Español

Campaña de propaganda de EEUU promueve mentiras que culpan a China por el COVID-19

En los últimos días, los círculos dirigentes de América y Europa han lanzado una agresiva campaña en los medios de comunicación para promover la afirmación de que China es responsable de la pandemia de COVID-19. Esto va de la mano de una ola de pleitos contra China, demandas para que China pague billones de dólares en indemnizaciones a Estados Unidos y sus aliados europeos, y renovados despliegues navales de EEUU en el Mar de China Meridional.

En el centro de esta campaña incendiaria están las acusaciones infundadas de que el coronavirus que causa el COVID-19 escapó de un laboratorio de virología en Wuhan, China, el primer epicentro de la pandemia. Esta campaña también legitima y alimenta los falsos rumores que circulan en las redes sociales de que el COVID-19 es el producto de programas de guerra bacteriológica hechos en China. Todas estas declaraciones son infundadas y van en contra de las repetidas declaraciones de los principales científicos estadounidenses y del resto del mundo.

Son mentiras políticas tan descaradas como las mentiras de EEUU en 2002 de que Iraq tenía “armas de destrucción masiva”, que sirvió de pretexto para la invasión ilegal de Iraq por parte de EEUU en 2003. El genoma del coronavirus que causa el COVID-19 ha sido trazado en China y ha sido examinado por biólogos a nivel internacional. Han establecido que el virus es un coronavirus desconocido anteriormente, que se produce naturalmente y que se originó en murciélagos, y que no estaba previamente en posesión de ningún laboratorio.

Sin embargo, se está llevando a cabo una campaña despiadada, que insinúa oscuramente que el COVID-19 es el producto de la malévola actividad china. El fin de semana pasado, cuando los casos de COVID-19 en EEUU superaron los 730.000 y las muertes se acercaron a 39.000, el presidente de EEUU Donald Trump especuló que China provocó deliberadamente la pandemia: “Podría haberse detenido en China antes de que empezara y no fue así, y el mundo entero está sufriendo a causa de ello. ... Si fue un error, un error es un error. Pero si ellos fueron a sabiendas responsables, sí, quiero decir, entonces seguro que debería haber consecuencias”.

Las especulaciones de Trump sobre si China es “a sabiendas responsable” del COVID-19 siguieron a una avalancha de artículos en los medios de comunicación vinculados al Partido Demócrata atacando a China y culpando a los laboratorios Wuhan. “La mayoría de los expertos dicen que no hay indicios de que China haya diseñado deliberadamente el virus como un arma”, escribió el Washington Post en un editorial, admitiendo que tales afirmaciones son “charlas de conspiración”. Esta afirmación de que “la mayoría” de los expertos se oponen a las teorías de la conspiración sobre la guerra bacteriológica china es en sí misma engañosa, de hecho: todos los expertos científicos rechazan esta afirmación infundada e incendiaria.

“Una explicación más preocupante es que el coronavirus se haya propagado inadvertidamente desde el Instituto de Virología de Wuhan, que había realizado investigaciones sobre los coronavirus de murciélagos”, continuó el Post. Denunció a China, escribiendo que el “modelo chino de engaño, encubrimiento y reescritura de la historia es parte del problema, no la solución”.

Estas mentiras van en contra de la ciencia establecida con respecto al coronavirus del SARS-CoV-2 que causa el COVID-19, revisado en muchísimos artículos en las principales publicaciones científicas. En uno de estos artículos, “El origen proximal del SARS-CoV-2”, en la revista Nature, un equipo de biólogos de EEUU y el Reino Unido escribió: “Aquí revisamos lo que se puede deducir sobre el origen del SARS-CoV-2 a partir del análisis comparativo de los datos genómicos. Ofrecemos una perspectiva de las notables características del genoma del SARS-CoV-2 y discutimos los escenarios por los que podrían haber surgido. Nuestros análisis muestran claramente que el SARS-CoV-2 no es una construcción de laboratorio ni un virus manipulado a propósito”.

