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La muerte de una joven estudiante luego de horas en el piso de un hospital revela la crisis del COVID-19 en Argentina

La muerte de una joven estudiante hace dos semanas presenta un sistema de salud totalmente destrozado por la pandémica del coronavirus que en estos momentos azota ese país.

Lara Arreguiz, de veintidós años de edad, estudiante de veterinaria de la ciudad de Santa Fe en el noreste de Argentina, sobre el Río Paraná, falleció de COVID-19 el veintiuno de mayo. Su muerte fue el último eslabón en una cadena de acontecimientos de ocho días, que, el diecinueve de mayo, la dejó acostada en el piso de un hospital, esperando una cama.

Falleció dos días después, ahogada con sus pulmones llenos de líquido. Su madre, Claudia Sánchez, tomó una foto de Lara, tendida en el piso del hospital, esperando de ser admitida. Esa imagen rápidamente se hizo viral por todos los medios sociales.

Lara Arreguiz, de 22 años, tumbada en el suelo del hospital antes de su muerte por COVID (Crédito Claudia Sánchez, madre de Lara)

Con la muerte de Lara se alarga la lista de víctimas jóvenes de las variedades Manaos y Surafricana del virus COVID-19, más virulentas, más transmisibles, y más capaces de afectar gravemente a los pulmones.

Entre las más recientes jóvenes víctimas se encuentran muchos en buena salud y sin condiciones preexistentes [no como Lara, que sufría de diabetes]. El veintiséis de abril muere en La Plata Joel Rutigliano, jugador de rugby de treinta y cinco años de edad, luego de batallar la enfermedad durante diecinueve días. A principios de mayo mueren en Concordia, Entre Ríos, a orilla del Río Uruguay, dos hermanas Aldana y Marina Güida, de veintiuno y veintinueve años. Las dos estudiaban biología. Sol Casella, veintitrés, quien estudiaba periodismo en la Universidad de Lomas de Zamora, cerca de Buenos Aires, fallece el primero de mayo.

Los síntomas de Lara comienzan el trece de mayo. No se la diagnostica con COVID-19 hasta el diecisiete de mayo; le recetan antibióticos y se la envía a su casa. Los antibióticos no dan resultado. Dos días después sus padres la llevan al Hospital Iturraspe en Santa Fe.

En un intento de explicar esa serie de acontecimientos, Francisco Villano, jefe del hospital dijo que la foto sólo revela un aspecto de lo que ocurría. Villano insiste que Lara había estado bajo constante atención médica.

Exhaustos, los empleados de salud

Villano le dijo al Diario Uno, de Santa Fe, que Lara había entrado al hospital el lunes anterior: “fue admitida y luego de 30 minutos de haber llegado al hospital fue atendida por los médicos. Estuvo cerca de seis horas en una salita de aislamiento en la guardia con hidratación, donde se le hizo una tomografía hasta que vino la ambulancia y nos dieron cama en el viejo Iturraspe... En ese momento no teníamos una cama, tampoco había en sanatorios privados … No estoy diciendo que somos perfectos, pero también tengamos en cuenta que el tema de la saturación, la cantidad de trabajo y el agotamiento del personal son hechos importantes. Es a los que tenemos que cuidar y es lo más valioso”.

“Hace un año y medio que el personal de salud está trabajando a destajo, sin parar. La gente parece que no lo entiende. Es la imagen que uno no quisiera tener, como que la chica fue dejada o no atendida, no es la imagen del esfuerzo que está haciendo todo el personal de salud cada día”, destacó el director del nosocomio.

Indicó que los empleados del hospital han estado trabajando un año y medio sin suficiente descanso. Dijo: “Estamos viendo gente muy joven. Esta chica tenía una comorbilidad. Era diabética tipo 1 y eso también la pone en una situación de más riesgo. … Son pacientes jóvenes. De hecho, tenemos dos pacientes embarazadas una de 27 y otra de cerca de 30, las dos en terapia y con respirador”.

