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Bernie Sanders y el mito de Franklin Rooosevelt

El miércoles de la semana pasada, Bernie Sanders, el senador de Vermont, dio un discurso sobre “socialismo democrático” en la Universidad George Washington. La función principal del discurso fue definir su supuesto “socialismo” como enteramente en concordancia con la política del Partido Demócrata—es decir, un “socialismo” desprovisto de toda oposición al capitalismo y la guerra.

El discurso de Sanders llega en un contexto en que la clase dominante le teme cada vez más a la creciente popularidad del socialismo. Donald Trump se ha presentado en los últimos meses como un baluarte contra una “toma del poder socialista” en Estados Unidos. Este tema también ha sido abordado por muchos en el Partido Demócrata, que insiste en que toda referencia al socialismo en las primarias del partido es inadmisible.

Bernie Sanders

El discurso de Sanders intenta alcanzar los mismos fines con medios diferentes. Expone el esfuerzo de Sanders de combinar una retórica populista y “socialista” con una defensa del capitalismo estadounidense y del Partido Demócrata.

Tres elementos básicos del discurso de Sanders demuestran su fraude político. El primero es la presentación deshonesta por parte de Sanders de Franklin Roosevelt y la historia del Partido Demócrata.

En un discurso presentado como la definición de su concepción del “socialismo democrático”, Sanders ubicó explícitamente a su política en la tradición del Partido Demócrata, en particular de las reformas liberales del New Deal (Nuevo Trato) del presidente Franklin Roosevelt en la década de 1930.

“Hace más de ochenta años, Franklin Delano Roosevelt ayudó a crear un gobierno que efectuó un progreso transformador en la protección de las necesidades de las familias trabajadoras. Hoy, en la segunda década del siglo XXI, debemos abordar el asunto pendiente del New Deal y llevarlo a término”, dijo Sanders. “Este es el asunto pendiente del Partido Demócrata y la visión que debemos alcanzar”.

Sanders citó la “Declaración de Derechos Económicos” propuesta por Roosevelt, pero nunca adoptada seriamente, en su discurso sobre el estado de la Nación de 1944. El elemento central del discurso de Sanders fue su llamamiento a una “Declaración de Derechos Económicos del Siglo XXI” que garantice el derecho a un alto nivel de vida.

Sanders retrata a Roosevelt como el líder de una revuelta popular que involucró a “la fuerza laboral organizada, a líderes de la comunidad afroestadounidense y a progresistas dentro y fuera del partido”, y que “lideró una transformación del gobierno estadounidense y la economía estadounidense”.

Él declaró, “A pesar de la oposición de los ricos, al convocar al pueblo estadounidense, FDR y su coalición progresista crearon el New Deal, ganaron cuatro mandatos y crearon una economía que funcionó para todos y no solo para unos pocos”, afirmó Sanders.

Las referencias elogiosas de Sanders a Roosevelt pretenden ocultar el hecho de que el Partido Demócrata fue, y es, un partido de la clase dominante. Roosevelt no fue el representante político de luchas populares, y menos de un “socialismo democrático”, sino un representante especialmente astuto de la clase capitalista, que entendió que debían hacerse concesiones para preservar el sistema capitalista, que estaba en un estado de colapso y muy desacreditado, y evitar el peligro de una revolución socialista.

Las ganancias obtenidas durante este período no provinieron del sistema político, sino de las luchas masivas e insurrectas de la clase trabajadora, que Roosevelt y el Partido Demócrata trataron de contener. Además, la pobreza y el desempleo siguieron siendo endémicos en todo EE.UU. incluso después del New Deal. La brecha entre ricos y pobres, si bien menor que antes, siguió siendo enorme. En el sur, que permaneció sumido en el atraso rural, los afroestadounidenses siguieron enfrentando la segregación y el terror de las turbas de linchamiento.

Las reformas del New Deal también fueron incapaces de sacar a EE.UU. de la crisis económica. Esto se logró con la Segunda Guerra Mundial y la destrucción de gran parte de la economía europea y mundial, y por lo menos 60 millones de vidas. Con el liderazgo de Roosevelt, EE.UU. entró en la Segunda Guerra Mundial en diciembre de 1941.

Antes de la guerra y durante ella, el “progresista” Roosevelt atacó derechos democráticos, encarceló a líderes del movimiento trotskista, los representantes más conscientes de la clase obrera, prohibió las huelgas con ayuda de la burocracia sindical y encarceló a cientos de miles de japoneses-estadounidenses en campos de concentración.

La “Declaración de Derechos Económicos” de Roosevelt, propuesta pero nunca implementada hacia el final de la guerra, fue una finta de izquierda que reflejó su temor de que, si el final de la guerra producía un retorno a las condiciones de la época de la Gran Depresión, el capitalismo mundial enfrentaría convulsiones revolucionarias aún mayores que en la década de 1930. Un año después del discurso, Roosevelt reemplazó a su vicepresidente, Henry Wallace, con Harry Truman—una concesión al ala de derecha del Partido Demócrata.

Después de la guerra, el programa de reformas liberales de Roosevelt, ahora combinado con el anticomunismo de la Guerra Fría, se siguió implementando solo mientras pudiera ser financiado con el aumento de la productividad que fue posible gracias al surgimiento de EE.UU. como superpotencia mundial. Pero la “Declaración de Derechos Económicos”, incluso durante el apogeo del capitalismo estadounidense, siguió siendo letra muerta. Hacia fines de la década de 1960, con el fin del auge de la posguerra y el inicio del largo declive de la hegemonía estadounidense, los demócratas abandonaron esos programas y se movieron bruscamente a la derecha.

