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Perspectiva

Mientras se detalla la violencia fascista de la turba pro-Trump del 6 de enero en una audiencia, los republicanos defienden a los insurrectos encarcelados

En la audiencia inicial del comité selecto de la Cámara de Representantes para investigar el golpe de Estado del 6 de enero, celebrada el martes, cuatro policías que combatieron a los insurgentes fascistas armados que fueron incitados por Donald Trump a invadir el Capitolio dieron testimonios gráficos de la violencia y las intenciones asesinas de la turba.

Acompañados por un video del ataque, el cual incluía grabaciones recientemente hechas públicas de cámaras corporales, dos oficiales de la Policía del Capitolio, Aquilino Gonell y Harry Dunn, y dos oficiales de la Policía Metropolitana de D.C., Michael Fanone y Daniel Hodges, subrayaron la presencia importante de miembros del ejército y la policía, así como de milicianos con vestimenta militar en la multitud.

La diputada Liz Cheney, republicana de Wyoming, habla con el sargento Aquilino Gonell de la Policía del Capitolio después de una audiencia selecta de la Cámara de Representantes sobre el ataque del 6 de enero en Capitol Hill, Washington, 27 de julio de 2021 (Jim Bourg/AP)

El oficial Hodges dijo que “no me cabe duda” de que los insurrectos buscaban asesinar a los funcionarios electos para bloquear la certificación del Congreso de la victoria de Joe Biden en el Colegio Electoral para la carrera presidencial. Él y sus compañeros testigos sufrieron serias heridas a manos de los atacantes, quienes superaban por mucho a la policía en número. Los comandantes les prohibieron el uso de municiones “menos que letales” utilizadas de forma estándar para control de multitudes.

Cuando le preguntaron qué quería que hiciera el comité, el oficial Fanone dijo, “Muchos de estos eventos ocurrieron a plena vista. Retórica violenta. Un mitin bajo el lema de ‘Detengan el robo’. No creo que haya sido un accidente que ocurriera el 6 de enero, cuando ustedes tenían la tarea de registrar los votos de la elección. El momento, el lugar y las circunstancias del mitin apuntan en la dirección de nuestro presidente y los miembros del Congreso”.

La audiencia estuvo dominada por la crisis política sin precedentes en Estados Unidos, marcada por la transformación del Partido Republicano en un partido fascista bajo una conducción personalista del Führer en potencia Donald Trump, con un ala paramilitar de milicias ultraderechistas.

Los republicanos a nivel nacional y estatal se alinearon detrás de Trump, promoviendo su mentira de una “elección robada” y oponiéndose a cualquier investigación del golpe de Estado del 6 de enero. En toda instancia, han estado envalentonados por la respuesta cobarde del Gobierno de Biden y el Partido Demócrata. En nombre de la “unidad” y el “bipartidismo”, los demócratas han buscado encubrir la magnitud de la conspiración para derrocar la Constitución e imponer una dictadura fascista. Asimismo, han buscado prestarles legitimidad a los cómplices republicanos de Trump.

La semana pasada, el líder de la minoría en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, bajo instrucciones de Trump, retiró a los cinco republicanos que había nominado al comité, después de que la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, rechazara a dos de los defensores más fervientes de Trump, Jim Jordan de Ohio y Jim Banks de Indiana.

Los únicos dos republicanos en el comité, Liz Cheney de Wyoming y Adam Kinzinger de Illinois, ambos críticos abiertos de Trump y de la “gran mentira” de la “elección robada”, y ambos nominados por Pelosi, son la excepción que confirma la regla de la transformación fascistizante del Partido Republicano bajo Trump. Ambos también son militaristas fanáticos de derecha y acérrimos defensores de la austeridad social y los intereses corporativos.

McCarthy celebró una rueda de prensa justo antes de la apertura de la audiencia del comité. Junto con los cinco republicanos que había nombrado para el comité y otros líderes republicanos de la Cámara de Representantes, denunció la audiencia como una caza de brujas partidista y exigió una investigación sobre la supuesta incapacidad de Nancy Pelosi para proteger el Capitolio de los insurgentes. Ignoró el hecho de los insurgentes habían sido citados por Trump para secuestrar y/o matar a Pelosi y otros funcionarios, incluido el entonces vicepresidente Mike Pence.

Por la tarde, la facción abiertamente fascista de los republicanos de la Cámara de Representantes, liderada por Marjorie Taylor Greene, de Georgia, celebró una rueda de prensa frente al Departamento de Justicia para defender a los que llamaron “presos políticos”, que fueron detenidos y encarcelados por su papel en el asalto al Congreso del 6 de enero. La acompañaron Paul Gosar de Arizona, Matt Gaetz de Florida, Louie Gohmert de Texas y Bob Good de Virginia. El acto se interrumpió cuando un grupo de contramanifestantes se acercaron a los oradores.

