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Elecciones en Chile: Boric y la seudoizquierda no ofrecen ninguna defensa contra la amenaza del fascismo

Se está ejerciendo una inmensa presión sobre los trabajadores y los jóvenes chilenos para que voten por Gabriel Boric, del frente electoral Apruebo Dignidad, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Boric, que obtuvo el 25,8 por ciento de los votos en la primera vuelta, se enfrentará al candidato fascistoide del Frente Social Cristiano, José Antonio Kast, que obtuvo el 27,9 por ciento, el 19 de diciembre.

La clase obrera tiene motivos para alarmarse por el crecimiento electoral de la derecha fascistoide en Chile. El programa de Kast de recortar el gasto público y destripar el sector público, bajar los impuestos a los súper ricos y erigir un Estado policial tiene como objetivo hacer que la clase trabajadora pague la crisis del capitalismo chileno, que se ha profundizado por la respuesta criminalmente negligente del gobierno a la pandemia del COVID-19 en los últimos 18 meses.

Ha habido una campaña de propaganda generalizada para vender la coalición del Frente Amplio y el Partido Comunista como una alternativa de 'izquierda radical' a la derecha. No es para nada así. Boric, líder radical de los estudiantes universitarios en las protestas por la educación de 2011, se ha sentado desde 2014 en la Cámara Baja del Congreso. Allí entabló infamemente conversaciones de unidad nacional con el actual gobierno derechista del presidente Sebastián Piñera en 2019 para evitar masivas manifestaciones anticapitalistas. Aunque la historia del Partido Comunista es mucho más larga y compleja, hoy es un partido completamente burgués.

Caption(s): Gabriel Boric (Crédito: Mediabanco)

El Frente Amplio toma como modelo al grupo de seudoizquierda español Podemos y el gobierno que formó con el Partido Socialista Obrero Español en 2020. Mientras que en Chile fue el multimillonario presidente derechista Piñera quien permitió que COVID-19 arrasara con los barrios obreros, en España fue el gobierno de coalición del Podemos-PSOE. Bajo su mandato se registraron 88.000 muertes por COVID-19 y más de 5,1 millones de contagios, ya que el régimen de falsa izquierda mantuvo abiertas industrias no esenciales. También ha minimizado deliberadamente el creciente peligro de conspiraciones militares fascistas para derrocar al gobierno mientras reprime la ola de huelgas que recorre el país.

La oposición parlamentaria chilena, que está desesperada por aferrarse a algún poder político, ha salido en defensa de Boric. Desde la Democracia Cristiana hasta el Partido Socialista hacen sonar cínicamente las alarmas por el ascenso de Kast.

'Votaré por Gabriel Boric', dijo la candidata presidencial democristiana Yasna Provoste al día siguiente de perder en la primera vuelta de las elecciones. 'José Antonio Kast representa el retroceso de todos los avances y el grave riesgo de sumir al país en una nueva ola de violencia...'

Apoyar a Boric 'es lo que haría hoy cualquier demócrata, ya sea un demócrata liberal, un demócrata de derecha, un demócrata de centroizquierda o un demócrata de izquierda. Lo que está en juego hoy es la democracia, lo que está en juego hoy es el respeto a los derechos humanos', argumentó el senador del Partido por la Democracia (PPD) Guido Girardi. Sus declaraciones fueron secundadas por Ricardo Lagos (PPD), Álvaro Elizalde (PS), Jaime Naranjo (PPD) y otros dinosaurios de la antigua coalición de centro-izquierda.

Sin embargo, en los últimos tres años todos ellos apoyaron tácitamente la cruzada de ley y orden de Kast cuando Piñera consiguió la aprobación parlamentaria de aspectos clave de su plataforma para desatar la represión contra las protestas sociales en curso, los inmigrantes y las comunidades indígenas.

Tampoco Kast ha caído del cielo. Fue durante mucho tiempo diputado de la ultraderechista Unión Democrática Independiente (UDI), un partido estrechamente asociado a la dictadura fascista-militar del general Augusto Pinochet. Al igual que los ayudantes civiles de Pinochet formados en la Universidad de Chicago y en Harvard en un periodo anterior, el centro-izquierda parlamentario posterior a la dictadura también fue insertado por el imperialismo en una situación política convulsa en la década de 1980. Cuando las luchas de la clase obrera estallaron en esa década en respuesta a una profunda recesión y a una sangrienta represión militar, esta oposición política de centro-izquierda canalizó la incipiente rebelión en llamamientos a una vuelta a la democracia parlamentaria en la que se dejara intacta la alianza militar-civil fascista.

El mayor temor de la izquierda 'renovada' y del Partido Comunista estalinista era la vuelta a las luchas revolucionarias de 1970-1973, cuando se planteó con fuerza la cuestión del doble poder en Chile. Había pasado más de una década desde que el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende frenó con éxito a los comités de base, los Cordones Industriales y otros organismos de organización del proletariado antes del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, financiado y respaldado por el imperialismo estadounidense.

Su principal arma ideológica era la teoría estalinista de una revolución en dos etapas y el concepto ruinoso de una 'vía pacífica y parlamentaria al socialismo' a través de los Frentes Populares, que desarmaron a la clase obrera e impidieron su movilización en el momento crucial. Parte de esta ideología era su promoción del excepcionalismo nacional, con la afirmación de que las instituciones estatales de Chile, su policía y sus fuerzas armadas, tenían un legado de adhesión a las normas democráticas y constitucionales.

