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A cien años del golpe de Kapp en Alemania

Cómo el Partido Socialdemócrata apoyó la ultraderecha

El 13 de marzo de 1920, un golpe militar sacudía a la República de Weimar que tenía un año y medio. Fue dirigido por el general Walther von Lüttwitz, el comandante del Reichswehr (ejército alemán) en Berlín. Durante la noche, Lüttwitz ordenó a la Brigada Erhardt, tristemente célebre por su brutalidad, ir a la capital a derrocar al gobierno electo. Temprano por la mañana, el presidente y el gobierno huyeron presas del pánico. Los golpistas ulteriormente nombraron a Wolfgang Kapp, un representante archirreaccionario de los terratenientes de Prusia oriental, como canciller del Reich.

Golpistas en Berlín (Bundesarchiv, Bild 146-1970-051-65/Haeckel, Otto/CC-BY-SA 3.0)

Kapp fue capaz de mantenerse en el poder por solo cuatro días. Lo destituyó la mayor huelga general jamás experimentada en Alemania. Millones de trabajadores soltaron sus herramientas, pararon el país, consiguieron armas y libraron batallas durísimas contra unidades militares contrarrevolucionarias.

El golpe de Kapp no tiene interés meramente desde un punto de vista histórico. En una época en la que la burguesía alemana se está dirigiendo otra vez al militarismo, un partido ultraderechista está representado en el parlamento federal y todos los parlamentos estatales, y redes terroristas ultraderechistas operan sin obstáculos dentro del aparato estatal y el ejército, es de una ardiente relevancia contemporánea. Destruye el mito de que con la fundación de la República de Weimar, la burguesía alemana abrazó la democracia y los valores de la Ilustración.

El golpe de Kapp fue el resultado de una conspiración que implicó a grupos fascistas, al Reichswehr y sectores significativos de los partidos establecidos. Hay numerosos hilos de continuidad organizativos, políticos y personales entre la represión sangrienta de la revolución de los obreros y soldados de 1918-1919 y el golpe de Kapp en 1920 y la llegada al poder de Hitler en enero de 1933.

Esta conspiración no se limitó a los partidos derechistas y conservadores que se oponían explícitamente a la República. Los partidos burgueses más moderados, así como el Partido Socialdemócrata (SPD) también estuvieron implicados. Estos partidos trabajaron estrechamente con el Reichswehr y las milicias fascistas Freikorps para reprimir las luchas de los trabajadores. El SPD, que había sido protegido de los golpistas por la huelga general, desplegó a los mismísimos golpistas para reprimir la huelga general.

Después de la caída del Tercer Reich, estos hilos de continuidad no se rompieron. Apenas fueron escondidos tras un barniz democrático. Las viejas camarillas siguieron existiendo. Numerosos funcionarios del Estado, oficiales, jueces, profesores y agentes de policía que o bien habían cometido crímenes capitales o fueron cómplices de tales crímenes, fueron capaces de continuar sus carreras sin obstáculos. Hoy, con el imperialismo alemán volviendo a una agresiva política exterior de gran potencia y con tensiones de clase que se intensifican, el barniz democrático se está desprendiendo.

Quienquiera que conserve cualquier ilusión sobre la capacidad de la burguesía alemana para la conspiración, intriga y criminalidad, que estudie el golpe de Kapp y la historia de la República de Weimar.

El golpe de Kapp

El desencadenante inmediato del golpe de Kapp fue la reducción en Alemania del Reichswehr de 400.000 a 100.000 soldados, que se vio obligada a llevar a cabo por el Tratado de Versalles de junio de 1919. Esto incluía a los contrarrevolucionarios Freikorps, que habían sido formados tras la guerra y se habían integrado en el Reichswehr.

Miembros de la Brigada de Marina Erhardt el 13 de marzo durante el golpe de Kapp en Berlín (Bundesarchiv, Bild 183-R16976/CC-BY-SA 3.0)

Cuando el gobierno dirigido por el SPD bajo Gustav Bauer, una coalición de los Socialdemócratas Mayoritarios, el Partido Centro Católico y el liberal Partido Democrático Alemán (DDP), indicó su intención, bajo presión de los aliados, de disolver una cantidad de unidades de los Freikorps, incluyendo a la Brigada Erhardt, el general Lüttwitz se resistió. Después de que lo despidieran, decidió apoyar un levantamiento y ordenó a la Brigada Erhardt que marchara a Berlín.

