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Perspectiva

El camino a seguir para la masiva huelga en Francia

El jueves, más de un millón de trabajadores del sector público y jóvenes participaron en una huelga y marchas contra los recortes de pensiones del presidente francés, Emmanuel Macron. Las huelgas de empleados ferroviarios, docentes y otros trabajadores continuaron el viernes, poniendo freno a la mayor parte del transporte público y cerrando muchas escuelas.

Estos eventos marcan una nueva etapa en el resurgimiento internacional de la lucha de clases. Nuevamente, en el corazón de Europa, las líneas fundamentales de clase en la sociedad están siendo marcadas y la clase obrera está demostrando su enorme poder social y potencial revolucionario. La atemorizada respuesta de la burguesía internacional fue indicada por el titular del New York Times sobre la masiva huelga el jueves: “Un día de revolución en Francia, con Macron en la mira”.

Manifestantes en Rennes, Francia occidental, el jueves 5 de diciembre de 2019 [AP Photo/David Vincent] [AP Photo/David Vincent]

La cuestión fundamental en Francia, así como en las huelgas y protestas de masas en Chile, Bolivia, Ecuador, Líbano e Irak, las huelgas automotrices en EE. UU. y México y ferroviarias en Reino Unido, es el nivel maligno de desigualdad social producido por el capitalismo.

Este estallido de la lucha de clases ha expuesto como un fraude todos los intentos de denegar el papel revolucionario de la clase obrera y de elevar la raza y género por encima de la clase como la división básica en la sociedad. Como lo ha demostrado el movimiento inicial en Francia, cuando los trabajadores entraron en lucha, lo hacen como una clase.

Esta nueva etapa de lucha plantea problemas políticos críticos ante la clase obrera, siendo el más central la necesidad de construir una nueva dirección socialista.

Más de un año después del estallido de las protestas de masas de los “chalecos amarillos”, ninguna de las principales demandas de los manifestantes se ha realizado: por la igualdad, mejores niveles de vida y un fin a la miseria social, la represión policial y la guerra. Capas cada vez más amplias de trabajadores están concluyendo que es tiempo de poner fin al dominio de la aristocracia financiera.

La respuesta de la élite gobernante se puede resumir así: ¡ya valió la democracia! El jueves, Macron envió automóviles acorazados, cañones de agua y miles de policías fuertemente armados para atacar a los huelguistas que marchaban en las distintas ciudades del país. Un Gobierno que opera sin apoyo popular alguno está movilizando a la policía paramilitar para aplastar protestas contra políticas opuestas por el 70 por ciento de la población.

En Francia, como en todo otro país, el Estado capitalista es una dictadura poco encubierta de la élite financiera.

El desarrollo de una estrategia de la clase obrera en esta lucha exige una identificación correcta de su carácter fundamental y dinámico. Los trabajadores en Francia no solo combaten a Macron, sino el capitalismo global, el cual está suido en su crisis económica y política más profunda desde los años treinta y se enfrenta a un resurgimiento cada vez más amplio de la lucha de clases.

El camino a seguir es luchar por tumbar el Gobierno de Macron, involucrando a sectores cada vez más amplios de trabajadores y jóvenes en lucha.

¿Cómo se puede lograr esto? Se debe establecer una alternativa política revolucionaria. Los trabajadores no se pueden limitar, como lo propone el dirigente estalinista de la Confederación General del Trabajo (CGT), Philippe Martinez, a huelgas periódicas exigiendo que Macron retire su plan de pensiones, esperando que el presidente de los ricos negocie nuevas políticas con la CGT. Esto solo resultará en una derrota.

Ha pasado medio siglo desde las últimas concesiones sociales importantes a la clase obrera francesa, cuando la CGT traicionó la oportunidad revolucionaria que presentó la huelga general francesa de 1968 a cambio de los aumentos salariales en los Acuerdos Grenelle. Hoy día, la crisis económica y política del capitalismo es mucho más profunda. No habrá ningún resultado reformista de la lucha de clases.

El partido República en Marcha (LRM) de Macron ha dejado en claro repetidamente que no dará un paso atrás.

Tras los conflictos violentos sobre política militar que estallaron en la cumbre de la OTAN esta semana en Londres, LRM está decidido a seguir transfiriendo cientos de miles de millones de euros al ejército y los superricos para reforzar la defensa europea y la competitividad económica de Francia. Permitir que Macron permanezca en el poder, incluso si retirara sus recortes de pensiones, tan solo le daría tiempo a prepararse para la siguiente etapa de contrarrevolución social.

