Español

Las manifestaciones masivas contra Bolsonaro y la lucha por el socialismo en Brasil

Manifestantes marchan en la avenida Paulista para exigir la renuncia del presidente brasileño Jair Bolsonaro, Sao Paulo, Brasil, 3 de julio de 2021 (AP Photo/Nelson Antoine)

Durante el último mes, Brasil ha sido testigo de tres jornadas de manifestaciones a nivel nacional que han llevado a cientos de miles de personas a las calles contra la Administración del presidente Jair Bolsonaro y su respuesta criminal a la pandemia de COVID-19.

La escala de las manifestaciones y la persistencia de los manifestantes reflejan el descontento cada vez mayor entre amplias capas de la población brasileña con el orden social existente y apuntan a la urgencia de la lucha por una auténtica política socialista en Brasil.

Junto a las manifestaciones similares en Paraguay y Colombia en los últimos meses, las protestas en Brasil representan el desarrollo inicial de una oposición masiva en las calles contra las políticas homicidas adoptadas por las clases dominantes en todo el mundo en respuesta a la pandemia de COVID-19.

Son parte de una ola global de radicalización de la clase trabajadora, que ha emprendido huelgas en Europa y América del Norte contra condiciones de explotación previamente aceptadas y ha desafiado la dominación de los sindicatos corporativistas.

Estos hechos confirman el pronóstico marxista del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), que ha analizado el estallido de la pandemia de COVID-19 como un evento detonante que está provocando una respuesta revolucionaria de la clase trabajadora a nivel internacional.

Los crímenes de Bolsonaro y sus cómplices

En Brasil, además de la pérdida innecesaria de más de medio millón de vidas por el coronavirus, la respuesta capitalista a la pandemia ha agravado las deplorables condiciones de vida de las masas trabajadoras, los ya grotescos niveles de desigualdad social y la brutalidad del dominio burgués en el país.

La política homicida de la burguesía brasileña que encuentra en la figura del presidente fascistizante Bolsonaro su expresión más radical y virulenta. Bolsonaro insistió en que la clase dominante debe enfrentar la pandemia como una guerra, exigiendo la suspensión de los derechos sociales y democráticos de la clase trabajadora.

Siguiendo constantemente el principio de que ningún esfuerzo por salvar vidas debe entrar en conflicto con los intereses de lucro, Bolsonaro atacó repetidamente las políticas promovidas por los científicos y expertos en salud pública. Ha desalentado el uso de mascarillas y el distanciamiento social, promovido ciertos medicamentos —sin base científica— como curas milagrosas de la enfermedad, alentado a desobedecer los decretos de “confinamiento” y saboteando la campaña de vacunación en el país.

Durante la pandemia, Bolsonaro ha profundizado sus esfuerzos sistemáticos para instalar una dictadura militar en Brasil. Colocó a oficiales militares en todos los departamentos de su Gobierno, confió a un general en servicio activo la coordinación de su respuesta criminal al coronavirus y luchó para movilizar a las Fuerzas Armadas detrás de la política de su Gobierno de una “guerra contra los cierres”.

Si bien Bolsonaro ha sido el protagonista más visible de los ataques contra la población brasileña durante el último año, toda la clase dominante y su superestructura política están implicadas en estos bárbaros crímenes.

Los representantes de las diferentes asociaciones industriales y comerciales de la burguesía brasileña incluso marcharon junto al presidente fascistizante a la Corte Suprema de Brasil para proclamar “¡Basta!” y exigir el levantamiento de las escasas medidas para promover el distanciamiento social que se implementaron cuando Brasil aun no alcanzaba las 10.000 muertes por COVID-19.

Esta orden despiadada fue acatada servilmente (sin necesidad de orden judicial) por todos los partidos de la élite política burguesa, desde los gobernadores del Partido de los Trabajadores (PT) hasta los del derechista Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB). Todos promovieron la reapertura general de la economía y las escuelas, indiferentes a las devastadoras consecuencias.

Los canales del Estado burgués para la oposición social

Temiendo que el crecimiento de la oposición social se convierta en una lucha abierta de la clase trabajadora contra el sistema capitalista, los rivales de Bolsonaro dentro de la clase dominante están tratando de disipar la ira popular canalizándola detrás del Estado burgués.

Las fuerzas políticas que convocaron las recientes manifestaciones —el PT, sus satélites políticos y los sindicatos y movimientos sociales que controlan— están trabajando activamente para reprimir cualquier contenido de clase en la oposición política al Gobierno de Bolsonaro.

Buscan crear estrechos límites políticos para las protestas, enmarcándolas como una forma de presión sobre la burguesía y su Estado. Según esta perspectiva política, la acción de las masas debería servir para legitimar y dar un barniz democrático o incluso “progresista” a las maniobras y acuerdos políticos reaccionarios entre los intereses capitalistas a espaldas del pueblo.

