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Perspectiva

Trump y el 6 de enero: la evidencia de un golpe de Estado político planificado

El informe presentado por los nueve administradores del juicio político en la Cámara de Representantes el martes argumenta un caso irrefutable de que el expresidente Trump es culpable de abogar por, preparar, fomentar e incitar un ataque armado contra el Congreso el 6 de enero de 2021, con el objetivo de anular los resultados de las elecciones de 2020 y mantenerse en el poder.

El informe presenta coherentemente y con considerable detalle los esfuerzos de Trump a lo largo de seis meses. En primer lugar, durante la campaña electoral, repetidamente sembró dudas sobre la legitimidad de la votación si no era elegido. Luego, después del cierre de las urnas, rechazó los resultados de los votos contados por oficiales estatales, muchos de ellos republicanos, que mostraban que el demócrata Joe Biden había ganado por un margen de más de siete millones en el voto popular, así como suficientes estados disputados clave para darle la victoria en el Colegio Electoral.

Los administradores demócratas del juicio político en la Cámara de Representantes antes de entrar en el Senado para entregar el artículo para solicitar un juicio político bajo cargos de insurrección contra el presidente Donald Trump en Washington, 25 de enero de 2021 (Melina Mara/The Washington Post via AP, pool)

Después de que los miembros del Colegio Electoral en los 50 estados y el distrito de Columbia se reunieran el 14 de diciembre y emitieran formalmente sus votos, dándole la victoria a Biden por un margen de 306 a 232, Trump, en las palabras del resumen, se concentró en presentar el 6 de enero de 2021, la fecha de la sesión conjunta del Congreso, como la última y mejor oportunidad para revertir los resultados electorales y permanecer en el poder”.

Trump convocó a miles de sus partidarios en Washington DC el 6 de enero prometiendo que el evento “será una locura”. Repetidamente declaró que el Congreso tenía el poder de anular los votos electorales de los estados que él impugnó —carece de ese poder— e incluso que el vicepresidente Mike Pence tenía el poder unilateral de rechazar los votos de esos estados —carece de ese poder—.

Ha respaldado repetida y explícitamente el uso de violencia por parte de sus partidarios contra opositores políticos tan temprano como en la campaña de 2016 y con mayor intensidad en las últimas semanas de 2020 y la primera semana de 2021. Como lo señala el resumen de la Cámara de Representantes, en las semanas previas a la certificación en el Congreso, Trump dirigió una serie de declaraciones incendiarias de que la elección estuvo “amañada” y fue “robada” a sus simpatizantes para que “peleen como el diablo” y “luchen hasta la muerte”.

El informe añade que “era obvio y completamente predecible que la multitud enojada… estaba lista (y preparada) para la violencia si él prendía la llama”.

El informe de la Cámara de Representantes señala que las declaraciones del abogado de Trump, Rudy Giuliani, en el mitin del 6 de enero, llamando a un “juicio por combate” y la declaración de Donald Trump Jr. a los legisladores republicanos que estuvieran dudando en el apoyar el golpe, “Vamos a por ustedes”.

Finalmente, el presidente Trump apareció detrás de un podio con un sello presidencial. Evaluando la tensa multitud frente a él, el presidente Trump la agitó hasta convertirla en un frenesí, llamando a sus partidarios a “pelear como el diablo [o] se van a quedar sin país”. Luego los guio directamente al Capitolio, declarando: “Nunca van a recuperar su país con debilidad. Deben mostrar fuerza y deben ser fuertes”.

Cuando pronunció estas palabras, la multitud comenzó a llenar la avenida Pennsylvania hacia el Capitolio. Trump les prometió que los acompañaría, pero regresó a la Casa Blanca para ver las acciones que incitó en televisión. Presuntamente mostró aprobación e incluso regocijo al ver el ataque de la horda contra el Capitolio, mientras que llamó a un senador durante el ataque para urgirle que retrasara la certificación por el mayor tiempo posible, un claro intento de coordinar las acciones de sus agentes dentro del Congreso con sus agentes fuera.

Una parte final del informe para el juicio político describe la escena dentro del Capitolio:

Los alborotadores atacaron al personal policial con armas, que habían traído o robado de la policía: mazos, bates de béisbol, palos de hockey, muletas, astas de bandera, escudos de policía y extintores. Arrancaron los cascos de los agentes, los golpearon con porras y utilizaron productos químicos irritantes, como el aerosol para osos, un producto químico irritante similar al gas lacrimógeno, diseñado para que lo utilicen los cazadores para repeler los ataques de los osos. Algunos atacantes llevaban máscaras de gas y chalecos antibalas; muchos llevaban armas de fuego —de hecho, al menos seis pistolas fueron recuperadas tras la insurrección—, mientras que otros llevaban cuchillos, nudillos de latón, un lazo y otras armas mortales. Un oficial que intentaba vigilar el Capitolio describió el ataque como una “escena de batalla medieval”.

