Español
Perspectiva

El Partido Comunista de China adopta la política global de “COVID para siempre”

De manera deliberada, el Partido Comunista de China (PCCh) está permitiendo que recaiga una catástrofe insondable sobre la población del país, al abandonar completamente su política de “cero COVID”.

Cada día, las noticias provenientes de China ponen al descubierto el alcance de los cambios de la política del Gobierno y la profundidad de la crisis que han causado. En las últimas dos semanas, se detuvieron las pruebas masivas y se cerró la aplicación móvil para rastrear los contactos y la exposición al COVID-19. El miércoles, China dejó de contar los casos asintomáticos. Después de más de dos años en los que China tenía los datos más precisos de COVID-19, las cifras oficiales ya no reflejan la realidad. También se están levantando los protocolos de cuarentena y ahora los trabajadores infectados con COVID-19 están obligados a ir a trabajar.

Adoptando todas las mentiras de EE.UU. y las potencias occidentales, la retórica oficial del PCCh pone la realidad de cabeza. Ya no presenta la política de “cero COVID” como la solución para poner fin a la pandemia, pero afirma que la pandemia es la solución para poner fin a la política de “cero COVID”. Las infecciones masivas con la variante “leve” de ómicron producirán una ola de infecciones que la prensa oficial estatal ha declarado “la ola de salida del COVID”. Según Zhong Nanshan, un experto de enfermedades pulmonares y un portavoz oficial de la política de COVID del PCCh, para mediados de 2023, la ola supuestamente pasará y China regresará a las “condiciones prepandémicas”.

De hecho, China se está reintegrando en el mundo distópico del “ COVID para siempre “, en el que el contagio masivo de la población global le ha permitido al SARS-CoV-2 mutar y evolucionar en variantes cada vez más infecciosas e inmunoevasivas. En cada nueva ola global, millones de personas se están reinfectando y dañando sus cuerpos. Una sección cada vez mayor de la población está muriendo o viéndose discapacitada por el COVID persistente (“Long COVID”).

La propagación del COVID en China le ofrece al virus una población enorme y nueva para mutar en formas posiblemente más virulentas. Poner fin al “cero COVID” podría tener repercusiones catastróficas en todo el mundo en la forma de olas globales de contagios aún más graves.

Si bien los datos oficiales ya no son precisos, ya abunda la evidencia de que la infraestructura de salud de China se está viendo abrumada por casos graves. Cualquiera con una infección supuestamente “moderada” ha recibido órdenes de permanecer en casa, pero los hospitales y centros médicos no están siendo capaces de atender la llegada masiva de pacientes. La situación es tan seria que se les ha indicado a los doctores con “síntomas moderados” de COVID-19 que sigan trabajando pero que eviten entrar en contacto con pacientes ancianos. Esta política va a convertir las clínicas en los principales vectores de transmisión.

La justificación de la nueva política fue presentada en un editorial del Global Times. “Existe un consenso que el virus es demasiado transmisible para evitar infectarse. A pesar de que los síntomas pueden depender de suerte, casi todos pueden sobrevivir el virus y el riesgo de muerte es negligible”.

Zhong le asignó una cifra a este riesgo “negligible” el viernes, declarando a la prensa que “solo” el 0,1 por ciento de los infectados morirá. Una tasa de mortalidad de 0,1 por ciento para un virus que es “demasiado transmisible para evitarlo” en una nación con 1,4 mil millones de habitantes podría significar un millón o más de muertes.

Pero la estimación de 0,1 por ciento es baja. Singapur, que tiene una de las tasas más altas de vacunación en el mundo, sufrió una tasa de mortalidad de 0,45 por ciento ante ómicron en 2022. En Estados Unidos, ya falleció un cuarto de millón de personas por COVID-19 en el último año. ¿Cuántas personas más morirán si se expone a los estragos del virus a una nación de 1,4 mil millones con defensas relativamente menores? Varios estudios científicos en los últimos meses, incluyendo uno publicado por la Universidad de Hong Kong el jueves han dejado en claro que no hay ninguna incertidumbre sobre el pronóstico: cientos de miles de personas y posiblemente hasta dos millones morirán por abandonar el “cero COVID”.

Las fábricas y los negocios han quedado desiertos en Beijing y otras grandes ciudades debido a los contagios masivos y al temor. Se han publicado muchas noticias sobre lugares de trabajo en donde el 90 por ciento de los trabajadores están en casa con fiebre y cada vez más reportes de empresas que están obligando a sus trabajadores enfermos a regresar a trabajar y que el Gobierno se está preparando para hacer lo mismo.

Si bien el PCCh está reproduciendo la política criminal de “inmunidad colectiva” implementada por EE.UU. y las otras potencias imperialistas, existe una diferencia crítica: para imponer su política de infecciones masivas, el Gobierno chino necesita eliminar una estrategia exitosa y popular de eliminación, la cual no era una imposición de la burocracia del PCCh a la población, sino que en muchas maneras era lo contrario.