Sobre la base de un análisis detallado del genoma y la estructura interna del virus, proporcionado en primer lugar por científicos chinos, los autores llegaron a la conclusión de que la transferencia zoonótica (es decir, el paso de un virus que se produce naturalmente en los animales a los seres humanos) dio lugar a la aparición del SARS-CoV-2. Escribieron: “si se hubiera realizado una manipulación genética, probablemente se habría utilizado uno de los diversos sistemas de genética inversa disponibles para los betacoronavirus. Sin embargo, los datos genéticos muestran de manera irrefutable que el SARS-CoV-2 no se deriva de ningún virus de base utilizado anteriormente. En su lugar, proponemos dos hipótesis que pueden explicar de manera plausible el origen del SARS-CoV-2: i) la selección natural en un animal receptor antes de la transferencia zoonótica; y ii) la selección natural en los seres humanos después de la transferencia zoonótica”.

La repentina propagación de nuevos virus mortales que saltan a los humanos desde otros animales portadores no es un fenómeno chino, sino un fenómeno internacional bien conocido. La aparición de COVID-19 a partir de un virus de murciélago que infectó a los seres humanos en los mercados de animales vivos recuerda la aparición del primer virus de neumonía del SARS en China en 2002. Sin embargo, la aparición en África en 1981 del virus del VIH que causa el SIDA, o de la viruela símica humana en los Estados Unidos en 2003 son ejemplos del mismo fenómeno natural.

Estas enfermedades fueron citadas en un artículo de un grupo de médicos estadounidenses en el New England Journal of Medicine, titulado “Escapando de la caja de Pandora –Otro nuevo coronavirus”, analizando cómo podría ocurrir la repentina propagación del virus COVID-19, anteriormente desconocido. Explicó que este tipo de virus, cuyo material genético del ARN es “genéticamente propenso a errores”, puede mutar con gran rapidez y convertirse repentinamente en infeccioso en los seres humanos.

“El SARS-CoV-2 no se escapó de un frasco”, escribieron. “Las secuencias de ARN se parecen mucho a las de los virus que circulan silenciosamente en los murciélagos, y la información epidemiológica implica que un virus con origen en los murciélagos infecta a especies animales no identificadas que se venden en los mercados de animales vivos de China. ... El genoma de la especie humana tardó 8 millones de años en evolucionar un 1%. Muchos virus de ARN de origen animal pueden evolucionar más de un 1% en cuestión de días. No es difícil entender por qué vemos cada vez más la aparición de virus zoonóticos”.

No obstante, con total desprecio por las pruebas científicas, los medios de comunicación y los funcionarios de los EEUU promueven afirmaciones infundadas y escabrosas de que el virus se propagó desde el Instituto de Virología de Wuhan (WIV). Este instituto se desarrolló en 2015 como un laboratorio de alta seguridad designado P4 en colaboración con el Laboratorio Nacional de Galveston de Texas y el Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Francia (INSERM) para investigar patógenos altamente peligrosos. Otro laboratorio de investigación biológica en Wuhan tiene un índice de bioseguridad designado P2 que es más bajo.

Peter Navarro, un negociador comercial de EEUU, ha afirmado que la fuente más probable de la pandemia es el WIV, exigiendo que China demuestre que sus laboratorios no tenían el virus COVID-19. “Lo que sabemos es que la zona cero de este virus estaba a pocos kilómetros de ese laboratorio”, dijo Navarro. “Si se hace un simple abordaje con la navaja de Occam, que la explicación más simple es probablemente la correcta, creo que le corresponde a China probar que no fue ese laboratorio”.

Antes de publicar su editorial atacando a China, el Washington Post publicó una columna de Josh Rogin, afirmando que los laboratorios de Wuhan, si no lo habían fabricado, al menos habrían soltado el virus COVID-19. El “gobierno chino sigue negándose a responder a preguntas básicas sobre el origen del nuevo coronavirus, mientras que suprime cualquiera intento de examinar si alguno de los laboratorios estaba involucrado”, afirmó Rogin, citando a un funcionario de seguridad nacional de EEUU sin nombrarlo: “En este momento, el libro de contabilidad sobre el lado de que se haya filtrado desde el laboratorio está lleno de puntos y no hay casi nada sobre el otro lado”.

