La visita del primer ministro japonés Fumio Kishida a Estados Unidos esta semana marca un importante paso hacia la consolidación de alianzas de Washington en la región del Indo-Pacífico y sus preparativos acelerados para la guerra con China. Es un componente de una conflagración que se expande por todo el mundo, desde la guerra contra Rusia en Ucrania, y el genocidio en Gaza y los planes de guerra con Irán en Oriente Próximo, hasta los planes en el Pacífico.
En su conferencia de prensa conjunta del miércoles, el presidente de EE.UU., Joe Biden, anunció formalmente una importante ampliación del Tratado de Seguridad entre EE.UU. y Japón por primera vez desde que se firmó en 1960. Biden declaró:
Juntos, nuestros países están dando pasos significativos para reforzar la cooperación en defensa y seguridad. Estamos modernizando las estructuras de mando y control, y estamos aumentando la interoperabilidad y la planificación de nuestros ejércitos para que puedan trabajar juntos de forma fluida y eficaz.
Aunque los detalles se concretarán en otras reuniones a puerta cerrada, el significado de los comentarios de Biden es evidente. La integración de las fuerzas militares a nivel operativo “de forma fluida y eficaz” significa que Japón y Estados Unidos están preparando sus ejércitos para la guerra.
En virtud del Tratado de Seguridad con Estados Unidos, Japón ya alberga el mayor contingente militar estadounidense de todos los países del mundo. Unos 55.000 efectivos estadounidenses se encuentran en bases repartidas por todo Japón. Además, EE.UU. ha establecido en Japón elementos clave de su sistema de misiles antibalísticos, que junto con los de Corea del Sur y Alaska, serían esenciales para librar una guerra nuclear contra China.
En la rueda de prensa, Biden también anunció que EE.UU., Japón y Australia crearán “una red de arquitectura aérea, de misiles y de defensa”. Los aliados de la alianza AUKUS (Australia, Reino Unido y Estados Unidos) han anunciado esta semana que tratarán de incorporar a Japón al Pilar II del pacto, para la investigación y el desarrollo de sistemas militares de alta tecnología, que van desde la inteligencia artificial y la computación cuántica hasta las capacidades submarinas y las armas hipersónicas.
Esta integración militar se está acelerando porque Japón es esencial para los planes de guerra estadounidenses contra China. Una reciente serie de juegos de guerra del Pentágono demostró que los únicos escenarios en los que China no derrotaba a las fuerzas estadounidenses en una guerra convencional contra Taiwán eran aquellos en los que EE.UU. contaban con ayuda japonesa.
En su prisa por prepararse para la guerra con China, Biden y Kishida pisotean la legalidad. Sus acciones violan flagrantemente el artículo 9 de la Constitución japonesa de 1947, que compromete a los Gobiernos japoneses a “renunciar para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o el uso de la fuerza como medio para resolver disputas internacionales”. Sin embargo, Japón se está integrando en AUKUS, una alianza militar imperialista cuyo único propósito es prepararse para la guerra con China.
Esto provocará inevitablemente una oposición masiva con profundas raíces históricas en China y a escala internacional. Veinte millones de chinos murieron en la última guerra de Japón contra China, la guerra de ocupación librada desde 1937 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Los crímenes de guerra japoneses como la violación de Nanjing en 1937 o la campaña de exterminio de 1940 en el norte de China, bajo el lema de “Matar a todos, quemar a todos, saquear a todos”, solo son comparables en alcance y crueldad a los crímenes de guerra nazis contra la Unión Soviética.
Al igual que los otros primeros ministros del Partido Liberal Democrático (PLD) que lo precedieron, Kishida ha dejado clara su solidaridad con los grupos de extrema derecha japoneses que defienden los crímenes de guerra contra China durante la Segunda Guerra Mundial. Cada año desde su elección en 2021, Kishida ha enviado una ofrenda ritual al infame santuario de Yasukuni, donde están enterrados 14 criminales de guerra japoneses de “clase A”.
Las maniobras de Washington, Londres y Canberra para integrar a Tokio en la alianza AUKUS equivalen a un respaldo a la defensa por parte del régimen japonés de la violencia genocida contra China y a las tradiciones políticas más reaccionarias de Japón.
En declaraciones ante una sesión conjunta del Congreso estadounidense el jueves, Kishida dejó claro que el objetivo de una alianza reforzada entre Estados Unidos y Japón no es simplemente regional, sino global. “Sin el apoyo de Estados Unidos, ¿cuánto tiempo pasaría antes de que las esperanzas de Ucrania se derrumbaran bajo la embestida de Moscú?”, preguntó. “Sin la presencia de Estados Unidos, ¿cuánto tiempo pasaría antes de que el Indo-Pacífico se enfrentara a realidades aún más duras?”.
“La Ucrania de hoy puede ser el este de Asia mañana”, dijo y añadió: “Japón seguirá al lado de Ucrania”.
El imperialismo estadounidense considera la guerra que provocó con Rusia como preparatoria de un conflicto con China. Todo esto está ocurriendo mientras las potencias imperialistas apoyan a Israel a ultranza mientras lleva a cabo el genocidio en Gaza. Al tramar la guerra con China, Kishida y Biden bailaron al mismo son en su conferencia de prensa conjunta, denunciando la agresión rusa y apoyando el “derecho a la defensa” de Israel mientras masacra a decenas de miles de palestinos.
Todas las grandes potencias imperialistas se están uniendo a la causa esperando obtener una parte del botín. Al igual que Washington, Tokio pretende frenar su declive económico, tras haber pasado de ser la segunda economía mundial a la cuarta en poco más de una década. El año pasado duplicó su gasto militar. Y aunque la burguesía japonesa promete su lealtad a Washington, los intereses del imperialismo estadounidense y japonés, que lucharon entre sí en la Segunda Guerra Mundial, no son idénticos.
Mientras las potencias imperialistas planean una vasta escalada de la guerra mundial, las tensiones de clase están comenzando a estallar a medida que las clases dominantes exigen que los trabajadores paguen la factura de los enormes presupuestos militares.
Existen las condiciones para construir un movimiento internacional contra la guerra en la clase obrera, basado en una perspectiva de lucha socialista para abolir el capitalismo y su anticuada división del mundo en Estados nación rivales. Este es el único programa viable con el que los trabajadores y la juventud de Estados Unidos, Japón, China, Rusia, de toda Europa y del mundo pueden detener la caída en picado hacia una catastrófica guerra mundial.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 de abril de 2024)