Ambas partes hablaron de cooperación y del desarrollo de una relación más estable. Sin embargo, durante la visita de fin de semana a China de la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, no se pudo disimular el aumento de las tensiones entre Estados Unidos y China, primera y segunda economías mundiales.
Yellen inició sus conversaciones con dirigentes y funcionarios chinos respaldando las declaraciones del secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, en una reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN celebrada la semana pasada. Afirmó que Pekín estaba ayudando a Rusia 'a una escala preocupante' suministrándole 'herramientas, insumos y conocimientos técnicos' para apoyar su guerra en Ucrania.
Citando a tres personas 'familiarizadas con las discusiones', el Financial Times dijo que las 'advertencias fueron explícitas' y el 'cambio' fue 'muy llamativo'.
Tras las discusiones en Guangzhou, un comunicado del Tesoro de EE.UU. dijo que Yellen había hecho hincapié en que 'las empresas, incluidas las de la RPC (China), no deben proporcionar apoyo material a la guerra de Rusia contra Ucrania.' Si lo hicieran, habría 'consecuencias significativas'.
Tras esta advertencia en el frente militar, Yellen prosiguió con el objetivo principal de su visita. Se trataba de exigir a China que no utilice su llamado exceso de capacidad en la producción de vehículos eléctricos (VE) y otros productos de tecnología verde para inundar el mercado con productos más baratos.
EE.UU. sostiene que China está concediendo subvenciones estatales a las empresas, lo que les permite ofrecer precios inferiores a los de las empresas estadounidenses.
'Creo que los chinos se dan cuenta de lo preocupados que estamos por las implicaciones de su estrategia industrial para Estados Unidos, por la posibilidad de inundar nuestros mercados con exportaciones que dificulten la competencia a las empresas estadounidenses', declaró a la prensa tras una de sus reuniones.
Fue un claro ejemplo de “ver la paja en el ojo ajeno”. En virtud de la Ley de Reducción de la Inflación de la administración Biden, se conceden subvenciones e importantes exenciones fiscales a las empresas estadounidenses que invierten en tecnología ecológica. China ha presentado objeciones a las medidas en la Organización Mundial del Comercio y la Unión Europea las había denunciado como proteccionistas.
Yellen, sin embargo, se mostró decidida a mantener 'el mensaje'.
'China es demasiado grande para exportar su camino hacia un crecimiento rápido', dijo en un acto organizado por la Cámara de Comercio Americana en China. China estaba produciendo más de lo que 'el mercado mundial puede soportar'.
Tales comentarios subrayan la total irracionalidad del mercado capitalista y del sistema de beneficios. En unas condiciones en las que el cambio climático supone un peligro cada vez mayor, la producción de bienes basados en tecnologías ecológicas en mayor cantidad y a menor precio conduce a la intensificación del conflicto.
Se dice que el primer ministro chino, Li Qiang, aconsejó a Yellen que no convirtiera 'las cuestiones económicas y comerciales en asuntos políticos'.
Un comentario editorial de la agencia oficial china Xinhua al comienzo del viaje de Yellen resumía la postura de Pekín. Declaraba que, en lo que respecta al 'juego limpio en los negocios y el comercio', Washington debería 'abandonar la práctica de abusar del pretexto de la seguridad nacional para apartar a codazos a las principales empresas chinas de alta tecnología y energías limpias'.
Afirmaba que el modus operandi de Washington consistía en gestionar las relaciones entre Estados Unidos y China desde una 'posición de fuerza', 'alineando todo con sus propios intereses sin tener en cuenta las perspectivas y preocupaciones de los demás'.
Aunque éste era un resumen acertado de la postura estadounidense, Pekín intenta, al menos en este momento, evitar una ruptura abierta. El editorial continuaba diciendo que la visita era una 'buena señal de que las dos mayores economías están comprometidas a mantener el impulso de la comunicación y la coordinación'.
Del mismo modo, Yellen, a pesar de que Estados Unidos sigue adelante con sus medidas de guerra económica, especialmente en el ámbito de la alta tecnología, donde se han introducido una serie de prohibiciones contra China, intentó mantener esta fachada, al menos por el momento.
En unas declaraciones preparadas al comienzo de una reunión en Pekín el domingo, Yellen dijo que, aunque quedaba más por hacer, 'creo que, durante el último año, hemos situado nuestra relación bilateral sobre una base más estable'.
Esto no significaba ignorar las diferencias o evitar 'conversaciones difíciles', sino entender que 'sólo podemos progresar si nos comunicamos directa y abiertamente'.
En las conversaciones con el primer ministro Li, dijo: 'Como las mayores economías del mundo, tenemos un deber con nuestros dos países y con el mundo'.
Mientras tanto, detrás de las conversaciones sobre una comunicación abierta y el desarrollo de una relación más estable, el conflicto se intensifica. Mientras partía hacia China, Yellen declaró que no se descartaba la imposición de nuevos aranceles a los productos chinos.
El conflicto en torno a la tecnología verde, en particular los paneles solares y los vehículos eléctricos, se ve avivado por la ralentización del crecimiento económico mundial y la despiadada batalla en la industria automovilística por la cuota de mercado y los beneficios.
Esto es lo que llevó a Yellen a situar el 'exceso de capacidad' en el centro de sus debates.
La semana pasada, el Wall Street Journal publicó un importante artículo en el que esbozaba los crecientes problemas a los que se enfrentan el fabricante de vehículos eléctricos Tesla y su director ejecutivo, el milmillonario Elon Musk.
El artículo comenzaba exponiendo la situación a la que se enfrenta la empresa: 'Tras un periodo de rápida expansión, la empresa ha visto caer sus ventas y reducirse sus márgenes de beneficio, antes envidiables. Por primera vez en años, la mayor incógnita para Tesla no es si será capaz de fabricar suficientes coches, sino si la gente los comprará'.
La semana pasada Tesla informó de su primer descenso interanual en sus entregas trimestrales desde 2020.
El artículo señalaba que el valor de las acciones de la compañía en Wall Street había bajado un 34 por ciento en lo que va de año y su capitalización bursátil se había reducido a más de la mitad desde que alcanzó su máximo en 2021.
El núcleo de la gama de productos de Tesla, decía, estaba 'anticuado' y 'los fabricantes de coches chinos son ahora los que parecen ágiles start-ups tecnológicas'.
Tras la diplomacia y la palabrería sobre la coordinación, el conflicto se intensificará tanto en el frente militar como en el económico.
Y es que EE.UU. y China se juegan cuestiones existenciales. Para Estados Unidos, el desarrollo económico chino se considera la mayor amenaza para su dominio mundial, que está decidido a mantener por todos los medios, incluida la guerra.
La guerra liderada por la OTAN contra Rusia debe considerarse en este contexto. La derrota de Rusia se considera necesaria para situar a Estados Unidos en la mejor posición para hacer frente a lo que se denomina 'la grande': una guerra con China.
Para el régimen de Xi Jinping, el desarrollo tecnológico, lo que denomina el avance de las 'nuevas fuerzas productivas', es el camino hacia un nuevo modelo económico que garantice el crecimiento y evite el estallido de conflictos sociales, sobre todo el desarrollo de la lucha de clases que amenazaría sus propios cimientos.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de abril de 2024)