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Perspectiva

El nuevo amanecer de Biden: ilusiones y realidad

Detrás de las proclamaciones de un nuevo amanecer en Estados Unidos, el discurso de Biden el miércoles por la noche ante una sesión conjunta del Congreso ofreció un retrato del pánico, la crisis y la desesperación de la clase gobernante estadounidense.

Y lo que es mucho más importante que varios llamados a reformas, fue elaborada cabalmente una perspectiva estratégica siniestra: crear el marco político para una confrontación con China para mantener, incluso si fuera necesario por medio de una guerra, la hegemonía global del imperialismo estadounidense.

El presidente Joe Biden en una sesión conjunta del Congreso el 28 de abril de 2021, Cámara de Representantes en el Capitolio de EE.UU., Washington (Michael Reynolds/Pool vía AP)

Tras décadas en que ha sido un ritual que los presidentes declaren en un discurso anual ante el Congreso que “el estado de la Unión es fuerte”, Biden admitió francamente que la situación social en EE.UU. no es menos que catastrófica: “La peor pandemia en un siglo. La peor crisis económica desde la Gran Depresión. El peor ataque a nuestra democracia desde la guerra civil”. Si se aislaran las oraciones en que Biden describió la realidad de la sociedad estadounidense, ofrecería un retrato atroz de pobreza, hambre, desesperación para millones de trabajadores en EE.UU.

El oyente quizá se haya sorprendido al oír a Biden hablar de la concentración masiva de la riqueza, como si estuviera leyendo un artículo del World Socialist Web Site. “Veinte millones de estadounidenses perdieron sus empleos en la pandemia, estadounidenses de clase media y trabajadora. Al mismo tiempo, unos 650 milmillonarios en Estados Unidos vieron aumentar su patrimonio neto en más de un billón de dólares, en el mismo periodo exacto”.

Además, aunque hizo referencia a sus primeros 100 días en el cargo, son más reveladores respecto al estado real de la sociedad estadounidense los 114 días transcurridos desde la insurrección fascistizante del 6 de enero, que estuvo a punto de provocar el derrocamiento del Gobierno. Mientras hablaba, las calles que rodean el edificio del Capitolio estaban cerradas y patrulladas por la policía y las tropas de la Guardia Nacional.

Según Biden, la situación ha cambiado drásticamente en tan solo sus primeros 100 días en el cargo. “Puedo informar a la nación que Estados Unidos vuelve a estar en movimiento. Convirtiendo el peligro en posibilidad, la crisis en oportunidad, los reveses en fuerza”. Sin embargo, millones de personas siguen sufriendo contagios por el COVID-19 y se enfrentan al peligro de morir. Millones siguen sin trabajo y sumidos en la pobreza. Y ninguno de los responsables políticos del ataque al Capitolio de Estados Unidos ha sido llevado ante la justicia. Por el contrario, ocupaban casi la mitad de los asientos del público de Biden, quien se refirió a ellos como “mis amigos del otro lado del pasillo”.

Consciente de la profunda ira social que se está acumulando en Estados Unidos, Biden prometió dos programas multimillonarios, pidiéndole al Congreso que los aprobara. El “Plan Estadounidense de Empleo”, afirmó, “ayudaría a millones de personas a volver a trabajar y a retomar sus carreras”, incluso mediante grandes proyectos de infraestructuras. El “Plan Estadounidense para las Familias”, dijo, garantizaría una buena educación para todos, incluyendo dos años de universidad comunitaria gratuita; una atención infantil de calidad y asequible para todos los padres; 12 semanas de baja médica remunerada garantizada; y la ampliación de los créditos fiscales por hijos.

Las propuestas de Biden son mucho menos de lo que parece, e incluso menos de lo que se aplicará realmente, si es que se aprueba algo en el Congreso.

La política de Biden es la política de la regla de oro: todo para todos. Se combatirá la desigualdad, prometió, mientras proclamaba al mismo tiempo: “Creo que deberías poder hacerte milmillonario y millonario”. Todos los cambios que propone Biden se lograrán de algún modo sin que se produzcan incursiones en la riqueza de la oligarquía financiera ni cambios en las formas de propiedad.

Se refirió a la enorme desigualdad del recorte fiscal republicano de 2017, con 55 de las mayores corporaciones pagando cero impuestos federales a pesar de que obtuvieron $40.000 millones de beneficios. Pero su solución era elevar la tasa del impuesto de sociedades del 21 por ciento al 28 por ciento (revirtiendo solo la mitad del recorte fiscal de Trump) y restaurar la tasa del impuesto sobre la renta para los superricos al nivel que prevalecía bajo George W. Bush (del 37 por ciento al 39,6 por ciento).

Todas estas propuestas se enmarcaron en torno a la cuestión esencial: defender la posición global del imperialismo estadounidense.

Uno de los temas principales del discurso fue que las medidas propuestas por Biden eran necesarias para que Estados Unidos “gane el siglo veintiuno” frente a otros países poderosos y, sobre todo, frente a China. “Sencillamente, no hay ninguna razón por la que las aspas de las torres eólicas no puedan construirse en Pittsburgh en lugar de Beijing”, dijo Biden, en una de la media docena de referencias a la competencia económica china.

