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Escasez de semiconductores sigue afectando industria automotriz global, alimentando tensiones geopolíticas

La escasez continua de chips semiconductores sigue repercutiendo en toda la economía mundial, lo que ha afectado particularmente a la industria automotriz e interrumpido la producción de casi todos los fabricantes de automóviles importantes en los últimos meses.

General Motors y Ford Motor Company anunciaron el jueves nuevos cierres temporales de plantas. GM está deteniendo la producción en seis de sus fábricas norteamericanas, incluidas Spring Hill Assembly en Tennessee, Lansing Delta Township y Lansing Grand River en Michigan, y el Complejo Ramos Arizpe en México. Además, los cierres previamente anunciados en las plantas de ensamblaje de Fairfax, Kansas, y CAMI Ingersoll en Ontario, Canadá, se extenderán hasta al menos el 10 de mayo.

Oblea de silicio para producir procesadores (Wikimedia Commons)

La producción se reanudará la próxima semana en la planta de ensamblaje de Wentzville de GM cerca de St. Louis, Missouri, después de estar inactiva desde el 29 de marzo. La planta tiene aproximadamente 3,500 trabajadores, que construyen las lucrativas camionetas pickup de tamaño mediano Canyon y Colorado.

Ford dijo el jueves que la próxima semana detendrá la producción en tres plantas: Chicago Assembly, Flat Rock Assembly en Michigan y el área de la furgoneta Transit de su complejo Kansas City Assembly, y que la fábrica Ohio Assembly reducirá su producción. Anteriormente, la compañía había anunciado que su planta Dearborn Truck en Michigan, la fábrica de ensamble en Louisville, Kentucky, y el complejo de ensamble de Oakville en Canadá cerrarán parte de abril.

Las empresas automotrices han buscado trasladar los escasos suministros de chips a sus segmentos de camionetas y SUV más rentables, y cuando se agoten, planean llegar a producirlos sin ciertos módulos electrónicos. Ford ha dicho que construirá la camioneta F-150, el eje de sus ganancias, sin algunos componentes electrónicos y las almacenará hasta que haya un suministro adecuado de semiconductores. La camioneta F-150 es construida por 4,400 trabajadores en la planta Dearborn Truck y los casi 10,000 empleados en la planta Kansas City Assembly en Missouri. El modelo F-150 ha sido el vehículo más vendido en los EE. UU. durante los últimos 40 años.

Hubo cierres anteriores este año y el año pasado en Louisville Assembly Plant (LAP) de Ford con 4,000 trabajadores. El mes pasado se anunció que la otra planta de la compañía en Louisville, Kentucky Truck Plant (KTP), con casi 9,000 trabajadores que producen las camionetas pickups de carga pesada, los Lincoln Navigator y Expedition, permanecerá abierta por el momento, pero ha eliminado un turno.

Ford también anunció que planeaba cancelar sus cierres anuales de verano en varias plantas, cuando muchos trabajadores automotrices planean vacaciones familiares.

Por su parte, Stellantis (formado a partir de la fusión de Fiat Chrysler y el grupo PSA de Francia a principios de este año) declaró a finales de marzo que estarían inactivas cinco plantas norteamericanas, incluyendo Warren Truck en Michigan, Belvidere Assembly en Illinois, Windsor y Brampton Assembly en Canadá y el Complejo Toluca en México. La nueva planta de la compañía en Mack Avenue también está funcionando con turnos más cortos, y el cierre de Warren Truck se ha extendido recientemente a seis semanas, según informes de los trabajadores que no han sido confirmados.

Los trabajadores automotores en paro temporal de las tres grandes automotrices Detroit solo recibirán aproximadamente el 75 por ciento de su salario a través de la ayuda por desempleo y los beneficios complementarios, conocidos como subpagos. Los trabajadores temporales, una categoría enormemente ampliada en los contratos entreguistas negociados por el sindicato UAW en 2019, no recibirán beneficios suplementarios y se verán obligados a depender únicamente de la miserable ayuda estatal por desempleo.

La escasez de chips amenaza con socavar significativamente la recuperación temporal en las ventas de automóviles que comenzó en la segunda mitad de 2020. La industria automotriz mundial podría experimentar una caída de $61 mil millones en los ingresos en 2021, según los analistas de la industria Alix-Partners. Ford espera que el impacto de los cierres reduzca sus ganancias en $1 mil millones de los $2,5 mil millones esperados en la primera mitad del año, mientras que GM ha dicho que sus ganancias antes de impuestos podrían verse afectadas por hasta $2 mil millones.

Casi todos los principales fabricantes de automóviles del mundo han anunciado cierres temporales o una disminución de la producción en los últimos meses, incluidos Volkswagen, Toyota, Nissan, Honda y Volvo. Honda y Nissan enfrentan cierres de plantas en los EE. UU. debido a la congestión de puertos y la escasez de microchips. El fabricante estadounidense de vehículos eléctricos Tesla y la china Nio también se han visto afectadas.

