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Perspectiva

Biden aplaude fin del distanciamiento social, encubre intentona golpista de Trump en discurso del Día de la Independencia

El presidente Joe Biden se pronunció frente a una multitud sin mascarillas en el Césped del Sur de la Casa Blanca el domingo por la noche, con un discurso del Día de la Independencia en el que prometió seguir desmantelando las protecciones para detener la propagación del COVID-19 y encubrió el intento de golpe de Estado fascista del 6 de enero.

El presidente Joe Biden durante una celebración del Día de la Independencia en la Casa Blanca, 4 de julio de 2021, en Washington (AP Photo/Patrick Semansky)

El discurso de Biden coincidió con un aumento en los casos de COVID-19 en todo EE.UU. de 15 por ciento en una semana, en medio de un resurgimiento global de la pandemia alimentada por la propagación de la variante nueva y más mortal “Delta”. Desafiando a la Organización Mundial de la Salud y a todos los principales expertos, el Gobierno de Biden y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades han urgido a abandonar las órdenes de uso de mascarillas y han llamado a las personas que no se han vacunado a no practicar el distanciamiento social voluntario.

El tema central del discurso de Biden fue declarar la independencia de EE.UU. respecto a las medidas de distanciamiento social necesarias para detener la propagación del COVID-19. El logro del último año, dijo, fue reabrir los negocios y las escuelas, permitiéndole a la economía estadounidense tener una “estruendosa recuperación”.

“Hace 245 años, declaramos nuestra independencia de un rey distante”, dijo Biden. “Hoy estamos más cerca que nunca de declarar nuestra independencia de un mortal virus… Podemos vivir nuestras vidas, nuestros niños pueden volver a la escuela, nuestra economía se está recuperando estruendosamente”.

Biden aplaudió que EE.UU. ha hecho la transición “de las calles silenciosas a rutas multitudinarias de desfiles, colmadas de personas ondeando banderas estadounidenses. De estadios vacíos y arenas a fanáticos que han regresado a sus asientos, alentando todos juntos de nuevo”.

Continuó: “Los negocios están abriendo y contratando nuevamente. Estamos viendo niveles récord de creación de trabajos y crecimiento económico récord, el mejor en cuatro décadas, y podría añadir, el mejor del mundo. Hoy, en toda la nación, podemos decir con confianza, EE.UU. está volviendo en conjunto… Hoy, si bien el virus no ha sido derrotado, sabemos esto: ya no puede controlar nuestras vidas, ya no puede paralizar nuestra nación”.

La conclusión fue clara. Mientras que los casos y muertes pueden aumentar con la propagación de la variante Delta, el Gobierno de Biden insistirá con su programa de reaperturas de negocios y escuelas sin importar el costo.

La declaración de Biden de que la “economía está recuperándose estruendosamente” fue conscientemente tomada de su predecesor Donald Trump.

Precisamente hace un año, el 2 de julio de 2020, Trump declaró: “El anuncio de hoy demuestra que nuestra economía está recuperándose estruendosamente”, adicionando que “el 80 por ciento de los pequeños negocios han abierto”. Un año después, la declaración de Biden de la “independencia” respecto a la pandemia gira en torno a la reapertura total de la economía.

Biden reconoció brevemente el aumento de la cifra de muertos en EE.UU. a 603.018, según el recuento oficial, sin mencionar que más de 400.000 fallecieron desde que fue electo y 200.000 desde que asumió el cargo. No dijo nada del rápido incremento en las muertes internacionalmente.

Las declaraciones de Biden sobre el coronavirus fueron seguidas por el usual tributo en días festivos al ejército y a sus “sacrificios” en países de todo el mundo. No mencionó los países específicos destruidos por el imperialismo estadounidense en las últimas tres décadas ni las muertes mucho mayores que se esperan del impulso bélico de EE.UU. contra China y Rusia. Meramente dijo a los soldados que “Es el máximo honor servir como su comandante en jefe”.

El presidente luego abordó la crisis política estadounidense, declarando, “Cada día nos recuerda que no hay nada garantizado sobre nuestra democracia, nada garantizado sobre nuestro modo de vida. Tenemos que luchar por él, defenderlo, ganárnoslo”. Indirectamente se refirió a la campaña del Partido Republicano de restringir el derecho al voto, que recientemente fue respaldada por la Corte Suprema, afirmando la necesidad de defender “el derecho a votar y que cada voto cuente”.

Pero no dijo nada de la “gran mentira” que subyace a la campaña contra el sufragio, la afirmación de Trump y el grueso de la conducción republicana de que la elección del 2020 fue robada y que la derrota electoral de Trump, por la cantidad masiva de 7,5 millones de votos, fue el resultado de un fraude. Esta afirmación no solo ha estado detrás de los cambios a las leyes electorales, sino de un intento fallido de golpe de Estado el 6 de enero, cuando Trump movilizó a una turba de simpatizantes para que atacaran el Capitolio y frenaran la certificación de los votos electorales por parte del Congreso.

