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Perspectiva

¿Cuántos necesitan morir por Wall Street?

Las muertes de la pandemia global de coronavirus superaron los 21.000 el miércoles, siguiendo un crecimiento exponencial. En EE. UU., se han registrado al menos 247 muertes y los casos son más de 13.000.

Cada día, más de dos mil personas están muriendo en todo el mundo. “Pasaron 67 días entre el primer caso reportado y los 100.000, 11 días para los segundos 100.000 casos y solo cuatro días para los terceros 100.000 casos”, dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En cuestión de días, EE. UU. tendrá más casos del COVID-19 que cualquier otro país, incluyendo China e Italia, los epicentros iniciales de la enfermedad. En Nueva York, filas de enfermos dan vuelta a las cuadras de la ciudad, mientras se está construyendo una morgue fuera del hospital Bellevue de Nueva York. En otros hospitales de la ciudad, se están utilizando camiones refrigerados para guardar los cuerpos en condiciones que los doctores describen como “apocalípticas”.

Los expertos han repetido las advertencias de que EE. UU. solo se encuentra en el comienzo de su brote y que los casos continuarán disparándose. Pero los hospitales del país ya están llenos a capacidad, incluso aquellos lejos de los centros de infección como los sistemas hospitalarios de Beaumont y Henry Ford en Detroit.

A pesar de las afirmaciones generalizadas de que la pandemia solo afecta a las personas de mayor edad, la enfermedad ha demostrado ser peligroso para capas más amplias de la sociedad. El 38 por ciento de los hospitalizados en EE. UU. tienen entre 20 y 54 años.

Mientras tanto, a pesar de los llamados de los expertos de salud, muchos centros de trabajo en el país permanecen abiertos. Se ha vuelto cada vez más claro que la enfermedad se está propagando rápido en los lugares de trabajo estadounidenses, muchos de los cuales ni siquiera cuentan con las medidas básicas de seguridad para proteger a los trabajadores.

Dos trabajadores de Fiat Chrysler en EE. UU., uno en la armadora de Sterling Heights en Detroit y otro en la planta de transmisiones en Kokomo, Indiana, fallecieron tras infectarse del COVID-19.

Nueve trabajadores en los almacenes de Amazon han dado positivo al virus, pero a pesar del continuo aumento, la empresa ha dejado en claro que no cerrará los almacenes ni les dará a los trabajadores de almacenamiento o a sus transportistas el equipo de protección necesario.

Aún cuando la pandemia toma mayores fuerzas, el Gobierno de Trump está intensificando su campaña a favor de un regreso pronto al trabajo. Ignorando las advertencias de sus propios expertos de salud, Trump ha llamado a EE. UU. a estar “abierto para los negocios” para el domingo de Pascua. Quiere ver “iglesias llenas en todo el país”, exigió.

Quizás la muestra más desquiciada del punto de vista compartido por Trump, la revista ultraderechista Federalist, cuyo contenido el mandatario tuitea repetidamente, publicó un artículo urgiendo a sus lectores a infectarse deliberadamente y a sus hijos con el virus para crear “inmunidad colectiva”.

Pero la postura de negar los peligros del COVID-19 y llamar al sacrificio de vidas por “la economía” va más allá que Trump y sus partidarios en EE. UU.

Los puntos de Trump hallaron un eco en su aliado político e ideólogo derechista Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil, quien declaró: “La gente verá pronto que fueron engañados por estos gobernadores y gran parte de la prensa en cuanto al coronavirus”. Luego la llamó una “gripecita”.

En Alemania, el diario Handelsblatt publicó prominentemente una entrevista con Alexander Dibelius, gestor de un fondo de inversión, que declaró que “el cierre colectivo de la economía” es más “atemorizante que esta infección viral”.

Estas demandas hacen eco a su vez de declaraciones similares de los oligarcas estadounidenses como los ejecutivos de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein y Gary Cohn. Un exasesor económico clave de Trump, Cohn declaró que es hora de “comenzar a discutir la necesidad de una fecha para volver a encender la economía”.

El director ejecutivo de Wells Fargo, Dick Kovacevic, refiriéndose a los “trabajadores saludables menores de 55 años”, dijo que “Gradualmente haremos regresar a esa gente y ver qué pasa. Algunos se enfermarán; algunos podrían incluso morir. No lo sé”.

El milmillonario Tom Golisano, “fumándose un cigarro Padrón en su patio en Florida”, se quejó a Bloomberg News: “Los daños de mantener la economía frenada como ahora podrían ser peores a perder a unas pocas personas”.

“Tienes que pesar los pros y contras”, dijo.

Según los investigadores de la Universidad Northwestern, los “contras” de reabrir los negocios antes de que la pandemia esté bajo control podrían ser 600.000 vidas a nivel nacional.

En condiciones en que los casos se duplican cada día en gran parte de EE. UU., y donde no hay indicaciones de que la pandemia esté bajo control, tales propuestas son totalmente imprudentes, demostrando tanto ignorancia como desprecio a la vida humana.

De hecho, el “valor” de la vida humana se ha vuelto un frecuente tema de discusión en la prensa estadounidense. El New York Times publicó un artículo el jueves intitulado “El cierre subraya el costo económico de salvar vidas”. El artículo cita al exasesor de Obama, Cass Sunstein, quien declaró: “Un programa que salve a personas más jóvenes es mejor, en este sentido, que un programa de lo contrario idéntico que salve a personas mayores”.

