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La clase gobernante brasileña ni quiere ni puede organizar una lucha contra la mortal pandemia

Tomas Castanheira es un miembro destacado del Grupo Socialista por la Igualdad, que está luchando por construir una sección brasileña del Comité Internacional de la Cuarta Internacional. Hizo estos comentarios en el mitin en línea internacional por el Primero de Mayo de 2021, celebrado por el World Socialist Web Site y el CICI el primero de mayo.

Discurso pronunciado por Tomas Castanheira al mitin en línea internacional del Primero de Mayo

Discurso de Tomas Castanheira en el Mitin Internacional en Línea del Primero de Mayo de 2021

Saludos desde Brasil a este mitin internacional del Primero de Mayo, que representa el desarrollo de una única respuesta genuina de la clase obrera mundial a la crisis histórica que estamos viviendo.

Después de más de un año de sufrimiento y privaciones bajo la pandemia de COVID-19, las masas trabajadoras de Brasil se están enfrentando a una ola todavía más salvaje de contagio y muerte por la enfermedad. Abril fue el mes más mortal de la pandemia en Brasil, al morir 80.000 brasileños por COVID-19, lo que lleva la terrible cifra total de muertos del país a más de 400.000.

La conflagración del COVID-19 en el país más grande de América Latina se ha extendido por toda la región a un ritmo impresionante. La variante P.1 del coronavirus, que junto con el rechazo a las medidas de confinamiento es responsable de la explosión de casos en Brasil, ya se está volviendo la dominante en el continente sudamericano.

Como Brasil, también Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela han tenido su mayor cifra de muertos en un mes desde que empezara la pandemia. Argentina y Colombia han batido récords diarios en las semanas recientes, y están experimentando sus peores picos de contagios. Chile, a pesar de estar significativamente más avanzado en su proceso de vacunación, está experimentando un aumento imparable de nuevos casos que está abarrotando su sistema sanitario.

La incapacidad de controlar la pandemia en Brasil agrava los peligros no solo para la población latinoamericana, sino para toda la humanidad. Muchas mutaciones peligrosas ya identificadas por los científicos se están desarrollando ya en diferentes partes del país. Descuidar esta situación dará previsiblemente como resultado la generación de cepas aún más agresivas y resistentes a vacunas.

Pero la clase gobernante brasileña no quiere ni puede organizar ningún tipo de lucha contra la pandemia mortal. Con un diminuto porcentaje de la población vacunada, con miles de personas muriéndose cada día por esta enfermedad, los esfuerzos coordinados de todos los partidos burgueses tienen por objetivo la reapertura total de las actividades económicas.

El defensor más radical de esta política de asesinato social es el presidente fascistizante de Brasil, Jair Bolsonaro. Desde el comienzo de la pandemia, Bolsonaro ha promocionado consistentemente la política de la inmunidad colectiva, manteniendo que toda la población se contagie del virus y que no se permitan medidas que entorpezcan las ganancias capitalistas.

Para garantizar esto, Bolsonaro se ha apoyado en las enormes presiones económicas ejercidas sobre las masas trabajadoras. La pandemia fue acompañada por la explosión de una crisis social que se venía gestando desde hacía varios años en Brasil.

Decenas de millones de trabajadores se vieron desempleados de golpe. El ingreso por el trabajo informal desapareció abruptamente. Se recortaron los salarios y el poder adquisitivo de las familias brasileñas se vio erosionado por un agudo aumento del precio de los alimentos.

El pago de una ayuda de emergencia mínima por parte del gobierno en el primer año de la pandemia fue calculado para mantener a los trabajadores en un presupuesto de hambre que los obligara a ir a lugares de trabajo infectados.

Mientras la nueva, agobiante ola de COVID-19 azotaba Brasil, a principios de año cortaron la ayuda del gobierno, arrojando a otros millones de personas a la pobreza y extendiendo el hambre en los hogares de los trabajadores brasileños.

Junto a la crisis de la pandemia y social en Brasil que empeora, Bolsonaro ha intensificado su impulso autoritario, buscando cada vez más insistentemente imponer medidas dictatoriales contra la clase trabajadora y asegurar la política capitalista de la inmunidad colectiva mediante la represión.

Hace una semana, Bolsonaro afirmó en una entrevista que su ejército estaba listo para ocupar las calles y asegurar lo que, en lenguaje fascista, considera "derecho a trabajar". También afirmó que está preparando sistemáticamente con su gabinete una respuesta violenta a un venidero levantamiento popular en las calles como respuesta a la pobreza y el hambre.