La firma analista de la industria automotriz IHS Markit ha declarado que se producirán 700,000 vehículos menos en el primer trimestre del año como resultado de la escasez de chips, mientras que otros grupos comerciales esperan un déficit de 1,28 millones de vehículos producidos en los EE. UU. en 2021. La fecha para un “regreso a la normalidad” continúa retrasándose, y los analistas informan que es posible que la escasez no se resuelva hasta el tercer trimestre.

Tom Caulfield, director ejecutivo de la tercera mayor empresa de fundición de chips del mundo, GlobalFoundries cerca de Albany en Malta, Nueva York, comentó a CNBC que la escasez de semiconductores podría durar hasta 2022. “En este momento, todas nuestras fábricas no solo se utilizan a más del 100 por ciento, estamos agregando capacidad lo más rápido que podemos”. Caulfield continuó: “La industria de semiconductores entrando al COVID proyectaba una tasa de crecimiento anual del cinco por ciento durante cinco años. Estamos proyectando que eso casi se duplicará ahora”.

Detrás de la escasez de chips

Hay una serie de factores que están exacerbando la escasez de semiconductores, presionando no solo la cadena de suministro automotriz global sino también otros altos sectores de la industria. La industria automotriz representa solo el 10 por ciento de la producción anual de microchips, aunque esta proporción ha ido creciendo en los últimos años a medida que se adoptan pantallas táctiles y otros sistemas electrónicos avanzados en los nuevos modelos.

La causa inmediata de la escasez es el desequilibrio en las cadenas de suministro y la actividad económica provocada por la pandemia. En marzo de 2020, cuando la amenaza planteada por COVID-19 se hizo evidente por primera vez, los trabajadores forzaron el cierre de las plantas automotrices a través de una ola de huelgas salvajes en Europa y América del Norte, a fin de protegerse a sí mismos y a sus familias del contagio. Debido a los cierres limitados posteriores de las actividades diarias y el desplome de la demanda de vehículos, los pedidos de microchips por parte de los fabricantes de automóviles se desaceleraron bruscamente.

Sin embargo, apareció un aumento relativo en la demanda de chips utilizados en productos electrónicos de consumo, como computadoras portátiles, tabletas y teléfonos inteligentes, ya que muchas escuelas pasaron rápidamente al aprendizaje remoto y algunos lugares de trabajo a operaciones remotas.

La industria automotriz comenzó a reabrirse en mayo, prematuramente y antes de que fuera seguro, y la demanda de vehículos comenzó a repuntar, con muchos de los que compraron automóviles buscando evitar la exposición al virus en los sistemas de transporte público. Pero las empresas de automóviles se encontraron repentinamente inhibidas, compitiendo por suministros de semiconductores con gigantes transnacionales de productos electrónicos.

Además, muchas compañías automotrices y sus proveedores de Nivel 1 habían almacenado cantidades mínimas o nulas de chips, dado que han adoptado cada vez más modelos encadenados de suministro “justo a tiempo” para reducir el almacenamiento y otros costos.

A mediados de marzo, el incendio de la fábrica de semiconductores Renesas Electronics Naka en el noreste de Japón agravó la escasez. Renesas advirtió que podría tomar hasta un mes reiniciar la producción en la planta. El 66 por ciento de su producción es para la industria automotriz, y tiene una participación del 30 por ciento de las unidades de microcontroladores automotrices (MCU) producidas en todo el mundo.

Los teléfonos inteligentes y otros fabricantes de productos electrónicos están experimentando sus propias dificultades. Samsung, uno de los productores de teléfonos inteligentes más grandes del mundo y un fabricante de semiconductores, se enfrentó a un revés significativo con el cierre del 16 de febrero de su planta de chips en Austin, Texas, causado por la mortal tormenta invernal que dejó sin electricidad a todo el estado. Samsung proyecta un reinicio de la producción en dicha fábrica a mediados de abril. La compañía está considerando la ciudad de Austin como un sitio para una nueva planta de producción de chips de $17 mil millones.

El impacto en la industria automotriz no ha sido uniforme. Toyota anunció que la escasez de semiconductores no estaba teniendo un impacto tan adverso como en otras empresas debido a las medidas para asegurar su cadena de suministro después de las interrupciones causadas por el terremoto y tsunami de Tohoku de 2011. Pero también hay una escasez de plásticos que está provocando retrasos en la producción en sus plantas de Estados Unidos y México, y una de las principales causas del problema fue la helada invernal en Texas en febrero.

Semiconductores, globalización y tensiones geopolíticas

La naturaleza verdaderamente global de la producción y la necesidad de una planificación científica y sistemática de la actividad económica internacional se ejemplifican en la creciente presión global sobre la cadena de suministro. A cada instante, la clase trabajadora y las fuerzas productivas de la humanidad chocan contra los límites impuestos por el capitalismo, es decir, el sistema de Estados nación y la propiedad privada de los medios de producción.

