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Perspectiva

La huelga ferroviaria británica y la lucha contra la guerra: ¡derriben el Gobierno de Johnson!

Los trabajadores ferroviarios en Reino Unido detendrán sus labores nuevamente el jueves en la segunda de tres jornadas de una huelga nacional.

Esta no es una disputa industrial ordinaria. El primer ministro Boris Johnson y su Gobierno de gánsteres políticos quieren imitar la ofensiva de Margaret Thatcher contra los mineros en 1984-85, la cual acabó en una derrota que transformó el país en un patio de recreo de los superricos e inició una pesadilla social para millones de trabajadores.

En la actualidad, los conservadores están intentando infligir una derrota aún más brutal contra los trabajadores ferroviarios porque su huelga se ha vuelto el foco de una marea de oposición que amenaza con desbordarse en las próximas semanas. Los maestros, enfermeros, doctores, trabajadores públicos locales, del Correo y del grupo de telecomunicaciones BT procuran realizar protestas industriales en los próximos meses. Están surgiendo las condiciones para un enfrentamiento decisivo con el Gobierno de Johnson, pero tal enfrentamiento necesita un programa y una conducción conscientes.

La clase obrera no puede dejar que los conservadores logren su cometido. Cada trabajador en Reino Unido e internacionalmente debe movilizarse en apoyo a los trabajadores ferroviarios, forjando una ofensiva unificada, industrial y política para tumbar el Gobierno de Johnson. Ante todo, esto exige el desarrollo de una oposición organizada de los trabajadores y jóvenes contra los intentos de la central sindical Trades Union Congress (Congreso de Sindicatos, TUC) y el Partido Laborista de aislar y traicionar la huelga.

La guerra de la OTAN y la huelga ferroviaria

El ataque vicioso de ayer del parlamentario conservador Tobias Ellwood pone en evidencia el carácter fundamental de la lucha que se ha puesto en marcha para toda la clase obrera. La huelga ferroviaria no solo se está convirtiendo en el foco de la determinación de millones de trabajadores para poner fin a las medidas salvajes de austeridad del Gobierno. Está amenazando los imperativos clave de política exterior en torno a la escalada de la guerra de la OTAN contra Rusia y su arremetida hostil contra China.

Ellwood, quien es titular del Comité Selecto de Defensa, denunció a los ferroviarios en huelga de ser “amigos de Putin” e insistió en que las protestas industriales deben ser “frenadas” para que Reino Unido pueda tener éxito en avanzar la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania.

En una entrevista con Sky News, declaró, “Considero que Rusia debe estar disfrutando esta distracción autoinfligida, encantada de que el único Gobierno europeo que realmente confronta a Putin se está viendo distraído completamente de este modo… Les digo a los sindicatos, ‘por favor no sean amigos de Putin, retomen las negociaciones hoy mismo para poder reactivar el país’”.

Ellwood fue capitán del regimiento Royal Green Jackets y uno de los exmilitares en la conducción del Partido Conservador. Así como el presidente del Comité de Asuntos Exteriores, Tom Tugendhat, y el secretario de Defensa, Ben Wallace, ha sido promovido como un posible sucesor de Johnson.

El día previo a los comentarios de Ellwood, Johnson utilizó su reunión de gabinete para emitir una declaración pública en la que vincula la guerra en Ucrania con la derrota de las huelgas ferroviarias. Advirtió del peligro de “la fatiga sobre Ucrania” y prometió garantizar “un apoyo político, militar y financiero fresco” al régimen en Kiev y “desatascar el grano de Ucrania”, un alarde que implica una intervención militar directa.

Insistió en que Reino Unido sigue “comprometido”, imponiendo la “disciplina fiscal” necesaria para suprimir las demandas salariales y aplicando recortes salvajes en la industria ferroviaria y todos los sectores.

Durante varias semanas antes de las huelgas, la prensa conservadora estaba repleta de denuncias a los trabajadores ferroviarios y el sindicato Rail, Maritime and Transport Union (RMT), tildándolos de “títeres de Putin”. Los comentarios de Ellwood representan un regreso decisivo de dichos ataques.

La guerra de clases en casa

La lucha de la clase obrera contra la peor catástrofe del coste de vida en una generación —que representa una lucha por empleos, aumentos salariales y la protección de los servicios esenciales— está inextricablemente conectada a la lucha contra la guerra. El desastre que enfrentan millones de personas es el resultado de un proceso que ha tomado décadas, pero alcanzó una mayor intensidad por el impacto de la pandemia y ahora la guerra en Ucrania.

El Gobierno de Johnson utilizó la pandemia para implementar una transferencia masiva de la riqueza social hacia las principales corporaciones, mientras imponía una política de inmunidad colectiva que se cobró 200.000 vidas y dejó a millones con enfermedad crónica. Están decididos a obligar a la clase obrera a pagar por esto por medio de la destrucción de sus medios de vida.

La guerra contra Rusia y la escalada de tensiones con China por parte de estos mismos criminales son los medios por los que EE.UU., Reino Unido y otras potencias imperialistas buscan capturar los enormes recursos de Rusia para sí mismos y eliminar a China como un competidor importante.

El precio de la guerra también debe ser pagado por la clase obrera. Ya ha contribuido a que la inflación en Reino Unido supere el 9 por ciento (CPI) y el 11,7 por ciento (RPI). Se espera que la cifra siga aumentando durante el resto del año. Los mayores factores detrás de la inflación son las alzas del petróleo, el gas natural, el trigo y los recursos minerales, todos ellos impactados directamente por la guerra en Ucrania y las sanciones contra Rusia.

