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Perspectiva

La conspiración de coronavirus: ¿qué sabían y desde cuándo?

La publicación del reportero Bob Woodward del Washington Post de grabaciones que muestran que Trump engañó deliberadamente al público respecto a la pandemia de COVID-19 ha arrojado luz sobre una conspiración masiva en los niveles más altos del Estado estadounidense para encubrir el peligro que presentaba la enfermedad.

En las cintas publicadas por Woodward, el presidente admite haber mentido al público como parte de una política criminal que ya ha cobrado la vida de casi 200.000 personas. Pero está claro que no actuó solo.

El intento fallido de Richard Nixon de irrumpir en el hotel Watergate para saquear los archivos del Partido Demócrata palidece en comparación con el actual crimen, que implica muertes evitables a gran escala. Pero cuanto más grande es el crimen, más grande debe ser el grupo de conspiradores. A diferencia de la conspiración de Watergate, que involucró sólo a un puñado de personas, el encubrimiento que rodea a la pandemia involucra no sólo al presidente, sino a su gabinete, la burocracia federal, las agencias de inteligencia, el Congreso y los medios de comunicación.

La consigna de la investigación de Watergate que llevó a la renuncia de Nixon en 1974 fue “¿Qué sabía el presidente y desde cuándo?”. Hoy en día, la misma pregunta debe hacerse sobre todas las instituciones de la élite política estadounidense: “¿Qué sabían y desde cuándo?”.

Enero

A lo largo del mes de enero, el número de nuevos casos de COVID-19 en la provincia china de Hubei creció de forma constante, alcanzando un máximo a finales de mes. La ciudad de Wuhan, con su sistema hospitalario totalmente desbordado, fue puesta bajo cuarentena, y a los residentes solo se les permitió salir para comprar alimentos.

Como demuestra la descripción de Trump de su llamada telefónica con el presidente chino Xi Jinping, las autoridades chinas fueron tan transparentes con los funcionarios estadounidenses como con la comunidad de salud pública, explicando con precisión el método de transmisión de la enfermedad, su tasa de mortalidad y las medidas necesarias para contenerla.

Según estudios posteriores, es probable que la transmisión comunitaria ya se estuviera produciendo en los Estados Unidos a principios de enero. Pero a pesar de la disponibilidad de una prueba para COVID-19 de la Organización Mundial de la Salud, no se realizaron pruebas en los EE.UU. durante todo el mes de enero, según las cifras del Proyecto de Seguimiento de COVID.

El 24 de enero, el Comité de Salud del Senado y el Comité de Relaciones Exteriores del Senado celebraron una reunión informativa a puerta cerrada, abierta a todos los senadores, sobre el brote de COVID-19. El personal de los comités le dijo al WSWS que no se guardaron registros del contenido ni la asistencia a la reunión. Sin embargo, los informes de los medios de comunicación indican que el presidente del Comité de Inteligencia del Senado, Richard Burr, y la senadora Kelly Loeffler asistieron.

Una fotografía de la audiencia el 24 de enero publicada por la Comisión de Salud del Senado en Twitter. Más allá de esta foto, no existe un registro público sobre los participantes ni las declaraciones que se pronunciaron ahí.

Al salir de la audiencia, el Dr. Anthony Fauci dijo a los periodistas: “No creo que esto sea algo que deba preocupar o asustar al público de los Estados Unidos”. Añadió, “Creo que el riesgo es muy bajo ahora mismo para los Estados Unidos”.

Independientemente de lo que se dijera en privado en la audiencia, Loeffler no recibió el mismo mensaje que Fauci le comunicó al público. Inmediatamente después de la audiencia, Loeffler comenzó a vender acciones en la primera de 29 transacciones bursátiles que duraron varias semanas. Mientras desechaba las acciones que perdían valor, compró acciones de la empresa de reuniones en línea Citrix, cuyo negocio tuvo un gran auge durante la pandemia.

El 28 de enero, según el relato de Woodward, Trump fue informado por su asesor de seguridad nacional, Robert C. O'Brien, “Esta será la mayor amenaza a la seguridad nacional a la que se enfrentará en su presidencia... Esto va a ser lo más difícil que enfrente”.

Los informes de Woodward son consistentes con un reportaje publicado en el Washington Post el 20 de marzo, en el que se informaba que los legisladores fueron informados repetida y extensamente sobre el peligro de la pandemia.

Los organismos de inteligencia de los Estados Unidos estaban emitiendo advertencias ominosas y clasificadas en enero y febrero sobre el peligro mundial que representaba el coronavirus, mientras que el presidente Trump y los legisladores le restaron importancia a la amenaza y no tomaron medidas que pudieran haber frenado la propagación del patógeno, según funcionarios de los Estados Unidos familiarizados con los informes de los organismos de espionaje.

El artículo continuó:

En conjunto, los informes y advertencias esbozaron una imagen temprana de un virus que mostraba las características de una pandemia que se extiendería por todo el mundo y que podría requerir que los gobiernos tomaran medidas rápidas para contenerla. Pero a pesar de ese flujo constante de informes, Trump siguió restándole importancia, tanto en público como en privado, a la amenaza que el virus representaba para los estadounidenses. Los legisladores tampoco se enfrentaron al virus en serio hasta este mes [es decir, marzo]...