Estos acontecimientos siguieron a una serie de diatribas fascistas de Trump en las que el expresidente defendió esencialmente la insurrección y llamó a sus partidarios a detener la supuesta toma de posesión de Estados Unidos por el Partido Demócrata impío y “comunista”. La semana pasada, se reportó que llamó a los alborotadores del 6 de enero una “multitud amorosa” y reconoció que “querían lo que yo quería”.

La actuación de los demócratas el martes puso de manifiesto su respuesta cobarde y duplicidad frente a Trump y a los republicanos. En el transcurso de las tres horas y media de audiencia, ninguno de los demócratas pronunció el nombre de Trump. No sacaron ninguna conclusión de la alineación casi universal del Partido Republicano detrás de él. En su lugar, presentaron a Cheney como prueba de “bipartidismo”.

Fue Cheney quien, en su declaración inicial, exigió una investigación completa del papel de Trump. El comité tenía, dijo, que examinar “cada minuto de ese día en la Casa Blanca, cada llamada telefónica, cada conversación, cada reunión antes, durante y después de ese ataque.” Dijo que el comité tenía que expedir y hacer cumplir citaciones con prontitud y advirtió que la alternativa era enfrentarse a la “amenaza de más violencia en los próximos meses y de otro 6 de enero cada cuatro años”.

Los demócratas presentaron deliberadamente la audiencia de la manera más conservadora y patriótica posible, aclamando a la policía como el baluarte de la democracia, y tratando de presentarse a sí mismos, y no a los republicanos, como los verdaderos defensores de la policía.

En los últimos seis meses, los demócratas han suprimido una serie de revelaciones condenatorias que exponen la deliberada paralización de la Policía del Capitolio de Estados Unidos y la presencia de elementos fascistas tanto en sus mandos como en sus filas.

Del mismo modo, han restado importancia a los testimonios en las audiencias del Congreso que demuestran que los líderes del Pentágono nombrados por Trump ignoraron las peticiones desesperadas de los líderes demócratas, de Mike Pence y del comandante de la Guardia Nacional de Washington para autorizar el despliegue de tropas para despejar el Capitolio.

En cambio, retrasaron el envío de tropas durante más de tres horas, permitiendo que los fascistas avasallaran el Capitolio en busca de funcionarios electos para secuestrarlos o matarlos. Solo autorizaron el despliegue cuando quedó claro que el ataque había fracasado en sus objetivos inmediatos, y el propio Trump salió a suspenderlo.

La respuesta del Partido Demócrata está determinada por los intereses de clase que representa. Es un partido de la oligarquía corporativo-financiera estadounidense, de los militares y del aparato de inteligencia. En todas las cuestiones básicas, el Gobierno de Biden está continuando las políticas de Trump.

Ha adoptado abiertamente la política asesina de inmunidad colectiva de reabrir negocios y escuelas sin importar el costo humano. Ha intensificado la política antichina de Trump, promoviendo la mentira de que el virus se originó en el Instituto de Virología de Wuhan para desviar la atención de su propia responsabilidad por las muertes masivas y azuzando una fiebre de guerra contra el mayor rival mundial del imperialismo estadounidense.

Mientras tanto, el mercado de valores sigue subiendo, alimentado por las interminables inyecciones de dinero en efectivo de la Reserva Federal y el levantamiento de los programas de ayuda pandémica para obligar a los trabajadores a volver a las fábricas, oficinas y escuelas inseguras. Los milmillonarios como Bezos y Musk siguen beneficiándose de la devastación social y de las muertes masivas.

Biden y los demócratas casi han abandonado su pretensión de defender a los jóvenes y a los trabajadores contra la violencia policial y, en cambio, han tratado de flanquear a los republicanos por la derecha como los verdaderos defensores de la ley y el orden, incluso reasignando cientos de miles de millones en fondos de ayuda por la pandemia a los departamentos de policía locales.

La democracia estadounidense se está pudriendo de pie, no por culpa de Donald Trump como individuo. Él es un síntoma, no la enfermedad. La enfermedad es la crisis insoluble del capitalismo estadounidense y mundial, intensificada por la pandemia mundial de COVID-19.

Los demócratas se oponen a cualquier lucha seria contra Trump y el fascismo por miedo a la marea cada vez mayor de militancia y resistencia de la clase trabajadora. Sin embargo, esa es precisamente la verdadera base para derrotar el peligro del fascismo y la dictadura.

El Partido Socialista por la Igualdad está luchando por movilizar a la clase obrera en defensa de los derechos democráticos a través de una lucha consciente por el poder obrero y el socialismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 27 de julio de 2021)

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