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Sindicatos buscan “desescalar” protestas en Colombia

El miércoles, se produjo otro “paro nacional” en Colombia, involucrando manifestaciones y cierres parciales de lugares de trabajo, pequeños negocios y transporte por todo el país. Fue el día número 35 de protestas y bloqueos continuos contra la desigualdad social y el mal manejo de la pandemia por parte del Gobierno de extrema derecha del presidente Iván Duque.

A pesar de la continua militancia de las protestas, que han visto la participación de millones, el llamado Comité Nacional de Paro que encabezan los principales sindicatos está buscando ponerles fin.

Oficiales en ropa de civil disparando a manifestantes en Cali (Twitter: Comisión de Justicia y Paz)

El martes, el Comité llamó a un “desescalamiento” de los bloqueos de calles, incluyendo el levantamiento de 40 “puntos de resistencia”. En una rueda de prensa, el titular de la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (FECODE), Nelson Alarcón, explicó que, con la desescalada, “el Gobierno nacional hoy no tiene ninguna disculpa de decir que no firma los preacuerdos”.

Las demandas del comité incluyen una reorganización de la policía, matrícula para los estudiantes universitarios más pobres y una renta básica durante la pandemia. Por sí solas, estas medidas no comenzarían a abordar la enorme crisis social y la ira hacia las fuerzas represivas que impulsan las protestas; sin embargo, tales “preacuerdos” han sido rotos por Duque después de cada ola de manifestaciones masivas desde 2018.

“La normalidad en Colombia aterroriza porque son personas aguantando hambre, miles de jóvenes desempleados”, Pipe, un activista que ha participado en los bloqueos en Cali, epicentro de las manifestaciones, explica a Efe. “Mientras en el día el señor presidente habla de diálogo en sus canales de preferencia, en la noche salen personas en carros lujosos a disparar a los muchachos”.

Mientras trabajan de la mano de los desacreditados sindicatos, cuyo “desescalamiento” solo sirve para aislar los bloqueos restantes y facilitar las masacres, la clase dominante colombiana y el imperialismo estadounidense están intensificando la represión.

En un breve informe, la ONG Comisión de Justicia y Paz relató que el martes, los manifestantes que se encontraban en los bloqueos fueron tiroteados por fuerzas paramilitares de civil a las 2 pm y luego por la policía en motocicletas a las 3 pm. A las 4:30 pm, hombres en vehículos no identificados les tomaron fotos, mientras los helicópteros militares continuaban intimidándolos por encima.

El informe de Efe señala que los manifestantes temen que el fin de las protestas dé paso a una ola de persecuciones y asesinatos.

En una desgarradora entrevista, una joven denunció que su hermano de 16 años, Daniel Esquivel Sánchez, fue capturado por la policía cuando volvía de trabajar en una obra y luego asesinado. “A él se lo llevaron en esa tanqueta y mi hermano apareció quemado. Casi no lo podemos ni reconocer. En este momento tiene las manos en remojo para que las huellas le llenen y nos lo puedan entregar: ¡un chico de 16 años!”.

Hasta el 31 de mayo, el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) documentó 71 asesinatos en el marco de la represión. Además, la Comisión de Justicia y Paz informó de testimonios de fosas comunes, “casas de pique” o desmembramiento y centros de tortura donde grupos paramilitares actuando con la policía se han llevado a los manifestantes de Cali, presumiblemente entre los “desaparecidos”.

La prensa burguesa ha tratado de justificar la represión alegando que, si no fuera por los bloqueos, la economía del país estaría recuperándose espectacularmente debido al aumento de los precios de los productos básicos. “Sin bloqueos, el café y el petróleo impulsarían ya la reactivación”, reza un titular de El Tiempo, propiedad de Luis Carlos Sarmiento, quien ya vio aumentar su patrimonio de 2.000 a 11.000 millones de dólares durante la pandemia.

Esto viene de una clase gobernante parásita cuyo gasto social es de solo el 2,4 por ciento de su PIB, comparado con el segundo más bajo de América Latina del 7,8 por ciento en Honduras.