El golpe había estado siendo preparado desde hacía mucho tiempo y gozaba de apoyo desde dentro del ejército. Cuando el ministro del Reichswehr Gustave Noske (SPD) ordenó al general del más alto rango, Hans von Seeckt, que defendiera el gobierno contra los golpistas que se acercaban, Seeckt rechazó la orden.

El reichspresidente Friedrich Ebert y el gobierno entonces huyeron a Dresden, donde, con el comentario, "Los soldados no les disparan a soldados", apelaron al general Georg Maercker por protección. Pero él ya había recibido una orden por telegrama desde Berlín que le decía que tomara a los miembros del gobierno en custodia protectora. Hizo falta mucha persuasión para que no lo hiciera. La huida continuó a Stuttgart.

"Los conspiradores tenían la simpatía de los grandes industrialistas y grandes terratenientes y el apoyo explícito de las fuerzas nacionalistas alemanas y las derechistas Volkish", escribió Hans Momsen. [1] Todos ellos se oponían al Tratado de Versalles firmado por el gobierno de Bauer y buscaron la formación de un régimen autoritario capaz de restablecer una dictadura doméstica y perseguir una política agresiva en el extranjero.

Junto con Lüttwitz y Kapp, otra destacada figura de los planes golpistas fue el capitán Valdemar Pabst, el que había ordenado el asesinato de los dirigentes del KPD Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en enero de 1919. "La fuerza impulsora del movimiento rebelde era la Asociación Nacional fundada bajo el patrocinio de Ludendorff en Berlín en octubre de 1919", escribió Heinrich August Winkler [2]. Junto a Hindenburg, Erich Ludendorff fue el más influyente general alemán hacia finales de la Primera Guerra Mundial. Dos años después del golpe de Kapp, dirigiría el golpe de Beerhall en Munich con Adolf Hitler.

Wolfgang Kapp

Kapp también tenía vínculos con Hitler. El ministro presidente de Prusia del Este fundó el Partido de la Patria Alemana (DVP) en 1917, en un momento de la guerra en el que el apoyo al conflicto empezaba a quebrantarse dentro del SPD y se planteaban llamamientos a la paz sin anexiones. El objetivo del DVP era revertir la tregua de clase con el SPD y los sindicatos desplegando una fuerza militar implacable contra los trabajadores que se manifestaban, huelgas y reuniones obreras. Al mismo tiempo, el partido usaba el antisemitismo, el nacionalismo y la ideología Volkish en un esfuerzo por construir un movimiento de masas antiparlamentario capaz de establecer una dictadura.

Wolfgang Kapp

El partido de Kapp nunca ganó un apoyo de masas y se disolvió después de un año de existencia. Pero gozó de un gran respaldo desde el ejército y los grandes negocios. El dirigente, junto a Kapp, fue el gran almirante Alfred von Tirpitz, mientras que el duque Johann Albrecht zu Mecklenburg ejerció de director honorario. Una cantidad de destacados industrialistas eran también miembros del partido, y brindaban una fuente crítica de apoyo financiero. Entre ellos estaban Max Roetger (primero de Krupp y luego miembro de un grupo de presión a favor de la industria), Carl Duisberg (Bayer AG e IG Farben), Wilhelm von Siemens, Carl Ziese (armador), Ernst von Borsig (de la industria del acero y el aluminio), Hugo Stinnes (minería y electrónica), Emil Kirdorf (carbón), Alfred Hugenberg (medios), Freiherr von Wangenheim (agricultura y comercio de bienes), Johann Christian Eberle (cajas de ahorro regionales) y Hermann Röchling (Völklinger Hütte).

Uno de los socios más estrechos de Kapp era Karl Mayer, el que reclutó a Hitler como informante en la agencia de inteligencia del ejército, le enseñó agitación antibolchevique y lo promocionaba como un talento político prometedor. Hitler, que había creado el casi desconocido Partido de los Trabajadores Alemán Nacional Socialista (NSDAP) poco antes del golpe, huyó a Berlín tres días después del levantamiento pero rápidamente se dio la vuelta cuando quedó claro que el golpe estaba destinado a fracasar.