La política de “cero COVID” era la expresión planificada y coordinada de la voluntad popular para tomar las medidas necesarias para prevenir contagios y muertes a escala masiva. El éxito de esta política dependía de la decisión colectiva de las comunidades de clase trabajadora de realizar los sacrificios necesarios para prevenir la propagación de la enfermedad, incluyendo hacerse pruebas masivas y regulares y soportar confinamientos ocasionales.

No es la población china la que está exigiendo la eliminación del “cero COVID”, sino el capital financiero internacional y sus portavoces en la prensa occidental. Lo exigieron neciamente e hicieron todo lo posible para envenenar la opinión pública contra las medidas de salud pública de China.

El New York Times publicó varios editoriales, artículos y opiniones que denunciaban las medidas de salud “totalitarias” de China, presentando las instalaciones para cuarentenas como campos de concentración, comparando a los trabajadores sanitarios a los nazis y exigiendo contagios masivos en nombre de la “libertad”, los “derechos humanos” y la “democracia”. Mientras China luchaba por librarse de la pandemia global, Washington desestabilizó el mundo, provocó la guerra en Ucrania, amenazó con una guerra para disputar Taiwán e impuso medidas de guerra comercial contra China.

A fines de noviembre, la prensa occidental utilizó algunas pequeñas protestas de la clase media-alta en China para exigir nuevamente el abandono del “cero COVID”. Las manifestaciones de las “hojas en blanco” en los campuses de las universidades elite de China no representaban un resurgir de desafiante oposición del pueblo chino, sino que sirvieron como una interfaz entre la estrategia del PCCh y las demandas de la propaganda occidental. Fueron escenificadas frente a las cámaras de la prensa global para dramatizar la “demanda pública” de levantar el “cero COVID”. Pero el PCCh ya había tomado esta decisión ante la insistencia del capital financiero internacional.

El PCCh planeó cuidadosamente y puso en marcha el levantamiento del “cero COVID” mucho antes de las protestas. A principios de noviembre, ya había traído a consultores de Hong Kong para el proceso, había cambiado las prioridades presupuestarias y, el 11 de noviembre, había anunciado las 20 medidas que constituían la primera fase del desmantelamiento del “cero COVID”. Apenas un mes después, la vasta infraestructura de protección, cuidadosamente creada por el pueblo chino, yace en ruinas.

El “cero COVID” organizó, planificó y formuló en forma de política las medidas que surgieron de los esfuerzos populares en Wuhan y las ciudades cercanas para evitar la propagación de la pandemia a principios de 2020. Antes de que las potencias capitalistas del resto del mundo adoptaran una estrategia para la pandemia, en China ya existía un enfoque eliminacionista.

El imperialismo estadounidense fijó entonces la agenda del capitalismo mundial, siendo pionero en las técnicas y mentiras para permitir las infecciones y muertes masivas al servicio de proteger las ganancias patronales. Un país tras otro siguió el ejemplo de Washington, desechando primero las medidas de eliminación y luego las de mitigación para terminar con una política de “inmunidad colectiva” y de “vivir con el virus”. Fue este régimen envolvente de enfermedad, esta política de “COVID para siempre”, en vez del “cero COVID”, lo que aisló a China.

El poder y los privilegios de la dirección del PCCh descansan en su capacidad para vigilar a la vasta clase obrera china y ofrecer la explotación de su mano de obra para el capitalismo global. Las altas esferas del partido ejercen el poder del Estado para garantizar el éxito de la interfaz del capital financiero imperialista con la fuerza de trabajo china, preservando al mismo tiempo la soberanía nacional como base política de su autoridad. Su perspectiva política refleja esta función y es totalmente nacionalista.

No existe ninguna solución nacional posible a una pandemia mundial. O bien el “cero COVID” tiene éxito como estrategia global sobre la base de una política socialista o el COVID-19 continuará propagándose globalmente en el futuro previsible. El PCCh no tiene forma de salir del aislamiento de China y está capitulando ante el imperialismo mundial.

Sabiendo que el levantamiento del COVID-19 sería impopular y podría convertirse en la fuente de un explosivo conflicto de clases, la dirección del PCCh resolvió deliberadamente renunciar a las medias tintas. Con extraordinaria rapidez, antes de que pudiera organizarse la oposición, derribó todo lo que se interponía en el camino de la reapertura al capital financiero internacional. Buscando atomizar a la clase obrera china y romper su solidaridad social, el Gobierno ha adoptado una nueva consigna: “Sé el primer responsable de tu propia salud”.

Es imperativo que la clase obrera china e internacional se oponga al levantamiento del “cero COVID” y luche no solo por su reimplantación en China, sino en todo el mundo. La salud pública planificada y coordinada como objetivo común y derecho colectivo debe ser el principio rector de un movimiento global de la clase obrera, para prevenir que millones más mueran o que se deterior su salud.

(Publicado originalmente en inglés el 15 de diciembre de 2022)

Loading