Mientras tanto, el imperialismo estadounidense, principal patrocinador de Duque y del Estado colombiano, también ve las protestas como una amenaza para los intereses de los bancos y las empresas estadounidenses, y como una chispa potencial para levantamientos similares en todo el continente.

Washington ha respaldado descaradamente la brutal represión en Colombia. El viernes pasado, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, se reunió con la ministra de Asuntos Exteriores de Colombia, Marta Lucía Ramírez, y expresó la “preocupación y condolencias de la Administración de Biden por la pérdida de vidas durante las recientes protestas en Colombia y reiteró el incuestionable derecho de los ciudadanos a protestar pacíficamente”.

Ese mismo día, el Gobierno de Biden emitió una solicitud al Congreso de 453,8 millones de dólares en ayuda para Colombia en 2022, que incluye $41 millones más que la última solicitud de Trump y $140 millones para la policía colombiana.

Esto siguió a una llamada el 24 de mayo entre el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, y su homólogo colombiano, Diego Molano, durante la cual Austin “felicitó a Colombia por sus avances como Socio Global de la OTAN [el único en América Latina], y expresó su aprecio por las contribuciones de Colombia a la seguridad internacional y regional”.

Ese viernes, con el respaldo de la administración Biden, Duque anunció la triplicación de su despliegue militar en las calles hasta alcanzar los 7.000 efectivos en todo el país, principalmente en Cali. Esto fue acompañado de un toque de queda en el departamento del Valle del Cauca, donde se encuentra Cali, que comenzó a las 5 de la tarde del sábado.

El Ministerio de Minas dijo que los bloqueos han dejado pérdidas de $81,6 millones en las exportaciones de carbón, mientras que la producción de petróleo cayó a su nivel más bajo desde la crisis de 2009, con pérdidas estimadas en $41 millones, que se suman a los $92,6 millones en pérdidas de las gasolineras locales. La patronal estima pérdidas de $272 millones para toda la cadena de suministro automotor, que emplea directamente a unos 52.000 trabajadores. Sin embargo, además del comercio, el sector más afectado ha sido el de las exportaciones de café, con 700.000 toneladas paralizadas y pérdidas de unos $500 millonesa.

Estos productos representan alrededor del 70 por ciento de las exportaciones del país. Sumado a la caída del 21,4 por ciento de las exportaciones para el año 2020, los bloqueos han supuesto un golpe importante a las ganancias de la clase dirigente local, lo que explica la brutalidad que está empleando para despejarlos.

Sin embargo, salvo en el caso del café, las pérdidas no son más que una pequeña fracción de la producción total de Colombia, por no hablar de la capacidad de las grandes transnacionales para compensar el impacto a través de los mercados globales.

A medida que los casos y las muertes por COVID-19 siguen alcanzando nuevas alturas, la clase dominante ha dejado clara la intransigencia con la que utilizará la miseria social como ariete para obligar a los trabajadores a ir a lugares de trabajo inseguros y para ofrecer más recortes fiscales, mano de obra barata y otros incentivos al capital extranjero.

El levantamiento en Colombia desencadenado por estas políticas ha demostrado la incompatibilidad entre los intereses de la clase capitalista y los de los trabajadores en Colombia y a nivel internacional, que en última instancia controlan las palancas de la economía mundial. Esto plantea con urgencia la necesidad de construir una auténtica dirección revolucionaria bajo un programa socialista e internacionalista: una sección del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, que publica el World Socialist Web Site .

En esta coyuntura crítica, esta dirección debe luchar para que la juventud y los trabajadores que protestan envíen delegaciones a las principales fábricas, minas, almacenes y plantaciones y que movilicen a los trabajadores de estos sectores clave en torno a un pliego común de demandas, independientemente de los sindicatos y de todas las demás organizaciones y partidos procapitalistas y nacionalistas. Se debe trabajar simultáneamente para coordinar este movimiento con la lucha de clases en expansión a nivel internacional.

(Publicado originalmente en inglés el 3 de junio de 2021)

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