En septiembre de 1920, después de que Kapp hubiera huido a Suecia, Mayer le escribió a un amigo, "He movilizado a unos jóvenes muy capaces. Un tal Sr. Hitler, por ejemplo, ha surgido como una fuerza poderosa, un orador público de primer nivel. En el grupo regional de Munich tenemos más de 2.000 miembros, mientras que en el verano de 1919 no teníamos ni 100". [3]

Apoyo del bando del Gobierno

El apoyo a los golpistas, o al menos una voluntad de alcanzar un entendimiento con ellos, se extendía profundamente dentro del bando del gobierno. Hans Momsen llegó a la conclusión: "Sin la huelga general, se habría alcanzado un compromiso de estilo autoritario entre los grupos detrás del golpe y las fuerzas parlamentarias". [4]

No es sin ironía histórica que el presidente Friedrich Ebert y el ministro del Reichswehr Gustav Noske tuvieron que escapar y esconderse de los golpistas. Los dos socialdemócratas habían creado el monstruo que ahora los estaba persiguiendo a ellos.

En noviembre de 1918, los trabajadores y los soldados se levantaron contra el régimen del Kaiser, los cuerpos de oficiales y los barones industriales. Después de un levantamiento inicial en Kiel, los consejos de obreros y soldados se propagaron como reguero de pólvora por todo el país. Pero en vez de formar una nueva guardia republicana de los cientos de miles de revolucionarios armados para desarmar al viejo poder, Ebert y Noske se alinearon con el ejército y movilizaron los posos de la sociedad para defender al sistema capitalista y reprimir de manera sangrienta el levantamiento de los trabajadores y soldados.

Gustav Noske y Walter Lüttwitz (Bundesarchiv, Bild 183-1989-0718-501 / CC-BY-SA 3.0)

Noske asumió el papel de un sabueso, ordenó a tropas extremistas de derecha que disparara a manifestantes, y les ordenó matar a Luxemburgo y Liebknecht. El líder golpista von Lüttwitz podía agradecerles a Ebert y Noske por su cargo después de que lo nombraran comandante supremo del Reichswehr provisorio en Berlín y áreas colindantes en 1918. En enero de 1919, Lüttwitz dirigió el aplastamiento del levantamiento Espartaco.

Mientras Ebert y Noske se escondían del golpe de Kapp, otros representantes del gobierno se quedaron en Berlín para alcanzar un acuerdo con los golpistas. El vicecanciller y ministro de justicia Eugen Schiffer (DDP) les ofreció mayores concesiones en la presencia de los ministros prusianos del SPD Wolfgang Heine y Albert Südekum, incluyendo la formación de un nuevo gobierno de coalición y nuevas elecciones en el futuro cercano.

El nacional liberal Partido del Pueblo Alemán (DVP) de Gustav Stresemann en gran medida apoyó a los golpistas y culpó al gobierno existente por haber "roto con el camino del desarrollo orgánico al que suscribimos".

Huelga general

Pero ninguno de los golpistas ni sus conspiradores había contado con la reacción de la clase trabajadora, que respondió al golpe con una huelga general nacional. Mientras los representantes del gobierno corrían como cobardes por las colinas o buscaban un compromiso con los golpistas, los trabajadores dieron la vida para combatir la rebelión ultraderechista. No los intimidaron las fuerzas de seguridad pesadamente armadas, que usaron bombardeos aéreos y artillería pesada contra trabajadores huelguistas y les dispararon a muchos manifestantes desarmados.

Soldados de una de las brigadas del general von Lüttwitz (BArch, Bild 183-J0305-0600-003)

El primer llamamiento a la huelga general fue lanzado por el portavoz del gobierno Ulrich Rauscher (SPD) en nombre de Ebert y el dirigente del SPD Otto Wels, mientras el gobierno estaba huyendo hacia Dresden. Al llegar a Dresden, Ebert se distanció inmediatamente de la convocatoria de la huelga general, mientras el canciller Gustav Bauer la describía como una "mistificación" de la que él no era responsable en absoluto. Pero ya no se podía parar la huelga general. Dado el ritmo al que se propagó la huelga, es dudoso que el llamamiento de Rauscher desempeñara papel alguno.

