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Cómo luchar por la democracia en Myanmar

La huelga general y las manifestaciones contra la junta militar que estallaron ayer en Myanmar, en respuesta al asesinato de dos manifestantes a manos de soldados en la ciudad de Mandalay el sábado, plantea la pregunta crítica: ¿cuál debe ser la base política de la lucha por los derechos democráticos?

El movimiento de protestas contra el golpe militar del 1 de febrero ha llegado a un punto de inflexión. Secciones importantes de la clase trabajadora del país se han unido al movimiento nacional de desobediencia civil que está paralizando sectores claves de la economía, incluyendo la banca, el transporte y el servicio civil.

Los manifestantes antigolpistas describen la difícil situación de los funcionarios públicos que se ven obligados a trabajar a punta de pistola por la junta militar durante un mitin en Mandalay, Myanmar, el lunes 22 de febrero de 2021. (Foto AP)

Ayer, a los paros laborales se unieron decenas, o incluso cientos de miles de personas en las dos ciudades más grandes de Yangon y Mandalay, así como en la capital, Naypyidaw, y en muchas ciudades y pueblos más pequeños. Según CNN, estos incluían la ciudad sureste de Dawei, en Taunggyi en el estado de Shan, la ciudad de Pathein en Ayeyarwady, Myitkyina en el estado de Kachin y en una de las regiones más pobres del país del estado de Chin.

En condiciones de fuerte censura de los medios de comunicación, se desconoce el alcance total de las huelgas. Sin embargo, varios medios de comunicación informaron que muchas tiendas y negocios estaban cerrados. Según el New York Times, “La huelga general del lunes incluyó a funcionarios, trabajadores bancarios, médicos, cajeros de supermercados, operadores de telecomunicaciones y operadores de plataformas petroleras. Los repartidores de pizzas, los empleados de KFC y los meseros de té de burbujas también se unieron".

Los trabajadores desafiaron una fuerte presencia militar y policial en las calles, incluyendo vehículos blindados y francotiradores. La junta ha detenido a cientos de personas bajo sus leyes draconianas y han intentado culpar a los manifestantes por la violencia.

Fueron tropas fuertemente armadas, sin embargo, quienes abrieron fuego el sábado, con rondas en vivo dirigidas a los trabajadores de los astilleros en Mandalay y sus partidarios del área vecina de clase trabajadora. La policía y los soldados intentaban obligar a los trabajadores a tripular un barco que debía partir. Dos personas, incluyendo un joven de 16 años, murió y otras 30 resultaron heridas.

El domingo, grandes multitudes asistieron al funeral en Naypyidaw de una mujer joven, Mya Thweh Thweh Khine, que murió el viernes tras recibir un disparo en la cabeza durante una protesta contra el golpe la semana anterior.

Las demandas del movimiento de protestas son la liberación de Aung San Suu Kyi y otros miembros de su Liga Nacional para la Democracia (LND), quienes formaron el gobierno el 1 de febrero después de ganar abrumadoramente las elecciones nacionales del noviembre pasado.

Sin embargo, la lucha por los derechos democráticos está ligado a cuestiones políticas mucho más amplias. La elección y los planes para instalar un gobierno liderado por la LND fueron en sí mismos el resultado de un compromiso podrido entre Suu Kyi y el ejército, supervisado por el imperialismo estadounidense y sus aliados durante la última década.

La administración de Obama, como parte de su “giro hacia Asia”, dirigido contra China, estaba decidido a alejar a la dictadura militar de Myanmar de Beijing. La junta, ansiosa por poner fin a las sanciones paralizantes y el aislamiento diplomático, liberó a Suu Kyi en 2010 y organizó elecciones bajo una constitución que aseguraba que conservara las palancas claves del poder —poderes que los militares ejercieron el 1 de febrero.

Suu Kyi, aclamado durante mucho tiempo en Occidente como un "icono democrático", puso su sello de aprobación a esta farsa política, actuando como enviado internacional para la llamada "democracia emergente" al presionar por la eliminación de las sanciones y por mucha inversión internacional necesitada. Sumidos en el nacionalismo birmano, Suu Kyi y la NLD defendieron el flagrante abuso de los derechos democráticos de la minoría musulmana rohingya y las atrocidades militares que llevaron a cientos de miles a huir.

La clase trabajadora no puede confiar en Suu Kyi y la NLD para defender los derechos democráticos. Representan una facción de la burguesía en Myanmar cuyas ambiciones políticas e intereses económicos han sido pisoteados por los militares, que controlan sectores sustanciales de la economía. Mientras la NLD quiere terminar o al menos limitar el poder de los militares, es tan asustado como los generales de un movimiento de masas de la clase trabajadora que amenaza la base misma del gobierno capitalista.

