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El PT y el PSOL de Brasil se alían con la derecha ante las amenazas golpistas de Bolsonaro

La amenaza de un golpe fascista en Brasil se planteó con una claridad cegadora el 7 de septiembre mientras manifestaciones organizadas por el presidente Jair Bolsonaro y sus simpatizantes ultraderechistas abiertamente defendían el establecimiento de un régimen dictatorial.

Manifestación contra Bolsonaro el 12 de septiembre convocada por grupos derechistas en San Pablo, Brasil. (Foto AP/Marcelo Chello)

Solo dos días después de las manifestaciones, Bolsonaro publicó una 'Carta a la nación' en la que declaró su lealtad a la democracia y dijo, 'Nunca tuve la menor intención de atacar los poderes [de la república]'. No puede existir declaración más cínica.

Bolsonaro pasó semanas preparando sistemáticamente las manifestaciones fascistas con sus amenazas virulentas de causar una 'ruptura institucional'. En los discursos que pronunció el 7 de septiembre ante multitudes que levantaban pancartas que pedían una 'intervención militar', amenazó abiertamente con cerrar el sistema judicial y declaró que solo Dios lo apartaría del cargo. El presidente de tipo fascista declaró en su 'Carta' que 'mis palabras, a veces vigorosas, resultaron del calor del momento y de las disputas que siempre tenían por meta el bien común'.

El documento fue escrito con la asistencia abierta del expresidente brasileño Michel Temer del Movimiento Democrático Brasileño (MDB). Como vicepresidente derechista de Dilma Rousseff, asumió la presidencia en 2016 después de que la presidenta del Partido de los Trabajadores (PT) fuera impugnada tras acusaciones inventadas.

La 'Carta a la nación' fue aclamada dentro de las altas esferas del Estado brasileño como señal de reconciliación de Bolsonaro, ¡y los estragos que ha estado promocionando sistemáticamente fueron inmediatamente perdonados como un simple malentendido!

El presidente del Congreso, Arthur Lira, del Partido Progresista (PP), declaró, 'Todo lo que pasó y que estaba 'fuera del guion', lo podemos enmarcar como el fervor de la política, la emoción del momento ... el presidente de la república correctamente calma los ánimos'. Por su parte, el presidente del Senado, Rodrigo Pacheco de los Demócratas (DEM), dijo que la carta era 'una señal positiva de Bolsonaro' y 'satisface las expectativas de la mayoría de los brasileños'.

La retirada táctica señalada por la 'Carta' de Bolsonaro, sin embargo, solo puede entenderse como parte integral de su impulso dictatorial. Respondiendo a un sector desilusionado de sus simpatizantes de tipo fascista, que esperaban un golpe inmediato tras las manifestaciones, Bolsonaro declaró, 'Algunos quieren que yo vaya ahí y los degüelle a todos. [Pero] hoy no existe ningún país aislado, todas las personas están integradas en el mundo'.

Dicho de otra manera, la consumación de un golpe militar en el país más grande de América Latina requiere la alineación de factores tanto internos como externos, entre los cuales el apoyo del imperialismo estadounidense es fundamental. Aunque los medios burgueses y la pseudoizquierda pequeñoburguesa han interpretado la elección del presidente Joe Biden en los EEUU como un bastión de la democracia brasileña, la actitud de la administración del Partido Demócrata —el mismo partido que respaldó el golpe militar en Brasil en 1964— no está de ninguna manera definida.

Desde la perspectiva interna, la misma respuesta de las direcciones parlamentarias a la carta cínica del presidente revela un evidente grado de complicidad con los pasos que da Bolsonaro. Esta actitud impregna tanto a los partidos políticos burgueses tradicionales como al ejército. Aunque algunos de los generales incluidos en el gobierno por Bolsonaro se han subido al estrado en sus actos fascistas, otros han hecho amenazas sin precedentes al régimen civil, tal como la declaración conjunta por parte del mando militar advirtiendo de que no aceptaría 'ataques frívolos' por parte del poder legislativo a las Fuerzas Armadas.

Tales desarrollos tiran abajo las afirmaciones de que el régimen brasileño está supuestamente protegido contra amenazas golpistas por mecanismos autoregulados de las instituciones del Estado, especialmente por el compromiso 'constitucionalista' de las Fuerzas Armadas. Más profundamente, exponen la putrefacción del estado del país a solo 35 años del establecimiento de un régimen civil tras más de dos décadas de dictadura militar brutal.

La oposición ostensible a Bolsonaro, encabezada por el PT y sus satélites pseudoizquierdistas, ha respondido a esta profunda crisis política de la manera más políticamente criminal. Están luchando por neutralizar cualquier movimiento político independiente de la clase trabajadora, al tiempo que intentan convencer a la población de que la única manera posible de resistir a las amenazas golpistas es llegando a un acuerdo dentro del Estado burgués.