Los organismos de inteligencia “han estado advirtiendo sobre esto desde enero”, dijo un funcionario estadounidense que tuvo acceso a los informes de inteligencia que se difundieron a los miembros del Congreso y su personal, así como a los funcionarios de la Administración de Trump, y que, junto con otros, hablaron bajo condición de anonimato para describir información delicada.

Febrero

No se realizaron pruebas sistemáticas para COVID-19 hasta finales de febrero, a pesar de que ya se había producido la primera muerte en EE.UU. Durante todo el mes, Reuters informó que el Comité de Inteligencia del Senado estaba recibiendo actualizaciones “diarias”, “monitoreando la propagación de la enfermedad alrededor del mundo”.

Entre el 31 de enero y el 18 de febrero, Dianne Feinstein, la demócrata de mayor rango en el Comité de Inteligencia del Senado, vendió entre 1,5 y 6 millones de dólares en acciones. El 13 de febrero, el presidente del Comité de Inteligencia del Senado, Richard Burr, vendió entre 628.000 y 1,72 millones de dólares en acciones, desechando acciones de cadenas hoteleras que verían caer sus acciones como resultado de la pandemia.

El 27 de febrero, Burr le dijo en secreto a un grupo de personas adineradas de Washington en un club privado conocido como el Círculo del Talón de Alquitrán, que pagan hasta 10.000 dólares al año por ser miembros, que la pandemia sería mucho más grave de lo que se le decía al público. “Hay una cosa que puedo decirles sobre esto: Es mucho más agresivo en su transmisión que cualquier cosa que hayamos visto en la historia reciente”, dijo, según una grabación secreta de las observaciones obtenidas por NPR. “Probablemente se parezca más a la pandemia de 1918”.

Estas declaraciones contradicen rotundamente el tono de un editorial público que escribió sólo tres días antes, en el que declaraba que los EE.UU. estaban “mejor preparados que nunca” para responder a una pandemia. Burr posteriormente renunciaría como presidente del Comité de Inteligencia del Senado en respuesta a la revelación.

Cuando los senadores estaban deshaciéndose de sus acciones, todavía no se realizaban pruebas, incluso cuando había una transmisión comunitaria generalizada en los EE.UU. El primer lote de pruebas de COVID-19 ocurrió el 29 de febrero.

A lo largo de los meses de enero y febrero, figuras importantes del Partido Demócrata mantuvieron un silencio hermético sobre la pandemia. Esto estuvo en línea con la postura del New York Times, que no escribió ni un solo editorial sobre el tema entre el 29 de enero y el 29 de febrero.

El apagón parece haberse levantado aproximadamente entre el 25 y el 27 de febrero. Las cuentas de Twitter de Nancy Pelosi y Alexandria Ocasio-Cortez, que no habían publicado ni una sola declaración sobre el brote durante las primeras siete semanas del año, tuitearon sobre el virus durante ese período. Joe Biden también tuiteó, declarando, “Si yo fuera presidente hoy, no le creería a China cuando se trata del coronavirus”.

Marzo

En marzo se abrieron las compuertas, cuando las pruebas comenzaron a realizarse, y el número de casos documentados en los Estados Unidos pasó de menos de un centenar a más de 200.000. Pero no fue hasta aproximadamente el 14 de marzo que comenzaron los cierres generalizados en los Estados Unidos. La Universidad de Columbia estima que, si los cierres hubieran comenzado sólo dos semanas antes, el 1 de marzo, el 83 por ciento de las muertes de COVID-19 del país pudieron haberse evitado.

El 19 de marzo, Trump le dijo al periodista Bob Woodward que estaba engañando deliberadamente al público estadounidense sobre el peligro. Trump dijo: “Quise siempre restarle importancia. Todavía me gusta restarle importancia, porque no quiero crear pánico”.

El 14 de marzo, el Partido Socialista por la Igualdad publicó una declaración titulada “¡Cierren la industria automotriz para detener la propagación del coronavirus!” que circuló ampliamente dentro de las plantas automotrices del centro del país.

Trabajadores automotores en un paro en la planta de motores Dundee en el Ann Arbor

Durante la semana siguiente, una serie de huelgas salvajes forzaron el cierre de toda la industria automotriz de EE.UU., con Fiat Chrysler anunciando el cierre de la producción el 18 de marzo. La entrevista de Trump con Woodward ocurrió al día siguiente, ya que los mercados estaban cerca de sus mínimos del año después de que el índice del Dow Jones cayera cerca de 10.000 puntos.

La primera votación de procedimiento sobre lo que se convertiría en la Ley CARES tuvo lugar el 22 de marzo. Después de que la votación fracasara, los futuros del Dow Jones llegaron a su límite de descenso. Otro voto de procedimiento falló el 23 de marzo, después de lo cual los mercados alcanzaron su punto más bajo del año.