Las manifestaciones fueron políticamente subordinadas a una alianza reaccionaria entre el PT y sus aliados y las fuerzas más derechistas de la élite política brasileña. Y su agenda estaba ligada al trabajo de la Comisión Parlamentaria Investigativa (CPI) de COVID y la agenda de votaciones del Congreso sobre los llamados a someter a Bolsonaro a un juicio político.

El enojo genuino de quienes se sumaron a las protestas por el brutal sacrificio de vidas por el coronavirus, los ataques contra la democracia y el empobrecimiento masivo de la población brasileña bajo el Gobierno de Bolsonaro está siendo conducido hacia un pantano político.

La CPI, a la que están subordinando las manifestaciones, se está convirtiendo en un encubrimiento de los crímenes cometidos por el Estado brasileño al avanzar la política capitalista de inmunidad colectiva. La investigación gira en torno a la “corrupción” del Gobierno en la compra de vacunas, presentando el “negacionismo” de Bolsonaro con respecto a la pandemia (es decir, su negativa a tomar cualquier acción que interfiera con la economía capitalista) como una mera fachada para avanzar sus propios intereses financieros privados.

Los llamados al juicio político por parte de la “oposición” de Bolsonaro dentro del Estado se basan en una defensa reaccionaria de la estabilidad del gobierno burgués en Brasil contra las amenazas planteadas por las provocaciones de Bolsonaro.

El derrocamiento de Bolsonaro basado en esta perspectiva política y métodos burgueses no tiene ningún contenido progresista. Ninguno de los problemas fundamentales que enfrenta la clase trabajadora bajo el Gobierno actual se resolvería.

Tal resultado, por el contrario, allanaría el camino para la continuación de la política de negligencia criminal ante la pandemia COVID-19, la profundización de la desigualdad social bajo el capitalismo y el giro de la clase dominante hacia formas autoritarias de gobierno.

Los apologistas pseudoizquierdistas de la política burguesa

El intento de legitimar un resultado político tan reaccionario requiere una división del trabajo entre las fuerzas políticas comprometidas con la defensa del capitalismo, en la que las organizaciones pseudoizquierdistas, que reflejan los intereses de capas privilegiadas de la clase media, desempeñan un papel central.

Los partidos y grupos políticos que se originan en el estalinismo, el pablismo y su variante morenista latinoamericana, así como en la política de identidades de la academia, se están dedicando a proporcionar una tapadera de izquierda a la oposición burguesa desmoralizada a Bolsonaro.

El PSOL, que se fundó como una supuesta alternativa de izquierda a los sucios acuerdos burgueses detrás de los Gobiernos del PT, se ha convertido en el principal apologista de una alianza abierta con la derecha y la extrema derecha, pintando estas fuerzas como sectores progresistas de la burguesía nacional.

Esta grotesca alianza política tomó forma en la presentación conjunta del PSOL de una petición de juicio político “super” contra Bolsonaro junto con figuras de extrema derecha que protagonizaron la campaña para elegir al presidente fascistizante en primer lugar, y luego rompieron con su Administración por razones oportunistas.

A raíz de la firma de este documento, los líderes del PSOL promovieron con entusiasmo la participación de los partidos de derecha en las manifestaciones contra Bolsonaro. El presidente del PSOL, Juliano Medeiros, atacó cualquier “voz sectaria” que “dirá que es absurdo estar en la misma plataforma que los Tucanos [apodo del PSDB de derecha]”, insistiendo en que “cualquier partido que quiera el juicio político es bienvenido”.

La facción morenista del PSOL, Resistência, declaró que era necesario “invitar a todos los sectores que dicen estar en oposición al Gobierno, incluso a sectores de la derecha, a sumarse a las manifestaciones por el derrocamiento de Bolsonaro”. Buscando justificar esta política inmunda con una fraseología pseudoradical, el líder de la Resistência, Valerio Arcary, se opuso a la “táctica del lento desgaste [de Bolsonaro]” con la afirmación de que “la unidad en la acción con ... la burguesía es esencial” y “progresista”.

Pocos sectores de la pseudoizquierda presentan su oportunismo tan abiertamente como Transição Socialista. El grupo ha afirmado (con razón) haber sido pionero en la política de acción conjunta con la extrema derecha y la burguesía, ahora defendida por toda la pseudoizquierda brasileña. Promovió las protestas reaccionarias de la clase media que sirvió de tapadera “popular” para el juicio político a la presidenta del PT, Dilma Rousseff.