A pesar de las implacables luchas políticas del período anterior, miembros del SPD, los Socialdemócratas Independientes (USPD), el Partido Comunista Alemán (KPD) y tendencias cristianas y anarquistas lucharon codo a codo contra el peligro derechista. "Los huelguistas veían el golpe de Kapp como un síntoma de la incapacidad de la revolución para destruir los aparatos antirrepublicanos del ejército y de la burocracia estatal", escribió Mommsen. [5]

Esto obligó a la Federación Sindical General Alemana (ADGB) y su conservador líder del SPD Carl Legien a apoyar la huelga general. "La solidaridad generalizada, que incluía a grupos cristianos y liberales, obligó a la ADGB a abandonar su control habitual para no perder toda la credibilidad ante los trabajadores", comentó Mommsen.

Los recuerdos de Oskar Hippe, miembro fundador de la Liga Espartaco y el KPD, y una destacada figura del movimiento trotskista alemán, que fue un trabajador industrial en Halle-Merseburg cuando se produjo el golpe, ofrecen una imagen de lo despiadadas que fueron las batallas en algunas regiones.

Temprano por la tarde del 13 de marzo de 1920, oyó noticias de que el gobierno había sido derrocado y unidades de Freikorps y del Reichswehr entraban marchando en Berlín. Esa tarde, miembros de comités de empresa del USPD y del KPD bajo el liderazgo de un tal "camarada Scheibner" se reunieron para decidir qué hacer. Muchos de los asistentes opinaban que los Socialdemócratas Mayoritarios estaban ahora recibiendo su merecido por sus traiciones. Pero la mayoría opinaba que el asunto planteado ahora era rechazar el golpe de los generales, que iba dirigido contra toda la clase trabajadora.

La decisión de convocar una huelga se tomó esa tarde. Durante la noche, camaradas y compañeros de los sindicatos, a los que se unieron miembros de comités de empresa, fueron a las fábricas a organizar la acción.

Hippe detalló cómo los trabajadores combatieron y desarmaron a unidades del ejército que se habían puesto del lado de los golpistas:

Yo estaba en una unidad con mi cuñado. Unos 15.000 trabajadores rodearon las barracas. Apenas teníamos unas pocas armas —unas pocas carabinas y rifles de caza que habíamos incautado a granjeros, pero nada además de eso. El llamamiento por parte de los líderes del combate para que los soldados reunidos dejaran sus armas fue rechazado por los oficiales de batallón. Se rindieron solo después de que les cortáramos el agua y los líderes del combate les aseguraran que se podían retirar sin armas...

Cuatro unidades fueron armadas con armas confiscadas en Merseburg. Trabajadores jóvenes que habían aprendido a manejar armas durante la guerra se implicaron. Nuestra unidad estaba compuesta en gran medida por trabajadores de las minas "Cecilie", "Elisabeth" y "Leonhard", que se conocían bien entre sí. ... (Desde las barracas) nos dispararon proyectiles de 7,5 centímetros, y tuvimos muchas pérdidas. Un camarada de la Asociación Comunista Juvenil que trabajaba en la mina "Cecilie" fue gravemente herido a mi lado. Metralla de una granada le arrancó parte del mentón. [6]

Miembros del Ejército Rojo de Ruhr en Dortmund

El combate más sangriento ocurrió en la región de Ruhr. La huelga general fue observada de la manera más estricta en las plantas acereras y las minas de carbón en esta zona. Y pronto se volvió un levantamiento. Los trabajadores se armaron para echar al Reichswehr y Freikorps. Un "Ejército Rojo de Ruhr" que infligió grandes pérdidas a los golpistas congregó a cerca de 50.000 miembros. El Ejército Rojo de Ruhr no tenía liderazgo central ni perspectiva política. Sindicalistas, comunistas, socialdemócratas independientes e incluso algunos socialdemócratas ejercieron influencia política en él.

En regreso al "orden"

La huelga general aisló a los golpistas. No había trenes, teléfonos, servicio postal ni diarios. Las principales fábricas fueron cerradas, y en la capital se cortó incluso el agua, el gas y la electricidad. Aunque la mayoría de la dirección del ejército simpatizaba con Kapp, prefirió esperar a ver qué pasaba, por lo incierto del resultado. Altos cargos del Estado eran reticentes a someterse al nuevo jefe del gobierno.

El 17 de marzo de 1920, Kapp huyó en un biplano a Suecia. Lüttwitz asumió el control del gobierno como dictador militar. Pero renunció por la tarde después de que el ministro de justicia Schiffer le ofreciera amnistía. Salió del despacho del canciller del Reich acompañado por Ludendorff. La brigada Erhardt también se retiró de Berlín, llevando a cabo otra sangrienta masacre contra manifestantes mientras se iba retirando.

