Daniel Noboa, el hijo de 35 años del hombre más rico de Ecuador y cinco veces candidato presidencial Álvaro Noboa, ha sido elegido presidente del país con 51,95 por ciento de los votos en una segunda ronda contra Luisa González, la candidata seleccionada a dedo por el expresidente Rafael Correa.
Los comicios se producen después de que millones hayan tomado las calles repetidamente para protestar la desigualdad social en los últimos cuatro años, en medio de un aumento de la pobreza. Seis millones de los 17 millones de ecuatorianos viven con menos de $3 por día y aproximadamente el 90 por ciento de trabajadores gana menos que la canasta básica familiar de $780 por mes.
Impermeable a las aspiraciones masivas de cambio radical, la política capitalista ecuatoriana ha devuelto la elección de un hombre que personifica el privilegio y la plutocracia.
El presidente Guillermo Lasso, un banquero multimillonario, dejará el cargo en diciembre como consecuencia de una crisis política histórica. A mediados de mayo, Lasso se adelantó a una votación de destitución por cargos de corrupción invocando por primera vez una cláusula de “muerte cruzada” que disolvió la Asamblea Nacional y propició elecciones anticipadas.
El Gobierno de Lasso, cuya aprobación ronda el 10 por ciento, ha aplicado medidas de austeridad drásticas para cumplir los dictados del Fondo Monetario Internacional de pagar a los deudores y recortar el déficit fiscal. Esto ha incluido recortes y despidos masivos en salud, a pesar de la actual pandemia de COVID-19.
Ante el fracaso de Lasso a la hora de aplicar su plan más amplio de privatizaciones y otras medidas regresivas, y temiendo un estallido revolucionario después de que una serie de huelgas lideradas por los maestros culminaran en protestas a escala nacional en junio de 2022, los principales sectores de la clase dominante expulsaron a Lasso.
Desde 2014, cuando acabó el boom petrolero --la principal exportación del país--, los tres últimos Gobiernos, empezando por Rafael Correa (2007-2017), lanzaron una embestida de recortes sociales que desprestigió enormemente a toda la élite política. En respuesta, la oligarquía ecuatoriana ha virado hacia formas autoritarias de gobierno.
Utilizando como pretexto un aumento significativo de la violencia entre bandas criminales, Lasso ha adoptado formas de gobierno cada vez más dictatoriales, incluyendo 10 estados de excepción que implicaron la suspensión de los derechos democráticos y el despliegue de los militares a nivel regional o nacional. Esto fue seguido por la decisión autocrática de disolver el poder legislativo y gobernar por decreto desde entonces, imponiendo medidas fiscales regresivas y otras políticas propatronales.
Varios políticos han sido asesinados este año, el siendo el más conocido el candidato presidencial Fernando Villavicencio, cuya candidatura quedó en tercer lugar tras su muerte. Los siete sospechosos de matarlo fueron todos asesinados en la cárcel. Citando estos casos, Lasso ordenó el despliegue de casi 100.000 soldados y policías fuertemente armados para efectivamente supervisar la votación en las primeras elecciones del país bajo un estado de excepción.
Lo más significativo es que las elecciones se celebraron bajo la sombra de un nuevo acuerdo de cooperación militar entre Lasso y la Administración de Biden a principios de este mes. Por primera vez desde 2009, las tropas estadounidenses podrán llevar a cabo operaciones de combate en suelo ecuatoriano.
El acuerdo con Lasso, cuyo régimen ha adquirido un carácter semidictatorial y cuyas fuerzas de seguridad masacraron al menos a siete manifestantes pacíficos durante las protestas de 2022, desenmascara aún más la pretensión del Gobierno de Biden de defender la “democracia” a escala internacional. El acuerdo se produce tras varios envíos de tropas estadounidenses para asistir en la represión asesina del régimen de Dina Boluarte en Perú contra las manifestaciones de oposición al golpe de Estado que lo instaló en el poder.
En lugar de estar dirigida contra el “crimen organizado transnacional”, esta alianza integra plenamente a Ecuador en la criminal embestida dirigida por el imperialismo estadounidense contra los trabajadores y oprimidos de todo el mundo que se resistan a la opresión, la desigualdad y la dictadura.
