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Perspectiva

Mientras las muertes por pandemia se acercan a 200.000, los oligarcas de EE.UU. celebran su riqueza

Estados Unidos está atravesando la crisis social, económica y política más profunda en su historia. La cifra de muertes por la pandemia de coronavirus se acerca a 200.000 y podría duplicarse para fin de año. Las formas democráticas de gobierno están colapsando, según el Gobierno de Trump intensifica su incitación abierta de violencia fascistizante. Decenas de millones están desempleados y se enfrentan a la pobreza y la falta de vivienda. Los incendios forestales en la costa oeste del país se expanden fuera de control.

Es imposible entender cualquiera de estos procesos fuera de los niveles masivos de desigualdad social. Estados Unidos es una oligarquía, con una concentración de riqueza sin precedentes históricos.

La publicación del reporte de los 400 milmillonarios de Forbes da cierta cuenta de esta realidad. Los 400 individuos más ricos (0,00012 por ciento de la población) controlan actualmente más de $3 billones.

El reporte declara: “Qué importa la pandemia: los 400 estadounidense más ricos tienen un patrimonio récord de $3,2 billones, un aumento de $240 mil millones en un año, con la ayuda de una bolsa de valores que ha desafiado al virus”. El auge del mercado bursátil, impulsado por la Ley CARES de varios billones de dólares promulgada en marzo, ha rellenado las ya desbordadas arcas de los superricos, que ahora son dueños del equivalente al 15 por ciento del producto interno bruto del país.

Incluso las cifras ofrecidas por Forbes, que cubren hasta el 24 de julio, son una subestimación importante de la realidad. Desde ese momento, la riqueza del director ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos, la persona más rica del mundo, ha superado los $200 mil millones, mientras la riqueza del director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, sobrepasó los $100 mil millones. Los activos de Bezos son tres millones de veces más que el ingreso anual del típico hogar estadounidense.

El nivel impactante de desigualdad reflejado en la lista de Forbes es la característica central de la sociedad estadounidense, la cual se ve definida por la transferencia de cantidades obscenas y cada vez mayores de riqueza de la clase obrera a las manos de la oligarquía financiera por medio de recortes de su impuestos, rescates, recortes a los salarios, las pensiones y otras prestaciones conquistadas por los trabajadores en las luchas del siglo veinte.

El último repunte de la riqueza de los milmillonarios no se basa en ningún esfuerzo laboral, sino de la inflación de la bolsa de valores con billones de dólares de deuda de la Reserva Federal y el Congreso, que se pagarán a costas de la clase obrera. Todo se ha subordinado al surgimiento de los índices Dow Jones y S&P 500 a nuevas alturas.

A la familia media estadounidense, que gana $33.000 por año, le tomaría 97 millones de años ganar lo que controlan los estadounidenses más ricos. Consideren lo que se podría pagar con $3,2 billones en un año:

  • En el año escolar de 2016-17, se gastó $739 mil millones en las escuelas primarias y secundarias, dando educación a 50,8 millones de estudiantes y empleando a 3,2 millones de maestros y otros 3,2 millones de empleados escolares.
  • La Oficina Presupuestaria del Congreso proyecta que el Gobierno federal gastará $1,3 billones en programas de salud este año.
  • La diabetes le costó a la economía estadounidense $327 mil millones en 2017, con la insulina costando $40 mil millones de este total. El costo promedio de la insulina, crítica para la supervivencia de los pacientes de diabetes, cuesta hasta $6.000 por año y sigue aumentando.
  • Según el Departamento de Agricultura de EE.UU., los estadounidenses gastaron $800 mil millones en comida y bebidas para su consumo en el hogar en 2019. El Gobierno federal dio $60 mil millones de esto en cupones de alimentos para que los más pobres y vulnerables cubran su nutrición básica.
  • La temporada de incendios de 2018 costó $24 mil millones, alimentada por la devastación inaudita ese año como la destrucción de la ciudad de Paradise, California. En total, los desastres climáticos y eventos meteorológicos extremos costaron $91 mil millones.