Este hospital sólo cuenta con 40 camas con respiradores que siempre está ocupadas. “La mayor parte de las camas que se liberan es por fallecimiento de los pacientes. Tenemos en esta ola actual, un 60% de mortalidad con respecto a la anterior que teníamos un 40%. Es mucho más agresiva. Hacen cuadro mucho más rápido. Los pacientes necesitan asistencia respiratoria mecánica a las 48 o 72 horas de iniciados los síntomas”.

El seis de mayo el BBC News-Mundo publicó declaraciones de la Organización Panamericana de Salud (OPS) que confirman lo que dice Villano sobre la edad. En Argentina, y en toda América Latina, “Adultos de todas las edades —incluidos los jóvenes— se están enfermando gravemente y muchos de ellos están muriendo", declara Carissa F. Etienne, directora de la OPS. Según esa organización, en Brasil las tasas de mortalidad cuadruplicaron para las personas de entre 40 y 50 años, y se triplicaron para aquellos de entre 50 y 60 años. En Chile, los índices de hospitalización de menores de 39 años aumentaron en más de 70% en los últimos meses. Lo mismo ocurre en Argentina, la edad media de los que son admitidos a cuidados intensivos ahora es de cincuenta y dos, comparado con promedios de setenta y setenta y cinco en 2020.

"Algunos tienen comorbilidades [como Lara Arreguiz], pero otros no. Permanecen en la UCI entre 15 y 20 días promedio, el 70% requiere conectarse a un respirador , y cuando llegan al hospital presentan un cuadro de ingreso muy grave", dice Rosa Reina, presidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI).

Argentina manejó su primera ola de la pandémica de COVID-19 con una cuarentena casi completa, de 234 días, pero la reapertura de la economía resultó en una segunda ola mas mortífera con un promedio diario de más de treinta mil nuevos casos, un promedio mucho más elevado que a principio de este año.

El Ministerio de Salud informa que para fines de mayo había 3,7 millones de infecciones y 77.108 muertes, totales que seguramente minimizan el verdadero impacto, según PAHO y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por el número de casos, Argentina es novena en mundo, detrás de países con mucha más población, como Italia y el Reino Unido. Su actual tasa de catorce días supera a los 49 por cien mil habitantes, por encima de casi todas las naciones de América del Sur, incluyendo a Brasil.

Un día antes que falleciera Lara Arreguiz, el gobierno del presidente argentino, Alberto Fernández, impuso una cuarentena parcial de nueve días a través de casi todo el país, respondiendo al aumento de casos de COVID-19, en anticipación de nuevas medidas para esta nación de cuarenta millones de habitantes.

La crisis de la salud en Argentina

Aún antes de esta pandemia, tres décadas de ataques habían socavado el sistema de salud de Argentina, desde las privatizaciones y medidas de austeridad impuestas por Wall Street y aprobadas por el Fondo Monetario Internacional en 1991. Sea por el número de vacunas —pruebas de tuberculosis, visitas al médico, cuidado de embarazo, etcétera— el sistema es ahora un esqueleto de lo que era. Cuando la sociedad argentina entra en una brutal crisis económica en el 2018, los hospitales comenzaron a encarar enfermedades asociadas con la pobreza y el hambre,

Cuando se inicia la pandemia, este quebrado sistema de salud carece de la capacidad de proveer cuidados necesarios.

En la zona metropolitana de Buenos Aires, entre el 95 y 100 por ciento de las camas en clínicas privadas están ocupadas, en los hospitales públicos sólo hay 91 camas disponibles, de 450 para pacientes en estado crítico.

La nueva ola de infecciones de COVID-19, en combinación con las nuevas formas del virus han aumentado ha triplicado la demanda de oxígeno en abril, causando una escasez que ya está causando más muertes. En muchas clínicas a las enfermeras se les ordena a racionar el oxígeno para sus pacientes.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 30 de mayo de 2021)

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