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Perspectiva

El caso a favor de expropiar: riqueza de milmillonarios aumenta 60 por ciento en el primer año de la pandemia

La riqueza colectiva de los milmillonarios en el mundo se disparó más de 60 por ciento el año pasado, aumentando de $8 billones a $13,1 billones, según la lista anual global de milmillonarios de la revista Forbes, publicada el martes.

“El COVID-19 trajo consigo un terrible sufrimiento, penuria económica y tensiones geopolíticas —y la mayor aceleración de la riqueza en la historia humana—”, escribió Forbes.

Izquierda: Jeff Bezos (AP Photo/Charles Krupa); derecha: trabajadores con equipo de protección entierran cuerpos en una fosa en la isla Hart, 9 de abril de 2020 (John Minchillo)

La cifra de milmillonarios en el mundo aumento en 600 para un total de 2.775, la mayor cantidad y el mayor aumento anual en la historia. Se adicionó un milmillonario cada 17 horas.

El CEO de Amazon, Jeff Bezos, y el CEO de Tesla, Elon Musk, encabezan la lista con $177 mil millones y $151 mil millones respectivamente. Les siguen Bernard Arnault y su familia ($150 mil millones), propietarios de la empresa francesa LVMH de bienes de lujo, el cofundador de Microsoft Bill Gates ($124 mil millones) y el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg ($97 mil millones).

Los reportes de la prensa discuten cómo Zuckerberg “ganó” $50 mil millones y Elon Musk “ganó” $130 mil millones el año pasado. Pero la palabra en sí absurda. Uno no puede “ganar” una cifra equivalente al producto interno bruto de un país mediano.

Esta riqueza ha sido socialmente apropiada. En primer lugar, a través de la explotación de la clase obrera en el proceso de producción. En segundo lugar, y no menos importante, la riqueza ha sido apropiada como resultado de una política estatal diseñada para garantizar el aumento perpetuo del mercado bursátil a través de una combinación de estímulos monetarios de la Reserva Federal y la provisión de una oferta inacabable de dinero barato para emplearlo en la explotación. Como resultado, el índice bursátil S&P 500 casi se duplica desde su mínimo en marzo de 2020.

En plena pandemia, todos los países europeos y americanos se han rehusado a frenar la producción no esencial, afirmando que el costo sería demasiado alto. Esta política, que ha resultado en más de tres millones de muertes, tiene un objetivo deliberado de expandir la riqueza de la oligarquía financiera.

Con cada muerte, se adicionó en promedio $1,7 millones a la riqueza neta de los milmillonarios. Cientos de millones de personas en todo el mundo se enfermaron en sus trabajos o fueron despedidos. Cientos de millones han pasado hambre. Pero los portafolios de las acciones de los ricos alcanzaron nuevas alturas.

Como señaló Karl Marx hace más de 150 años en El capital, es una ley fundamental del capitalismo que “La acumulación de la riqueza en un polo es consecuentemente la acumulación simultánea de la miseria, la agonía de la esclavitud explotadora, la ignorancia, la brutalidad y la degradación mental en el polo opuesto”.

La acumulación de inmensas sumas en la cúspide de la sociedad es posible gracias al empobrecimiento cada vez mayor de la clase trabajadora y los pobres.

Cuando los mercados mundiales cayeron precipitadamente en marzo de 2020, el Gobierno de EE.UU. y la Reserva Federal, junto con los Gobiernos y los bancos centrales de todo el mundo, intervinieron con billones de dólares para comprar las deudas incobrables de los bancos y las empresas y apuntalar los mercados. No se escatimaron gastos para garantizar y ampliar la riqueza de los más ricos, mientras se destruían los salarios y las condiciones de la clase trabajadora.

En otras palabras, el Gobierno supervisó la creación masiva de deuda pública, transfiriendo estos recursos a través de los mercados a las fortunas privadas de la oligarquía financiera.

