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Perspectiva

El espectro de los años treinta

¡Suenen la alarma! Una conspiración política y el resurgimiento del fascismo en Alemania

La decisión la semana pasada de la Unión Demócrata Cristiana (CDU, todas las siglas en alemán) en el estado federal de Turingia de colaborar con la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) para seleccionar un gobernador expone el estado mugriento de la política alemana. Setenta y cinco años después del colapso del Tercer Reich, un partido encabezado por apologistas de Hitler y nazis abiertos está siendo aceptado por la élite gobernante como un socio político legítimo.

El surgimiento de la derecha política en Alemania durante la última década ha sido uno de los acontecimientos menos cubiertos por la prensa internacional. Pero después de los eventos en Turingia, incluso el New York Times ha llegado a reconocer que el emergente fascismo alemán es una fuerza política importante que no se puede ignorar. En un artículo de su edición del 7 de febrero, el Times escribió:

Algunas veces, se necesita un terremoto para revelar lo que yace bajo la superficie.

En el estado oriental alemán de Turingia esta semana, una elección regional develó el estado desastroso del centro político alemán —y lo lejos que está el país del consenso antifascista que dice mantener—.

La República de Weimar, la primera y breve experiencia de Alemania con la democracia hasta que fue abolida por los nazis se ha vuelto un punto de referencia popular para la Alemania actual.

El Times reconoció que la colaboración de la CDU y el FDP con la AfD “rompió el tabú sobre la política alemana desde que finalizó la era nazi. El Sr. Kemmerich [del FDP] se volvió en el primer alto funcionario alemán desde la Segunda Guerra Mundial en ser electo dependiendo de votos de un partido ultraderechista”.

La decisión de la CDU y el FDP de colaborar con la AfD, continúa el Times ,

es particularmente preocupante en Turingia, donde la AfD no es solo el segundo partido más fuerte del Parlamento regional, sino que también es más extrema que en cualquier otro estado. El jefe de la AfD ahí, Björn Höcke, es el líder del movimiento de línea dura dentro del partido, conocido como “Der Flügel”—El Ala—. En un libro de 2018, advirtió de “la muerte próxima de la nación por medio del reemplazo poblacional”. El año pasado, una corte falló que podía ser llamado descrito legalmente un fascista.

El Times concluyó:

Para la ultraderecha, esta semana ha sido un grandioso éxito. Los líderes de la AfD han predicho desde hace mucho —o esperado por— una convergencia entre los partidos centristas y conservadores. El miércoles, cuando le daba la mano al nuevo gobernador electo de Turingia, el Sr. Höcke sonrió. La escena les recuerda a muchos alemanes la famosa fotografía de 1933 cuando Adolf Hitler salud a Paul von Hindenburg, el presidente alemán en ese momento.

Alemania en 2020 no es Alemania en 1933. Pero la política alemana ha girado en años recientes en una forma inquietante. Los centristas y la ultraderecha comparten puntos de diálogo en inmigración Comparten lo que perciben como un enemigo común en la izquierda. Y ahora, por primera vez en décadas, incluso comparten un gobernador.

Los lectores del Times, al no haber leído o escuchado casi nada en la prensa sobre la existencia de un serio renacimiento neonazi en Alemania, puede llegar a creer que los eventos en Turingia son un acontecimiento repentino e imprevisto.

Esto está lejos de ser el caso. Los eventos confirmaron las advertencias hechas por los trotskistas alemanes del Sozialistische Gleichheitspartei (SGP), publicadas en numerosos artículos en el World Socialist Web Site. Las maniobras políticas en Turingia, el mismo estado que desempeñó un importante papel en el crecimiento del hitlerismo, son el resultado de una conspiración política que involucra a todos los principales partidos de la élite política alemana, que se ha prolongado por más de cinco años, para promover y legitimar activamente el crecimiento de un movimiento político neonazi.