La guerra en el exterior implica una guerra de clases en el país, intensificando la ofensiva del Gobierno y de las grandes empresas. Los planes del Gobierno para la reprivatización de la red ferroviaria incluyen una eliminación inicial de 2.900 puestos de trabajo, la supresión de los salarios y el recorte de las pensiones. Los funcionarios públicos se enfrentan a la pérdida del 25 por ciento de la plantilla, es decir, 90.000 puestos de trabajo.

Esto requiere una represión estatal organizada. Así como Thatcher llamó a los mineros “el enemigo interior” antes de una ofensiva estatal masiva que implicó 13.000 detenciones, 200 encarcelamientos, casi 1.000 despidos, dos muertes en piquetes y tres muertes en las minas del carbón, la descripción de los trabajadores ferroviarios como “amigos de Putin” prepara el camino para la plena movilización del Estado, esta vez contra toda la clase obrera. El Gobierno ya se comprometió a utilizar a los trabajadores de las agencias como esquiroles y a introducir disposiciones de servicios mínimos que significarían la criminalización de las huelgas en todos los servicios esenciales.

Derrotar la conspiración del Partido Laborista y los sindicatos

Los trabajadores se enfrentan a otro enemigo político: la burocracia sindical y del Partido Laborista. Estas organizaciones están tratando de repetir el papel que desempeñaron en 1984-85 de aislar una lucha clave de la clase obrera confabulando con los conservadores.

El RMT se ha visto obligado a convocar una huelga por la presión popular masiva. Pero no hay duda de que entre bastidores se le ha dicho a su dirección en términos inequívocos que debe poner fin a esta huelga lo antes posible.

La semana pasada, el RMT le ofreció al Gobierno negociaciones directas “sin ninguna condición previa”, al tiempo que dejó en claro que aceptaría despidos masivos, siempre que fueran “voluntarios”, y un aumento salarial por debajo de la inflación, del 7 por ciento o quizás menos.

En cuestión de horas, quedó claro que esta oferta había sido discutida y acordada por el TUC, que envió una carta al Gobierno firmada por la secretaria general del TUC, Frances O’Grady, y los líderes de los 14 mayores sindicatos británicos, apoyando las negociaciones con el RMT como medio para evitar la huelga.

Se ha vuelto cada vez más evidente la hostilidad de los laboristas hacia el impulso de la clase obrera para enfrentarse al Gobierno de Johnson, denunciando las “huelgas conservadoras” y subrayando su oposición a una acción de protesta que, según ellos, se pudo haber evitado por medio de los sindicatos.

En una extraordinaria muestra del carácter derechista extremo de los laboristas, Starmer ordenó a sus frontbenchers (diputados con cargos ministeriales) en el Parlamento a no acudir a los piquetes de la huelga ferroviaria. A los cinco que lo hicieron se les ha pedido que se disculpen y los amenazó con medidas disciplinarias.

La hostilidad de los laboristas a las huelgas ferroviarias está íntimamente relacionada con su apoyo a la guerra contra Rusia. Al estallar la guerra de Ucrania, Starmer exigió que el “público británico” debe estar preparado para “hacer sacrificios” ante el “dolor económico”. Al igual que con su amenaza de castigar a sus legisladores por visitar los piquetes, en mayo le dijo al grupito laborista corbynista de 11 diputados que serían expulsados si no retiraban su apoyo a la Stop the War Coalition y mostraban su “apoyo inquebrantable a la OTAN”. La “izquierda” corbynista cedió inmediatamente.

Construyan comités de base y luchen por una huelga general

Existen las condiciones para que la clase obrera derribe el Gobierno de Johnson. En los lugares de trabajo y en los piquetes de todo el país se habla de huelgas, en medio de un gran apoyo a los ferroviarios. Con una perspectiva de lucha, la clase obrera puede llevar a cabo una huelga general que una sus luchas.

Para ello, el Partido Socialista por la Igualdad y la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base instan a los trabajadores a formar sus propios comités de base en cada fábrica y lugar de trabajo. Esto abriría un nuevo camino para la lucha de clases, en el que los representantes de confianza de la clase obrera tomarían la dirección y derrotarían los esfuerzos de los burócratas por sabotear toda lucha.

En las últimas semanas se han llevado a cabo huelgas generales en Grecia, Italia y Bélgica. Turquía se ha visto estremecida por varias olas de protestas industriales. El lunes se celebró otra huelga nacional en Bélgica, cuya capital, Bruselas, fue paralizada por la manifestación de 80.000 trabajadores. Habrá huelgas de Brussels Airlines el jueves, el viernes y el sábado, y en Ryanair el viernes, el sábado y el domingo. Los trabajadores belgas de Ryanair harán huelga junto a los de España, Italia, Portugal y Francia durante toda la semana, y los de EasyJet en España harán huelga el próximo viernes.

Una ofensiva industrial y política decidida de la clase obrera británica, movilizada detrás de los trabajadores ferroviarios, se convertiría en un poderoso foco de atención e inspiración para las luchas de clases en marcha en el resto de Europa e internacionalmente. Detendría en seco a los belicistas.

(Publicado originalmente en inglés el 22 de junio de 2022)

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