En esta cuestión, cabe contrastar las palabras de Biden el 4 de julio con un pasaje similar de su discurso inaugural el 20 de enero. Apenas habían pasado dos semanas desde el golpe del 6 de enero y Biden no podía evitar el tema. Dijo:

Hemos aprendido de nuevo que la democracia es preciosa. La democracia es frágil. Y en esta hora, amigos míos: ¡La democracia ha prevalecido! Así que ahora, en este terreno sagrado, donde hace solo unos días la violencia intentó sacudir los cimientos del Capitolio, nos reunimos como una nación, bajo Dios, indivisible, para llevar a cabo el traspaso pacífico del poder como hemos hecho durante más de dos siglos”.

En ese momento, el WSWS citó este pasaje en su perspectiva. Escribimos:

Aquí, Biden reconoció, de la manera más evasiva posible, que todo el sistema político de Estados Unidos estuvo a punto de ser derrocado hace dos semanas. Trump, a quien Biden no nombró ni una sola vez en todo el discurso, había emprendido una campaña sistemática para repudiar los resultados de las elecciones y derrocar la Constitución. Esto culminó con el asalto al edificio del Capitolio de Estados Unidos por parte de una turba de fascistas, incitada por el presidente, con el objetivo de bloquear la certificación de la victoria de Biden en el Colegio Electoral.

Parece que los últimos seis meses no han transcurrido en vano para el Gobierno de Biden. El presidente encontró una forma aún más evasiva para referirse a los eventos del 6 de enero. O, más bien, evitó referirse a ellos del todo ni mencionar el peligro de la violencia de la derecha fascista.

La prensa alineada con el Partido Demócrata restó importancia a las declaraciones del Día de la Independencia de Biden. Ambos, el New York Times y el Washington Post enterraron sus reportes en la página 8. El Post señaló que Biden se pronunció “sin mencionar la campaña presidencial divisiva del 2020 que resultó en afirmaciones falsas sobre los resultados electorales, ni la insurrección del 6 de enero en el Capitolio”. El Times ni siquiera admitió la omisión.

Esto es consistente con la postura política del Partido Demócrata y el Gobierno de Biden, que han buscado ignorar la importancia del golpe de Estado del 6 de enero y la aparición de una amenaza abiertamente fascista para la democracia estadounidense, al tiempo en que suplican por una cooperación bipartidista al Partido Republicano, la incubadora política de estas tendencias fascistizantes.

Mientras que Biden celebra “los resultados de unidad y propósito” en EE.UU., el Partido Republicano, que controla la mitad del Senado y casi la mitad de la Cámara de Representantes, niega la legitimidad de su Gobierno. Si líder indiscutible, el expresidente Trump, está realizando eventos de campaña basados en denunciar las elecciones de 2020 como ilegítimas, una posición compartida por la mayoría de los republicanos en la Cámara de Representantes y muchos de sus senadores, quienes votaron en contra de la certificación de los electores para Biden incluso después de que la turba del 6 de enero estuviera cerca de asesinarlos.

En un pasaje cuidadosamente compuesto, con un significado triple, Biden declaró: “Hoy, en toda la nación, podríamos decir con confianza, EE.UU. está volviendo unido”. En el sentido más inmediato, Biden se refería al abandono de las medidas de distanciamiento social.

Pero, lo que es aún más importante, su declaración de que “EE.UU. está volviendo unido” significa la unidad bipartidista. “Estamos juntos cuando nos unimos en una causa común, cuando no nos vemos como republicanos o demócratas, sino como estadounidenses, simplemente no existe ningún límite a lo que podemos lograr”, afirmó Biden.

Pero esta unidad bipartidista se basa completamente en el programa de la clase gobernante de subordinar la vida humana a las ganancias privadas: un objetivo central de la turba fascistizante que invadió el Capitolio el 6 de enero.

Como escribimos en la perspectiva del 21 de enero que ya citamos:

El llamado de Biden a la “unidad” es, en última instancia, un esfuerzo desesperado para encubrir una brecha social masiva. Esta brecha no separa a los demócratas de los republicanos, ambos de los cuales representan la misma oligarquía, más allá de sus diferencias. Es una división infranqueable entre la élite gobernante capitalista, por un lado, y la clase obrera, por el otro. Es el temor de un estallido abierto de este conflicto lo que impulsa las abstracciones de Biden.

Desde la inauguración de Biden, la lucha de clases ha llegado a dominar cada vez más el panorama político en EE.UU., incluyendo enconadas huelgas de los trabajadores de Volvo en Virginia, los mineros del carbón en Alabama, trabajadores siderúrgicos, de la salud, la educación y muchos otros. Este movimiento necesita encontrar una salida política, fuera e independientemente del Partido Demócrata. Esto requiere la construcción del partido revolucionario de la clase obrera comprometido con la lucha por una sociedad socialista: el Partido Socialista por la Igualdad.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de julio de 2021)

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