Este alineamiento más estrecho con el imperialismo estadounidense comenzó bajo el Gobierno de Lenín Moreno (2017-2021), que finalizó su asilo al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, en la Embajada ecuatoriana en Londres. Entregó a Assange a las autoridades británicas, que planean extraditarlo para enfrentar una cadena perpetua o peor en Estados Unidos por exponer los crímenes de guerra y las conspiraciones antidemocráticas del imperialismo en todo el mundo.
Noboa, quien gobernará durante 15 meses hasta el final del mandato original de Lasso, continuará con su agenda de austeridad, el giro hacia la dictadura y la alineación con el imperialismo estadounidense.
Lasso firmó un acuerdo comercial con China, y Noboa encabezó una delegación de congresistas a Rusia, reflejando el intento de la clase dominante de aprovechar estos lazos para conseguir un mejor acuerdo con el imperialismo estadounidense y europeo. Sin embargo, estas maniobras se realizan dentro de un marco de dependencia y subordinación al imperialismo. Noboa y Lasso han repetido como loros la línea oficial estadounidense de apoyo incondicional a Israel como supuesta víctima del “terrorismo”.
El partido Alianza Democrática Nacional (ADN) de Noboa, además, es una nueva fachada de la camarilla en torno al Gobierno de Lenín Moreno y otras fuerzas de derecha. Incluye el partido Mover, el nuevo nombre de Alianza País, que llevó tanto a Correa como a Moreno al poder. Como legislador, Noboa apoyó los proyectos de ley fiscales y regulatorios proempresariales de Lasso y el decreto de “muerte cruzada”.
Cabe agregar que, mientras su campaña se basaba en el tema “anticorrupción”, Noboa, al igual que Lasso, aparece en los Papeles de Pandora como propietario de entidades offshore en Panamá, donde los ricos esconden ilegalmente sus fortunas para evadir impuestos. Ecuador prohíbe a los candidatos presidenciales tener activos en paraísos fiscales.
En la medida en que Noboa pudo hacerse pasar absurdamente por “centroizquierdista” y outsider, solo fue posible debido a la bancarrota política de la supuesta oposición de “izquierda”.
Su oponente, Luisa González, es una arribista política que ascendió las filas de la burocracia estatal bajo Rafael Correa y Lenin Moreno. Su partido, el Movimiento Revolución Ciudadana, fue creado por Correa tras romper políticamente con Moreno, a pesar de que Correa lo había designado su sucesor. Correa vive actualmente en Bélgica tras ser condenado a prisión in absentia por corrupción.
González fue presentada en los medios de comunicación corporativos como una “socialista”, aunque su campaña buscaba principalmente superar a Noboa desde la derecha. Prometió una “guerra”, un “estado de emergencia” y “mano dura” contra los criminales, y destacó repetidamente sus reuniones con embajadores y funcionarios de EE.UU. y la Unión Europea para discutir la cooperación en materia de seguridad. Estas reuniones supusieron un compromiso transparente con la agenda geopolítica del imperialismo estadounidense y europeo.
Las derrotas electorales de Lasso y Noboa demuestran que el correísmo y los demás movimientos nacionalistas burgueses de la “marea rosa” en América Latina han llegado a un callejón sin salida político.
En términos más generales, los partidos comunistas estalinistas, las burocracias sindicales que dirigen y las direcciones indigenistas han mantenido durante décadas una política de apoyo a una u otra facción de la élite política capitalista, incluyendo sectores que han respaldado a Correa, Moreno, Lasso y ahora Noboa. Estas fuerzas y sus apologistas de pseudoizquierda son los principales responsables de la falta de una auténtica alternativa de izquierda a la política reaccionaria de toda la burguesía ecuatoriana.
Ahora, el heredero de la bananera Bonita encabezará un régimen corrupto subordinado a sus jefes de Wall Street y dependiente de la exportación de petróleo, mariscos y bananos como la proverbial “república bananera”. Pero Ecuador también es un país muy diferente hoy. Desde los años sesenta, la población urbana ha crecido de un tercio a más de dos tercios de la población, sumando a millones de trabajadores estrechamente integrados en una economía globalizada.
En el contexto de un resurgimiento mundial de la lucha de clases, los trabajadores ecuatorianos deben sacar urgentemente las conclusiones necesarias de la historia. Solo pueden desatar su masivo poder objetivo movilizándose sobre la base de un programa internacionalista y socialista, independiente de todos los políticos procapitalistas y nacionalistas. Esto requiere la creación de secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en toda América Latina.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 16 de octubre de 2023)