Tan pronto aseguraron los rescates, hubo un impulso para reabrir la economía y levantar los cierres y otras medidas básicas de salud pública que se habían puesto en marcha después de que las huelgas salvajes de los trabajadores forzaran los cierres en Europa y América del Norte.

Como declaró el presidente estadounidense Trump, haciéndose eco de la línea iniciada por Thomas Friedman del New York Times, el “remedio no puede ser peor que la enfermedad”. Los trabajadores fueron obligados a volver a las fábricas y a lugares de trabajo mortales, y los niños fueron apiñados en las escuelas, para que se pudiera reanudar la generación de ganancias. Los capitalistas estaban decididos a asegurar que la clase trabajadora pagara todo el coste de la pandemia, y más.

Prácticamente todos los Gobiernos del mundo se negaron a llevar a cabo las medidas empleadas en un puñado de países como China y Nueva Zelanda, que mostraron ser eficaces para contener el virus y minimizar la pérdida de vidas. No era un secreto que lo que se requería era un confinamiento prolongado de las industrias no esenciales y las escuelas, el distanciamiento social estrictamente vigilado, la realización de pruebas, cuarentenas y el rastreo de contactos.

Todas estas medidas serias y con fundamentos científicos fueron rechazadas porque afectaban la riqueza personal de los oligarcas financieros. Los intereses de las masas, la clase trabajadora, coincidían con la aplicación de medidas coordinadas internacionalmente para anteponer la protección de las vidas y los ingresos de la población. Los intereses económicos de la clase capitalista exigían una rápida y plena reanudación de la generación de ganancias en las fábricas, oficinas y almacenes inseguros, y el envío de los jóvenes de vuelta a escuelas inseguras para facilitar el regreso al trabajo de sus padres.

Bezos y Musk han estado entre aquellos que fueron más generosamente recompensados por rechazar cualquier salvaguarda seria de la salud pública en sus plantas que protegiera a los trabajadores y frenara la propagación del virus. Musk reabrió su fábrica de automóviles de Tesla en Fremont, California, el pasado mes de mayo, desafiando las órdenes de salud pública, lo que provocó que más de 440 trabajadores contrajeran el COVID-19. Amazon ha tratado de encubrir los brotes de COVID-19 y las muertes de trabajadores en sus plantas de todo el mundo. La empresa admitió finalmente en noviembre que casi 20.000 de sus empleados habían dado positivo desde el inicio de la pandemia. Todavía no se ha revelado el número de trabajadores que han muerto como consecuencia de estas infecciones.

Gracias a los recortes fiscales incluidos en el rescate de la Ley CARES y los recortes fiscales de Trump en 2017, 55 de las mayores corporaciones de Estados Unidos —incluyendo FedEx, Nike y Salesforce.com— no pagaron impuestos federales sobre la renta en 2020, y la mayoría recibieron reembolsos. En total, estas empresas recibieron $3.500 millones en reembolsos fiscales del Gobierno estadounidense.

A poco más de un año desde el inicio de la pandemia, a medida que una cuarta ola de infecciones surge en todo el mundo y que la distribución de vacunas sigue siendo limitada, es cada vez más evidente que la clase dominante está dispuesta a causarle a millones más la muerte para satisfacer su afán de lucro.

Detener esta mortífera acumulación de riqueza en manos de la oligarquía es fundamental para preservar la seguridad y el bienestar de la población mundial. Así como la propagación de la pandemia es inseparable del enriquecimiento de la oligarquía financiera, el final de la pandemia es inseparable de la expropiación de los oligarcas. La inmensa riqueza acumulada por la élite financiera debe utilizarse para financiar las medidas de emergencia necesarias para detener la propagación del virus y salvar millones de vidas.

A medida que los trabajadores de todo el mundo emprenden luchas sociales, deben adoptar la demanda de la expropiación de la riqueza de la oligarquía financiera como un pilar del programa socialista para reorganizar la sociedad con el fin de satisfacer las necesidades sociales, no el lucro privado.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 6 de abril de 2021)

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