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Los 50 estadounidenses más ricos ahora tienen tanta riqueza como los 165 millones más pobres

La Reserva Federal publicó esta semana datos sobre la riqueza de los hogares estadounidenses que documentan la aceleración de la desigualdad de la riqueza durante la pandemia de COVID-19.

Un campamento de personas sin techo en St. Louis [AP Photo/Jeff Roberson]

En el segundo trimestre de 2020, el 50 por ciento más pobre de los hogares —unos 165 millones de personas— tenía $2,08 billones, o $12.600 por persona, mientras que el uno por ciento más rico de la población controlaba $34,2 billones, es decir, más de $10,4 millones por persona. En términos de percentiles, el uno por ciento superior de la población poseía el 30,5 por ciento de toda la riqueza, mientras que el 50 por ciento inferior controlaba sólo el 1,9 por ciento.

Según un análisis de Bloomberg de estos datos, los 50 estadounidenses más ricos ahora tienen tanta riqueza como la mitad inferior de la población. La mayor concentración de riqueza en la cima en el transcurso de 2020 es el resultado de la inyección de dinero sin precedentes en la bolsa de valores por parte de la Reserva Federal, que ha llevado a un crecimiento explosivo en la fortuna de magnates como los directores ejecutivos de Amazon, Jeff Bezos, de Tesla, Elon Musk, y de Facebook, Mark Zuckerberg.

La brecha de la riqueza parece aún más gigantesca cuando se mira al 10 por ciento más rico de la población en su conjunto. Combinados, el uno por ciento superior y el siguiente nueve por ciento poseían el 69 por ciento de la riqueza del país al final del segundo trimestre de 2020, un total de $77,32 billones.

Entre el primer y el segundo trimestre de 2020, el uno por ciento más rico de la población aumentó su participación en la riqueza del país del 30 al 30,5 por ciento. Los mayores perdedores fueron aquellos en el rango del percentil 50 al 90 de tenedores de riqueza, cuya participación general se redujo del 29,7 por ciento al 29,1 por ciento. El percentil 90 al 99 y la mitad inferior se mantuvieron prácticamente sin cambios.

Si bien estos cambios pueden parecer leves, en realidad representan un cambio sustancial en un corto período de tiempo. El uno por ciento más rico de la población aumentó sustancialmente su participación en la riqueza del país, ya que la Reserva Federal imprimió efectivamente más de $3 billones y los inyectó en los mercados financieros. Los sectores más acomodados de los trabajadores, que, a diferencia de la mitad inferior de la clase trabajadora, tienen algo de ahorros, fondos de jubilación u otros activos, vieron disminuir su participación en la riqueza, ya que se vieron obligados a recurrir a los ahorros en medio de la recesión mundial.

Una explicación para esta brecha cada vez más aguda entre, aproximadamente, el 10 por ciento superior de la población y el 90 por ciento inferior de la población es el control desproporcionado de acciones y fondos mutuales. El uno por ciento superior de la población posee el 52,4 por ciento de todas las acciones corporativas (acciones) y fondos mutuos, el siguiente nueve por ciento posee el 35,8 por ciento.

En conjunto, el 88,2 por ciento de la economía estadounidense, representada en acciones corporativas y fondos mutuos, es propiedad solamente del 10 por ciento de la población.

Si bien la mitad inferior de la población ha tenido durante las últimas décadas solo el uno por ciento de las acciones del país, los sectores más acomodados de la clase trabajadora, los percentiles 50 a 90, tenían el 21,4 por ciento de esta riqueza a principios de la década de 2000. Sin embargo, hoy esta proporción ha caído a solo el 11,2 por ciento. En otras palabras, los sectores más acomodados de la clase trabajadora, menos conectados a los mercados financieros, han visto sus fortunas moverse en una dirección opuesta a los del 10 por ciento más rico de la población.

Otra característica interesante de los datos de la Reserva Federal es su desglose por grupos de edad. La generación milenial —nacidos entre 1981 y 1996— es hoy la mayor parte de la fuerza laboral estadounidense, con 72 millones de trabajadores. Sin embargo, los mileniales poseen solamente el 4,6 por ciento de la riqueza estadounidense.

En contraste, los datos muestran que, en 1989, cuando el miembro promedio de la generación b a by b oomer tenía 34 años, esa generación controlaba alrededor del 21 por ciento de la riqueza.

Este contraste entre la riqueza de los mileniales y la de los boomer en momentos similares de sus ciclos de vida refleja la increíble dificultad que enfrentan los jóvenes de hoy para conseguir un trabajo con un salario decente, pagar la universidad y la atención médica, y sin hablar de una hipoteca, formar una familia y ahorrar para la jubilación.

Los datos de la Reserva Federal se suman a varios otros informes y anuncios recientes sobre la desigualdad social, que incluyen:

  • Un informe de UBS muestra que los milmillonarios del mundo han aumentado su riqueza en más de $1,3 billones, más del 10 por ciento, en solo tres años.
  • Un anuncio del Banco Mundial, señala que las consecuencias del COVID-19 empujarán a 150 millones de personas hacia lo que se clasifica pobreza extrema (vivir con menos de 1,90 dólares al día) para 2021. Esta es la primera vez que la cantidad de personas en pobreza extrema ha aumentado desde 1998.
  • Un informe del Wall Street Journal que, utilizando datos del Departamento de Trabajo, demostró la divergencia de las fortunas de los trabajadores educados y no educados en medio de la pandemia. El Journal encontró que, mientras que aquellos con títulos universitarios casi se han recuperado de las pérdidas de empleo por COVID-19 (que fueron más pequeñas), los que abandonaron la escuela secundaria todavía tienen un 18 por ciento menos de empleos.
  • Un informe de RAND encontró que el 90 por ciento inferior de los estadounidenses estaría ganando 67 por ciento más sin contar las últimas cuatro décadas de profundización de la desigualdad.

La concentración de riqueza en la cima de la población pesa como un tumor maligno sobre la sociedad. Ningún problema social, ya sea la desigualdad, el calentamiento global, la educación, la atención médica, las pensiones o la pandemia, puede resolverse sin movilizar estas vastas fortunas en la cima y colocarlas bajo el control democrático de la amplia mayoría de la población.

El proceso de reestructuración extrema de clases y la aniquilación de las filas de los trabajadores de “clase media” más acomodados que se muestran en los datos de la Reserva Federal, ha estado en marcha durante al menos 40 años. Bajo el liderazgo demócrata no menos que el republicano, un presidente tras otro, un Congreso tras otro, se han llevado a cabo políticas que inflaron la riqueza de los ultrarricos mientras degradaban las condiciones de la clase trabajadora.

Este proceso se aceleró con la crisis financiera de 2008, en la cual la Administración de Obama tomó medidas para eviscerar los salarios de los trabajadores automotores mientras canalizaba billones de dólares hacia Wall Street.

Ahora, se está llevando a cabo una reestructuración social similar, pero aún más drástica, en respuesta a la pandemia de COVID-19. Millones han sido arrojados al desempleo y la pobreza a largo plazo, mientras que se han inyectado $3 billones en los mercados financieros y se han entregado cientos de miles de millones de dólares a las principales corporaciones bajo la bipartidista Ley CARES.

Las necesidades de la clase trabajadora —la amplia mayoría de la población— están en conflicto directo con los intereses de la élite financiera parasitaria. Los principales bancos y corporaciones, que controlan casi todos los aspectos de la vida global en la actualidad, deben ser colocados bajo el control democrático y la supervisión de la clase trabajadora para que se puedan satisfacer las necesidades de la población.

(Publicado originalmente en inglés el 10 de octubre de 2020)

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