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Perspectiva

Después de que el Colegio Electoral confirma la victoria del Partido Demócrata

Biden se tambalea hacia la Casa Blanca

El lunes por la noche, el presidente electo Joe Biden dio un discurso en televisión nacional de 15 minutos para marcar su victoria oficial en el Colegio Electoral.

No tiene precedentes que un presidente electo se pronuncie para tal ocasión. En la mayor parte de la historia estadounidense, el voto en el Colegio Electoral, el cual está compuesto por electores nombrados a partir del voto popular en cada estado, ha sido algo bastante rutinario. Comenzó a cambiar con los comicios de 2000, cuando George W. Bush perdió el voto popular contra Al Gore y habría perdido el Colegio Electoral también si la Corte Suprema no hubiera intervenido para frenar el recuento de votos en Florida. En las elecciones de 2016, Trump perdió el voto popular por casi tres millones pero pudo asegurar una victoria en el Colegio Electoral gracias a la distribución de su voto en los estados.

Presidente electo Joe Biden se pronuncia después de que el Colegio Electoral lo eligiera formalmente como presidente, 14 de diciembre de 2020, en el teatro The Queen de Wilmington, Delaware (AP Photo/Patrick Semansky)

La situación actual supera lo ocurrido en 2000. Ahora, Trump perdió masivamente tanto el voto popular como el Colegio Electoral, pero está involucrado en un impulso continuo para anular la elección y volcar el resultado.

Biden comenzó sus declaraciones celebrando el voto del Colegio Electoral como si completara el proceso electoral y fuera una gran victoria para la democracia. “Prevaleció la voluntad de la gente”, dijo. “Empujada, puesta a prueba y ante amenazas, la democracia demostró ser resiliente, verdadera y fuerte”.

Si la intención de Biden era reafirmar la confianza en la democracia estadounidense, lo contradijeron no solo su actuación sino también sus palabras.

En primer lugar, su discurso se caracterizó por una actitud defensiva extrema. Si la democracia estadounidense fuera tan fuerte, ¿por qué tiene que hacer un discurso el candidato que ganó la elección por siete millones de votos para defender la legitimidad de su victoria y su Gobierno entrante?

En segundo lugar, según la descripción del propio Biden del proceso que llevó al voto del Colegio Electoral, no subrayó la fuerza y resiliencia, sino la fragilidad extrema de lo que resta de las formas democráticas de gobierno.

Biden señaló que la campaña de Trump ha buscado matonear e intimidar a oficiales y trabajadores electorales ordinarios por todo el país. “Fue sumamente significativo porque tantos de estos patriotas estadounidenses fueron sometidos a una presión política enorme, abuso verbal e incluso amenazas de violencia física”, afirmó. “Les debemos a estos servidores públicos una deuda de gratitud”, dijo. “Nuestra democracia sobrevivió gracias a ellos”.

Lo que esto implica es que, si no fuera por un puñado de oficiales electorales, el esfuerzo de Trump para derrocar las elecciones habría sido exitoso.

Biden luego se refirió al intento inaudito de Trump para volcar los resultados electorales por medio de desafíos legales, pasando por 80 jueces a nivel estatal y federal, incluida la Corte Suprema. El resultado, indicó, demostró “la integridad de nuestro sistema judicial”.

Si Trump estaba contando con la Corte Suprema como el último árbitro de la elección, era por su papel en entregarle la victoria a Bush en 2000. Es más, Trump se ha apoyado en los argumentos hechos a la sazón por el juez Antonin Scalia en la Corte Suprema —de que la población no tiene derecho a votar por el presidente— en su propio intento para anular los resultados dos décadas después.

La crítica de Biden contra Trump fue en sí fue titubeante y evasiva. Señaló que Trump encabezó un esfuerzo para “borrar los votos de más de 20 millones de estadounidenses” y que su postura fue “tan extrema, nunca vista, una postura que se rehusó a respetar la voluntad del pueblo, el estado de derecho y el honor de la Constitución”.