Bajo el mandato del presidente Xi, China “se ha tomado muy en serio la idea de convertirse en la nación más importante y relevante del mundo”, dijo Biden. Trató de sumar a los trabajadores a la campaña bélica imperialista, invocando constantemente el nacionalismo estadounidense. Con su legislación, declaró, “los dólares de los impuestos estadounidenses se van a utilizar para comprar productos estadounidenses hechos en Estados Unidos para crear puestos de trabajo estadounidenses”.

Más allá de los cambios acústicos en el tono y la retórica, el nacionalismo económico de Biden, las medidas de guerra comercial y la expansión militarista, dirigida particularmente contra China, cuadran en gran medida con el propio lema de Trump, “Estados Unidos primero”.

Dentro de la clase dominante y sus centros de pensamiento, la preocupación primordial es establecer el marco político interno para el imperialismo estadounidense. La edición más reciente de Foreign Affairs está dedicada a esta cuestión. En “El frente interno: ¿Por qué una política exterior internacionalista necesita una base nacional más fuerte?”, Charles Kupchan y Peter Turbowitz se preocupan de que, a pesar de la promesa de Biden de que Estados Unidos está de nuevo “listo para liderar el mundo”, las “bases políticas del internacionalismo estadounidense [es decir, la hegemonía imperialista de Estados Unidos] se han derrumbado”.

Los autores afirman: “Lo que Biden necesita es un enfoque 'de dentro hacia fuera' que vincule las exigencias en casa con los objetivos en el exterior. Mucho dependerá de su voluntad y capacidad de emprender acciones audaces para reconstruir el amplio apoyo popular al internacionalismo desde la base”.

La “acción audaz” de Biden, al final, no servirá de mucho. Es bien sabido que la Gran Sociedad de Lyndon Johnson naufragó a causa de la guerra de Vietnam. En la decisión entre “armas y mantequilla”, la clase dominante se decidió por las armas. ¿Quién puede creer que con Biden, en condiciones de una vasta erosión de la posición global del capitalismo estadounidense y cuando la clase dominante está preparando la guerra a una escala mucho mayor, el resultado será diferente?

Biden está tratando de crear un marco político dentro de los EE.UU. para librar una guerra en el extranjero. Este es el significado esencial de los esfuerzos de su Administración para promover los sindicatos oficiales, que han de ser incorporados a un “frente laboral nacional” basado en el nacionalismo económico y el militarismo.

En el primer llamamiento directo en su discurso a aprobar la legislación, Biden declaró: “Por eso pido al Congreso que apruebe la Ley de Protección del Derecho de Sindicalización —la Ley PRO— y que la envíe a mi escritorio para que podamos apoyar el derecho de sindicalización”. La Ley PRO no tiene nada que ver con asegurar los intereses de los trabajadores. En cambio, trata de institucionalizar los “sindicatos” oficiales como instrumentos corporativistas de la clase dominante y del Estado.

Los sindicatos se han esforzado durante medio siglo en aislar y suprimir toda muestra de oposición de la clase trabajadora a la desigualdad y la explotación. En el último año, se han opuesto a cualquier lucha contra las políticas homicidas de la clase dominante en respuesta a la pandemia, colaborando en la reapertura de fábricas y escuelas.

Ahora, los ejecutivos que controlan estas organizaciones van a integrarse aún más en el aparato estatal. Como señaló Trotsky en el documento fundacional de la Cuarta Internacional, “En tiempos de guerra o revolución, cuando la burguesía se ve sumida en dificultades excepcionales, los dirigentes sindicales suelen convertirse en ministros burgueses”.

La semana pasada, el Gobierno de Biden anunció que estaba formando un “grupo de trabajo” de la Casa Blanca para fomentar la institucionalización de los sindicatos, en línea con el agresivo respaldo del Gobierno a la campaña de sindicalización en Amazon. El grupo de trabajo incluirá al secretario de Defensa, Lloyd Austin, y a la secretaria del Tesoro y expresidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen. Es decir, incluirá a los dos principales representantes del imperialismo estadounidense y del capital financiero.

Las pretensiones reformistas de Biden quedarán, más pronto que tarde, al descubierto. El estallido de la lucha de clases se enfrentará a una feroz represión política. Biden y los demócratas esperan poder suprimir la lucha de clases y restaurar la supremacía del imperialismo estadounidense para “ganar el siglo veintiuno”. Sus esfuerzos serán inútiles.

Para la clase obrera, la cuestión crítica es desarrollar una contraofensiva contra las políticas de todas las facciones de la clase dominante. En su M itin del Primero de Mayo el sábado, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional impulsará su llamamiento a la formación de una Alianza Obrera Internacional de Comités de Base para unificar a los trabajadores de todo el mundo contra todos los esfuerzos por enfrentar a unos trabajadores contra otros, y a una nación contra otra.

El desarrollo de una poderosa contraofensiva debe estar relacionado con la construcción de una dirección socialista en la clase obrera. Instamos a todos nuestros lectores a que se unan a este esfuerzo y se inscriban hoy mismo para asistir al Mitin Internacional del Primero de Mayo .

(Artículo publicado originalmente en inglés el 29 de abril de 2021)

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