El 12 de septiembre, varios partidos políticos y movimientos derechistas promocionaron una manifestación contra Bolsonaro, que buscaba capitalizar el odio popular creciente al gobierno de tipo fascista y presentarse a sí mismos como alternativa. La manifestación fue encabezada por el Movimiento Brasil Libre (MBL) y Vem Pra Rua (Sal a la calle), que originalmente surgieron como organizadores de las manifestaciones ultraderechistas para la impugnación de Dilma roussef y apoyó la elección de Bolsonaro. También contó con la participación del gobernador de San Pablo, João Doria, del Partido Socialdemócrata Brasileño (PDSL) —elegido como simpatizante de Bolsonaro, Ciro Gomes del Partido Democrático del Trabajo (PDT), simpatizantes del maoísta Partido Comunista de Brasil (PCdoB), y las principales federaciones sindicales brasileñas, con la excepción de la CUT, sobre la cual preside el PT.

Esta marcha política reaccionaria no incluyó la participación del PT y su aliado pseudoizquierdista, el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), solo porque, según los presidentes de ambos partidos, no fueron 'invitados' a 'construir' la manifestación junto a los derechistas. Hablando a Carta Capital, la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, añadió que 'tenemos que reunir al campo democrático y construir juntos. Esto es lo principal. No es adhesión, sino camino común'.

Esta orientación política, sin embargo, fue rechazada por elementos dentro de los dos partidos. Esto fue revelado por la acción de la diputada del Estado de San Pablo, Isa Penna, una de las principales figuras parlamentarias del PSOL, que desobedeció la decisión de su partido y exigió abiertamente la participación en las manifestaciones derechistas contra Bolsonaro.

Penna viene de la facción Insurgencia del PSOL, que está afiliada al Secretariado Unificado pablista. Es una defensora monotemática de la política identitaria de la clase media alta. Sus acciones expresan la desesperación de sectores de la pequeña burguesía ante la desintegración del régimen burgués brasileño y su desplazamiento a la derecha como respuesta. Su discurso durante la manifestación dejó claro su intento políticamente criminal de dar una tapadera democrática a los objetivos espurios de las fuerzas ultraderechistas. 'Hoy considero que ellos [los del MBL] están en el campo democrático. ... Sé que ya no son ese grupo que coquetea con el fascismo', declaró.

La política reaccionaria promocionada por Penna, sin embargo, no es esencialmente diferente de la orientación defendida por su partido. Tras las justificaciones organizativas para no unirse a las manifestaciones derechistas, el PSOL y el PT están basando sus acciones en cálculos puramente electoralistas.

El PT y el PSOL pretenden lanzar al expresidente Lula da Silva como su candidato presidencial en las elecciones de 2022, para que compita contra Bolsonaro. Los que convocaron las manifestaciones del 12 de septiembre están esperando proponer una 'tercera vía' y haber levantado la bandera del 'Ni Lula, ni Bolsonaro', con la que ni el PT ni el PSOL pueden estar de acuerdo.

Los esfuerzos del PT de gobernar una vez más en Brasil en nombre de su burguesía nacional tienen un carácter puramente reaccionario.

La víspera del 7 de septiembre, Lula hizo una declaración pública como respuesta a los planes golpistas de Bolsonaro para ese día, que para entonces habían sido expuestos. Hablándole directamente a la clase gobernante, a la que le ofrece sus servicios, Lula atacó a Bolsonaro porque sus acciones 'en vez de unir las fuerzas, estimulan la división'.

Según Lula, el 'papel de un presidente de la república es mantener viva la confianza en el presente y en el futuro, para mostrar que es posible superar obstáculos'. Afirmó que como presidente, 'especialmente el 7 de septiembre de ese año difícil' hubiera dado un discurso para consolar a las 'familias de las víctimas de la pandemia' y para presentar planes que 'dieran algo de esperanza a los trabajadores' afectados por el desempleo y el hambre.

Lula está defendiendo que, ante la profunda crisis del capitalismo brasileño —completamente desacreditado ante las masas obreras por los obscenos niveles de desigualdad social, el crecimiento de la miseria masiva y la normalización de cientos de miles de muertes por COVID-19— lo que la burguesía necesita es un dirigente capaz de mitigar y no profundizar las divisiones sociales.

Pero el crecimiento de los conflictos sociales en Brasil y en el mundo es incontenible. La alianza putrefacta planteada por el PT y el PSOL para mantener juntos el régimen burgués solo puede dar como resultado la profundización de su crisis y las amenazas crecientes de un golpe fascista.

El ascenso de una figura virulenta tal como Bolsonaro al cargo más alto del Estado brasileño no es la causa sino más bien el síntoma de la crisis política de la burguesía. Sus verdaderas raíces, que están dando lugar a fuerzas similares de tipo fascista en todo el mundo, yacen en la crisis profunda del sistema capitalista mundial y la respuesta a la clase gobernante al crecimiento internacional de la lucha de clases.

Solo un movimiento independiente de la clase trabajadora, unida bajo el programa del socialismo internacional, puede dar respuesta de manera consistente a la amenaza de dictadura, la creciente desigualdad social y la respuesta homicida constante a la pandemia de COVID-19.

(Publicado originalmente en inglés el 16 de septiembre de 2021)

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