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El presidente de Brasil, Bolsonaro, amenaza con dictadura por la crisis del COVID-19

En una transmisión televisada a todo el país el martes por la noche, el presidente fascista de Brasil, Jair Bolsonaro, intensificó la campaña de ataques a la clase trabajadora desencadenada por la élite gobernante desde que los primeros casos de la nueva enfermedad del COVID-19 se registraran en la ciudad más grande del país, San Pablo.

Solo un mes después de que se detectara el primer caso, Brasil ya tiene 2.915 casos confirmados y 77 muertes. El Ministerio de Salud admite que estas cifras se quedan muy cortas, dado que solo se les hacen tests a pacientes con síntomas serios. Un estudio de la Escuela Londinense de Higiene y Medicina Tropical encontró que los reportes a la baja en Brasil probablemente llegan al 90 por ciento, lo que llevaría el total de casos a 30.000.

El martes fue el primer día de decretos que ordenan el cierre de tiendas minoristas en el Estado más populosos del país, San Pablo, y en Río de Janeiro, la segunda ciudad más grande del país, mientras todos los Estados han cerrados las escuelas, y varios otros han ordenados cierres parciales en otros sectores.

En su alocución, Bolsonaro tachó de "alarmistas" las noticias sobre el número de muertos en Italia, diciendo que la pandemia pasaría "pronto" en Brasil y llamando al cierre parcial de los minoristas en todo el país una política de "tierra quemada" que había que abandonar.

Desestimó las pruebas médicas para afirmar que el "90 por ciento" de los infectados "no sentirían nada" y que él, en particular, "con un pasado como deportista", a lo sumo sentirá los síntomas "de un resfriadito".

Al otro día, Bolsonaro les dijo a los periodistas reunidos ante el palacio presidencial de Alvorada que las medidas de cuarentena resultaría en un caso "que empequeñecería lo que ya se vio en Chile", donde millones de trabajadores se volcaron a las calles contra la desigualdad social. Advirtió de manera sombría que esto "podría significar una ruptura de la normalidad democrática que ustedes [la prensa] tanto defienden".

Esta amenaza de golpe fue anticipada días antes cuando Bolsonaro declaró que "sería fácil" decretar un estado de sitio y suspender la constitución en caso de agitación social a causa de la pandemia.

En todo el mundo, las clases gobernantes están utilizando la catastrófica factura socioeconómica de la pandemia para amasar una enorme riqueza mediante rescates e impresión de papel moneda y para intensificar la explotación de los trabajadores amenazados con no tener dinero para comer.

Pero pocos gobernantes han expresado esta actitud de una manera tan cruel y tajante como el presidente de Brasil, Bolsonaro. Declaraciones todavía más criminales han ofrecido hombres de negocios —el heredero de una de las cadenas de comida rápida más grandes de Brasil dijo que los trabajadores tenían que temer más al desempleo que al COVID-19.

Con 23 miembros de su entorno que estuvieron de visita en el centro turístico Mar-a-Lago, Florida, del presidente estadounidense Donald Trump a principios de marzo dando positivo de coronavirus, Bolsonaro se ha negado a revelar documentos de su propio diagnóstico, citando su falta de síntomas como prueba de su idea de que la enfermedad no es seria y dando a entender que él sería de alguna manera invulnerable a la enfermedad.

Habiendo fundado a finales de 2019 su nuevo partido fascista "Alianza por Brasil", basado en la "lealtad a sus principios" y la creencia de que su presidencia es el cumplimiento de la divina providencia, Bolsonaro ha intentado hacer del asunto de su salud un medio de solidificar el apoyo entre su base ultraderechista.

Ha insistido repetidamente con este tema desde que apoyara y asistiera a las marchas fascistas del 15 de marzo que convocaron a miles de simpatizantes suyos a exigir que el ejército cerrara el Congreso y el Tribunal Supremo para concederle poderes ilimitados. Un asunto central de estas marchas era la negación y la mofa de la pandemia.

El comandante del ejército, general Leal Pujol, dijo el miércoles que el Alto Mando del Ejército se enfrenta respecto a la pandemia "al mayor desafío de su generación". Los editorialistas burgueses han escogido pintar esta declaración color de rosa y afirmar, sin pizca de pruebas, que, en palabras de la destacada comentarista Maria Cristina Fernandes, "el ejército ha mostrado que no hará de guardia pretoriana de Bolsonaro". De hecho, puede que ello en cambio señale que el ejército está barajando una vez más adueñarse del poder.

Por su parte, después de desestimar inicialmente la pandemia como una "excusa" usada por Bolsonaro para el estancamiento económico que ha plagado a Brasil durante su mandato, el Partido de los Trabajadores (PT) ahora está intentando explotar la pandemia del coronavirus como una oportunidad para ganarse el favor de facciones dominantes de la clase gobernante, especialmente aquellas que están insatisfechas con el callejón sin salida del intento sin precedentes de Bolsonaro de subordinar la política exterior brasileña a los intereses del imperialismo estadounidense.

El líder del PT, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, declaró el miércoles que Bolsonaro carece de las "condiciones psicológicas" para gobernar, por lo que habría que impugnarlo o debería dimitir. Esto era un asentimiento a la declaración de hacía unos días de los antiguos aliados de Bolsonaro de que lo tendría que evaluar una junta médica y que debería ser considerado no apto para el cargo, porque un juicio político sería "demasiado doloroso".

Toda la clase gobernante está unida en imponer a los trabajadores brasileños la elección de o bien enfermarse e infectar a sus seres queridos o bien morirse de hambre. Un informe reciente señalaba que 10 millones de trabajadores de los barrios de chabolas del país no tienen nada ahorrado y se quedarían sin dinero para comer tras una semana de cuarentena. Las medidas de cuarentena harán poco en una población apiñada con tres generaciones de familiares en hogares de un solo dormitorio en asentamientos densamente poblados.

Estas condiciones solo pueden llevar a una explosión de la lucha de clases. Los despropósitos de Bolsonaro son expresión de la desesperación de la clase gobernante brasileña mientras se prepara para actos de represión sin precedentes.

(Publicado originalmente en inglés el 27 de marzo del 2020)

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