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AMLO guarda silencio sobre el intento de golpe y defiende a Trump contra “censura”

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO) se ha negado a condenar el intento de golpe de Estado del 6 de enero instigado por Donald Trump. En su lugar, ha centrado su respuesta a los tumultuosos acontecimientos en los EE.UU. en la defensa del acceso de Trump —el principal conspirador detrás de los esfuerzos para establecer una dictadura fascistizante— a sus cuentas de redes sociales.

El colapso de la democracia estadounidense tiene implicaciones explosivas para la crisis política que envuelve a la Administración de AMLO, en la medida en que su servilismo a Wall Street y al imperialismo estadounidense se hace cada vez más evidente en el contexto de la propagación descontrolada de la pandemia del coronavirus. Al defender a Trump después del golpe, AMLO está señalando que impondrá la explotación irrestricta de la mano de obra barata y los dictados de austeridad en México con su propio giro hacia la dictadura.

México está reportando diariamente cifras récord de casos y muertes de COVID-19, mientras que las corporaciones, los sindicatos y las autoridades encubren brotes mortales en fábricas y los lugares de trabajo. En este contexto, el Gobierno de AMLO planea redoblar su política de maximizar la producción y privar a los trabajadores y pequeñas empresas que han caído en la miseria de la ayuda económica que necesitan.

El presidente estadounidense Donald Trump se reúne con el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, 8 de julio de 2020 (Fotografía oficial de la Casa Blanca por Shealah Craighead)

Actualmente, las noticias en México están dominadas por el llamado más explícito de AMLO hasta ahora para los militares mexicanos, en los que se ha apoyado cada vez más para reprimir huelgas y protestas. El viernes, respaldó la exoneración en México del general Salvador Cienfuegos, un exsecretario de Defensa mexicano que había sido imputado por los tribunales estadounidenses bajo cargos de narcotráfico. La negativa del Gobierno mexicano a presentar cargos contra Cienfuegos es una garantía efectiva de impunidad para los militares.

AMLO hizo su primera mención de la insurrección en el Capitolio de EE.UU. durante una conferencia de prensa el 7 de enero. Comenzó: “Nosotros siempre hemos actuado con respeto a la política interna de otros países, así lo establece nuestra Constitución... o vamos nosotros a intervenir en estos asuntos que corresponden resolver atender a los estadounidenses. Esa es nuestra política eso es lo que puedo comentar.”

Luego lamentó la muerte de los cuatro insurrectos en el Capitolio y apeló a que el “conflicto” se resolviera a través del “diálogo”. Concluyó brevemente: “Por lo demás no tomamos postura, deseamos que siempre haya paz, prevalezca la democracia que es el poder del pueblo y que haya libertades, eso es todo”.

El presidente mexicano utilizó la misma excusa de “respeto” y no intervención en asuntos exteriores para justificar su negativa a reconocer la abrumadora victoria electoral del presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, hasta después de que el Colegio Electoral la ratificara el 14 de diciembre. Todos los presidentes latinoamericanos, excepto López Obrador y el presidente fascistizante de Brasil, Jair Bolsonaro, felicitaron a Biden el 7 de noviembre, después de que las principales cadenas noticiosas anunciaron el resultado.

Como advirtió en ese momento el World Socialist Web Site, “AMLO está contribuyendo a la instalación de una dictadura presidencial estadounidense”. Habiendo sido retratado por los medios de comunicación estadounidenses y la pseudoizquierda en América Latina, Europa y América del Norte como un presidente “de izquierda” y “progresista”, la postura de AMLO ayudó a darle una cubierta de legitimidad a las afirmaciones de Trump sobre fraude electoral, que utilizó para instar a sus partidarios fascistas a movilizarse para anular las elecciones.

El 9 de noviembre, respaldando las conspiraciones de Trump, AMLO ya estaba sugiriendo que la mayor amenaza a la democracia en los Estados Unidos era la decisión de las empresas de redes sociales de etiquetar como “no verificadas” las afirmaciones de Trump de fraude electoral.

Entonces, el 8 de enero, después de negarse a condenar la instigación de Trump del golpe de Estado en el Capitolio, AMLO volvió a denunciar a Twitter y Facebook cuando cerraron las cuentas personales de Trump. “No acepto eso”, dijo. “Hay una cosa que ayer, y que hace unos días también comenté, y yo siempre digo lo que pienso, algo que no me gustó ayer de lo del asunto del Capitolio, nada más que respeto, pero no me gusta la censura”.

