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Los republicanos intensifican su defensa de la intentona golpista del 6 de enero

Los eventos del miércoles en la capital estadounidense subrayan la crisis cada vez más profunda de la democracia estadounidense. Necesitan servir de advertencia del peligro cada vez mayor del fascismo y la dictadura.

El líder de la minoría republicana en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, retiró a todos sus nominados del comité que investiga el ataque del 6 de enero contra el Capitolio, donde partidarios ultraderechistas de Trump, incitados por el propio presidente anterior, buscaron bloquear la certificación del Congreso de los resultados de las elecciones de 2020, que mostraban una derrota de Trump frente al demócrata Joe Biden por una gran diferencia.

El líder de la minoría en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, republicano de California, en el centro, acompañado por sus diputados seleccionados para el Comité Selecto sobre el 6 de enero, después de que la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, rechazara a dos republicanos, Jim Banks de Indiana y Jim Jordan de Ohio, para el comité que investiga la insurrección del 6 de enero en el Capitolio en Washington, 21 de julio de 2021 (AP Photo/J. Scott Applewhite)

El lunes, McCarthy nombró a cinco republicanos, incluyendo a tres que intentaron bloquear la certificación de la elección de Biden, incluyendo a Jim Jordan, uno de los cómplices más cercanos de Trump dentro del Congreso.

Jordan dejó en claro inmediatamente que utilizaría su asiento en el comité para argumentar que la insurrección fue una respuesta a la “violencia” de manifestantes izquierdistas”, declarando: “Yo creo que es importante señalar que los demócratas crearon este ambiente, en parte normalizando las revueltas, normalizando los saqueos, normalizando la anarquía en el verano de 2020 y creo que esa es una información importante que se debe evaluar”.

En respuesta, la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, vetó las nominaciones de Jordan y el diputado Jim Banks de Indiana, otro defensor de la “gran mentira” de una elección robada.

El nombramiento de Jordan y el retiro posterior de los nominados republicanos evidencian la medida en que el Partido Republicano ha abrazado la intentona golpista del 6 de enero, como parte de su transformación en un partido fascista.

Estas acciones se producen después de una semana turbulenta dominada por las revelaciones de una serie de libros recién publicados sobre el Gobierno de Trump que incluyó descripciones internas de altos funcionarios sobre el apoyo de Trump al nazismo, los temores de ellos de que Trump cancelara las elecciones de 2020 y la preocupación de los mandos militares después de la derrota electoral de Trump de que buscara aferrarse al poder a través de un golpe de Estado militar respaldado por milicias fascistas.

Según un libro, el presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, les dijo a sus colegas que Trump percibía el 6 de enero como su “momento Reichstag”, refiriéndose al incidente utilizado por Hitler para asumir poderes dictatoriales en Alemania.

Hace solo 11 días, en su discurso ante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, siglas en inglés) en Dallas, Trump pronunció lo que equivalía a un apoyo total a la intentona golpista del 6 de enero. Reiteró sus mentiras sobre el fraude electoral en 2020, al tiempo que intensificó sus invectivas contra los socialistas que han “robado nuestra herencia estadounidense” y exigió que se expulsara a cualquiera del Partido Republicano que cuestionara su liderazgo, en particular a los que lo consideraran responsable del ataque al Capitolio.

Trump defendió abiertamente a quienes participaron en el ataque del 6 de enero, lamentando la muerte de Ashli Babbitt, asesinada a tiros cuando lideraba a un grupo de alborotadores hacia el recinto de la Cámara de Representantes. La reunión del CPAC acogió a participantes de los Proud Boys, Oath Keepers y Three Percenters, los grupos de milicias fascistas que encabezaron el ataque al Capitolio.

Como advirtió el WSWS, el discurso del CPAC significó que “Donald Trump está consolidando su control sobre el Partido Republicano, transformándolo de un partido burgués conservador en un partido fascista con un líder personalista y un ala paramilitar”.

Los acontecimientos del miércoles marcaron un paso más en este proceso, en el que el Partido Republicano opera cada vez más como un instrumento directo del expresidente. McCarthy nombró el lunes a los cinco representantes republicanos para el Comité Selecto, tras visitar a Trump en su finca de Bedminster, Nueva Jersey, para aclarar la decisión con su Führer.

McCarthy y Trump elaboraron el mejor método para socavar la investigación. En lugar de un boicot abierto desde el principio, fingirían participación, y luego nombrarían a republicanos como Jordan y Banks que utilizarían el comité como plataforma para defender a Trump y atacar a los manifestantes de izquierdas.

Inicialmente, parecía que Pelosi estaba dispuesta a aceptar los nombramientos de McCarthy. Después de señalar que tres de los nominados por McCarthy, incluidos Jordan y Banks, habían votado a favor de bloquear la elección de Biden horas después de que los alborotadores hubieran sido desalojados del Capitolio, dijo: “Permítanme ser clara, la forma en que la gente votó para confirmar la elección de Joe Biden no es un criterio para el servicio. Eso no importa”.