En total, la riqueza de tan solo 400 personas podría pagar la educación pública, la salud, nutrición y la asistencia por desastres para millones de estadounidenses. La ONU reportó recientemente que 132 millones de personas más sufrirán hambre en el mundo por la pandemia, aumentando el número de personas desnutridas a casi mil millones.

A pesar de la necesidad urgente de salvar a millones de la subalimentación e inanición, el Programa Mundial de Alimentos se enfrenta a una falta de $5 mil millones en su esfuerzo para entregarle comida a los necesitados. La riqueza de las 400 personas más ricas en Estados Unidos es de más de 600 veces esta cantidad.

Todo elemento de la política está subordinado a los intereses de esta capa social. Es por esto por lo que se encubrió inicialmente el peligro de la pandemia, se organizó el rescate de Wall Street y se implementaron las campañas de regreso al trabajo y a las aulas.

El saqueo sistemático de la sociedad dejó al país vulnerable para un brote como este. La subordinación de la salud a los intereses predatorios de las empresas de salud con fines de lucro y las gigantes aseguradoras convirtió los hogares de ancianos en cámaras de la muerte y dejó a los enfermeros y doctores sin el equipo personal de protección ni otros equipos médicos necesarios, como respiradores, para tratar a sus pacientes.

La marcha del Gobierno de Trump hacia el fascismo y su cultivación de la extrema derecha no se pueden entender fuera de los intereses de clase de la oligarquía, representando a aquella facción de la clase gobernante que busca aplastar directamente cualquier señal de oposición en la clase obrera. En la otra cara de la misma moneda, los demócratas representan aquella facción que busca utilizar la política de las razas e identidades para sofocar la lucha de clases mientras compite por el acceso a posiciones y más riqueza.

En tan solo el último ejemplo, el New York Times, obsesionado con las razas, publicó su lista de “Rostros de poder” esta semana, indicando que demasiadas personas en “posiciones influyentes” son blancos. ¿Qué diferencia haría si todos fueran negros, hispanos, asiáticos o indios americanos? De hecho, el reporte descubrió que una mayoría de los directores policiales en las grandes ciudades son negros o hispanos. Ningún consuelo para los jóvenes negros asesinados desproporcionadamente por la policía.

La obsesión de los académicos y periodistas de la clase media-alta con las razas y los géneros es una distracción de los grotescos niveles de riqueza que definen las relaciones sociales de la sociedad estadounidense. Esta forma de política no tiene nada que ver con los intereses de la clase obrera. Por el contrario, busca encarrilar el enojo por el racismo y la desigualdad social para avanzar los intereses de finas capas de las minorías dentro del próximo 9 por ciento que quiere una tajada más grande de la riqueza acumulada por el 1 por ciento más rico.

En cada instancia, la ciencia, la razón, la solidaridad humana colisionan con los intereses de los gobernantes actuales de la sociedad—los oligarcas, los capitanes parásitos del capital financiero—. Es imposible defender los derechos democráticos ni salvar vidas sin enfrentar esta cuestión.

Las problemáticas masivas, como la pandemia de COVID-19, los incendios cada vez más mortales impulsados por el cambio climático, el hambre global, exigen soluciones masivas. Los problemas de la humanidad no se pueden resolver si romper el yugo de la oligarquía capitalista en cada país. La riqueza debe ser expropiada y dirigida a atender las necesidades sociales. Las grandes corporaciones y los bancos deben ser transformados por la clase obrera en instituciones democráticamente controladas y orientadas a las necesidades humanas y no el lucro privado.

La desigualdad social que caracteriza la sociedad capitalista, junto a todas las políticas que exuda, está alimentando inmensamente el enojo social y las luchas de la clase obrera. Estas luchas se deben organizar y unir con base en un programa consciente, revolucionario y socialista.

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(Publicado originalmente en inglés el 12 de septiembre de 2020)

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