El 25 de marzo, el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, anunció un acuerdo sobre la Ley CARES. El Senado aprobó unánimemente el proyecto de ley esa noche, y la Cámara siguió con un voto de voz no registrado. El proyecto de ley fue firmado por Trump a solo cinco días de la primera votación de procedimiento.

El mismo día de la primera votación de procedimiento para la Ley CARES, y en solo una semana tras el comienzo de los cierres generalizados, el columnista del New York Times, Thomas Friedman, publicó “Un plan para hacer que América vuelva al trabajo”, argumentando a favor de dejar que el virus se extienda por la población y de una política de “inmunidad colectiva”.

Trump inmediatamente comenzó a agitar para que se pusiera fin a los encierros, solo una semana después de que comenzaran en serio, usando la frase de Friedman: “La cura no puede ser peor que la enfermedad”. Inmediatamente, los estados comenzaron la campaña para poner fin a los cierres, ayudados por los relatos de los medios de comunicación que apuntaban a manifestaciones relativamente pequeñas de la derecha para “reabrir el país” y declaraban que los estadounidenses estaban hartos de las restricciones y exigían el regreso al trabajo, a pesar de que las encuestas indicaban lo contrario.

A mediados de mayo, la actividad manufacturera se había reanudado en todos los estados y, en los meses siguientes, se retiraron efectivamente todas las restricciones, lo que culminó con la reapertura de los comedores interiores en Nueva York y los gimnasios en Michigan esta semana, junto con la reapertura de escuelas y universidades en todo el país.

Los funcionarios de salud pública atribuyeron el gran rebrote al fin prematuro de los cierres, que, según Fauci y otros, eran mucho más superficiales y cortos que en Europa.

* * *

Para principios de la próxima semana, más de 200.000 personas habrán muerto en los Estados Unidos a causa del COVID-19. Estas muertes fueron el resultado de una conspiración para colocar las ganancias sobre las vidas humanas.

Está claro que todos estuvieron involucrados en esta conspiración excepto la gran masa de la población. Las agencias de inteligencia advirtieron a los políticos, tanto en la Casa Blanca como en el Congreso. Los políticos advirtieron a sus acomodados patrocinadores.

Entre los engañados se encontraban los seguidores ilusos de Trump entre los sectores de la clase media y la clase trabajadora, a quienes Trump desprecia en secreto y cuyas vidas no significan nada para él. La gente que ahora yace en fosas comunes en la isla Hart, los seres humanos cuyos cuerpos fueron profanados al ser apilados en camiones refrigerados en el Bronx, o en los cuartos de repuestos del hospital Sinai Grace en Detroit —todos ellos fueron sujetos al apagón informativo—.

En un editorial publicado el jueves, el New York Times, respondiendo a las cintas de Woodward, comentó, “Imagínense cómo se vería esta situación hoy si el presidente hubiera sido honesto con el público estadounidense el 7 de febrero”.

Obviamente, Trump no fue “honesto” con el pueblo estadounidense. Pero tampoco lo fue el consejo editorial del Times. Ellos mismos son culpables de todo de lo que acusan a Trump.

El World Socialist Web Site no fue parte de esta conspiración.

A diferencia del Congreso, no recibíamos informes diarios sobre la pandemia de las agencias de inteligencia. Pero fuimos capaces de hacer las advertencias necesarias porque nuestro objetivo era revelar, no ocultar. El 28 de enero advertimos: “El brote ha expuesto la enorme vulnerabilidad de la sociedad contemporánea a nuevas cepas de enfermedades infecciosas, peligros para los que ningún gobierno capitalista se ha preparado adecuadamente”.

Añadimos: “Aunque los Gobiernos del mundo, en particular el de los Estados Unidos, han hecho planes meticulosos para una guerra a gran escala durante el último cuarto de siglo, no se han dedicado tales recursos o previsiones a combatir la oleada de epidemias que han asolado el planeta durante el mismo período”.

Al mes siguiente, el WSWS dio la alarma más fuerte. “El peligro no puede ser exagerado”, advirtió el Comité Internacional de la Cuarta Internacional el 28 de febrero. “El gobierno de EE.UU. no está preparado para un brote importante”, declaró la declaración, pidiendo “una asignación masiva de recursos para la salud y el tratamiento”.

Aquellos que mintieron sobre la pandemia en enero, febrero y marzo siguen mintiendo hasta el día de hoy. Cada afirmación hecha por el Gobierno, incluyendo la de una vacuna inminente, debe ser tratada con extrema sospecha.

La conspiración continúa. Los estudiantes están siendo llevados en manada a las aulas de las universidades y escuelas de todo el país, alimentando lo que se espera universalmente que sea un gran resurgimiento de la pandemia. Según una proyección de la Universidad de Washington, se espera que otras 200.000 personas mueran para finales de año, lo que duplicaría el número actual de muertos.

En el próximo período, el World Socialist Web Site hará todo lo que esté a su alcance para impedir esta catástrofe armando a los trabajadores con el conocimiento y la conciencia política para organizar una lucha contra la campaña homicida de la clase dominante de regreso al trabajo.

(Publicado originalmente en inglés el 11 de septiembre de 2020)

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