El TS una vez más argumenta a favor de la “unidad con todos los sectores ... incluso los liberales”, basándose en la desmoralizada afirmación de que “hay que ser realista” y aceptar que “lo que se plantea como una posibilidad en el horizonte no es un 'huelga general'”. Es decir, afirman descaradamente que no se debe tomar a la clase obrera como sujeto de transformación histórica y, en cambio, hay que adaptarse a lo que existe, es decir, al capitalismo.

La respuesta reaccionaria de estos grupos pseudoizquierdistas a la profunda crisis política que se apodera de la clase dominante brasileña los está desenmascarando como los enemigos acérrimos de la clase trabajadora.

¡Por un movimiento político independiente de la clase obrera!

El Grupo Socialista pela Igualdade de Brasil, en solidaridad con el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), se opone irreconciliablemente a las maniobras de la burguesía y sus agentes pseudoizquierdistas que buscan descarrilar la creciente oposición social a Bolsonaro y a todo el sistema capitalista.

Hacemos un llamado a los cientos de miles de jóvenes y trabajadores que se sumaron a las recientes protestas con el genuino deseo de derrocar al Gobierno fascistizante de Bolsonaro y luchar por los derechos sociales y democráticos de la población brasileña para que giren hacia la única fuerza social capaz de hacer realidad estas demandas: la clase trabajadora movilizada de forma independiente sobre la base de sus propios métodos de lucha y programa político.

Durante el último año, la clase trabajadora ha demostrado su carácter social objetivamente revolucionario al responder con una ola de huelgas y oposición militante a los ataques capitalistas llevados a cabo en el contexto de la pandemia del COVID-19.

La propagación del coronavirus por Europa y América del Norte provocó una ola de huelgas industriales salvajes que obligaron a la clase dominante a adoptar políticas de confinamiento. En Brasil, una ola similar de huelgas salvajes estalló en marzo de 2020 entre los trabajadores de los centros de llamadas de todo el país que se oponían a los riesgos mortales que enfrentaban en sus lugares de trabajo.

La respuesta militante de los trabajadores brasileños continuó en una serie de huelgas contra las condiciones inseguras en los lugares de trabajo y el asalto al nivel de vida por parte de los trabajadores de la salud, los conductores de autobuses y otros trabajadores del transporte, los trabajadores de la entrega de aplicaciones, los trabajadores petroleros de Petrobras, los trabajadores del automóvil, los trabajadores en plantas procesadoras de carne y en otros sectores industriales. Se han convocado y se siguen convocando decenas de huelgas de maestros contra la reapertura criminal de escuelas en todo Brasil.

Todos estos movimientos han enfrentado la oposición activa de las centrales sindicales y los sindicatos locales, que actuaron conscientemente para aislar y romper las huelgas, garantizando el funcionamiento de las corporaciones y escuelas a costa de la muerte masiva de los trabajadores.

La lucha de la clase obrera brasileña solo puede avanzar a través de una ruptura política definitiva con el PT, sus satélites pseudoizquierdistas y los sindicatos corporativistas controlados por ellos, que representan las fuerzas policiales del capitalismo.

Los trabajadores y jóvenes brasileños no deben apelar a los sectores supuestamente “progresistas” de la burguesía, sino a sus compañeros trabajadores en todo el mundo, que enfrentan los mismos peligros de la propagación descontrolada de la pandemia de COVID-19, el avance masivo de la desigualdad social y la destrucción de las formas democráticas de gobierno.

Bajo la perspectiva de unificar las poderosas luchas emergentes de la clase trabajadora global y dirigirlas contra el capitalismo, el pasado Día Internacional de los Trabajadores, el CICI lanzó un llamado a formar la Alianza Obrera Internacional de Comités de Base (AOI-CB).

Los trabajadores brasileños deben unirse a esta iniciativa, formando comités de base en cada lugar de trabajo y coordinando sus luchas con sus colegas en diferentes industrias y más allá de las fronteras nacionales.

Como dejó en claro el comunicado del CICI, la AOI-CB debería enarbolar la bandera del socialismo, orientando a la clase trabajadora hacia la toma del poder político, la expropiación de los bancos y corporaciones capitalistas y la reorientación de las vastas fortunas acumuladas por el sector financiero y oligarquía corporativa para satisfacer las necesidades sociales de las masas del mundo.

El destino de esta lucha depende de la construcción de un partido revolucionario en la clase obrera brasileña, una sección del CICI. Durante décadas, solo el CICI ha defendido los principios socialistas e internacionalistas del marxismo traicionados por la socialdemocracia, el estalinismo y el revisionismo pablista.

Hoy, los logros de esta lucha histórica se fusionan con el movimiento objetivo de la clase trabajadora, abriendo el camino a la construcción de los Partidos Socialistas por la Igualdad como la dirección de la clase trabajadora en lucha por la revolución socialista internacional.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de julio de 2021)

Loading