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Perspectiva

Trump usa crisis de guerra con Irán para provocar violencia contra oponentes políticos

El lunes, Trump retuiteó una imagen modificada de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, utilizando un hiyab y al líder de la minoría del Senado, Charles Schumer, con un turbante, frente a una bandera iraní con las palabras: “los demócratas corruptos intentando lo más posible rescatar al ayatolá”.

La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Stephanie Grisham, dio una declaración preparada en Fox News en la que escaló la provocación. “Creo que el presidente está dejando claro que los demócratas han estado repitiendo como loras la retórica iraní y casi escogiendo el bando de los terroristas y aquellos con la intención de matar a estadounidenses”, dijo. “Creo que el presidente señalando que los demócratas parecen odiarlo tanto que están dispuestos a estar del lado de países y líderes de países que quieren matar a estadounidenses”.

Dado el hecho de que Trump acaba de ordenar el asesinato del general iraní Qasem Soleimani, considerado el segundo oficial de mayor rango en Irán, el tuit y la declaración subsecuente no fueron nada menos que una incitación a la violencia contra sus oponentes políticos.

Las últimas provocaciones de Trump se producen en medio de conflictos amargos entre facciones del aparato estatal. Se espera que la Cámara de Representantes vote hoy para enviar formalmente los artículos del juicio político contra Trump al Senado para enjuiciarlo. Junto a las divisiones dentro de la clase gobernante, hay un aumento en las tensiones de clases y en la amplia hostilidad hacia la desigualdad y la guerra. En estas condiciones, Trump está emprendiendo una campaña para criminalizar la oposición interna a la guerra y atacar al partido de la oposición nominal como “izquierdistas radicales” y “socialistas”.

En un discurso fascistizante el jueves en Toledo, Ohio, Trump se burló del requisito constitucional de que el presidente debe obtener la autorización del Congreso para una intervención militar. Les dijo a sus simpatizantes que no podía notificarle previamente al Congreso sobre el ataque a Soleimani porque los demócratas habrían filtrado la información a la prensa de “noticias falsas” para hacerlo fracasar y proteger al líder iraní.

Esta presentación de los demócratas como traidores va de la mando con su declaración ilegal de una emergencia nacional para construir su muro fronterizo con México, su despliegue de tropas para asistir en el encarcelamiento de inmigrantes en campos de concentración, su retórica de una “guerra civil” en respuesta a la investigación del juicio político, sus repetidos “chistes” sobre permanecer en el poder más allá del límite constitucional de dos términos y sus esfuerzos para construir una base de apoyo ultraderechista entre agentes de la policía, soldados y agentes migratorios.

El carácter de la oposición demócrata, no obstante, solo le abre las puertas a Trump. Su respuesta a los pronunciamientos cada vez más autoritarios y fascistizantes del mandatario se ha caracterizado por debilidad y complicidad.

Ningún demócrata prominente, incluyendo al autodenominado “socialista”, Bernie Sanders, ha denunciado el asesinato de Soleimani como un crimen de guerra y un atropello al derecho estadounidense e internacional. Tampoco han sugerido los demócratas que este crimen o sus múltiples otros ataques a los derechos democráticos sean acusaciones para el juicio político.

La llamada resolución “antiguerra” aprobada por los demócratas en la Cámara de Representantes es un documento inoperante que no coloca ninguna restricción real a las facultades de Trump para librar guerras. Denuncia a Irán como un Estado terrorista y condena a Soleimani como el “arquitecto líder” de “las actividades desestabilizadoras a nivel mundial” de Irán.

La crisis en torno al juicio político es en sí el producto de un amargo conflicto dentro de la clase gobernante sobre política exterior, en el cual los demócratas están alineados con secciones insatisfechas de la cúpula militar, de inteligencia y de política exterior, que considera que Trump no está enfrentando a Rusia con suficiente agresividad.

Evidenciando su orientación, la demanda principal de los demócratas respecto al próximo juico en el Senado es que los republicanos permitan que el asesor de seguridad nacional despedido por Trump, John Bolton, rinda testimonio. Bolton, un notorio belicista que ha promovido guerras contra Irán y Corea del Norte por mucho tiempo, se opuso a que Trump frenara la entrega de ayuda militar a Ucrania como una concesión a Rusia.

Los demócratas han centrado sus propias denuncias a Trump en acusaciones neomccarthistas de que el propio Trump es un agente de Putin, una campaña que se ha utilizado para suprimir la libre expresión, censurar el Internet y perseguir al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, y a Chelsea Manning por exponer los crímenes de guerra de EE. UU. El domingo, Pelosi repitió la absurda acusación, declarando que “todos los caminos llevan a Putin”, y sugiriendo que el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell es un “cómplice”. Cada principal partido burgués estadounidense acusa al otro de “traición”.

La clase obrera debe tomar las amenazas de Trump como una advertencia. Como lo declaró el Comité Político del Partido Socialista por la Igualdad (EE. UU.) en octubre pasado:

La democracia estadounidense se ha topado con una intersección histórica. Conforme la Presidencia de Trump persigue aferrarse al poder, asumirá un carácter cada vez más ilegal, autoritario y violento. La expulsión del Gobierno del poder es una necesidad política, pero el autor y los métodos son una cuestión de vida o muerte… En la medida en que el conflicto se limite a divisiones dentro de la clase gobernante, no tendrá un resultado democrático ni progresista” (¡No al fascismo estadounidense! ¡Construyan un movimiento de masas para deponer a Trump!).

Tanto la marcha hacia la guerra contra Irán—y más allá de Irán, Rusia y China—y los pasos hacia la dictadura provienen de la crisis y degeneración históricas del capitalismo estadounidense. Casi tres décadas de guerras continuas en Oriente Próximo, libradas como un intento para contrarrestar el declive económico del capitalismo estadounidense, ha generado un desastre tras otro, intensificando las crisis geopolíticas de Washington.

Los niveles cada vez más impactantes de desigualdad social en el país y una economía parasítica totalmente dependiente de la provisión ilimitada de dinero impreso por parte del banco central están alimentando la expansión de la lucha de clases y los sentimientos anticapitalistas. La oligarquía gobernante que encarna Trump, acechada por el espectro de la revolución socialista, gira hacia las guerras y la dictadura para defender su poder y propiedad.

Es precisamente el crecimiento de las luchas sociales y políticas de la clase obrera, tanto en EE. UU. como internacionalmente, que ofrece la base para derrotar la marcha hacia la guerra y la defensa de los derechos democráticos. La cuestión crítica es proveerle a este movimiento emergente un programa y una estrategia conscientemente revolucionarios e internacionalistas para la toma del poder y la abolición del capitalismo, el origen de las guerras y la dictadura.

(Publicado originalmente en inglés el 15 de enero de 2019)

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