Sin embargo, el martes por la noche, el Washington Post, un viejo bastión de apoyo al “bipartidismo”, publicó un editorial en el que instaba a Pelosi a rechazar a Banks y Jordan y calificaba sus nombramientos como una “maniobra cínica de Kevin McCarthy para estropear la investigación del 6 de enero”.

Finalmente, el miércoles, Pelosi emitió un breve comunicado rechazando las nominaciones de Banks y Jordan. Los demócratas no ofrecieron ninguna conferencia de prensa ni intentaron dar una explicación detallada al público sobre el carácter provocador de la acción republicana.

McCarthy y los cinco republicanos convocaron inmediatamente una rueda de prensa y dejaron claro que se oponían a cualquier investigación sobre las circunstancias y las causas del ataque sin precedentes a la sede del Gobierno estadounidense. En su opinión, lo único que había que investigar era por qué la policía del Capitolio no estaba preparada para el ataque, un fracaso que achacaron por completo a la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes.

Estos acontecimientos son una muestra más de la irresponsabilidad del Partido Demócrata y del Gobierno de Biden, que tratan de ocultar el verdadero significado del 6 de enero.

En relación con la investigación sobre el ataque al Capitolio, Pelosi ha hecho una concesión tras otra en un esfuerzo por acomodar a los republicanos. Siguiendo el mantra del Gobierno de Biden sobre el “bipartidismo” y la “unidad” con “nuestros colegas republicanos”, los demócratas paralizaron su propia campaña de juicio político tras el ataque del 6 de enero, negándose a llamar a ningún testigo en el juicio de destitución en el Senado contra el todavía golpista Trump.

Luego, en la búsqueda de una comisión independiente “al estilo del 11 de septiembre”, cedió a la demanda del líder de la minoría, McCarthy, de una división al 50 por ciento de los miembros por partido, y a la exigencia de que cada partido tuviera los mismos derechos para citar a los testigos.

Solo cuando McCarthy añadió la exigencia de que el ámbito de la comisión se ampliara para incluir las protestas contra la violencia policial que tuvieron lugar el año pasado —un esfuerzo transparente para desviar totalmente el foco de atención del 6 de enero—, Pelosi finalmente se opuso, presentando un proyecto de ley para establecer una comisión, al que se opusieron los republicanos de la Cámara de Representantes, y que los republicanos del Senado finalmente anularon con una maniobra obstruccionista.

El Partido Demócrata, que controla ambas cámaras del Congreso, así como la Casa Blanca, se ha negado a procesar a Trump y a sus cómplices republicanos, y ha encubierto las revelaciones de complicidad en el golpe de Estado por parte del FBI, la policía y el Pentágono reveladas en las dispersas audiencias del Congreso que ha celebrado en los más de seis meses transcurridos desde el intento de golpe.

La Casa Blanca respondió a la acción de Pelosi el miércoles con una declaración superficial de su confianza en ella, omitiendo cualquier referencia al evidente intento de los republicanos de sabotear la investigación. Biden está inmerso en su propia búsqueda de “bipartidismo”, en el esfuerzo por ganar el apoyo de los republicanos para su proyecto de ley de gasto en infraestructura. Otra maniobra obstruccionista republicana el miércoles previno que se comenzara a discutir dicha legislación en el Senado.

Hay profundas razones de clase para las desesperadas súplicas de bipartidismo y la negativa a llamar al Partido Republicano lo que es: un partido de autoritarismo fascista. Los demócratas, como los republicanos, son un instrumento político de la aristocracia financiera dominante. La clase capitalista ha mantenido durante mucho tiempo su dominio mediante la alternancia de los demócratas y los republicanos en el poder, con el “otro” partido siempre disponible cuando el descontento popular con el partido en el poder se eleva a un nivel peligroso.

Hoy en día, la clase dominante es muy consciente de la creciente hostilidad entre los trabajadores hacia sus dos partidos políticos. Hay un enajenamiento masivo por la caída del nivel de vida, los asombrosos niveles de desigualdad social, los ataques a los derechos democráticos y la pesadilla de la pandemia, prolongada indefinidamente por la política de dar prioridad a las ganancias empresariales sobre las vidas humanas.

Una facción de la clase dominante, representada por Trump, está tomando el garrote de la dictadura. La otra facción, temerosa del resultado de tal conflicto, trata de suprimir la oposición de las masas apoyándose en los sindicatos y en los practicantes de la política de identidades de la clase media, mientras el aparato de inteligencia y militar se mantiene en alerta.

La clase obrera no puede dar apoyo a ninguna de las dos facciones de la élite gobernante. La amenaza del fascismo no puede combatirse apoyándose en los sectores del gran capital que aún no están en el campo de la dictadura pero que se unirán a ella en cuanto lo consideren necesario. La defensa de los derechos democráticos requiere la construcción de un movimiento revolucionario de masas de la clase obrera basado en un programa socialista y contra la guerra. Esto significa unirse a y construir el Partido Socialista por la Igualdad, el único partido que lucha por este programa.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 22 de julio de 2021)

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