Luego comparó el cierre de las cuentas de Trump con la “Santa Inquisición” y lo calificó de “extremadamente grave” sólo para añadir: “¿Dónde está reglamentado? Eso es un asunto de Estado, eso no es un asunto de las empresas, esto es un tema importante porque aquí nos han querido censurar”.

Las conspiraciones neofascistas de Trump constituyen una amenaza de proporciones históricas para los trabajadores mexicanos en el país y en los Estados Unidos. Grupos fascistas violentamente hostiles a los migrantes e incitados por un presidente que ha amenazado con desplegar tropas estadounidenses en México contra los migrantes y las organizaciones criminales, intentaron anular las elecciones y establecer una dictadura.

En respuesta, AMLO ha extendido su mano en colaboración. Desde Porfirio Díaz, el gobernante dictatorial derrocado por la Revolución Mexicana en 1911, ningún jefe de Estado mexicano ha adoptado una postura tan sumisa hacia la potencia imperialista del norte.

Con ello, AMLO no hace más que expresar los intereses de la burguesía nacional mexicana, que ha quedado completamente subordinada al imperialismo estadounidense como parte de una plataforma geopolítica norteamericana para competir con los rivales de Washington económicos y militares asiáticos y europeos.

Al mismo tiempo, el futuro de los trabajadores a nivel internacional se ha soldado en el sentido más inquebrantable. Esto es especialmente cierto en México y los Estados Unidos. Casi la mitad de todas las importaciones mexicanas provienen de los Estados Unidos y el 80 por ciento de las exportaciones van a los Estados Unidos; ambos países comparten una frontera de 3.200 kilómetros, y cerca de 40 millones de personas de origen mexicano viven en los Estados Unidos.

Han salido a la luz muchos detalles del apoyo de alto nivel en el Partido Republicano, la policía y el ejército para la insurrección del 6 de enero, así como informes del FBI de más ataques planeados por las milicias fascistas contra Washington D.C. y todas las capitales estatales EE.UU. antes de la inauguración de Joe Biden el 20 de enero.

Sin embargo, tan tarde como el miércoles, AMLO continuaba su silencio sobre los complots fascistas y volvió a dirigir sus ataques contra el cierre de las cuentas de redes sociales de Trump. Declaró: “Desde que tomaron esas decisiones, la estatua de la Libertad en Nueva York se está poniendo verde de coraje, porque no quiere pasar a ser un símbolo vacío”.

El mismo Trump reconoció el apoyo de AMLO en lo que es hasta ahora su única aparición pública desde el intento de golpe, una peregrinación a su odiado muro fronterizo en Texas. Después de aplaudir el “inédito acuerdo con México” para obligar a los solicitantes de asilo a los Estados Unidos a esperar en México, Trump declaró:

“Quiero agradecerle al gran presidente de México. Es un gran caballero, un amigo mío, el presidente Obrador. Es un hombre que sabe realmente lo que está sucediendo y ama a su país y también ama a los Estados Unidos... Realmente, tuvimos 27.000 soldados mexicanos vigilando nuestras fronteras en los últimos dos años. Nadie pensó que eso fuera posible”.

Trump estaba alabando al mismo hombre promovido por medios pseudoizquierdistas como la revista Jacobin, que habla en nombre de la facción Socialistas Demócratas de Estados Unidos (DSA) del Partido Demócrata, llamándolo un “paladín de la clase obrera” con una “política a favor de los pobres”.

El servilismo de AMLO hacia Trump es una confirmación de la teoría de la revolución permanente desarrollada por León Trotsky, quien escribió sobre México en 1938, en el momento de las nacionalizaciones del petróleo y los ferrocarriles bajo Lázaro Cárdenas, que la burguesía era “absolutamente incapaz de desarrollar un gobierno democrático”. Añadió: “Si la burguesía nacional se ve obligada a abandonar la lucha contra los capitalistas extranjeros y a trabajar bajo su tutela directa, tendremos un régimen fascista”.

Para oponerse a la amenaza del fascismo, la clase obrera mexicana debe construir un movimiento político revolucionario que se una a sus hermanos de clase en los Estados Unidos, América Latina e internacionalmente en la lucha por el socialismo. Esto debe hacerse en oposición inflexible a todos los partidos y sindicatos procapitalistas y nacionalistas.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de enero de 2021)

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