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El promedio de hospitalizaciones diarias por COVID-19 supera las 100.000 en EE.UU.

El promedio de las hospitalizaciones diarias en los Estados Unidos debido a COVID-19 han superado la marca de las 100.000 por primera vez desde el invierno pasado, informó el Departamento de Salud y Servicios Humanos del Gobierno federal. Las hospitalizaciones aumentaron un 500 por ciento en los últimos dos meses.

El personal médico atiende a un paciente con coronavirus en una sala de COVID-19 dentro del centro médico Willis-Knighton en Shreveport, Luisiana, el miércoles 18 de agosto de 2021 (AP Photo/Gerald Herbert)

La estadística es un hito siniestro que pregona un aumento inminente de muertes, que ya superaron la marca de 1.000 por día por primera vez desde marzo. En partes de Florida y Oregón, así como en otros estados, se ordenaron morgues portátiles para manejar la demanda actual o anticipada.

El aumento de las hospitalizaciones se concentra en los estados del sur del país. Florida lidera en esta triste categoría, con un promedio de 16.467 casos de COVID-19 tan graves que requieren hospitalización. Le sigue Texas con 14.352. Los 11 estados del sur, desde Oklahoma hasta Carolina del Norte y desde el sur hasta la costa del golfo de México, representan 57.311 hospitalizaciones, más de la mitad del total de Estados Unidos.

Pero ninguna región se salva. California ocupa el tercer lugar con un promedio diario de 8.700 hospitalizaciones, y Nueva York, Ohio e Illinois se encuentran entre los 15 estados al tope de la lista. Las infecciones han aumentado considerablemente en todo el país, aunque las áreas más vacunadas han experimentado un aumento algo menor en el número de hospitalizaciones.

Contrariamente a las afirmaciones oficiales, de Biden hacia abajo, de que los niños rara vez se enferman gravemente por el COVID-19, el número total de niños actualmente hospitalizados por coronavirus alcanzó los 1.500 el viernes, según cifras federales, con el mayor número en Texas, de 317, seguido por Florida con 215. Han muerto decenas de niños.

Según las cifras publicadas el lunes por el New York Times, una de cada cinco unidades de cuidados intensivos en Estados Unidos tiene al menos el 95 por ciento de las camas ocupadas. Lo estados como Alabama y Mississippi, con infraestructuras sanitarias decrépitas en el mejor de los casos, prácticamente no tienen camas disponibles. Partes de Texas y Florida se están acercando a esas condiciones.

El Departamento de Salud y Servicios Humanos emitió una declaración de desastre para Luisiana y Misisipi debido al impacto combinado de la pandemia y el huracán Ida.

El Centro Médico de la Universidad de Tennessee en Knoxville solicitó la semana pasada la ayuda de la Guardia Nacional para manejar la aglomeración de pacientes con COVID-19. Los hospitales de muchos estados del sur se están quedando sin oxígeno, que es indispensable para tratar el coronavirus. La interrupción del suministro de oxígeno sería una sentencia de muerte inmediata para los pacientes con COVID-19 conectados a ventiladores.

En términos más generales, en algún momento de esta semana, Estados Unidos se convertirá en el primer país del mundo en haber tenido 40 millones de casos de coronavirus. La tasa de contagios de EE.UU., casi una de cada ocho personas, es la más alta de cualquier país avanzado. Esto ocurre a pesar de que Estados Unidos ha administrado 370 millones dosis de vacunas y ha vacunado completamente a 174 millones de personas, el 52 por ciento de la población.

La creciente tasa de infecciones y hospitalizaciones, junto con las muertes, significa que agosto de 2021 fue peor en cuanto a la pandemia en Estados Unidos que agosto de 2020. Este es un hecho notable dado que hace un año aún no se habían distribuido las vacunas.

La aparición de la variante delta del coronavirus, que es mucho más contagiosa, es una de las causas principales del aumento actual de la pandemia. Esta variante, que surgió por primera vez en India, es un subproducto del fracaso de los Gobiernos capitalistas de todo el mundo en implementar los confinamientos y cierres necesarios para salvar vidas, detener la propagación del virus en sus primeras etapas y, por lo tanto, negarle el tiempo y el número de huéspedes humanos necesarios para que se desarrollen mutaciones peligrosas.

Otra gran diferencia entre 2020 y 2021 es la reapertura de la mayoría de las escuelas para clases presenciales y, en muchos estados, el abandono del uso de mascarillas en las escuelas o en cualquier otro entorno interior. Asimismo, se ha abandonado el distanciamiento social, en entornos al aire libre en todas partes y en entornos interiores en la mayoría de las áreas.

Ambos factores, la aparición de delta y la relajación de las medidas de salud pública son el resultado de la negativa deliberada de las élites gobernantes capitalistas de todo el mundo a salvar vidas y detener la pandemia como prioridad número uno. En cambio, han subordinado la salud pública y la vida humana a la preservación de “la economía”, con lo que se refieren a la preservación del lucro capitalista y al mayor enriquecimiento de la aristocracia financiera.

La élite gobernante estadounidense está llevando a cabo una política cada vez más deliberada de hacer uso de la pandemia como un instrumento de política social, para eliminar a sectores de la población que ya no contribuyen a las ganancias corporativas, porque están jubilados, enfermos o discapacitados. Poner fin a la pandemia solo es posible a través de mayores luchas de la clase obrera, a nivel internacional, contra el sistema de lucro y sobre la base de un programa socialista.

(Publicado originalmente en inglés el 31 de agosto de 2021)