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Ataque con cohetes contra base estadounidense en Irak subraya continuo militarismo en Oriente Próximo bajo Biden

Un ataque con cohetes el lunes contra la fortificada base militar estadounidense en Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, ha subrayado la continua intervención de Estados Unidos en Oriente Próximo bajo la Administración demócrata del presidente Joe Biden.

El ataque, que mató a un contratista militar, inicialmente identificado como un kurdo sirio, e hirió a otros nueve, incluido un soldado estadounidense, se produjo mientras el Pentágono evalúa formalmente los despliegues de tropas estadounidenses en Oriente Próximo y Afganistán.

El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, declaró que Washington estaba “indignado” por el ataque. Mientras tanto, Teherán refutó airadamente las acusaciones de que Irán estuvo involucrado de alguna manera en el ataque con cohetes. Un grupo poco conocido que se hace llamar Saraya Awliya al-Dam, o Guardianes de la Brigada de Sangre, se atribuyó la responsabilidad del ataque del lunes.

Un muro dañado en un complejo residencial después del ataque con cohetes en Erbil, Irak, 16 de febrero de 2021 (AP Photo/Salar Salim)

Un ataque similar contra una base estadounidense en Irak en diciembre antepasado llevó a una espiral de represalias estadounidenses que incluyó el bombardeo de posiciones de la milicia chií iraquí y el asesinato criminal con un ataque con drones estadounidenses del alto líder iraní Qasem Soleimani y un alto líder de la milicia iraquí en el aeropuerto internacional de Bagdad en enero de 2020.

Si bien Biden criticó este asesinato en el curso de su campaña electoral y prometió “poner fin a las guerras eternas en Afganistán y Oriente Próximo”, no hay indicios de ningún giro hacia una desescalada del militarismo estadounidense en la región.

En una conferencia de prensa el viernes pasado, el portavoz del Pentágono, John Kirby, dijo que la revisión en curso de los despliegues estadounidenses tenía como objetivo asegurar “que tengamos una capacidad de disuasión lo suficientemente sólida en Oriente Próximo”, incluidas “las capacidades fijas y rotativas en la región para hacer frente a las amenazas que presenta Irán”.

Oficialmente, Washington tiene 2.500 soldados desplegados en Irak y aproximadamente 900 en Siria, junto con 2.500 más en Afganistán. Sin embargo, la huella real del ejército estadounidense es, sin duda, mucho mayor. El Pentágono dejó de publicar cifras sobre el número de fuerzas uniformadas y contratistas militares desplegadas en los tres países en 2017 por orden de la Casa Blanca de Trump. Además, otras unidades militares entran y salen de las zonas de guerra de forma regular.

Mientras tanto, hasta 40.000 soldados más están desplegados en toda la región, en bases militares estadounidenses en Kuwait, Qatar, Bahréin, los Emiratos Árabes Unidos y otros países. Los grupos de ataque con portaaviones estadounidenses han seguido llevando a cabo maniobras amenazantes dentro y cerca del golfo Pérsico, mientras que la Administración de Biden ha continuado amenazando a Irán con el sobrevuelo de bombarderos pesados B-52 Stratofortress en la región.

El secretario de Defensa, Lloyd Austin, que anteriormente estuvo al mando del Comando Central de Estados Unidos, que supervisa las operaciones militares en la región, está “cómodo” con la actual presencia militar estadounidense allí, dijo el portavoz del Pentágono el viernes pasado.

Mientras las tropas estadounidenses permanecen en Irak y Siria con el pretexto de evitar cualquier resurgimiento del Estado Islámico, su verdadera misión es contrarrestar la influencia iraní en ambos países. En Siria, la Administración de Biden continúa con la política de “quedarse el petróleo” que avanzó Trump, con las fuerzas estadounidenses protegiendo los campos petroleros en las gobernaciones de Deir Ezzor y Hasakah, al noreste de Siria.

Damasco ha informado que esta operación solo se está expandiendo, con convoyes de vehículos que transportan equipo pesado y armas que llegan a una base estadounidense cerca del campo petrolero Omar en Deir Ezzor. Además, las fuerzas estadounidenses enviaron 60 vehículos blindados junto con excavadoras al extremo noreste de Hasakah, cerca de la triple frontera entre Siria, Irak y Turquía, para construir una nueva base cerca de los campos petroleros. El objetivo es negarle los recursos energéticos al Gobierno respaldado por Irán del presidente Bashar al-Assad.

Una compañía petrolera estadounidense previamente desconocida, Delta Crescent Energy, ha firmado un contrato con las fuerzas terrestres kurdas sirias patrocinadas por el Pentágono para explotar los campos petroleros. Los directores de la firma incluyen a un exagente de Delta Force y colaborador de Fox News, y un exembajador y operador del Partido Republicano que pidió la ejecución de la denunciante del ejército Chelsea Manning. Si bien el portavoz del Pentágono, Kirby, insistió en que las tropas estadounidenses no estaban “autorizadas para brindar asistencia a ninguna ... empresa privada”, estaban autorizadas para “proteger a los civiles”, que presumiblemente incluiría a los empleados de Delta Crescent Energy.

