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México registra un millón de casos de coronavirus, mientras el 53 por ciento de las pruebas dan positivo

México alcanzó el sábado un millón de casos de coronavirus confirmados y se espera que en algún momento de esta semana supere las 100.000 muertes, la cuarta cifra más alta de muertes en el mundo después de Estados Unidos, Brasil e India.

El promedio móvil de siete días de nuevos casos diarios ha aumentado un 30 por ciento desde el 23 de septiembre y se está acercando al nivel de unos 7.000 casos alcanzado en el punto álgido de la primera ola en julio. Aproximadamente tres semanas después de que las infecciones repuntaran, las muertes diarias también comenzaron a aumentar. El promedio móvil de siete días de muertes diarias ha aumentado de 295 a 502 desde el 13 de octubre.

Lo más sorprendente es que más de la mitad de las pruebas de COVID-19 están dando positivo. Según datos más recientes de World in Data hasta el 9 de noviembre, México tiene la tasa de positividad de COVID-19 más alta del mundo de 53,4 por ciento. Esto es ligeramente más que su pico anterior en julio.

Esta sorprendente cifra se alcanzó después de caer hasta 18 por ciento el 20 de octubre. En comparación, en los Estados Unidos, el promedio móvil de siete días de casos diarios casi se ha cuadruplicado desde el 23 de septiembre, mientras que la tasa de positividad ha aumentado de alrededor del 4,3 por ciento al 12,3 por ciento.

Las conclusiones inevitables son que el virus se está propagando fuera de control y que los datos oficiales ofrecen un retrato muy incompleto del aumento real de casos e incluso de muertes. El Gobierno mexicano reportó 193.170 muertes “en exceso” hasta el 26 de septiembre, cuando solo reconocía 78.000 muertes causadas por COVID-19.

El encargado de la respuesta al COVID-19 en México, Hugo López-Gatell, ha reconocido que el número de muertes por coronavirus no se conocerá hasta por lo menos dos años, y que la tarea se dejará a los estadísticos.

El Gobierno ha respondido tratando de minimizar el peligro que representa el aumento de casos y presentarlo como un fenómeno inevitable.

El lunes, el director general de Promoción de la Salud de México, Ricardo Cortés Alcalá, mencionó la tasa de positividad durante toda la pandemia, que es del 42 por ciento, e indicó que han documentado 311.000 casos sospechosos que nunca fueron confirmados, solo para argumentar torpemente que el Gobierno no está “encubriendo” la propagación real de la pandemia.

A pesar de ello, él y los medios corporativos mexicanos han destacado que “solo” hay 47.099 casos activos registrados.

Sobre la cuestión de por qué hay tantos pacientes sospechosos registrados sin prueba, Cortés dijo que algunos “no les tomó muestra o cuya muestra no llegó a laboratorio o la muestra fue mal tomado o se derramó en el transporte” mientras que a otros “no se [las] tomaron porque no les correspondía, o no tienen una posibilidad de resultado”.

Mientras tanto, los trabajadores que se han infectado en las fábricas les han informado al WSWS y a otros medios que los hospitales públicos simplemente se han negado a hacerles la prueba a pesar de tener claros síntomas, enviándolos en cambio de vuelta al trabajo.

Luego Cortés insinuó que las muertes diarias han disminuido ya que se mantienen muy por debajo de su máximo en julio. También reconoció que la ocupación de los hospitales está aumentando a nivel nacional y ha alcanzado el 33 por ciento, pero dijo que este aumento no está afectando las camas para ventiladores. No se refirió a la ocupación hospitalaria en el estado de Chihuahua hasta que una periodista se lo preguntó. Cortés indicó que la ocupación es “muy alta”, alrededor del 75 por ciento, pero que “seguramente” algunos hospitales allí tienen una ocupación tan baja como el 50 por ciento.

Unos días antes, el gobernador de Chihuahua, Javier Corral, había declarado que “no hay camas disponibles” en el estado y que la tasa de ocupación real es superior al 90 por ciento.

De hecho, los estados de Durango, Chihuahua, Coahuila y Nuevo León —todos ellos en la región central junto a la frontera con los Estados Unidos con la mayor concentración de plantas manufactureras— tienen tasas de ocupación hospitalaria superiores al 65 por ciento.