La estrategia presentada por la CGT y reproducida por grupos pequeñoburgueses como el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) y Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Mélenchon es un fraude.

La CGT no decidió esta semana encabezar una lucha en defensa de las pensiones. Durante un año entero de protestas de los “chalecos amarillos”, que los sindicatos aislaron y denunciaron como neofascistas, la CGT discutió los recortes jubilatorios de Macron con su Gobierno sabiendo muy bien su masiva impopularidad. La CGT solo convocó a la huelga el mes pasado ante las huelgas espontáneas en el Sistema Ferroviario Nacional y las protestas en hospitales y escuelas, temiendo que la oposición se saliera de su control.

La CGT está colaborando con el Estado en un esfuerzo por desgastar y desorientar a los trabajadores para sí llevar a cabo su traición. La clase gobernante conoce bien el papel de la CGT. Mientras la política antimotines emprendía contra los huelguistas en París, Lyon y otras ciudades el jueves, el primer ministro Edouard Philippe declaró, “Las huelgas y protestas se han desenvuelto como estaba planeado”. Luego, aprovechó la ocasión para “darles mis respetos a los sindicatos por su éxito organizacional”.

El camino adelante es tomar la lucha fuera de las manos de los sindicatos. El Parti de l’égalité socialiste (PES; Partido Socialista por la Igualdad), la sección francesa del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), llama a la formación de comités de acción, independientes de los sindicatos y sus aliados políticos. En dichos cuerpos, los trabajadores y jóvenes pueden planear y votar libremente sobre huelgas, protestas y otras acciones. Pueden apelar a sus hermanos y hermanas de clase internacionalmente para que apoyen la lucha revolucionaria contra Macron y la aristocracia financiera.

En oposición a los dictados de los mercados financieros globales y la acumulación militar europea, este llamado a la clase obrera internacional es una necesidad impostergable, como lo explicó el CICI en su declaración de 2018 sobre el movimiento de los “chalecos amarillos”:

El carácter explosivo de los eventos en Francia es testigo de enormes contradicciones sociales que se han acumulado a lo largo de las casi tres décadas desde la disolución de la Unión Soviética en 1991 y, particularmente, durante la década desde la crisis de 2008. El intenso odio al capitalismo y a las condiciones a las que ha dado lugar en Francia y todo el mundo —los niveles impactantes de desigualdad social y la acumulación interminable de riqueza en manos de un porcentaje diminuto de la población, los niveles cada vez mayores de pobreza y sufrimiento— están emergiendo a la superficie de la vida política…

Los acontecimientos en Francia no están siendo impulsados por condiciones esencialmente nacionales, sino globales.

Esta evaluación se ha visto confirmada. Este año ha visto el estallido global de protestas de masas y la lucha de clases. Han hecho añicos las teorías posmodernistas de los “populistas de izquierda” de la clase media del movimiento estudiantil post-1968, cuya línea la encarna el libro de André Gorz de 1980 Adi ó s a la clase obrera. En su libro de 2014, La era del pueblo, Mélenchon declaró que era necesario “superar” el socialismo. Dijo que la izquierda estaba “muerta” y que “el pueblo toma el lugar de la ‘clase obrera revolucionaria’ ocupado en la política de izquierda”.

Estas fuerzas desacreditadas están girando cada vez más decididamente a la derecha. Esta semana, mientras marchaban las masas de obreros, Mélenchon reaccionó promoviendo a la neofascista Marine Le Pen, quien declaró vacíamente su apoyo a la huelga, llamándolo “progreso” en una dirección “humanista”.

El resurgimiento de las huelgas y protestas de masas en todo el mundo muestra nuevamente que la fuerza revolucionaria decisiva en la sociedad capitalista es la clase obrera y que la lucha revolucionaria por el socialismo está nuevamente en la agenda histórica.

El PES aboga por la construcción de comités obreros de acción para movilizar el poder industrial total de la clase obrera, colocando las fábricas y lugares de trabajo bajo el control democrático de los trabajadores y expropiando la riqueza de la aristocracia financiera. Esto debe vincularse a una estrategia política para forjar la unidad internacional de la clase obrera para tomar el poder estatal y reorganizar la vida económica sobre la base de satisfacer las necesidades sociales y no el lucro privado.

(Publicado originalmente en inglés el 7 de diciembre de 2019)

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