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Perspectiva

Trump incita violencia policial desenfrenada contra manifestantes

Loa cientos de miles de trabajadores y jóvenes que han salido en casi 100 ciudades de todo Estados Unidos para protestar el asesinato de George Floyd han sido el blanco de ataques violentos a manos de escuadrones policiales masivamente armados y respaldados por la Guardia Nacional.

La violencia nacional desatada contra los manifestantes es una continuación y escalada de la agresión asesina que cobró la vida de George Floyd. La policía está actuando con impunidad, estando plenamente consciente de que sus ataques violentos contra los manifestantes cuentan con el apoyo del Gobierno de Trump.

No es un accidente que el asesinato de Floyd ocurriera en Minneapolis, donde el presidente Donald Trump pronunció un discurso fascistizante en octubre pasado, durante un mitin que reunió a cientos de policías. Denunció a los políticos “de extrema izquierda” y “socialistas”, incluido el alcalde de la ciudad.

Recopilación de violencia policial en todo Estados Unidos, el fin de semana del 30 de mayo de 2020

Desde que estallaron las protestas la semana pasada, Trump ha exigido repetidamente ataques contra los manifestantes. El domingo, retuiteó una publicación que pedía el uso de “fuerza abrumadora contra los malos”, lo cual fue seguido por su declaración anterior de que “cuando comienzan los saqueos, comienza el tiroteo”. Trump les ha exigido a los Gobiernos estatales que desplieguen la Guardia Nacional y ha amenazado con enviar al ejército para que “tomen control”.

Sin ningún hecho que lo respalde, el Gobierno de Trump está declarando que los grupos “de extrema izquierda” y anarquistas son responsables de la violencia. Tanto Trump como el fiscal general William Barr están amenazando con declarar Antifa —un grupo anarquista políticamente insignificante que, en toda probabilidad, se encuentra fuertemente infiltrado y manipulado por agentes policiales— como una “organización terrorista nacional”. Esta amenaza constitucionalmente ilegal pretende criminalizar cualquier oposición de la clase obrera, izquierdista y socialista al Gobierno de Trump.

El desenfreno policial de los últimos días constituye uno de los ataques más violentos contra los derechos democráticos en la historia de Estados Unidos. Para el domingo, se habían activado soldados y aviadores de la Guardia Nacional para ayudar a suprimir las protestas en 26 estados. Se habían declarado estados de emergencia y toques de queda en distintas ciudades y condados de todo el país, en su mayoría controlados por demócratas, suspendiendo el derecho de libre expresión y reunión.

Durante el fin de semana, la policía vapuleó a los manifestantes con porras y disparó gases lacrimógenos para dispersar a multitudes. Se dispararon balas de goma, proyectiles con gas pimienta, sacos rellenos, pistolas paralizantes y otras municiones “no letales” contra los manifestantes. También se roció gas lacrimógeno y gas pimienta directamente a las caras de manifestantes y periodistas. El Associated Press reportó que se ha arrestado a más de 4.100 personas desde el jueves.

Un video grabado por residentes de Minneapolis el sábado por la noche muestra a policías marchando detrás de un Humvee de la Guardia Nacional gritándoles a las personas a que permanezcan dentro y ordenando “Préndanlos” al dispararles balas de goma a jóvenes reunidos fuera de la casa. Los policías del Departamento Policial de Nueva York embistieron a una multitud con sus vehículos en Brooklyn. Un señor de mayor edad caminando con un bastón fue derribado por la policía antimotines en Salt Lake City cuando barrían por las calles con vehículos acorzados dispersando a manifestantes.

Un policía se prepara para disparar balas de goma durante una protesta el sábado en Los Ángeles (AP Photo/Ringo H.W. Chiu)

En Sacramento, California, un joven negro que sangraba profusamente tras un disparo en el ojo fue cargado por un manifestante blanco. Una pareja fue sometida con una pistola paralizante y sacada de su auto por docenas de policías antidisturbios en Atlanta después de estallar sus llantas y romper sus ventanas.

Una joven en Dallas, Texas, caminando a casa cargando sus compras recibió un disparo de una bala de goma en la cabeza. Varias fotografías muestran un sangrado en su cara. Una niña en Seattle fue rociada con gas pimienta en la cara, mientras que un video en redes sociales muestra sus gritos de dolor. Aquellos a su alrededor le aplican leche en la cara para disminuir el dolor. La policía de Las Vegas cargó contra manifestantes, atacándolos aparentemente al azar y realizando docenas de arrestos, incluso de dos fotoperiodistas.

Los periodistas de todo el país fueron claramente un blanco de agresión y arrestos por parte de la policía, en violación directa a la protección de la Primera Enmienda sobre libertad de prensa. El presentador de MSNBC, Ali Velshi, recibió un disparo de una bala de goma en la pierna cuando reportaba en vivo en Minneapolis. En Louisville, una reportera televisiva local y su camarógrafo fueron apuntados y recibieron disparos de proyectiles con gas pimienta duranta las protestas el viernes. Una fotoperiodista freelance en Minneapolis fue cegada permanentemente en su ojo izquierdo después de ser impactada por una bala de goma de la policía.

