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Perspectiva

El abandono de las medidas de salud amenaza con un rebrote del COVID-19 en EE.UU.

El 13 de mayo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) retiraron sus directrices de uso de mascarillas, urgiendo a las personas vacunadas a dejar tanto de utilizar mascarillas como de practicar distanciamiento social en áreas congestionadas.

El World Socialist Web Site, en línea con las declaraciones de epidemiólogos líderes, advertimos que estas nuevas directrices harían que los negocios, estados y municipalidades levanten los requisitos de uso de mascarillas y distanciamiento social para personas vacunadas y no vacunadas.

Estas advertencias ya fueron confirmadas. Casi todas las importantes cadenas comerciales en EE.UU., incluidas Walmart, Trader Joe’s, Whole Foods y Walgreens, abandonaron los requisitos nacionales de uso de mascarillas pocos días después de la decisión de los CDC, sin mecanismos para verificar si aquellos que entran en dichas instalaciones están vacunados o no.

Miembros de la Guardia Nacional asisten con el procesamiento de muertes por COVID-19 y los colocan en un almacén

Los epidemiólogos y expertos de salud laboral han condenado la acción de los CDC. “¡Es un lío tan grande! Tantos de nosotros estamos enojados. ¡Es increíblemente frustrante!”, le dijo el Dr. Eric Feigl-Ding, miembro emérito de la Federación de Científicos Estadounidenses, al World Socialist Web Site la semana pasada. “Inevitablemente, ahora un estado tras otro y un negocio tras otro dirán que no necesitas utilizar mascarillas si estás vacunado”.

Desde el principio de la pandemia, los lugares de trabajo han sido focos fundamentales de contagio y de brotes más amplios. El levantamiento de todas las restricciones, en condiciones en que casi dos terceras partes de la población no está completamente vacunada, resultará en un aumento en casos y muertes.

Más de 500 personas siguen muriendo cada día de la enfermedad en Estados Unidos. Esto se traduce en un ritmo de 15.000 muertes por mes o 182.500 por año.

La prensa trata como algo irrelevante el hecho de que cientos de personas estén falleciendo todos los días de una enfermedad que puede ser detenida a través de medidas agresivas de salud pública. Cuando la cifra de muertes oficial en EE.UU. cruzó las 600.000, los medios de comunicación simplemente lo ignoraron, así como le restaron importancia al reporte de la semana pasada del Instituto de Métrica y Evaluación de Salud de que la cifra verdadera de muertes en el país es de cerca de un millón.

A nivel global, además, los casos nuevos siguen en niveles récord o cerca, y los epidemiólogos están advirtiendo del peligro que presentan las nuevas cepas del COVID-19 a medida que la pandemia avanza por todo el mundo.

Todos los días, 600.000 personas dan positivo a la enfermedad, una cifra que subestima por mucho su propagación real. Las muertes diarias superan las 12.000. En la India, el número total de muertos ha rebasado los 300.000. Si bien registra más de 4.000 muertes al día, dada la magnitud del subconteo, la cifra real podría ser de decenas de miles. En Brasil, la cifra oficial de muertos se aproxima al medio millón, y los 65.000 nuevos casos diarios están a punto de batir el récord de marzo.

El domingo, Alemania prohibió viajar desde el Reino Unido —ya que una nueva variante de COVID-19, denominada la variante B.1617.2 o “india”— se está extendiendo rápidamente por el país.

El Dr. Feigl-Ding advirtió de los importantes peligros que plantea la nueva variante de la enfermedad. “Presten atención a la crisis cada vez peor de la #B16172 en el Reino Unido: es crucial porque [la] variante india nos afecta a todos”, escribió Feigl-Ding en Twitter. “Ahora es el ~50% de todos los casos en Inglaterra, aumentando con rapidez, especialmente en los niños. Las salas del hospital #COVID19 en Bolton se está llenando”.

Señaló que la nueva variante “está creciendo a pasos agigantados, más rápido que cualquier otra variante. La anteriormente rápida #B117 está aumentando mucho más lentamente, cinco veces más lento que la B16172”. Y continuó: “Las reinfecciones con la #B16172 son también aproximadamente ~4 veces más con la B16172 frente a la #B117 si comparamos las tasas de reinfecciones/casos de la variante encontrados. 4 veces ... es mucho”.

El aumento de las variantes de COVID-19 que son cada vez más resistentes a las vacunas es motivo de máxima vigilancia. La política gubernamental, sin embargo, va exactamente en la dirección contraria.

La marcha atrás de los CDC en materia de mascarillas ha creado las condiciones para una decisión aún más peligrosa: el fin de los requisitos de mascarillas en las escuelas, poniendo en peligro la vida de los estudiantes no vacunados, así como la de los profesores.