Tanto el bloqueo del Canal de Suez como la escasez de semiconductores han subrayado en el período reciente que la economía es mundial y tiene un carácter globalmente integrado. La producción de microchips y los vehículos y dispositivos electrónicos que dependen de ellos son el resultado de una división internacional del trabajo, con trabajadores en varios continentes diseñando los dispositivos, extrayendo las materias primas para ellos, construyendo las máquinas que los fabrican y transportándolos por todo el mundo para ensamblarlos en sus productos finales.

Estas conexiones internacionales en el proceso productivo son una reserva potencial y colosal de fuerza para la clase trabajadora internacional, ofreciéndole la posibilidad de ejercer su poder en todo el mundo. Por lo tanto, las clases dominantes las ven simultáneamente con cada vez más temor y como una amenaza para sus intereses nacionales.

Se espera que la Administración de Biden se reúna con los fabricantes de chips la próxima semana para discutir “qué se puede hacer” para aliviar la escasez que enfrenta la industria automotriz. La Casa Blanca también anunció a finales de marzo un subsidio propuesto de 50.000 millones de dólares para la industria nacional de semiconductores en un intento de producirlos “dentro del país”, como parte del proyecto de ley de gastos de infraestructura de la Administración. Incluso si se aprobara, el financiamiento llegaría demasiado tarde para tener algún impacto en la escasez actual y tiene como objetivo proteger la cadena de suministro de EE.UU.

La secretaria de Comercio de Biden, Gina Raimondo, dijo sin rodeos a CNBC: “Se trata de vencer a China. Si actuamos ahora, competiremos con China”.

Por su parte, China también considera vulnerables sus cadenas de suministro de semiconductores y recientemente anunció que promulgaría exenciones fiscales para su industria nacional, lo que les permitirá importar maquinaria y materias primas libres de impuestos hasta 2030. Taiwán se ha convertido en un foco principal de la campaña de guerra de Estados Unidos contra China, con una implacable propaganda difundida día tras día por los medios de comunicación y el Gobierno estadounidenses sobre el país.

Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), con una participación de mercado dominante del 54 por ciento, y United Microelectronics, también en Taiwán, son factores importantes en esta campaña.

Durante los cierres provocados por la escasez de microchips, la burocracia del sindicato UAW, que se ha integrado cada vez más profundamente en la gestión empresarial durante los últimos 40 años, ha declarado que tomaría medidas para reducir el impacto en las ganancias de las empresas automotrices, mientras fomenta con mayor fuerza su veneno nacionalista.

En enero, el portavoz del UAW, Brian Rothenberg, dijo al Detroit News: “Este es un problema que demuestra la necesidad de no enviar los empleos estadounidenses al extranjero y de traer de vuelta la producción de semiconductores y otras piezas para automóviles a los trabajadores estadounidenses, donde como nación tenemos más capacidad de responder a estos problemas de demanda”.

El llamado del UAW a recuperar la producción de semiconductores no tiene absolutamente nada que ver con proteger los intereses de sus miembros, por quienes la burocracia sindical corrupta y sobornada ha demostrado repetidamente que no tiene nada más que desprecio. Más bien, su objetivo es encadenar a los trabajadores a los intereses nacionales de sus explotadores, la clase dominante capitalista y sus representantes políticos tanto en el Partido Demócrata como en el Partido Republicano.

La incesante promoción de nacionalismo y el chauvinismo antiasiático y antichino por parte de los sindicatos, los medios corporativos y los demócratas y republicanos tiene el doble objetivo de dividir a los trabajadores en los Estados Unidos de sus hermanos y hermanas de clase en otros países, y de alinear a los trabajadores estadounidenses detrás del impulso de guerra del imperialismo estadounidense contra sus rivales.

El control de la producción de semiconductores, en particular las tecnologías más avanzadas utilizadas en sistemas de detección y guía de misiles y en la inteligencia artificial, son fundamentales para el dominio militar de EE. UU. Por lo tanto, la clase dominante estadounidense, con el apoyo leal del aparato sindical, está decidida a evitar que China, a quien considera su principal competidor económico, obtenga cualquier ventaja tecnológica, y está dispuesta a arriesgarse a provocar una guerra que conlleva implicaciones nucleares e incalculablemente catastróficas, más temprano que tarde.

Una crisis tras otra pone al descubierto las contradicciones fundamentales del capitalismo que amenazan a la humanidad: por un lado, entre la producción globalizada y el sistema de Estados nación, y por el otro, entre la producción social de la clase trabajadora y la propiedad privada de los medios de producción a manos de los capitalistas. Las políticas nacionalistas aplicadas por la clase dominante han llevado a una situación en la que se despilfarran criminalmente las vidas y los recursos de la humanidad.

La alternativa es un movimiento internacional de la clase trabajadora que fije conscientemente como su objetivo político el derrocamiento del caduco sistema capitalista de ganancias y su reemplazo por el socialismo, un sistema controlado democráticamente, guiado científicamente y coordinado globalmente para satisfacer las necesidades humanas.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 8 de abril de 2021)

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