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Perspectiva

Tres millones de muertos por la pandemia de coronavirus

El mundo ha cruzado otro sombrío hito: 3 millones de muertos de la pandemia de coronavirus. Esta impactante pérdida de vidas, después de un poco más de un año, es una codena devastadora para las élites gobernantes de todos los principales países y de todo el sistema capitalista.

E incluso cuando esta barrera se ve superada, con la pandemia está acelerándose y encaminándose a producir aún más muertes en los próximos meses.

Una enfermera le sostiene un teléfono mientras un paciente de COVID-19 habla con su familia desde una unidad de cuidados intensivos en el hospital Joseph Imbert, Arles, sur de Francia, 28 de octubre de 2020 (AP Photo/Daniel Cole)

A nivel mundial, el promedio de casos diarios confirmados se encuentra en la tasa más alta de toda la pandemia. Se ha duplicado con creces, pasando de un punto mínimo a mediados de febrero de 361.000 a más de 752.000. Durante ese mismo periodo, han muerto más de 520.000 hombres, mujeres y niños, y el recuento oficial de muertes diarias, de casi 12.000, está subiendo hacia el máximo observado el pasado mes de enero, de algo más de 14.000.

La pandemia se ha acelerado con extraordinaria rapidez en países como Brasil e India. En Brasil, los casos diarios han aumentado en un 50 por ciento, hasta superar los 65.000. Sin embargo, el verdadero número de víctimas se puede ver en el recuento de muertes diarias, que casi se ha triplicado desde febrero hasta alcanzar casi 3.000 al día, la tasa más alta en el país desde que comenzó la pandemia. Solo fue superada por la tasa en el invierno pasado en Estados Unidos, cuando las muertes diarias se acercaron en algunos momentos a 3.500.

En la India, la situación es aún más grave. En los últimos dos meses, el número de casos diarios se ha disparado de un mínimo de 11.000 a más de 200.000, un aumento de 18 veces. En consecuencia, el número de casos activos ha pasado de 138.000 a más de 1,8 millones, y la tasa de mortalidad diaria se ha disparado de menos de 100 a más de 1.100. La India es actualmente el país con el mayor número de casos nuevos confirmados cada día y está en camino de superar los récords establecidos por Estados Unidos.

Estas dramáticas oleadas del virus no se limitan a las naciones que ya han tenido olas anteriores de la pandemia. En Papúa Nueva Guinea, donde los funcionarios públicos habían logrado limitar el número total de infecciones a solo 900 desde el comienzo de la pandemia, se ha multiplicado por diez el número de casos conocidos de coronavirus en los últimos dos meses, con un total de más de 9.500 casos. Las muertes también se han disparado, pasando de menos de 10, en una población de 9 millones, a casi 90.

Los países de Europa del Este también se han enfrentado a nuevas oleadas de contagios. Los nuevos casos diarios en Bulgaria se dispararon en febrero, alcanzando un máximo de más de 3.600 nuevos casos al día en marzo, con más de 110 nuevas muertes diarias. En Hungría, el recuento de casos diarios no había sido menor a los 5.000 hasta hace poco y la tasa de mortalidad sigue siendo de más de 250, el triple que hace dos meses y medio.

La cifra oficial de muertes por coronavirus en Alemania alcanzó ayer las 80.000, y muchas más morirán en los próximos días debido a la negativa del Gobierno a cerrar las escuelas y las fábricas a pesar de una tercera oleada masiva del virus. Actualmente hay unos 30.000 nuevos contagios diarios, y el sistema sanitario está desbordado.

Entre los trabajadores alemanes crece la sensación de que los Gobiernos a nivel federal y estatal tienen toda la responsabilidad de la catástrofe. Muchos trabajadores y jóvenes reaccionaron con protestas y desprecio ante el acto oficial del Estado de ayer para conmemorar a los muertos y la propuesta del presidente Frank-Walter Steinmeier de poner una vela en cada ventana.

En su lugar, muchas personas colocaron velas frente a los edificios gubernamentales de todo el país. Los manifestantes acusaron a los gobiernos estatales y federales de llevar a cabo una política de asesinato social de facto en interés de las empresas y los bancos. “Cada vela representa a las personas que, por culpa de su indecisión y sus políticas, ya no están vivas”, decía un cartel. Otro afirmaba: “Hacen todo lo posible para proteger el lucro, los dividendos y las ganancias. Qué vergüenza”.

La aceleración de la propagación del virus se ve agravada por la difusión de nuevas variantes más infecciosas del virus, al que se le ha permitido mutar innumerables veces a lo largo de los ya casi 142 millones de infecciones por coronavirus registradas oficialmente. En la India, una variante que es una combinación de una originada en Sudáfrica y otra en la costa oeste de Estados Unidos se está extendiendo ferozmente, junto con la variante del Reino Unido. En Brasil, se sospecha que la variante P.1. es la causa de la elevada tasa de mortalidad. En ambos países, los sistemas hospitalarios, mal financiados e incapaces de proporcionar la atención necesaria a la nueva afluencia de cientos de miles de pacientes, están al borde del colapso.

