Unidos hacia la guerra contra Irán no se basa en ninguna preocupación los 80 millones de iraníes, sino en la búsqueda de sus propios intereses imperialistas en la región. El conflicto expone rupturas que resaltan el peligro de que un nuevo conflicto militar en el golfo Pérsico se convierta en la antecámara de una tercera guerra mundial nuclear.

(Publicado originalmente en inglés el 14 de mayo de 2019)

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