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Perspectiva

El discurso de Macron sobre la pandemia y la política de “asesinato social”

En febrero, analizando la negativa del Gobierno británico a ordenar un confinamiento para detener la propagación del COVID-19, la revista médica BMJ (antes British Medical Journal) escribió que la respuesta del Gobierno a la pandemia “podría clasificarse como un asesinato social”. Planteó de forma aguda: “Cuando los políticos ignoran deliberadamente los consejos científicos, la experiencia internacional e histórica y sus propias estadísticas y modelos alarmantes porque entrar en acción va en contra de su estrategia política, ¿es válido legítimamente?”.

Esta política estuvo a plena vista la noche del miércoles, cuando 31 millones de personas escucharon el discurso del presidente francés Emmanuel Macron, el cual fue televisado en horas de máxima audiencia y trató del avance devastador del COVID-19 en Francia y Europa.

El presidente francés Emmanuel Macron visita un centro de llamadas del seguro social francés, dedicado a las vacunas de COVID-19, 29 de marzo, Creteil, afueras de París

Había grandes expectativas de que Macron anunciara nuevas medidas de distanciamiento social. Incluso antes del último recrudecimiento de la pandemia, que está siendo causado por las variantes británica y sudafricana del virus, Europa se acerca a un millón de muertes por COVID-19 y Francia a 100.000 decesos. Pero, con solo el 5 por ciento de la población en Francia vacunada completamente, los casos se han triplicado desde el 7 de marzo, aumentando de 21.825 a 59.038 ayer, según Public Health France. Esto es el equivalente a 300.000 casos en un país del tamaño de EE.UU.

Antes del discurso de Macron, las principales autoridades médicas exigieron, una tras otra, un confinamiento estricto. El epidemiólogo Dominique Costagliola denunció la negativa de Macron a ordenar un confinamiento en enero, cuando dos tercios de franceses encuestados apoyaba un confinamiento. Costagliola añadió: “Es ingenuo pensar que Macron es un epidemiólogo”. Los hospitales públicos de París, cuyas unidades de cuidados intensivos tienen una ocupación del 90 por ciento con 1.848 pacientes, advierten en que están a pocos días de tener que negar atención vital a miles de pacientes en estado crítico.

El jefe de la Asociación de Médicos de Francia, Patrick Bouet, escribió a Macron una carta abierta. “La vida no puede tolerar hoy ninguna arbitrariedad, ninguna vacilación, ninguna apuesta”, dijo. Insistiendo en que todavía se puede “evitar que el virus nos envuelva a todos”, añadió, “es necesario un verdadero confinamiento en todas partes”.

La respuesta del “presidente de los ricos” de Francia debe ser tomada como una advertencia para los trabajadores en Francia y a nivel internacional: la clase dominante actúa con absoluto desprecio por la vida humana. El discurso de Macron, sin duda coordinado con la Unión Europea (UE) y Washington, fue una negativa inequívoca a tomar cualquier acción significativa para detener las muertes masivas.

Macron reconoció que hay una “aceleración que se debe a la variante que amenaza con hacernos perder el control si no hacemos nada”. Sin embargo, solo propuso un cierre de una semana de las escuelas antes de las vacaciones de primavera, seguido de una semana de clases a distancia para los estudiantes de secundaria después de eso. También cerró las tiendas minoristas no esenciales, al tiempo en que prometió que los locales culturales y los restaurantes, donde se está propagando el COVID-19, reabrirán en mayo.

El intento de Macron de hacer pasar esto como un confinamiento es un fraude.

En marzo de 2020, cuando el COVID-19 se extendía por Europa y América, estallaron huelgas salvajes en fábricas de Italia y Estados Unidos y se extendieron internacionalmente. Mientras la federación empresarial francesa Medef advertía de “un cambio extremadamente brutal en la actitud de los trabajadores” y que las gerencias “ya no podían continuar con la producción debido a la presión de los trabajadores”, Macron acordó un estricto cierre de ocho semanas, cerrando las escuelas y toda la producción no esencial. Estos cierres redujeron drásticamente la propagación del coronavirus y no solo en Francia, sino en gran parte de Europa.

Ahora, sin embargo, mientras miles de personas se enfrentan a que les nieguen la atención para salvar sus vidas en un país europeo rico, Macron se niega a detener la producción no esencial y ha cerrado las escuelas durante menos de dos semanas.