El uso de la palabra “conspiración” para explicar el auge de la AfD es completamente apropiada. La principal diferencia entre la AfD y los nazis en las décadas de 1920 y 1930 y esta organización fascistizante moderna es que no está basada en un movimiento de masas. Tras emerger de una escisión de la CDU y el FDP a principios de 2013, una gran proporción de los miembros de la AfD ha sido reclutada directamente del aparato estatal, principalmente del ejército, el poder judicial y la policía. La mayor parte de su personal fue previamente parte de otro partido del establishment. Por ejemplo:

  • El presidente honorario de la AfD, Alexander Gauland, quien glorifica a la Wehrmacht y describe a Hitler y a los nazis como una “cuita en más de 1.000 años de historia alemana exitosa” fue un alto funcionario de la CDU por 40 años.
  • Guido Reil, el principal diputado de la AfD en el Parlamento Europeo, es un miembro del sindicato industrial IG BCE y fue miembro del Parido Socialdemócrata (SPD) por 26 años antes de unirse a la AfD en 2016.
  • Georg Pazderski, president de la AfD en Berlín, es un exoficial del Ejército que sirvió en la sede de la OTAN, incluyendo el Comando Central de EE. UU. en la base de la Fuerza Aérea MacDill en Tampa y con el Comando Conjunto Aliado en Lisboa.

En sus esfuerzos para promover el crecimiento de la AfD, la clase gobernante se ha enfrentado a un problema fundamental. Los fascistas son odiados por una mayoría abrumadora de la población.

Cuando la AfD entró en la Bundestag (Parlamento federal) en septiembre de 2017 con solo 12,6 por ciento de los votos, hubo protestas de masas espontáneas por todo el país. Después de las turbas fascistas en Chemnitz de septiembre de 2019, en las que la AfD tuvo un papel central, cientos de miles tomaron las calles.

Solo en Berlín, se manifest ó un cuarto de millón de personas el 13 de octubre de 2019. También hubo protestas de masas contra el racismo y la violencia fascista contra el atentado terrorista en la sinagoga en Halle en octubre del año pasado, y más recientemente tras la elección de Kemmerich en Turingia.

Frente a una hostilidad popular masiva, la promoción de la AfD a posiciones de poder ha dependido de la complicidad de los principales partidos. El mecanismo decisivo para apuntalar la influencia de la AfD ha sido el Gobierno federal de la Gran Coalición de los Demócratas Cristianos y Socialdemócratas.

Tras las elecciones de 2017, todos los partidos en la Bundestag pasaron más de seis meses reuniéndose tras bastidores para desarrollar el marco de un nuevo Gobierno. En el proceso, alcanzaron acuerdos de gran alcance, particularmente sobre la remilitarización completa de Alemania, ataques masivos contra los derechos sociales y democráticos y una cooperación sistemática con la AfD.

Para fines de noviembre de 2017, el presidente federal Frank-Walter Steinmeier invitó a los entonces copresidentes de la AfD, Alexander Gauland y Alice Weidel, a una reunión en su residencia oficial, el palacio Bellevue. La reunió fue documentado por imágenes de la Oficina de Prensa Federal. Cuando la Gran Coalición llegó al poder en marzo de 2018, adoptó gran parte de las políticas de la extrema derecha e integró prontamente a la AfD al sistema político.

El SPD tuvo un papel clave en este proceso. Como consecuencia de la decisión de la SPD de gobernar junto a la CDU, la AfD —a pesar de recibir el apoyo de una octava parte de los votantes— se volvió en la oposición oficial. Esto aumento enormemente la presencia parlamentaria y mediática de la AfD. Gauland y compañía han podido propagar su mugre fascista en los medios desde el comienzo de cada sesión de la Bundestag y durante el horario estelar. Varios extremistas de derecha famosos fueron impulsados a la cabeza de importantes comités parlamentarios, con el apoyo del SPD.

Acomodar a la AfD, justificar el nazismo y combatir a la izquierda socialista —dos temas fundamentales de la AfD— son un componente esencial del arsenal de la Gran Coalición. En 2018, el reporte comisionado por el Gobierno y elaborado por la Oficina para la Protección de la Constitución [Verfassungsschufz], como se llama el servicio secreto alemán, incluye al SGP como “un objeto de monitoreo” por su oposición intransigente a la AfD y al militarismo imperialista, así como su defensa de un programa socialista anticapitalista.

La AfD y “El Ala” son mencionados favorablemente por la Verfassungsschutz como “víctimas” de presuntos “extremistas de izquierda”. Está en el registro público que las redes terroristas de derecha se extienden profundamente en el ejército, la policía y los servicios secretos. Mantienen listas con decenas de miles de blancos para asesinato. Sus actividades son en gran medida ignoradas por el Estado alemán incluso tras el asesinato del prominente político de la CDU, Walter Lübcke, el 2 de junio de 2019. Es una sospecha general que Lübcke fue asesinado por sus críticas a la AfD. Los reportajes del asesinato de este político de alto rango fueron abandonados por la prensa en pocas semanas.