La reacción fascistoide defendida por Bolsonaro, a pesar de los graves peligros que plantea para la clase trabajadora, es una expresión no de la fuerza de la clase gobernante, sino de su debilidad. La oligarquía capitalista que representa Bolsonaro está aterrada por el crecimiento de un movimiento obrero incontenible que se dirige a un enfrentamiento con el orden social prevaleciente.

En los últimos años, las protestas se han extendido por toda América Latina como respuesta al crecimiento de la desigualdad social, que ha empeorado radicalmente desde la pandemia. El levantamiento de masas en las calles de Chile a finales de 2019 fue el heraldo de los procesos políticos que dominarán la región durante el período siguiente.

Una ola de huelgas que está creciendo en diferentes sectores de la clase trabajadora brasileña, en oposición a la política de asesinato y empobrecimiento generalizado, expresa la oposición social que se está desarrollando.

A lo largo de los últimos meses, los docentes de San Pablo fueron a la huelga contra la reapertura del mayor sistema escolar del país, a la que se unieron durante las semanas pasadas los docentes de los Estados de Pernambuco y Minas Gerais. Huelgas de chóferes de autobús y otros obreros del transporte se han intensificado en capitales de varias partes de Brasil, y además de luchas contra los despidos y los recortes, están saliendo cada vez más contra los contagios y las muertes en los lugares de trabajo.

Brotes de contagios en unidades de Petrobras también han provocado huelgas de los trabajadores del petróleo, a los que se unieron manifestaciones de chóferes de aplicaciones digitales y trabajadores de paquetería de aplicaciones, así como camioneros, contra el aumento de los precios de la gasolina y exigiendo una paga mejor.

Estos procesos plantean objetivamente la necesidad de la unificación de las luchas de la clase trabajadora. Por lo tanto los sindicatos las ven con extremo nerviosismo. Esto quedó demostrado en una carta de la Confederación de Trabajadores del Transporte, que exigía financiación del gobierno a las compañías para "mitigar el movimiento creciente por la huelga general" en sus filas.

Durante la pandemia, los sindicatos trabajaron activamente por desmovilizar la resistencia obrera a las políticas capitalistas homicidas. Además de haber defendido la reapertura insegura de las fábricas, las federaciones sindicales más grandes del país, la CUT y Força Sindical, se unieron a finales del año en una nueva formación corporatista, IndustriAll Brasil, con el objetivo declarado de defender la competitividad del capitalismo brasileño y cooperar con las grandes organizaciones empresariales.

Estos sindicatos corruptos están orientados a defender los privilegios sociales de los multimillonarios brasileños que vieron crecer sus fortunas en más del 70 por ciento durante la pandemia. Están vinculados al Partido de los Trabajadores y sus aliados, que hoy están forzando la reapertura criminal de las escuelas y otras actividades económicas en los Estados donde gobiernan.

Estas fuerzas políticas, que plantean una oposición a Bolsonaro, le dan voz a un ala de la burguesía que cree que las acciones del presidente fascistizante causará inestabilidad en el país y amenazará sus ganancias.

Estas diferencias encuentran expresión directa en este Primero de Mayo. Aunque las federaciones sindicales han demandado un acontecimiento que reúne a los expresidentes Lula y Cardoso y varias otras figuras abiertamente derechistas, en nombre de formar un frente reaccionario de oposición burguesa, los simpatizantes de Bolsonaro están organizando protestas callejeras para la reapertura total de la economía y el establecimiento inmediato de una dictadura presidencial en Brasil.

El único acto del Primero de Mayo que defiende los intereses genuinos de la clase trabajadora brasileña y de los trabajadores de todo el mundo es este, el que organiza el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.

Una solución progresista a la crisis brasileña es imposible sin una ruptura definitiva con los sindicatos y todas las fuerzas de la burguesía nacional.

Luchar contra la pandemia, la desigualdad social y la amenaza de la dictadura requiere la unificación de la lucha de los trabajadores brasileños con sus hermanos de América Latina y del mundo mediante la construcción de la Alianza Obrera Internacional de Comités de Base.

Y ello requiere la construcción de una dirección revolucionaria consciente en la clase trabajadora, una sección brasileña del CICI.

(Publicado originalmente en inglés el 6 de mayo de 2021)

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