Así como en 2002 Washington colocó a Iraq en la imposibilidad de tener que demostrar que no tenía sus armas de destrucción masiva inexistentes, las autoridades de los Estados Unidos están colocando a China en la imposibilidad de demostrar que no tenía el virus en su poder antes de la pandemia. La afirmación del Post en este contexto de que el “libro de contabilidad” señala que la responsabilidad china por el virus es un fraude reaccionario. En realidad, un peso abrumador de pruebas científicas muestra que China no tenía ni podía tener el virus en su poder antes de la pandemia.

No sólo los funcionarios de la WIV han negado repetidamente que tuvieran muestras del virus del SARS-CoV-2 antes de la pandemia, sino que los científicos de todo el mundo han rechazado enérgicamente las alegaciones de que la WIV tuviera el virus. Scimex, el sitio de noticias científicas de Australia y Nueva Zelandia, solicitó comentarios de biólogos sobre los orígenes del virus del SARS-CoV-2, entre ellos los de Edward Holmes, profesor de virología evolutiva de la Universidad de Sydney.

Holmes escribió: “El pariente más cercano conocido del SARS-CoV-2 es un virus de murciélago llamado RaTG13, que se mantuvo en el Instituto de Virología de Wuhan. Hay algunas especulaciones infundadas de que este virus fue el origen del SARS-CoV-2. Sin embargo, i) el RaTG13 fue obtenido de una provincia diferente de China (Yunnan) a donde se presentó por primera vez el COVID-19; y ii) el nivel de divergencia de la secuencia del genoma entre el SARS-CoV-2 y el RaTG13 equivale a un promedio de 50 años (y al menos 20 años) de cambio evolutivo. Por lo tanto, el SARS-CoV-2 no se derivó del RaTG13”.

El estudio de Nature también explicó por qué los científicos rechazan las afirmaciones de que la manipulación de otros virus en el laboratorio podría haber producido el virus del SARS-CoV-2. Los científicos explicaron que este virus tenía características totalmente nuevas, incluyendo un sitio de ruptura polibásica y moléculas llamadas glicanos “O-ligados” en su superficie. Se cree que estas características son críticas para hacer que el virus sea peligroso: protegen el pico que el virus utiliza para unirse a los receptores ACE2 y penetrar en las células humanas evitando su detección por el sistema inmunológico. El artículo de la revista Nature subrayó que es muy poco probable que tales características hayan podido surgir mientras otro virus era manipulado en un laboratorio.

Escribieron: “una hipotética generación del SARS-CoV-2 por cultivo celular o subcultivo de animal habría requerido el aislamiento previo de un virus progenitor con una similitud genética muy alta, lo cual no se ha descrito. La generación posterior de un sitio de ruptura polibásica habría requerido entonces el subcultivo repetido por cultivo celular o animales con receptores ACE2 similares a los de los seres humanos, pero tampoco se ha descrito anteriormente ese trabajo. Por último, tampoco es probable que la generación de los glicanos O-ligados previstos se haya producido debido al subcultivo por un cultivo celular, ya que esas características sugieren la participación de un sistema inmunológico”.

La pregunta que debe plantearse es por qué las clases dominantes imperialistas están lanzando una campaña de propaganda sin ninguna base científica, insinuando que China intentaba envenenar al mundo, aunque una ciudad china, Wuhan, fue la primera víctima.

Para entender la actual campaña de propaganda contra China, vale la pena recordar la pandemia de la peste negra de la Europa del siglo XIV. Un tercio de la población murió a causa de una enfermedad que no podía ser comprendida ni tratada, en un momento en que se desconocía la existencia de virus y bacterias. El miedo y el pánico se apoderaron de las poblaciones que estaban totalmente indefensas contra la plaga. A medida que se propagaban los rumores de que la enfermedad era causada por judíos que envenenaban los pozos, las poblaciones cristianas se amotinaron, organizando pogromos y masacrando a las poblaciones judías en ciudades de toda Europa Occidental.