El anterior gobierno volvió al poder, pero los trabajadores en huelga no estaban contentos. Buscaron garantías de que se desmantelara el aparato militar contrarrevolucionario y el burocrático.

Para lograr poner fin a la huelga general, el dirigente del ADGB, Legien, le entregó al gobierno un plan de nueve puntos. Demandaba la dimisión del ministro del Reichswehr, Noske, la disolución de las unidades que habían simpatizado con el golpe, el castigo a los golpistas, la formación de unidades de guardia republicana, la implementación de reformas sociales abarcadoras, la nacionalización de las minas de carbón y la formación de un "gobierno obrero", lo que en realidad quería decir la participación de los sindicatos en el gobierno.

La iniciativa de Legien era, según Mommsen, "exclusivamente táctica y estaba motivada por el deseo de no permitir que la huelga derivara hacia el control de los radicales de izquierda". El gobierno hizo un puñado de promesas sin compromiso y el comité de huelga dirigido por el sindicato desconvocó la huelga general el 20 de marzo. Sin embargo, muchos huelguistas se negaron a seguir el llamamiento.

Hans von Seeckt y Otto Geßler (Bundesarchiv, Bild 102-10883 / CC-BY-SA 3.0)

El odiado Noske dimitió el 20 de marzo, y le siguió el 26 de marzo todo el gabinete de Bauer. Se formó una nueva coalición compuesta por los mismos partidos, con Hermann Müller como canciller. Müller nombró a Hans von Seeckt, el mismo general que se había negado a defender al gobierno contra el golpe de Kapp, como jefe de las fuerzas armadas. A Seeckt se le asignó la tarea de reprimir de manera sangrienta a los trabajadores que se habían negado a seguir el llamamiento de los sindicatos para poner fin a la huelga. A lo largo de los años siguientes, supervisaría una serie de masacres sangrientas de trabajadores revolucionarios y transformaría al Reichswehr en un incontrolable "Estado dentro del Estado".

En lugar de Noske, la responsabilidad sobre el Reichswehr en el nuevo gabinete le correspondió a Otto Geßler, del DDP. Se mantuvo en el cargo bajo diferentes cancilleres durante ocho años, haciendo de hoja de parra para Seeckt, quien desestimara a Geßler como un "mero civil".

El desmantelamiento del Ejército Rojo del Ruhr

La resistencia más firme al fin de la huelga general provino del Ejército Rojo de Ruhr. Siguió echando al Reichswehr y los Freikorps de la región de Ruhr. Un oficial que huyó de Duisburg informaría después, "Ni los oficiales fogueados en guerras habían vivido jamás algo así. A las tropas les disparaban constantemente desde casas y sótanos, desde vertederos y desde detrás de troncos de árboles, hasta de salas de calefacción y plantas eléctricas".

El gobierno envió a un socialdemócrata para dividir al movimiento antes de recurrir a la violencia total. El comisionado del Reich para la región de Ruhr y ulterior ministro del interior de Prusia, Carl Severing, aceptó un acuerdo con los partidos obreros en Bielefeld el 24 de marzo, que el gobierno de Berlín aceptó simplemente para ostentar. Obligaba a los trabajadores armados a entregar sus armas bajo la supervisión conjunta de comisionados para el cumplimiento y autoridades municipales. Aunque los elementos moderados estuvieron de acuerdo, las fuerzas más radicales siguieron la lucha.

Oskar Hippe informó sobre el impacto del acuerdo de Bielefeld:

Mientras tanto, recibimos noticias de que se había alcanzado un acuerdo en Bielefeld en el que el gobierno se comprometía a entregar a los golpistas a los tribunales y a darles a los trabajadores, mediante los sindicatos, influencia decisiva sobre la política económica y social. Pero la precondición para esto era el fin de la huelga general.

En la dirección de las unidades en lucha, así como en el comité político del KPD y el USPD, en los que los miembros de los comités de fábrica estaban representados, se discutió si doblegarse al acuerdo de Bielefeld o continuar la lucha hacia su conclusión victoriosa. El comité político, que estaba dominado por el USPD con una inmensa mayoría, decidió aceptar el acuerdo.