Más de 140 policías del Capitolio resultaron heridos en el ataque. Decenas de senadores y representantes escaparon con vida a duras penas, en algunos casos por cuestión de segundos. Cinco personas murieron el 6 de enero. Muchas más siguen sufriendo los efectos, físicos y psicológicos.

Conviene repasar este material con cierta extensión, porque ha surgido una nociva tendencia, no solo en los medios corporativos, especialmente su ala pro-Trump, sino aún más entre sectores de la pseudoizquierda, a restarle importancia a los sucesos del 6 de enero, a negar la gravedad del ataque al Capitolio, e incluso a desestimar las consecuencias si Trump y su multitud de matones hubieran logrado sus objetivos inmediatos: tomar rehenes del Congreso y negociar sus vidas a cambio de frenar el proceso de certificación de la derrota de Trump y la elección de Biden.

Aquí surge la profunda contradicción de la crisis política en Washington. El sumario de la Cámara de Representantes expone, más categóricamente que nunca, el carácter criminal de Trump y su administración. Sin embargo, los demócratas del Congreso, que produjeron esta acusación, están actualmente comprometidos en una campaña sin límites para cortejar a los aliados de Trump en el Partido Republicano.

En una entrevista con CNN el miércoles, el representante Jason Crow, que fue uno de los gestores demócratas del primer juicio político contra Trump en el Senado hace un año, señaló que este juicio en el Senado sería único porque “tendría lugar en la escena del crimen, con miembros del jurado que estaban entre las víctimas del crimen”. No añadió, sin embargo, que otros miembros del jurado del Senado estaban entre los que ayudaron al crimen y deberían unirse a Trump en el banquillo de los acusados, en lugar de participar en el encubrimiento del expresidente.

Entre los “miembros del jurado” del Senado se encuentran Josh Hawley y Ted Cruz, que lideraron el esfuerzo por impugnar los votos electorales de Biden de Arizona y Pensilvania, así como Tommy Tuberville, el senador de Alabama al que Trump intentó llamar desde la Casa Blanca durante el ataque. Entre los miembros del jurado hay otra media docena de senadores que apoyaron a Hawley y Cruz en sus objeciones, así como un grupo mucho más amplio, encabezado por el líder de la minoría republicana Mitch McConnell, que dio credibilidad a las falsas afirmaciones de Trump sobre el fraude electoral al negarse a reconocer la victoria de Biden durante más de un mes, hasta la votación del Colegio Electoral del 14 de diciembre.

Se ha hablado mucho de la decisión de 45 senadores republicanos, incluido McConnell, de apoyar el reclamo del senador Rand Paul de que es inconstitucional que el Senado realice un juicio político de un presidente que ha dejado el cargo. Esto no es más que utilizar un argumento constitucional falso para evitar destapar las acciones de Trump el 6 de enero. Casi todos estos 45 republicanos ayudaron a la campaña de Trump para anular los resultados de las elecciones, de una manera u otra, y son cómplices políticos, y quizás incluso legales, de sus crímenes. Están encubriendo sus propias acciones, no solo las del exmandatario.

La preocupación central del Gobierno de Biden y del Partido Demócrata no ha sido exponer la conspiración de alto nivel dentro del Partido Republicano y del Estado detrás de los eventos del 6 de enero, sino encubrirlos. El propio Biden ha insistido en la necesidad de un Partido Republicano “fuerte”, de la “unidad” dentro del aparato estatal y del “bipartidismo” en la aplicación de la política de la clase dominante. Como resultado, no solo les concede a los coconspiradores de Trump una amnistía completa, sino que a pesar del juicio político, el propio Trump sigue siendo una de las figuras más poderosas del Partido Republicano.

Una exposición real de las fuerzas políticas y sociales detrás del 6 de enero revelaría su conexión con los intereses de la oligarquía financiera, y en particular, la política homicida de la clase dominante en respuesta a la pandemia.

El Partido Demócrata, al igual que el Partido Republicano, es un partido de Wall Street y del imperialismo estadounidense. Puede objetar a los métodos fascistas de hoy, particularmente cuando se dirigen a sus propios líderes. Pero está comprometido sin reservas con la defensa del capitalismo estadounidense contra la clase obrera, como lo demuestra la exigencia universal de los demócratas de que las escuelas y los centros de trabajo vuelvan a abrir, sin importar el peligro de la pandemia de coronavirus, para que pueda reanudarse la obtención de ganancias capitalistas.

Los acontecimientos del 6 de enero son un punto de inflexión en la historia estadounidense. Sin embargo, no aparecieron solo en la mente de Donald Trump. El propio Trump no es más que la expresión más putrefacta de un prolongado colapso de la democracia burguesa estadounidense. Los derechos democráticos no son compatibles con el capitalismo. La lucha contra el fascismo y el autoritarismo depende de la intervención de la clase obrera, armada con un programa socialista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 3 de febrero de 2021)

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