Ante la aceleración de la pandemia, los gobiernos de todo el mundo rechazan las medidas necesarias para contener la propagación de la enfermedad. Un editorial del Times of India, que articula la posición de la clase dirigente, proclama que cualquier medida de confinamiento sería “un remedio realmente peor que la enfermedad”. Uno de los herederos de la familia Ambani, una de las más ricas de Asia, calificó los cierres como “totalitarios” y afirmó que “destruirían la columna vertebral de nuestra sociedad y economía”.

Tal es el lenguaje de la élite gobernante en todos los países. Cuando hablan de “sociedad” y “economía”, se refieren a los intereses de los ricos. No les preocupa la colosal pérdida de vidas humanas que ya se ha producido, ni el número aún mayor de muertes que se producirán, sino garantizar que la acumulación de sus ganancias privadas continúe sin cesar. Las decenas de billones repartidos por todos los gobiernos para rescatar a los bancos deben pagarse con el sacrificio de las vidas de la clase trabajadora.

Además, la panacea que se prometió a principios de año con las vacunas contra el coronavirus ha resultado ser una mentira. La distribución de la vacuna a nivel mundial ha sido extraordinariamente desigual, y Reuters estima que el 55 por ciento de los que han recibido al menos una dosis de la vacuna es de países de renta alta. Y dentro de esos países, varios informes locales dejan claro que los individuos más ricos tienen muchas más probabilidades de haber sido vacunados que los pobres.

Además, los países han empezado a acaparar vacunas, así como las materias primas para fabricarlas. El peor culpable es Estados Unidos, ahora bajo la Administración de Joe Biden. Un estudio de la Universidad de Duke estima que Estados Unidos tendrá más de 300 millones de dosis de vacunas en exceso para el mes de julio, incluso si se toman en cuenta las vacunas reservadas para los niños, ninguna de las cuales está ofreciendo actualmente la Administración de Biden a otros países para sus programas de vacunación.

El estudio de Duke también señala que “incluso si COVAX, el mecanismo global de la vacuna COVID-19, se financiara en su totalidad este año, vacunaría solo al 20-25 [por ciento] de la población de los 92 países más pobres del mundo. Al ritmo actual, es posible que estos países no alcancen una cobertura del 60 [por ciento] hasta 2023 o más tarde”.

También se ha pedido a la Administración de Biden que levante el embargo de las materias primas para fabricar la vacuna, de modo que se puedan fabricar más vacunas en otros países. Según la fuente de noticias del sur de Asia, IANS, el experto indio sobre China, Brahma Chellaney, arremetió contra esta política: “Como si la política de acaparamiento de vacunas de Biden durante una crisis mundial no fuera lo suficientemente mala, también ha restringido la exportación de materias primas clave, afectando la producción de vacunas en India”.

Solo alrededor del 1 por ciento de la población de la India ha sido totalmente vacunada, y menos del 0,1 por ciento ha recibido siquiera una dosis en Papúa Nueva Guinea. Los países asolados por décadas de intervenciones militares estadounidenses, como Honduras y Guatemala, han vacunado a menos del 1 por ciento de su población, y México y Brasil sólo han podido vacunar al 8,6 por ciento y al 11,7 por ciento de sus respectivas poblaciones.

Desde el comienzo de la pandemia, una respuesta racional y científica ha sido bloqueada por dos factores interrelacionados: la priorización de la riqueza personal sobre la necesidad social y la subordinación de la respuesta necesaria global ante la geopolítica nacional.

Existen amplios recursos tanto para producir suficientes vacunas para los casi 8.000 millones de miembros de la raza humana, como para distribuirlas a tiempo. También hay dinero más que suficiente para cerrar las escuelas y los negocios no esenciales, que son medidas necesarias para detener la transmisión del coronavirus, y para proporcionar compensación a todos los trabajadores y propietarios de pequeñas empresas que perderían sus ingresos durante esos cierres.

La clase trabajadora debe tomar la resolución de la pandemia en sus propias manos. Las huelgas que están produciéndose en Estados Unidos y a nivel internacional deben ser coordinadas entre todos los sectores de trabajadores en cada país. La clase obrera debe intervenir para imponer una política que anteponga la vida humana al lucro privado. Es decir, la lucha contra la pandemia debe desarrollarse como una lucha política contra todo el orden capitalista, que ha matado a millones de personas y ha causado un sufrimiento incalculable a miles de millones.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 19 de marzo de 2021)

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