Mientras tanto, en la Ciudad de México, epicentro de la pandemia, las autoridades dijeron el jueves pasado que las nuevas hospitalizaciones diarias habían aumentado de 20 a 100 en cinco días, pero aún así se negaron a elevar el nivel de riesgo, implementando en cambio el mínimo de precauciones, exigiendo que los bares, cines y casinos cierren a las 7 p.m. en vez de a las 10 p.m.

El lunes, López-Gatell dijo que el hito de 1 millón de casos era “un poco intrascendente” ya que lo que importa es que “la epidemia sigue activa”, una gran minimización. Añadió que la pandemia “va aumentando tal como lo predijimos desde marzo concurrentemente con la temporada de influenza”. Sin embargo, no se hizo nada para prevenir esto.

En respuesta a la patentemente deshonesta e indiferente política de COVID-19 de la clase dirigente, los trabajadores deben tomar el asunto en sus propias manos. En abril, tras una ola de huelgas salvajes que forzaron cierres en Europa, los Estados Unidos y el Canadá, miles de trabajadores de las maquilas en las ciudades fronterizas con EE.UU. se declararon en huelga y obligaron a detener la mayor parte de la producción no esencial.

Cediendo a la presión de Wall Street y la Casa Blanca, el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ordenó que la producción no esencial se reabriera a finales de mayo, una política asesina aplicada con la ayuda de los sindicatos.

A finales de octubre, las autoridades de Chihuahua fueron las primeras del país en volver a un nivel de alerta “rojo”, lo que oficialmente significa que las plantas manufactureras tienen que trabajar a un 60 por ciento de su capacidad. Habiendo experimentado ya que las empresas se niegan a acatar tales restricciones, los trabajadores de Chihuahua, el segundo estado productor de autopartes, han vuelto a tomar medidas independientes.

El mismo día en que se anunció el cambio, el 23 de octubre, los trabajadores hicieron paros en tres maquilas para exigir que se aplicaran las medidas, citando cuantiosos contagios y muertes de compañeros. Las plantas incluían la fábrica de refrigeradores Electrolux y dos plantas de autopartes propiedad de APTIV, una en Ciudad Juárez y otra en Hidalgo del Parral. Los trabajadores de otras maquilas en el estado utilizaron las redes sociales para amenazar que se unirían a la huelga.

Trabajadores en huelga en Matamoros (México) a principios de 2019.

Las huelgas tuvieron un efecto inmediato. Desde entonces, los grupos patronales han presionado sin éxito a las autoridades sanitarias para que aumenten el límite del 60 por ciento. El Gobierno de derecha de Chihuahua se vio obligado a imponer un mandato de uso de mascarillas para tratar de reducir las tasas de ocupación de los hospitales y disminuir así el nivel de riesgo.

En los Estados Unidos, General Motors anunció que su planta de ensamblaje de Bowling Green en Kentucky se vio obligada a cerrar el 12 y 13 de noviembre debido a la escasez de piezas que llegaban de México por “restricciones de COVID-19”. La única explicación para esto son las huelgas, que obligaron a las empresas a reducir la producción en Chihuahua.

La valiente iniciativa de los trabajadores de Chihuahua señala el camino a seguir para que los trabajadores de todo el mundo utilicen su inmenso poder económico y tomen el control de la respuesta a la pandemia. Sin embargo, las limitadas restricciones en Chihuahua, cuyo objetivo es sofocar la oposición y seguir maximizando las ganancias, no son suficientes. Para controlar la pandemia e incluso poder rastrear el virus, los expertos insisten en que la producción no esencial debe cesar con una compensación total por los salarios perdidos e ingresos para los desempleados, mientras que los trabajadores esenciales y aquellos en la primera línea reciben el equipo de protección necesario.

Los trabajadores de México deben formar comités de base en las fábricas y los lugares de trabajo para luchar por estas medidas para evitar la muerte innecesaria de cientos de miles de personas más. Al estar tan estrechamente conectados a través del proceso de producción, estos comités deben coordinar su lucha con sus hermanos y hermanas de clase en los Estados Unidos e internacionalmente.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de noviembre de 2020)

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