Durante su campaña presidencial, Biden se comprometió a reanudar la participación de Washington en el acuerdo nuclear iraní de 2015, el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés), en el que Irán aceptó una fuerte reducción de su programa nuclear civil a cambio del levantamiento de las sanciones económicas. El acuerdo fue derogado unilateralmente por la Administración de Trump en 2018, y las relaciones entre Washington y Teherán han seguido deteriorándose a medida que el régimen de sanciones de “máxima presión”, un bloqueo económico equivalente a un estado de guerra, se mantiene bajo Biden.

La Administración de Biden ha exigido que Teherán revoque las medidas que tomó en respuesta al repudio de Estados Unidos al acuerdo y al fracaso de las potencias europeas para contrarrestar las sanciones de Washington, aumentando sus niveles de enriquecimiento de uranio al 20 por ciento, así como sus reservas de uranio, antes de que Estados Unidos levante las sanciones y vuelva al acuerdo. Además, los funcionarios de la Administración han indicado que Washington tiene la intención de exigir concesiones radicales adicionales de Irán, incluido que elimine su programa de misiles balísticos y ceda su influencia en el Oriente Próximo en interés de la hegemonía estadounidense.

La semana pasada, el canciller iraní Javad Zarif advirtió que para fines de febrero Teherán detendría las inspecciones rápidas de los sitios nucleares siendo realizadas por la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) para ejercer más presión para el levantamiento de las sanciones que están causando pobreza, hambre y muertes evitables entre la población iraní. Zarif también denunció las demandas de Estados Unidos de que Irán vuelva al “cumplimiento total”, escribiendo en un tuit: “Estados Unidos dejó de participar en mayo de 2018, violó el JCPOA y castigó a quienes cumplían con la resolución de la ONU. Hoy en día, EE. UU. permanece EXACTAMENTE en la misma posición. Antes de intimar, CÚMPLANLO”.En un discurso pronunciado el lunes ante el Middle East Institute, el jefe del Comando Central del Pentágono, el general Kenneth McKenzie, calificó la intervención estadounidense en Oriente Próximo y su enfrentamiento con Irán como una batalla esencial en el enfrentamiento estratégico entre el imperialismo estadounidense y sus “grandes potencias” rivales, Rusia y, en particular, China.

“Estados Unidos enfrenta una competencia cada vez mayor en la región representada por Rusia y China, que compiten por el poder y la influencia a través de una combinación de medios diplomáticos, militares y económicos”, dijo en una apariencia virtual. Continuó acusando que Moscú y Beijing por haber “explotado una crisis regional en curso; las necesidades de infraestructura financiera; la percepción de la disminución de la participación de Estados Unidos; y las oportunidades creadas por el COVID-19 para avanzar con sus objetivos en Oriente Próximo y las naciones del centro y sur de Asia para ganar o fortalecer puntos de apoyo en la región”.

Reconoció que China representaba la principal amenaza estratégica. En los últimos años, se ha convertido en el principal socio comercial de la mayor parte de los países de la región del golfo Pérsico, incluidos Irán e Irak, así como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.

Mientras tanto, la Administración de Biden también está señalando que es casi seguro que las fuerzas estadounidenses permanecerán en Afganistán después de casi 20 años de guerra y en violación de un acuerdo de paz firmado entre Washington y los talibanes el año pasado.

Si bien los talibanes han cumplido su promesa de detener todos los ataques con las fuerzas estadounidenses y de la OTAN en Afganistán (ni un solo soldado estadounidense ha muerto en el país en el último año) sus combatientes continúan abrumando a las fuerzas del Gobierno títere de Estados Unidos en Kabul, invadiendo bases militares, incautando armas y municiones y rodeando las principales capitales de provincia.

Según el acuerdo entre Estados Unidos y los talibanes, todas las fuerzas estadounidenses y extranjeras deben abandonar Afganistán antes del 1 de mayo. Hay cada vez más advertencias dentro del aparato militar y de inteligencia de Estados Unidos de que una retirada total de Estados Unidos significará un colapso ignominioso del régimen títere estadounidense. Según el New York Times, Biden teme las repercusiones políticas de escenas como las de Vietnam, cuando los últimos funcionarios estadounidenses se vieron obligados a evacuar en helicóptero desde el techo de la Embajada de Saigón.El secretario de Defensa, Austin, se reunirá con los ministros de la OTAN el miércoles y jueves para mantener conversaciones en las que la decisión sobre Afganistán estará en la parte superior de la agenda. Actualmente hay unas 7.000 tropas de la OTAN desplegadas en el país.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, sin duda presagiando la decisión de Washington, declaró el lunes que la OTAN no abandonará Afganistán “antes de que sea el momento adecuado”. El Talibán ha advertido que, si Estados Unidos no cumple con los términos del acuerdo de paz y retira las fuerzas estadounidenses, renovará sus ataques. En respuesta, los comandantes estadounidenses han solicitado que el Pentágono proporcione más tropas y poder aéreo adicional para la continuación de la guerra más larga en la historia de Estados Unidos.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de febrero de 2021)

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