Estos falsos dirigentes fueron capaces de paralizar eficazmente la acción política de la clase trabajadora debido a su dominio del movimiento obrero en la década de 1970 y porque no existía un partido de tipo bolchevique que proporcionara liderazgo político.

Bajo la influencia del revisionismo pablista y su afirmación de que la Revolución Cubana de 1959 demostró que la revolución socialista podía llevarse a cabo mediante 'instrumentos desafilados', es decir, movimientos guerrilleros nacionalistas pequeñoburgueses, sin la participación de la clase obrera ni la dirección de un partido de vanguardia marxista consciente, la sección chilena de la Cuarta Internacional abandonó el marxismo y se liquidó en el guerrillero Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en la década de 1960.

La transición de la dictadura al gobierno civil a finales de los 80 se realizó deliberadamente sin tocar siquiera los pilares del pinochetismo—la ley de amnistía que protegía a los militares de la persecución judicial, la constitución autoritaria, la autonomía de Carabineros y las Fuerzas Armadas, el Estado subsidiario y la extrema desigualdad social. Los estalinistas, que permanecieron en la periferia parlamentaria, pero ocuparon cargos sindicales, se limitaron a las demandas burguesas de reformar la constitución de Pinochet y de 'democratizar' el aparato estatal.

En las condiciones actuales de un renovado período revolucionario, la burguesía se apoya en la seudoizquierda para desempeñar el papel de la vieja y profundamente odiada casta política que surgió en la transición del gobierno militar al civil hace tres décadas y en la Unidad Popular de la época anterior.

Como todas estas permutaciones anteriores, Apruebo Dignidad está en deuda con el capitalismo y se dedica a mantener el Estado nación capitalista.

'Nos preparamos para ser un gobierno que brinde certeza de cambio y traiga estabilidad a nuestro país. Conscientes del momento que atravesamos, presentamos este plan de gobierno hecho con la mayor responsabilidad', dice el programa de la alianza. El canto a la estabilidad y la responsabilidad se dirige a los inversores chilenos e internacionales, garantizando que en el poder serán 'fiscalmente responsables'.

Que la históricamente débil, servil y virulentamente anticomunista clase capitalista chilena compre su programa es otra cuestión. El presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio volvió a plantear su preocupación por la inclusión del Partido Comunista. Tratando de disipar cualquier temor, Boric respondió diciendo: 'tenemos el deber de hablar con todo el mundo, y de reunir a todos, y en este sentido, las grandes empresas... tienen que formar parte de este proceso de transformación'.

La función específica de este frente electoral es obstaculizar a una clase obrera cada vez más rebelde y combativa que entrará inevitablemente en conflicto con la clase dominante y sus servidores en medio de la peor crisis capitalista mundial desde el periodo de entreguerras.

A pesar de la promoción mediática de Boric como 'izquierda radical', la coalición Frente Amplio-Partido Comunista es parte de la seudoizquierda, cuyo electorado social es la clase media alta—abogados, profesionales, académicos, las burocracias políticas y sindicales, la alta administración pública, los funcionarios del Estado y los artistas y celebridades de los medios de comunicación. Es profundamente hostil a la movilización independiente de la clase trabajadora y se opone a la lucha por la igualdad social.

La coalición Apruebo Dignidad ha tardado menos de dos semanas desde la primera ronda en empezar a cambiar sus promesas de iniciar cambios 'transformadores' por un discurso de ley y orden. En un intento de cortejar al centro-derecha, Boric ha retomado todos los argumentos de Kast de ser duro con la delincuencia, asegurando 'un compromiso inquebrantable para enfrentar el narcotráfico, la delincuencia y recuperar los espacios públicos con seguridad...'

El World Socialist Web Site advierte que un gobierno dirigido por la seudoizquierda y las estalinistas trabajará para inmovilizar las luchas de la clase trabajadora. Basándose en la historia de estas tendencias en Chile e internacionalmente, pondrán una camisa de fuerza a cualquier movimiento contra el capitalismo y en un momento dado desatarán la represión estatal. Esta traición a las expectativas y aspiraciones sólo servirá para desmoralizar a las masas y envalentonar aún más a las fuerzas fascistas y reaccionarias.

La clase obrera sólo puede defenderse mediante la construcción de un partido totalmente independiente de la clase capitalista, basado en un programa revolucionario internacionalista, dirigido a la instauración del poder obrero, a la abolición del capitalismo y al establecimiento de una sociedad socialista mundial.

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) es la única organización política que busca organizar y unificar a la clase obrera a nivel internacional en la lucha contra la explotación capitalista, la pobreza y la guerra. Sus décadas de lucha en defensa de los principios marxistas y trotskistas encarnan una experiencia política colosal y los fundamentos de una perspectiva minuciosamente elaborada para armar a la clase obrera para la presente época revolucionaria.

La cuestión estratégica decisiva hoy en día es la construcción del CICI. Llamamos a los trabajadores, intelectuales y jóvenes con conciencia política en Chile y a nivel internacional a estudiar la perspectiva del CICI, el Partido Mundial de la Revolución Socialista y a iniciar el proceso de construcción de una sección.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 3 de diciembre de 2021)

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