En la dirección de las unidades en lucha, las opiniones estaban divididas. El noventa por ciento de los trabajadores en el frente declaró que no estaba dispuesto a abandonar las armas y volver desarmado a las minas. Pero el USPD impuso su punto de vista: el gobierno, después de todo, no rompería su palabra. Representantes del KPD se fueron de la reunión como protesta y les dijeron a los trabajadores en el frente y asambleas en la región minera que no habían sido capaces de prevalecer con sus argumentos en el comité político. [7]

En cuanto se aisló a los elementos radicales, el gobierno y von Seeckt desplegaron contra ellos las mismas unidades del Reichswehr y de Freikorps que habían alineado con Kapp y Lüttwitz. Se vengaron de manera sangrienta. Hubo muchos tiroteos masivos y juicios extralegales. Nunca se contó el número exacto de muertos. Según Winkler, las muertes eran "mucho más de 1.000 entre los mineros de Ruhr, 208 asesinados y 123 desaparecidos entre el Reichswehr, y 41 asesinados por la policía de seguridad". [8]

Aunque se persiguió los trabajadores que se habían jugado la vida para parar a los golpistas, o se los castigó severamente e incluso se los asesinó, los golpistas quedaron en gran medida indemnes. Una ley de amnistía del 2 de agosto de 1920 dejó limpios a todos los golpistas de cualquier delito criminal, siempre que no hayan actuado "de manera bárbara" o en "interés propio". Los oficiales de los Freikorps que apoyaron el golpe fueron integrados en el Reichswehr. Con pocas excepciones, los juicios contra miembros del Reichswehr implicados en el golpe fueron o bien terminados, o acabaron en absoluciones.

Destacados participantes del golpe huyeron a Baviera, donde el presidente del distrito de Alta Baviera, Ritter von Kahr, también había lanzado un golpe el 14 de marzo de 1920 para obligar a dimitir al gobierno del Estado, del SPD. Baviera ulteriormente surgiría como un semillero de fuerzas derechistas y ultraderechistas que nutrieron al NSDAP de Hitler.

Hermann Erhardt, el líder de la brigada que llevaba su nombre, entonces fundó la Organización Cónsul en Munich, una organización terrorista paramilitar que tenía 5.000 miembros y era tolerada por el jefe de la policía de Munich, Ernst Pöhner, sin protestar. La Organización Cónsul era responsable de varios asesinatos, como el del político del Partido de Centro, Matthias Erzberger, en 1921, y el del ministro de exteriores alemán, Walther Rathenau, en 1922. Desempeñó un papel crítico en el entrenamiento de las SA de Hitler.

Wolfgang Kapp, que había huido a Suecia, al final se entregó al Tribunal del Reich, pero murió antes de que empezara el juicio. El único participante del golpe que recibió una condena de cárcel fue el presidente de la policía de Berlín, Traugott von Jagow, quien recibiera la sentencia mínima de cinco años. El tribunal le concedió circunstancias atenuantes porque había "seguido el llamamiento de Kapp bajo el encanto del amor altruista por la patria en un momento seductor".

Nunca se cumplieron las promesas sociales hechas por el gobierno a los huelguistas. Aunque se inició una comisión de política social, fue ineficaz.

Una serie de giros contrarrevolucionarios

En un artículo escrito poco después del nombramiento de Hitler como canciller alemán, León Trotsky describió la historia de la República de Weimar como una "cadena de cambios contrarrevolucionarios":

La Revolución de Noviembre, que le dio el poder a los soviets de trabajadores y campesinos, fue proletaria en sus tendencias fundamentales. Pero el partido que estaba al frente del proletariado le devolvió el poder a la burguesía. En este sentido la socialdemocracia abrió la era de la contrarrevolución antes de que la revolución pudiera acabar su obra. Sin embargo, en la medida en la que la burguesía dependía de la socialdemocracia, y consecuentemente de los trabajadores, el régimen retuvo elementos de compromiso. Igualmente, la situación internacional e interna del capitalismo alemán no dejó más espacio para concesiones. Mientras la socialdemocracia salvaba a la burguesía de la revolución proletaria, el fascismo vino a su vez a liberar a la burguesía de la socialdemocracia. El golpe de Hitler es solo el último eslabón en la cadena de cambios contrarrevolucionarios. [9]

El golpe de Kapp y la ulterior represión de la huelga general fue un eslabón crítico en esta cadena. Las elecciones federales que siguieron poco después el 6 de junio produjeron un desplazamiento a la derecha dentro del bando burgués, en el que el liberal derechista Partido del Pueblo Alemán (DVP) y el nacional conservador Partido Nacional Popular Alemán (DNVP) recogieron apoyo a costa del DDP.