El martes, el gobernador de Texas, Greg Abbott, prohibió las órdenes de uso de mascarillas en las escuelas públicas, declarando que “no se puede exigir a ningún estudiante, profesor, padre u otro miembro del personal o visitante que lleve la cara cubierta”. El jueves, la gobernadora de Iowa, Kim Reynolds, prohibió que las escuelas exijan el uso de mascarillas, y el gobernador de Carolina del Sur, Henry McMaster, hizo lo mismo.

Estas acciones se producen a pesar de las numerosas pruebas científicas que demuestran que el uso de mascarillas reduce significativamente la propagación del COVID-19 en las escuelas. La Dra. Leana Wen, excomisionada de salud de Baltimore, condenó estas medidas, señalando que “los niños no vacunados deben permanecer enmascarados cerca de otras personas no vacunadas, incluso en las escuelas. Casi 1 de cada 4 nuevas infecciones [por COVID-19] se producen en niños. Tenemos que ayudar a mantenerlos a salvo”.

La reducción de los casos de COVID-19 en Estados Unidos es el resultado de la vacunación masiva que se produjo como consecuencia de un esfuerzo sin precedentes por parte de científicos e instituciones académicas para crear toda una nueva clase de vacunas en un tiempo récord.

En una sociedad racional, la reducción de los casos de COVID-19 se utilizaría para reforzar las protecciones ante lo que los expertos en salud pública advierten que será un nuevo rebrote en el otoño. Pero el Gobierno de Biden está desaprovechando lo que los funcionarios de salud llaman una prórroga temporal para abandonar las medidas de control y contención de la enfermedad.

El 1 de mayo, los CDC pusieron fin a su seguimiento de las infecciones de COVID-19 en personas totalmente vacunadas, a menos que la enfermedad provoque la hospitalización o la muerte.

Al igual que la retirada de las recomendaciones de enmascaramiento, la medida ha provocado la condena de los epidemiólogos, que advirtieron que dejaría a los Estados Unidos ciegos ante el efecto de las nuevas variantes de COVID-19.

“Que los CDC no hagan este nivel de seguimiento me recuerda mucho a lo que sentí en la era Trump: 'Cada uno por su cuenta'“, dijo al Washington Post la doctora Kavita Patel, doctora de atención primaria y miembro no residente de la Brookings Institution.

El Post parafraseó a Eric Topol, profesor de medicina molecular en Scripps Research en San Diego, diciendo que “los CDC deberían monitorear a esas personas, junto con los casos hospitalizados y fatales, para determinar si las variantes del virus podrían evadir la protección de la vacuna y cómo lo hacen, para ayudar a descubrir nuevas variantes y rastrear el nivel de protección de ciertos grupos vulnerables, como los inmunocomprometidos por las vacunas”.

La Casa Blanca de Biden, al igual que bajo Trump antes, está tratando de convencer al público de que ignore la continuación de la pandemia, en muchos casos predicando con el ejemplo.

La actitud dentro de la Casa Blanca fue resumida por un reciente titular de NPR: “Como la Casa Blanca de Biden aprendió a dejar las mascarillas y a dejar de preocuparse”.

“En la Casa Blanca de Biden”, escribió NPR, “es como si fuera 2019 de nuevo, con eventos grandes y en gran parte libres de mascarillas en la Sala Este tanto el jueves como el viernes”. Cuando se le preguntó si la Casa Blanca estaba siquiera rastreando si los asistentes estaban vacunados o no, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo a NPR sin rodeos: “Ese no es el papel que vamos a desempeñar”.

Al igual que con otras muestras similares bajo el mandato de Trump, este desprecio insensible por la salud y la seguridad públicas tiene la intención directa de enviar un mensaje: la pandemia se acabó. Ya no puede haber ningún obstáculo —en aras de la preservación de la salud pública— para la acumulación de beneficios lucro privado.

La postura de la Administración de Biden refleja las demandas de las grandes corporaciones, que ven los esfuerzos por salvar vidas ante el COVID-19 como una interrupción inaceptable a la extracción de ganancias de la clase obrera.

Si la respuesta a la pandemia se deja en manos de la oligarquía financiera, la enfermedad que ya se cobró casi un millón de vidas en EE.UU., tomará incontables vidas más. Es urgente que los trabajadores tomen la lucha contra la pandemia en sus propias manos, a través tanto de la creación de comités de seguridad de base en todos los lugares de trabajo como de la lucha política contra el sistema capitalista que subordina las vidas humanas al lucro privado.

(Publicado originalmente en inglés el 23 de mayo de 2021)

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