Lucas Jackson, un fotógrafo de Reuters impactado por una bala de goma de la policía el sábado y que había cubierto las protestas previas en Ferguson y Baltimore, le dijo a la organización de noticias que había quedado claro que los periodistas son un blanco de los ataques. “Usualmente si te dan con estas cosas es porque estabas entre la policía y los manifestantes, tú asumes el riesgo al estar en medio. Durante esto, realmente están apuntando a nosotros”, dijo Jackson.

Es muy probable que operadores dentro de la Casa Blanca han estado involucrados directamente en instigar los ataques contra la prensa, a la cual Trump ha denunciado repetidamente como “enemigos del pueblo”.

La incitación deliberada de la violencia policial por parte de Trump ha sido un tema recurrente durante su término. Al no haber un movimiento fascista de masas, Trump percibe a la policía como una base posible de poder para un régimen cuasidictatorial. Sus acciones confirman la advertencia del Comité Político del Partido Socialista por la Igualdad tras su discurso en octubre de 2019 en Minneapolis:

Las apariciones de Trump ante audiencias de policías, militares y otro personal de seguridad, junto con sus mítines masivos que escenifica cuidadosamente para atraer a los elementos políticamente desorientados y atrasados, son todos parte de un esfuerzo calculado para crear una base de apoyo político sobre la cual descansar un régimen autoritario fuera de toda frontera legal tradicional de la Constitución.

El Partido Demócrata y la prensa corporativa están respondiendo a las mentiras y provocaciones de Trump con su combinación típica de pusilanimidad y complicidad. Han aceptado, sin una pizca de evidencia, la narrativa de Trump de que las protestas son obra de “agitadores exteriores”, una afirmación realizada repetidamente en una conferencia de prensa por parte del gobernador de Minnesota, Tim Walz, y el alcalde Jacob Frey de Minneapolis el sábado por la mañana.

Susan Rice, la asesora de seguridad nacional del presidente Barack Obama, denunció las protestas, calificándolas de “salidas del libro de jugadas de Rusia” y alegando absurdamente que hay Gobiernos extranjeros que son responsables de azuzar la oposición interna.

Ningún oficial demócrata ha denunciado las incitaciones fascistizantes de Trump. Bernie Sanders, el excandidato presidencial que ahora apoya entusiásticamente a Joe Biden, le envió un correo electrónico a sus simpatizantes el domingo por la noche sin decir nada sobre los ataques policiales contra los manifestantes ni Trump.

Ningún error político podría ser más grande y peligroso que dejar la lucha contra Trump y la violencia política y por la defensa de los derechos democráticos en manos del Partido Demócrata.

Para los demócratas, lo más aterrador es el desarrollo de un movimiento de la clase trabajadora contra Trump y la oligarquía financiera representada por ambos partidos.

Las manifestaciones multirraciales y multiétnicas que se expanden por todo el país no son solo una protesta contra la violencia policial, sino también contra condiciones económicas y sociales intolerables. La pandemia del COVID-19 está desacreditando el capitalismo. Cien mil personas ya murieron en EE.UU. como resultado de la negligencia criminal del régimen de Trump y la clase gobernante. La campaña homicida de regreso al trabajo, apoyada por los republicanos y los demócratas, junto con los niveles de desempleo propios por la Depresión y la crisis social desesperada que afecta a decenas de millones de personas, están radicalizando a millones de trabajadores en Estados Unidos e internacionalmente.

El Gobierno de Trump reconoce y teme dicha radicalización y está empleando el viejo espantapájaros anticomunista de acusaciones sobre violencia izquierdista como un pretexto a favor de medidas de Estado policial.

Toda la clase obrera necesita defender a aquellos que están protestando el asesinato de George Floyd y todas las víctimas de la violencia policial.

Está creciendo la militancia social en la clase obrera. Antes de la pandemia, ya estaba en marcha un aumento de actividad huelguística. En semanas recientes, los trabajadores han organizado paros contra condiciones inseguras.

El Partido Socialista por la Igualdad urge a los manifestantes, especialmente a los jóvenes, a dirigirse directamente a las plantas automotrices, fábricas, almacenes, centros de distribución y sitios de construcción —donde haya concentraciones de trabajadores— y pidan directamente su apoyo. Sus llamados no serán ignorados.

Como explicó el Partido Socialista por la Igualdad en su declaración de octubre de 2020:

La batalla contra el Gobierno de Trump debe ser conectada con la lucha contra la desigualdad social, la destrucción de los programas y la infraestructura sociales, el ataque a los empleos y salarios, las terribles condiciones que enfrentan a toda una generación de jóvenes, la viciosa persecución de trabajadores inmigrantes, la degradación del ambiente y las consecuencias de guerras interminables y cada vez más grandes y que atentan contra toda la humanidad. La oposición de los trabajadores y jóvenes en Estados Unidos debe ser conectada al estallido de luchas sociales entre los trabajadores de todo el mundo, quienes comparten los mismos intereses y se enfrentan a los mismos problemas.

La clase obrera, sobre la cual depende el funcionamiento de la sociedad, tiene el poder de detener el ataque a los derechos democráticos, crear un movimiento político masivo para sacar a Trump del poder, derrotar a la oligarquía corporativo-financiera y comenzar la reestructuración de la vida económica sobre una base socialista.

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Un golpe palaciego o la lucha de clases: la crisis política en Washington y la estrategia de la clase obrera
[17 junio 2017]

(Publicado originalmente en inglés el 1 de junio de 2020)

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