Pero ese es precisamente el punto en el que se detiene la excursión histórica de Sanders. Esto le permite suprimir el hecho de que el Partido Demócrata repudió esas reformas hace mucho tiempo y que ahora es un socio pleno en la erosión y el desmantelamiento de los mismos programas sociales cuyo desarrollo posterior es presentado por Sanders como el “asunto pendiente” del Partido Demócrata. De hecho, en lo que concierne al Partido Demócrata, su “asunto pendiente” es destruir cada derecho ganado por la clase trabajadora en un siglo de lucha.

El segundo elemento del discurso de Sanders es la completa ausencia de toda referencia a la política exterior o la guerra. No se mencionan en absoluto los eventos ocurridos fuera de EE.UU. El objetivo de este silencio culpable, que Sanders ha mantenido durante mucho tiempo en discursos dirigidos a un público más amplio, es cubrir el apoyo de Sanders a la guerra imperialista y al nacionalismo estadounidense.

Sanders da señales indirectas a la clase dominante sobre su apoyo a la guerra en pasajes de su discurso. Cuando Sanders enumera una serie de “gobernantes autoritarios” en todo el mundo, encabeza la lista con Vladimir Putin en Rusia y Xi Jinping en China, una señal de apoyo para tanto las demandas de su partido de confrontación con Rusia como para las medidas de guerra comercial de Trump contra China.

Notablemente, Sanders se las arregla para evitar siquiera mencionar la Segunda Guerra Mundial en un discurso supuestamente centrado en el legado político de Franklin Roosevelt. También cita favorablemente a los expresidentes Harry Truman y Lyndon Johnson, sin hacer referencia al hecho de que ambos fueron ampliamente despreciados como belicistas y asesinos en masa: Truman por el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki y por la guerra de Corea, y Johnson por su masiva escalada de la guerra de Vietnam.

La referencia a Johnson es particularmente significativa. Los programas de “La Gran Sociedad” de Johnson tropezaron con los costos enormes de la guerra en Vietnam, marcando el fin de todo el período de reforma liberal. A fines de los años 1960, el Partido Demócrata ya no podía balancear los programas de bienestar destinados a asegurar el apoyo de la clase trabajadora con las necesidades del imperialismo estadounidense.

Como bien sabe Sanders, que comenzó su carrera política como manifestante estudiantil en la década de 1960, esto empujó a una generación de estudiantes y jóvenes de clase obrera a la izquierda, hacia políticas anticapitalistas y radicales, entre quienes el nombre de Johnson se convirtió prácticamente en un epíteto. Un eslogan popular durante las protestas contra la guerra de Vietnam fue “Hey, Hey, LBJ, ¿cuántos chicos mataste hoy?”.

Al omitir esto y presentar a Johnson con una óptica favorable, incluso de “socialista democrático”, Sanders no solo lo rehabilita, sino que promueve una falsedad más básica: que una política exterior imperialista y militarista es compatible con democracia e igualdad social en casa, una mentira que constituye el centro de las políticas del propio Sanders.

El tercer elemento del discurso de Sanders es que no explica cómo es posible garantizar un alto nivel de vida para todos sin un asalto frontal al sistema capitalista, especialmente en condiciones en que la clase dominante considera inadmisible incluso un aumento modesto en la proporción de ingresos destinados a los trabajadores. En el “socialismo” de Sanders, no hay un ahí, ahí… Él propone toda una serie de “derechos” sin sugerencia alguna de que estos requerirían un cambio fundamental en las relaciones sociales.

Además, el giro hacia formas de gobierno autoritarias, un hecho que el propio Sanders se ve obligado a señalar, demuestra que los niveles de desigualdad social ya no son compatibles con los derechos democráticos. Esto no solo se expresa en Trump, como insinúa Sanders, sino también dentro del Partido Demócrata, que está involucrado en métodos de golpe palaciego en su lucha intestina contra Trump.

Si una “Declaración de Derechos Económicos” fue inalcanzable durante la cima del poder económico y político de EE.UU., entonces es más imposible hoy, cuando el capitalismo estadounidense está sumido en un declive terminal. No cabe duda de que Sanders, si fuera electo presidente, desecharía esta propuesta incluso más rápido que Roosevelt.

En efecto, mientras Roosevelt estaba preparado para desafiar a elementos poderosos dentro del sistema político con el fin de llevar adelante su programa de reformas, Sanders ya ha demostrado su falta de coraje político. El momento definitorio de la carrera política de Sanders sigue siendo su abyecta capitulación ante Hillary Clinton en 2016, tras una campaña electoral marcada por la corrupción y el fraude.

Una pelea genuina por los derechos sociales de la clase trabajadora, incluido el derecho a un trabajo, una jubilación segura, atención médica y educación de alta calidad, requiere una lucha intransigente de la clase obrera contra el sistema capitalista. Esto significa la instauración de un gobierno de los trabajadores, en EE.UU. y a nivel internacional, para redistribuir la riqueza de manera masiva y transformar a los gigantescos bancos y corporaciones en empresas públicas, controladas democráticamente por la clase obrera.

Esto requiere una lucha permanente contra la influencia de todas las formas de ideología burguesa dentro de la clase trabajadora, sobre todo las variantes “de izquierda”, como la promovida por Sanders.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de junio de 2019)

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