El partido La Izquierda [Die Linke], el cual cuelga de las faldas del SPD, está reaccionando a los acontecimientos en Turingia con otro giro cobarde hacia la derecha. No solo está cortejando con la CDU, sino que también ha indicado que está preparado para colaborar con la AfD.

Hay otro elemento crítico en el auge de la AfD y la legitimización deliberada de la política neofascista en Alemania. A fin de superar la resistencia de la población a la reactivación del militarismo y el autoritarismo, se está llevando a cabo una campaña entre académicos alemanes para crear una nueva narrativa histórica basada en un antimarxismo feroz, la trivialización de los crímenes de los nazis y la rehabilitación de Hitler.

El papel central de este proceso insidioso ha sido asumido por la administración de la Universidad Humboldt en Berlín, la cual le ha prestado un soporte institucional inagotable al profesor Jörg Baberowski, el titular del Departamento de Estudios de Europa del Este. Baberowski es reconocido por sus mentiras de que “Hitler no era cruel” y que el Führer no quería saber nada sobre Auschwitz y el exterminio masivo de judíos.

La presidenta de la universidad, Sabine Kunst, una exfuncionaria del SPD, ha declarado que las críticas a Baberowski son “inaceptables”. Incluso después de que Baberowski se comportar como un Gauleiter nazi, atacando físicamente a un estudiante izquierdista en la universidad —un evento capturado en video y visto en YouTube más de 20.000 veces— Kunst se ha rehusado a permitir críticas de Baberowski.

Con el apoyo recibido por la Universidad Humboldt, Baberowski se ha convertido en una figura política cada vez más prominente. Tiene programado un importante discurso en un evento público para conmemorar el 75 aniversario del colapso del Tercer Reich. Con un apoyo político de alto nivel, utilizará la oportunidad para pronunciar una diatriba anticomunista.

La situación política en Alemania exige la atención de la clase obrera europea, estadounidense e internacional. Tomando en cuenta la historia, es imposible adoptar una actitud complaciente hacia el resurgimiento del neonazismo en Alemania.

Sin embargo, hay una diferencia fundamental y profunda entre la situación que existe hoy y la de la década de 1930. El fascismo no es de ninguna manera un movimiento de masas en Alemania. Existe entre las masas de obreros, estudiantes, artistas e intelectuales alemanes un odio intenso hacia el pasado nazi y todos los que trivialicen sus crímenes. En toda Alemania, hay monumentos que recuerdan los crímenes de los nazis y honran la memoria de sus millones de víctimas. Los horrores del Tercer Reich están profundamente arraigados en la consciencia colectiva del pueblo alemán.

Al mismo tiempo, las tradiciones intelectuales y políticas del marxismo están profundamente arraigadas en la cultura del país, pese a todos los esfuerzos para erradicarlas por parte de los partidos oficiales, la prensa corrupta y los mandarines académicos. Es una certeza que el bicentenario del nacimiento de Friedrich Engels en noviembre de 1820 será calurosamente conmemorado por toda Alemania.

Pero esta ausencia de una base de masas en sí subraya una semejanza impactante y peligrosa con el proceso político que llevó a la victoria de los nazis en 1933: el elemento de actividad conspirativa dentro de la élite política para fortalecer a la ultraderecha. Este proceso y sus consecuencias reaccionarias han sido expuestos por los eventos en Turingia.

El único partido que combate consistentemente el crecimiento de la AfD y el regreso del fascismo y militarismo en Alemania e internacionalmente es el Sozialistische Gleichheitspartei. Sus advertencias se han visto confirmadas. Como lo anotó el líder del SGP, Cristoph Vandreier en su invaluable exposición de la conspiración política que subyace el auge de la AfD:

La AfD no tiene ni una base de apoyo de masas ni unidades listas para el combate como las SA (tropas de asalto) de Hitler reclutadas de los desarraigados vetearnos de guerra, miembros socialmente arruinados de la pequeña burguesía y trabajadores desempleados desesperados. La fuerza de la AfD surge exclusivamente del apoyo que recibe de los partidos políticos, la prensa, el Gobierno y el aparato estatal.

Como ocurre en el resto del mundo, está en marcha un proceso de radicalización política en Alemania. Los eventos en Turingia, que han impactado al público, acelerarán este proceso. Pero la evolución oportuna y políticamente consciente de este proceso requiere la construcción del Sozialistische Gleichheitspartei y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional como el partido revolucionario de la clase obrera alemana e internacional.

(Publicado originalmente en inglés el 13 de febrero de 2020)

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