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Perspectiva

Encuesta de epidemiólogos expone la mentira de que los niños no propagan el COVID-19

En un artículo publicado el sábado en el New York Times, una encuesta de 723 epidemiólogos dejó en claro el papel central de los niños en la propagación del COVID-19. Los hallazgos contradicen las afirmaciones hechas durante la pandemia por toda la élite política de que el peligro de la apertura escolar para los niños y la sociedad en su conjunto es mínimo.

El reporte también expone la decisión imprudente y anticientífica de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), bajo órdenes del Gobierno de Biden, de poner fin a las guías abogando por el uso de mascarillas y el distanciamiento social en interiores. Un objetivo central de este cambio es facilitar el reinicio de las clases presenciales antes de que sean seguras.

En esta foto de archivo del 7 de diciembre de 2020, los estudiantes entran en la escuela Henrietta Szold P.S. 134 en Nueva York (AP Photo/Mark Lennihan)

El artículo del Times, intitulado “723 epidemiólogos sobre cuándo y cómo EE.UU. puede regresar completamente a la normalidad”, inicia así: “Los casos de Covid-19 están disminuyendo en EE.UU. y las mascarillas ya no son obligatorias en ninguna parte, pero la pandemia no se ha acabado y no lo estará hasta que los niños más pequeños también puedan ser vacunados”.

El Times dice, “La mitad de los encuestados dijo que al menos el 80 por ciento de los estadounidenses, incluyendo niños, necesitarían estar vacunados antes de que sea seguro hacer la mayoría de las actividades sin precauciones. A pesar de que los niños son menos propensos a casos graves de Covid-19, los científicos dicen que su inmunidad era importante porque podrían cargar el virus y permitirle seguir circulando y desarrollar nuevas variantes”.

Corinne McDaniels-Davidson, directora del Instituto de Salud Pública de la Universidad Estatal de San Diego, le dijo al Times, “Los niños no pueden quedarse fuera de la ecuación cuando reabramos”. Añadió: “Las ideas de que no pueden transmitir el Covid o de que son inmunes a la enfermedad son prevalentes en el público general. Necesitamos educación aquí”.

La mentira de que los niños no transmiten fácilmente el coronavirus —desmentida en múltiples estudios desde el principio de la pandemia— fue promovida por el Gobierno de Trump y continuada bajo Biden. Tras su elección, Biden prometió reanudar las clases presenciales en todas las escuelas donde los niños estaban aún tomando clases seguramente desde el hogar. Su principal asesor económico, Brian Deese, declaró descaradamente que esto era “para que los padres… puedan regresar a trabajar”.

En febrero, Biden le mintió directamente a una estudiante de segundo grado en un evento de asamblea pública de CNN, diciéndole, “Los niños no contrae… el COVID con mucha frecuencia. Es inusual que pase eso”. El 30 de abril, repitió esta mentira en una entrevista con NBC News, afirmando: “No existe evidencia abrumadora de que haya mucha transmisión entre estas personas, los jóvenes”. Concluyó que las escuelas “probablemente deberían abrir todas”.

La encuesta del Times demuestra que la decisión más destructiva que se pudo haber tomado en febrero y marzo era abrir las escuelas y permitir que el virus se propagara. Eso fue exactamente lo que se hizo. Esta ha sido una de las principales razones por las que los nuevos casos y las muertes diarias han disminuido tan lentamente en Estados Unidos. Más de 30.000 personas siguen infectándose cada día a pesar de que casi el 37 por ciento de la población está ya totalmente vacunada. Aproximadamente 1,5 millones de personas se han infectado y 20.853 han muerto a causa del COVID-19 solo en el último mes. Desde la toma de posesión de Biden, más de 175.000 personas han muerto por el virus, con un promedio de siete días de 613 muertes diarias.

La campaña para reabrir las escuelas nunca se ha basado en la ciencia, sino que tiene como objetivo obligar a los padres a volver al trabajo para aumentar los beneficios de las empresas y la bolsa de valores, al cual ha subido astronómicamente durante la pandemia.

Un aspecto crítico de la encuesta del Times a los epidemiólogos es su consenso sobre la necesidad científica de mantener el uso de mascarillas y otras medidas para mitigar la propagación del COVID-19. El artículo señala: “En particular, dicen que las mascarillas son una norma que debe continuar, incluso si ese punto de vista contraria las nuevas directrices de los CDC. Más del 80 por ciento de ellos afirman que la gente debería seguir usando mascarillas cuando se encuentra en interiores con extraños al menos un año más, y también al aire libre cuando hay multitudes”.