Otro asesor de Obama, Ezekiel Emanuel, ha aparecido como un comentarista frecuente en los medios durante la pandemia a pesar de haber argumentado en 2014, como justificación para los recortes en la salud, que la gente no debería vivir más de 75 años porque “la sociedad y las familias—y tú— estarán mejor si la naturaleza sigue su curso rápido y pronto”.

La primera y única preocupación de la sociedad necesita ser contener la pandemia lo antes posible. Las medidas de distanciamiento social, así como el cierre de escuelas y lugares de trabajo, son un elemento crítico para contener la enfermedad, permitiendo la realización de pruebas y el rastreo de contactos y la distribución de casos para no abrumar los hospitales.

No obstante, Estados Unidos y gran parte de Europa occidental no están implementando las prácticas recomendadas por la OMS. Los hospitales de todo EE. UU. están rehusándose a someter a pruebas a personas a menos que estén en un estado crítico. Esto torna imposible rastrear el grueso de los casos e informar a las personas que han estado en contacto con los infectados.

Y, dado que los hospitales ya se encuentran llenos en gran parte del país, la mayoría de los casos no están siendo hospitalizados, algo contrario a las guías de la OMS, lo que expone a miembros de la familia a ser infectados.

Al exigir que los estados levanten las órdenes de cuarentena obligatoria, Trump habla en nombre del capital financiero, planteando que los empleados sean obligados a regresar al trabajo por medio de amenazas y sanciones. Aquellos que se rehúsen a trabajar en condiciones insalubres arriesgan ser despedidos y consecuentemente no ser elegibles para beneficios por desempleo. Los trabajadores tendrán que enfrentarse a la devastadora opción de sacrificar la salud de sus familias o enfrentar hambre, evicciones y falta de vivienda.

Mientras los oligarcas exigen que los trabajadores laboren en condiciones insalubres, los trabajadores están comenzando a resistir. Una ola de huelgas obligó el cierre de las empresas automotrices basadas en Detroit más temprano este mes. Los trabajadores de toda la industria de logística, incluyendo Amazon, han exigido condiciones de trabajo más seguras, y los trabajadores de correo en Brooklyn presuntamente se rehusaron a entregar correo. Las etiquetas #notdyingforwallstreet (no moriré por Wall Street) y #generalstrike (huelga general) han sido tendencia en Twitter.

No se pueden escatimar recursos para reducir el número de infecciones y salvar vidas. La clase obrera necesitan exigir que los Gobiernos y los empleadores tomen acciones de emergencia para atender la crisis:

¡Cierren los lugares de trabajo no esenciales! ¡Todo centro laboral que no esté involucrado directamente en la provisión de atención médica y la manufactura de productos médicos o necesidades sociales vitales necesita permanecer cerrado durante la pandemia! Los trabajadores sin trabajo necesitan recibir ingresos plenos y todos los recursos se deben poner a disposición para aquellos afectados por los cierres de escuelas, incluyendo el pago de licencias y asistencia alimentaria.

¡Condiciones de trabajo seguras! Todos los trabajadores necesitan un entorno laboral seguro y protegido contra la propagación del virus.

¡Pruebas accesibles y universales! No se puede escatimar costo alguno para la provisión de pruebas gratis y accesibles para todos los que muestren síntomas.

¡Atención médica gratis y de a lta calidad e igualdad de trato! Se debe poner a disposición de todos el cuidado médico más avanzado, independientemente de ingreso o cobertura de seguro.

¡Protejan a los refugiados, prisioneros y las personas sin techo! Todos deben tener acceso a condiciones de vivienda de alta calidad y limpias para prevenir la propagación de la enfermedad.

Los trabajadores necesitan formar comités de base en los centros laborales y barrios para coordinar sus actividades, movilizar su fuerza colectiva, garantizar que los enfermos reciban atención médica y monitorear las condiciones laborales para asegurar un ambiente seguro.

La respuesta a la enfermedad no puede dejarse en manos de los políticos capitalistas, sean demócratas o republicanos. Su principal inquietud es resguardar las ganancias de la élite gobernante inflando la bolsa de valores.

El miércoles, el asesor de la Casa Blanca, Larry Kudlow dejó en claro que el “proyecto de ley de estímulo” de $2 billones que pronto se aprobará en el Congreso de EE. UU. será acompañado por $4 billones en compras de activos, cuyo propósito es aumentar los precios de los activos financieros. El proyecto de ley, apoyado por los demócratas y republicanos, incluye decenas de miles de millones de dólares en subsidios directos a las principales corporaciones y cientos de miles de millones más en préstamos.

La afirmación de que la sociedad debe elegir entre dejar que los trabajadores mueran o someterlos a una destitución económica es falsa. Asume la permanencia de la forma capitalista actual de organización social en que el Estado les da billones de dólares a las corporaciones pero no pueden garantizarles un ingreso digno a los trabajadores si no trabajan durante una emergencia.

Se pueden salvar millones de vidas si la sociedad dedica los recursos necesarios para combatir la pandemia del COVID-19 y garantiza que todos los trabajadores tengan el apoyo social que necesitan para permanecer en casa y proteger la seguridad de sus familias y el público. En vez de ser rescatados con billones de dólares de fondos públicos, los principales bancos y las corporaciones necesitan ser puestos bajo control democrático de la población para asegurar la salud y seguridad de sus fuerzas laborales y de toda la humanidad.

La alternativa a este mundo distópico del capitalismo en que el “costo” de las vidas humanas se mide frente al afán de lucro, es el socialismo, una sociedad basada en la reorganización de la economía global para atender las necesidades sociales.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 26 de marzo de 2020)

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