Los participantes declararon la huelga general y las protestas de ayer como la huelga de los "Cinco Dos" o 22222, en referencia a la fecha. Pero esto también pretende recordar el levantamiento masivo de 1988 —en particular el 8 de agosto de 1988, o la huelga de 8888, el punto culminante de un movimiento de huelga contra la junta militar, que respondió disparando a cientos de manifestantes en las calles.

Quienes hoy luchan por los derechos democráticos deben aprender una lección política crucial. No fueron las armas de los militares las que derrotaron las grandes huelgas y protestas de 1988, sino la cobardía política y la traición de Suu Kyi y la NLD.

Los asesinatos del 8 de agosto de 1988 fueron seguidos por una ola de ira y oposición. La actividad económica se paralizó en medio de paros laborales generalizados. En Yangon, barrios enteros estaban controlados por comités de oposición. En el campo, los agricultores comenzaron a plantear sus demandas.

El 12 de agosto, el líder de la junta dimitió sin explicación. Su reemplazo buscó conciliar poniendo fin a la ley marcial y ofreciendo un referéndum sobre el gobierno multipartidista. A medida que las protestas nacionales continuaban creciendo, frente a estas maniobras desesperadas, Suu Kyi intervino para actuar como freno al movimiento de masas que había llevado a la junta al borde del colapso. El 26 de agosto, hablando ante una multitud de medio millón, instó a la gente a "tratar de olvidar lo que ya ha ocurrido" y "no perder su afecto por el ejército".

La intervención de Suu Kyi brindó a la junta el respiro crítico que necesitaba desesperadamente. Ella instó a los manifestantes a depositar su fe en la promesa de elecciones de la junta y, hasta la represión militar el 18 de septiembre, les pidió que sean "pacientes". En cambio, los militares declararon la ley marcial y ordenaron a las tropas aplastar las manifestaciones. Miles murieron y muchos más fueron detenidos o huyeron.

Se celebraron elecciones en 1990, que la NLD ganó de forma aplastante, pero una vez estabilizado su gobierno, los militares desestimaron el resultado y arrestaron a Suu Kyi y otros líderes de la NLD.

Las acciones de Suu Kyi y la NLD no fueron un error ni una aberración. Más bien, como estableció León Trotsky en su Teoría de la revolución permanente, la burguesía en países de desarrollo capitalista tardío, como Birmania, es orgánicamente incapaz de satisfacer las aspiraciones democráticas y las necesidades sociales de los trabajadores.

Las trágicas experiencias históricas del siglo pasado han demostrado una y otra vez que frente a un movimiento de masas que amenaza con socavar el dominio burgués, la clase capitalista se unirá para apoyar el aplastamiento de protestas y huelgas a través de los métodos más despiadados. La única fuerza social capaz de llevar a cabo una lucha constante por los derechos democráticos es la clase trabajadora como parte de la lucha más amplia para remodelar la sociedad para satisfacer las necesidades apremiantes de la mayoría, es decir, siguiendo las líneas socialistas.

Como en 1988, los trabajadores y los jóvenes de Myanmar deberían desarrollar sus propias formas independientes de organización y acudir a sus hermanos y hermanas de clase a nivel internacional. La profundización de la crisis del capitalismo a nivel mundial está impulsando un resurgimiento de la lucha de clases en todo el mundo, como es evidente, por ejemplo, en la vecina Tailandia, donde se han reanudado las protestas contra el gobierno respaldado por los militares.

Ayer en Yangon, algunos manifestantes se reunieron frente a la embajada de Estados Unidos, agitando pancartas que decían "Ayuda a Myanmar". El imperialismo estadounidense no tiene el más mínimo interés en defender los derechos democráticos en Myanmar o en cualquier otro lugar. Las hipócritas invocaciones de Washington a los "derechos humanos" en Myanmar tienen como único objetivo contrarrestar los renovados vínculos del país con Beijing. En lugar de pedirle a Estados Unidos que ayude a Myanmar, los trabajadores deben apelar a la clase trabajadora internacional en busca de su apoyo.

Sobre todo, la clase trabajadora necesita construir un partido político que luche por esta perspectiva revolucionaria, sustentada en la Teoría de la Revolución Permanente. Eso significa construir una sección del Comité Internacional de la Cuarta Internacional que es la única que encarna todas las experiencias estratégicas del movimiento trotskista internacional. Instamos a los trabajadores y jóvenes a que se comuniquen con nosotros para discutir estos temas políticos cruciales.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 22 de febrero de 2021)

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