La ciencia y la tecnología moderna tienen un poder y un potencial realmente asombroso. Incluso en medio de la pandemia más peligrosa en más de un siglo, la humanidad se enfrenta a una situación completamente diferente a la que enfrentaron las víctimas de la plaga hace 700 años. Es capaz de identificar los patógenos, hacerles análisis y comenzar a trabajar en medicamentos o vacunas para tratarlos sólo semanas después del brote, incluso de enfermedades previamente desconocidas como la COVID-19. Permite el rastreo de contactos y el aislamiento y tratamiento de los enfermos que podría reducir las tasas de infección y mortalidad. La humanidad podría sostenerse con alimentos y medicinas producidas y distribuidas por la labor de sólo una pequeña parte de la población activa mundial. Miles de millones de personas podrían así refugiarse en casa, esperando el fin del contagio y el desarrollo de tratamientos efectivos.

La razón por la que estas técnicas no pueden ser plenamente empleadas es el atraso social del capitalismo. Décadas de austeridad han cerrado hospitales e instalaciones médicas, han hecho que la investigación sobre las vacunas contra el coronavirus se vea privada de fondos, han reducido drásticamente el nivel de vida de la clase obrera y han desviado billones de dólares hacia los bolsillos de las elites súper ricas de Estados Unidos y Europa. Los gobiernos no emplearon medidas básicas de rastreo y cuarentena —ni siquiera obtuvieron un suministro adecuado de máscaras faciales— en los países más ricos del mundo. En cambio, una pequeña aristocracia financiera de Estados Unidos y Europa se enriqueció con billones de dólares de los rescates a bancos y empresas, mientras que los trabajadores y pequeños empresarios se enfrentan al desempleo, la ruina financiera e incluso el hambre y la hambruna, además del temor al COVID-19.

Hoy en día, la clase dirigente está tratando de empujar a las masas hacia atrás, en una bárbara caza de chivos expiatorios. En una estrategia que los antisemitas políticos como los fascistas de la Europa del siglo XX habrían entendido fácilmente, trabaja para degradar la conciencia de la clase trabajadora con apelaciones al miedo y al odio étnico. Todas las complejas cuestiones científicas y las contradicciones sociales son barridas con una simple, histérica y totalmente falsa consigna: ¡Culpar a China!

La campaña antichina de la clase dominante no tiene nada que ver con el tratamiento de la enfermedad, sino que obedece a la continuación de la política de escalada de la guerra comercial y las tensiones militares con las que Washington y sus aliados europeos habían estado amenazando a China durante años antes de la pandemia.

Mientras la Marina de los EEUU despachaba barcos al Mar de la China Meridional, las élites gobernantes imperialistas exigen a China sanciones financieras masivas y totalmente infundadas. Una demanda colectiva contra China por miles de millones de dólares por el COVID-19 ya está en marcha en Florida, y el Estado estadounidense de Missouri también ha anunciado que denunciará a China. En Gran Bretaña, el grupo de presión Sociedad Henry Jackson exigió a China que pague 6,3 billones de dólares en reparaciones a Washington y a las potencias europeas, mientras que el periódico alemán Bild pidió a Berlín que exigiera inicialmente entre 127.000 y 382.000 millones de dólares a China, citando los daños del COVID-19 a la economía alemana.

Las declaraciones incendiarias de que China es responsable de la muerte de cientos de miles de ciudadanos estadounidenses y europeos, junto con las demandas de sanciones financieras masivas que llevarían a China a la bancarrota, tienen una lógica política inconfundible. Casi 20 años después de la guerra de Iraq, las potencias imperialistas se catapultan con los ojos cerrados hacia otra catástrofe, una aún mayor: el conflicto con China, una potencia con armas nucleares en el corazón de la economía mundial.

Es fundamental que los trabajadores y la juventud de Estados Unidos, Europa y el resto del mundo se opongan a esta reaccionaria e infundada campaña imperialista contra China. Los trabajadores chinos, que pasaron por un largo y draconiano período de confinamiento para limitar la pandemia de COVID-19, y cuya mano de obra está produciendo millones de máscaras, respiradores y otros equipos médicos clave que se están enviando a todo el mundo, no son los enemigos de los trabajadores de otros países. Son sus hermanos y hermanas de clase en una lucha común contra la guerra imperialista y la pandemia del COVID-19.

En cuanto a los funcionarios y los medios de comunicación que denuncian a China en Estados Unidos y Europa, se exponen como perpetradores de una campaña fascista para incitar a los odios nacionales basados en mentiras.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 24 de abril de 2020 )

Loading