Macron también aplaudió descaradamente su propia política desastrosa, afirmando que estaba “tomando en cuenta las consecuencias de las restricciones para nuestros niños, su educación, la economía, la sociedad, la salud mental”. Si hubiera hablado con honestidad, Macron habría dicho que estaba “tomando en cuenta las consecuencias de las restricciones de distanciamiento social para nuestras empresas, sus ganancias y nuestras fortunas”. Las escuelas y la producción no esencial no se mantienen abiertas en base a la evidencia científica, sino para garantizar que las ganancias corporativas sigan fluyendo en los mercados financieros.

El desprecio abierto de Macron por los expertos médicos y la opinión pública, sin embargo, no es más que una versión especialmente indolente de la política llevada a cabo por la burguesía en toda Europa. El mismo día en que Macron habló, la canciller alemana Angela Merkel fue entrevistada por televisión y se negó a decir cómo o cuándo implementará un confinamiento en Alemania. Luego, ayer, el director del registro de cuidados intensivos de Alemania, Christian Karagiannidis, advirtió a Tagesschau que, en cuatro semanas, todas las camas de cuidados intensivos estarán llenas en Alemania.

Decenas de millones de trabajadores en Francia y en toda Europa se enfrentan al hecho de que la UE está aplicando una política de asesinato social.

El desenlace y la cantidad de vidas que podrán salvarse dependerán de la rapidez con la que la clase obrera pueda intervenir de forma independiente, movilizándose en lucha contra los Gobiernos capitalistas de Europa por una política guiada científicamente contra la pandemia.

Esto requiere organizaciones de lucha independientes y una perspectiva internacionalista y socialista de lucha contra el capitalismo. Tras la disolución estalinista de la Unión Soviética en 1991, los académicos pseudoizquierdistas y antimarxistas declararon que la humanidad había llegado al “fin de la historia” y de la lucha de clases; la democracia capitalista reinaría. Lo que siguió fueron décadas de guerras imperialistas, crisis económicas y el aumento de la desigualdad social y la austeridad, devastando la infraestructura básica de la salud. La pandemia ha arrancado ahora la máscara del capitalismo europeo.

En marzo de 2020, el World Socialist Web Site analizó el catastrófico fracaso de la respuesta a la pandemia en Estados Unidos en una columna titulada “El capitalismo está en guerra con la sociedad”, escribiendo:

Estas cuatro décadas han revelado todas las características socialmente reaccionarias de un sistema basado en la propiedad privada de los medios de producción, en el que subordinan todas las consideraciones de las necesidades sociales al afán de lucro y a las enormes riquezas personales. El lema de la oligarquía capitalista es: "Si la acumulación de nuestros miles de millones requiere la muerte de millones, que así sea".

El último año ha confirmado este análisis. Las pretensiones del capitalismo europeo de ser la versión más amable y gentil de su primo estadounidense han quedado expuestas como un fraude. El Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra y los Gobiernos europeos invirtieron billones de euros y libras en rescates de bancos y empresas. Mientras que los aristócratas financieros acumularon fortunas, con el francés Bernard Arnault haciéndose con 30.000 millones de euros el año pasado, se dejó morir a miles y miles de personas, basándose en la falsa afirmación de que la sociedad no puede costear los confinamientos.

Las luchas obreras contra la política de asesinato social solo pueden llevarse a cabo independientemente de sus cómplices en las burocracias sindicales, y de sus aliados políticos pseudoizquierdistas como el Nuevo Partido Anticapitalista de Francia o el partido La Izquierda de Alemania. La Confederación General del Trabajo estalinista de Francia y la Federación Sindical Alemana aislaron las huelgas salvajes de marzo. Subsecuentemente, avalaron los rescates de la UE y ayudaron a implementar las políticas de regreso a las aulas que fueron un factor crítico en el recrudecimiento de la pandemia después de los cierres de la primavera de 2020.

En marzo de 2020, las huelgas salvajes obligaron a imponer un confinamiento en gran parte de Europa, pero este último año ha demostrado los límites fatales de las luchas espontáneas. Sin una perspectiva socialista y sus propias organizaciones de lucha, los trabajadores se vieron subordinados a las maniobras reaccionarias de los Gobiernos, los bancos y los sindicatos que aplicaron una política de “inmunidad colectiva”.

Es fundamental que los trabajadores construyan sus propios comités de seguridad de base en los centros de trabajo en Francia y en toda Europa, luchando por un confinamiento para detener el contagio hasta que se pueda vacunar a la población. Hay que proporcionarle a toda la población un salario digno para que pueda refugiarse en casa, cerrando toda la producción no esencial e invirtiendo masivamente en los recursos para clases en línea. Esto requiere una lucha de la clase obrera francesa y europea por el poder estatal, expropiando la aristocracia financiera y sustituyendo la UE por los Estados Unidos Socialistas de Europa.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 1 de abril de 2021)

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