En oposición directa a estos expertos, el jueves pasado, los CDC alentaron a las personas vacunadas a dejar de usar mascarillas en interiores, valiéndose absurdamente del “sistema de honor” en condiciones en que millones de estadounidenses niegan que el virus existe. Numerosos comercios y grandes empresas —incluyendo Walmart, Costco, Publix, Trader Joe's y Starbucks— han abandonado inmediatamente sus requisitos de uso de mascarillas.

El domingo, el corresponsal médico jefe de la CNN, Sanjay Gupta, dijo que los CDC “cometió un error crítico aquí al sorprender básicamente a todo el mundo con un cambio muy significativo”. Gupta dijo en CNN que cuando habló con los principales funcionarios de los CDC a principios de la semana pasada, le habían dicho que el uso de mascarillas en interiores sería probablemente una de las últimas medidas de mitigación levantadas, porque “es muy eficaz y no es tan difícil de hacer en la mayoría de las situaciones; solo hay que ponerse una mascarilla”.

Aunque los CDC afirman que su decisión se basa en la “ciencia”, uno de los estudios que citan, realizado en Israel, reveló que el 14 por ciento de los individuos totalmente vacunados con la vacuna de Pfizer tuvieron infecciones asintomáticas. Siguiendo las nuevas directrices, millones de personas vacunadas podrían seguir propagando el COVID-19 sin saberlo.

El inesperado cambio en las directrices de los CDC fue impulsado por cálculos políticos e intereses de lucro. Esto lo demuestra el hecho de que se anunciara horas después de que la presidenta del sindicato American Federation of Teachers (AFT), Randi Weingarten, pronunciara un discurso en el que declaró: “No hay duda: Las escuelas deben estar abiertas. De forma presencial. Cinco días a la semana”.

Durante el último año, Weingarten, la AFT, así como el sindicato National Education Association (NEA) y sus filiales estatales y locales, han sido el eje de la campaña de reapertura de las escuelas. En febrero, Weingarten dijo al Times que pasa más de 15 horas cada día en el teléfono con la Casa Blanca, los CDC y los funcionarios sindicales locales, orquestando la reapertura de cada uno de los principales distritos escolares dirigidos por demócratas que habían permanecido cerrados bajo Trump.

Como miembro del Comité Nacional Demócrata (DNC), Weingarten es una agente política que personifica el carácter corporativista de todos los sindicatos, que en los últimos 40 años se han integrado con el Estado y sirven a los intereses de la clase capitalista. Weingarten tiene un salario base de unos 500.000 dólares, lo que la sitúa en el uno por ciento de los mayores ingresos de EE.UU.

La hostilidad de Weingarten y de los sindicatos hacia las bases docentes, permitiendo que se infecten en masa durante el último año, se ha extendido a las decenas de millones de niños que vuelven a las aulas inseguras. Los propios CDC han calculado que casi 26,7 millones de niños menores de 18 años se han infectado con el COVID-19. Un estudio reciente descubrió que aproximadamente entre el 10 por ciento y el 15 por ciento de todos los niños infectados desarrollan “COVID largo”, lo que significa que hasta 4 millones de niños pueden estar sufriendo ya complicaciones a largo plazo, en su mayoría tras contagiarse en las escuelas reabiertas.

La pandemia es una crisis médica y social mundial, en la que su evolución en cualquier país afecta a todos los demás. Las nuevas infecciones están ahora en su punto más alto a nivel mundial, alimentadas por variantes más infecciosas y letales que pueden volverse resistentes a las vacunas existentes. En Brasil, donde la variante P.1 ha diezmado el país y la región circundante, un estudio estima que más de 2.200 niños menores de cinco años han muerto a causa del COVID-19.

La reapertura prematura de todas las escuelas y lugares de trabajo no esenciales en estas condiciones, que solo puede conducir a una gran oleada de nuevas infecciones y muertes, es un crimen social monumental que debe evitarse. Hay que dar la alarma en todas las escuelas, lugares de trabajo y barrios, y hacer todo lo posible por educar científicamente a los trabajadores para contrarrestar la propaganda burguesa que satura todos los aspectos de la sociedad.

Hay una enorme oposición a la respuesta de la clase dominante a la pandemia y a la priorización de las ganancias sobre las vidas. Para llevar a cabo una lucha exitosa, la clase obrera debe unificarse a escala mundial mediante el desarrollo de la Alianza Obrera Internacional de Comités de Base, totalmente independiente de los sindicatos corporativistas y los partidos capitalistas. Por encima de todo, debe construirse una dirección socialista revolucionaria para armar a la clase obrera con una comprensión marxista de la sociedad y para guiar las luchas venideras hasta una conclusión exitosa.

(Publicado originalmente en inglés el 16 de mayo de 2021)

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