En contraste, la clase trabajadora se movió hacia la izquierda. Los votos para el SPD cayeron un 16 por ciento, dejándolo, con el 21,3 por ciento, apenas por delante del USPD, que aumentó su cuota del 7,6 por ciento al 17,9 por ciento. El KPD, que se presentaba por primera vez a unas elecciones, sacó un 1,7 por ciento. Al año siguiente, la mayoría del USPD se unió al KPD, lo que resultó en una subida del número de miembros del partido, de 78.000 a 450.000.

Pero cuanto más se radicalizaba la clase trabajadora, más intensificaban su conspiración el SPD y los partidos burgueses. En marzo de 1921, el presidente Ebert impuso un estado de emergencia en Sajonia para reprimir una huelga general en las áreas industriales de la Alemania central. Las tropas de von Seeckt ofrecieron unos servicios críticos. Dispararon a fábricas ocupadas con artillería, matando a unos 150 trabajadores. Seis mil huelguistas fueron arrestados, y se sentenció a 4.000 de ellos a un total de 2.000 años de cárcel. Cuatro fueron condenados a muerte.

En 1923, cuando la ocupación francesa del Ruhr y la inflación que se aceleraba rápidamente produjo una crisis revolucionaria, Ebert le dio todos los poderes ejecutivos del Reich al general von Seeckt. Él dispersó violentamente a los gobiernos de Sajonia y Turingia, que estaban compuestos ambos por coaliciones entre el SPD y el KPD, persiguió a trabajadores revolucionarios y aplastó violentamente el levantamiento de Hamburgo. Una revolución socialista victoriosa fue posible en 1923, pero fracasó porque el KPD canceló en el último minuto un levantamiento revolucionario ya planificado. La despiadada represión a los trabajadores por parte de von Seeckt envalentonó a Hitler, que lanzó su golpe fascista en Munich el 8 y 9 de noviembre.

Como Trotsky señaló correctamente, una línea directa llevó desde estos acontecimientos hasta la llegada de Hitler al poder en 1933. El SPD, que había nutrido y apoyado a las fuerzas que llevaron a Hitler al poder, ya no se necesitaba entonces y fue ilegalizado.

El SPD no aprendió nada de esta experiencia. La fundación del partido lleva el nombre de Ebert, así como varias calles y plazas en ciudades alemanas. El SPD cortó todo vínculo que antes tuviera con la clase trabajadora y ahora es indistinguible de los otros partidos burgueses. En una coalición de siete años con los Verdes y en una coalición de once años con los democratacristianos y la Unión Social Cristiana, el SPD ha encabezado el destripamiento del gasto social, ha promocionado el militarismo y allanó el camino al ascenso del ultraderechista Alternativa para Alemania.

Ante tensiones de clase crecientes y divisiones internacionales en ascenso, la élite gobernante una vez más está preparando formas dictatoriales de gobierno. La cadena de cambios contrarrevolucionarios solo puede ser rota por el establecimiento de un partido socialista internacional de la clase trabajadora basada en las lecciones históricas de las luchas del siglo pasado. Ese partido es el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus secciones nacionales, los Partidos Socialistas por la Igualdad.

**

Notas:

[1] Hans Mommsen, Aufstieg und Untergang der Weimarer Republik, Ullstein 2004, pág. 112

[2] Heinrich Winkler, Der lange Weg nach Westen, Vol 1, München 2002, pág. 409

[3] Citado según to Ian Kershaw, Hitler 1889 1936, Stuttgart 1998, pág. 166

[4] Hans Mommsen, op. cit., págs. 111–112

[5] Ibid., pág. 113

[6] Oskar Hippe, … und unsere Fahn ist rot, Hamburg 1979, págs. 45–46

[7] Oskar Hippe, op. cit., pág. 47

[8] Heinrich Winkler, op. cit., pág. 414

[9] Leon Trotsky, Porträt des Nationalsozialismus, Essen 1999, pág. 303–304

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(Publicado originalmente en inglés el 2 de abril de 2020)

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