En el modo típico de la cultura política burguesa en EE.UU., Biden esquivó declarar lo obvio: El presidente Estados Unidos ha estado involucrado en una conspiración fascistizante y continua para establecer una dictadura personalista.

Tampoco se detuvo a hablar sobre el hecho de que el Partido Republicano ha sido cómplice en todo esto. Si bien mencionó la decisión “sorprendente” de 17 fiscales generales y 126 congresistas republicanos de apoyar una demanda legal de Texas que le solicitó a la Corte Suprema anular la elección, Biden procedió a declarar que le “complació el número de excolegas republicanos en el Senado que ya reconocieron los resultados del Colegio Electoral”.

“Estoy convencido”, dijo Biden, “de que podremos trabajar juntos para el bien de la nación en muchos temas”. Añadió que hace falta “bajar la temperatura”. Es decir, un Gobierno futuro de Biden colaborará estrechamente con el partido que ha estado involucrado en una conspiración para anular su propia victoria electoral.

Mientras que Biden afirmó que la victoria en el Colegio Electoral convencería a los congresistas republicanos a reconocer el resultado de la votación, Trump, sus asesores más cercanos y un gran sector de oficiales republicanos siguen rehusándose a conceder. Trump declaró incluso antes de que se acabara el procedimiento de que su lucha por permanecer en el cargo no se había acabado. Su principal asesor fascista en la Casa Blanca, Stephen Miller, está proponiendo nombrar a “electores alternos” en los estados que disputan para que emitan votos completamente ilegales a favor del mandatario.

Biden concluyó su discurso con una breve mención de la pandemia de coronavirus, que ya ha cobrado más de 300.000 vidas en EE.UU. “Lo siento desde mi corazón por cada uno de ustedes”, declaró, “que enfrenta dificultades sin tener la culpa”. Sin embargo, no sugirió que se debía hacer algo sobre la catástrofe que se propaga en todo el país. Todo se resolverá con su versión del catecismo católico: “Donde haya discordia, ponga yo unión; donde haya duda, fe; donde haya tinieblas, luz”.

Cuando Biden predica la “unión”, la realidad es que las tensiones sociales en Estados Unidos han alcanzado un punto en que todos los interruptores de seguridad de la democracia están haciendo corto circuito. Un sector importante de la clase gobernante estadounidense está girando hacia la dictadura.

Las causas no residen en el propio Trump. Él es meramente un instrumento y un síntoma de un mal más profundo. Incluso si Trump no tiene éxito ahora, se sentó el precedente. Y ahora está elaborando una teoría de haber sido “apuñalado por la espalda” al robarle la elección como base para la movilización de fuerzas fascistizantes como tropas de choque de la oligarquía financiera.

Los comentarios de Biden fueron seguidos por los consejos de los comentaristas en la prensa de que los republicanos deberían “hacer lo correcto” y aceptar la derrota, como si fuera un juego infantil y no un intento para tumbar las formas democráticas de gobierno.

En lo que concierne a Biden, resollando y tosiendo durante todo el discurso, es un símbolo apto de la crisis que tanto intenta encubrir. Está organizando un Gobierno derechista, compuesto por comprobados defensores del aparato militar y de inteligencia y de la clase gobernante. Sería el colmo de la insensatez esperar que tal partido y tal Gobierno defiendan los derechos democráticos contra la amenaza fascista representada por Trump.

La principal preocupación de los demócratas es el crecimiento de la oposición al sistema de lucro, l recrudecimiento de la desigualdad económica y social y a la campaña asesina de vuelta al trabajo y las aulas siendo avanzada por toda la élite política y ambos partidos patronales.

La democracia estadounidense no es “verdadera y fuerte”, está al borde de la tumba. La defensa de los derechos democráticos está inextricablemente vinculada a la movilización política independiente de la clase obrera contra el capitalismo y toda la estructura putrefacta del gobierno burgués.

(Publicado originalmente en inglés el 14 de diciembre de 2020)

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