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Perspectiva

Los planes golpistas de Bolsonaro en Brasil, bajo la sombra del 6 de enero

Las manifestaciones fascistizantes en apoyo al presidente brasileño Jair Bolsonaro el 7 de septiembre, el Día de la Independencia de Brasil, le dejaron en claro al mundo que el país más grande de Latinoamérica se encuentra amenazado por un golpe de Estado autoritario.

El reconocimiento en los diarios brasileños e internacionales de la inminencia de esta amenaza no tiene precedentes en los 35 años desde la caída del sangriento régimen militar que llegó al poder en un golpe de Estado respaldado por EE.UU. en 1964 y que gobernó Brasil por más de dos décadas.

El presidente brasileño Jair Bolsonaro se fotografía con soldados durante los ejercicios militares anuales de la Armada, el Ejército y la Fuerza Aérea en Formosa, Brasil, 16 de agosto de 2021 (AP Photo/Eraldo Peres)

El 7 de septiembre marcó el inicio de una nueva etapa en el impulso de Bolsonaro de establecer un régimen dictatorial en Brasil, que emprendió desde el día que asumió el cargo. Es la culminación de una serie de pasos en meses recientes incluyendo el despido sin precedente de todo el mando militar y una campaña exigiendo la introducción de “papeletas impresas”, preparándose para denunciar que las próximas elecciones presidenciales de Brasil en 2022 estuvieron manipuladas si sale derrotado, como parece probable.

Los eventos del martes fueron preparados por meses por Bolsonaro y su camarilla de asesores civiles y militares fascistizantes y estuvieron coordinados con sus aliados de extrema derecha en EE.UU. e internacionalmente. Con el apoyo organizado de grupos ultraderechistas, comandantes de la policía, asociaciones empresariales y otras instituciones reaccionarias, las multitudes compuestas por los elementos más reaccionarios de la clase media brasileña, policías en horas libres y otros elementos atrasados fueron llevadas a las calles con el objetivo declarado de legitimar la toma de poderes absolutos por parte de Bolsonaro.

Las consignas más comunes en las pancartas de los manifestantes de extrema derecha pedían una intervención militar inmediata, el derrocamiento del Tribunal Supremo Federal (STF, por sus siglas en portugués) y la “criminalización del comunismo” en Brasil. Las pancartas y las camisetas de los manifestantes llevaban consignas tanto en portugués como inglés, reflejando su identificación con la ultraderecha en EE.UU.

Bolsonaro participó en los dos eventos principales, en São Paulo y Brasilia, donde dio discursos rabiosos después de sobrevolar las manifestaciones en helicóptero. En Brasilia, donde se pronunció junto a su vicepresidente, el general Hamilton Mourão, y varios ministros, Bolsonaro definió la jornada como “un ultimátum” a todas las tres ramas del Gobierno brasileño.

Emprendió sus ataques más violentos contra el ministro del STF, Alexandre de Moraes, quien realizó investigaciones sobre amenazas al orden constitucional que involucraron al propio presidente y sus partidarios. Bolsonaro declaró en el evento en São Paulo que “ya no acataré… cualquier decisión del Sr. Alexandre de Moraes”. Y, con las palabras de un matón, exclamó: “¡Quiero decirles a los canallas que nunca seré arrestado!”.

Bolsonaro amenazó explícitamente con derrocar el sistema judicial, exigiendo que o bien su presidente Luiz Fux frena a Moraes, “o bien este poder podría sufrir algo que no queremos”.

Estos discursos legitiman inequívocamente actos de violencia por parte de sus simpatizantes fascistas. Durante el día, hubo preocupaciones serias sobre una posible invasión del edificio del Tribunal Supremo por parte de los simpatizantes de Bolsonaro en Brasilia, imitando la invasión del Capitolio durante el intento del golpe de Estado del 6 de enero en EE.UU.

El lunes por la noche, en vísperas de la manifestación, una horda de manifestantes cruzó un cordón de la Policía Militar y entraron en la “Esplanada” o la plaza entre los edificios ministeriales, afirmando que irrumpirían en el STF el día siguiente.

La falta de cualquier esfuerzo policial para contener la invasión, así como la negativa de los agentes a registrar a los manifestantes, hizo sonar la alarma en las altas esferas del Estado brasileño. Preocupado por la posibilidad de que se produjera un ataque sin ninguna interferencia policial, el STF discutió la posibilidad de recurrir a las Fuerzas Armadas para defender su sede de las fuerzas fascistizantes incitadas por el presidente de la República.

Interpretar el hecho de que la invasión del STF finalmente no se llevara a cabo como una razón para desestimar las graves amenazas planteadas por este episodio sería un acto de complacencia política criminal. Pero tal complacencia abunda dentro de la supuesta oposición a Bolsonaro del Partido de los Trabajadores (PT) y sus satélites pseudoizquierdistas pequeñoburgueses. El PT, que se ha ganado el favor de los militares y ha instado a confiar en su lealtad “constitucionalista”, se dedicará completamente a desarmar políticamente a los trabajadores e impedir cualquier resistencia a un golpe de Estado.

El sitio web morenista Izquierda Diario, que anteriormente había afirmado que el asalto al Capitolio de EE.UU. en enero pasado no fue un golpe de Estado y que Trump no tenía ninguna intención real de permanecer en el poder, hoy se esfuerza por negar la relación incuestionable entre el golpe del 6 de enero en los Estados Unidos y el ensayo golpista del 7 de septiembre en Brasil.

Un artículo titulado “Protesta en Brasilia: demasiado lejos del Capitolio y de las predicciones de Bolsonaro”, del dirigente morenista brasileño André Barbieri, busca no solo disminuir la importancia del 6 de enero en Estados Unidos, sino decir que lo ocurrido en Brasil fue aún menos importante. El artículo concluye diciendo que “Bolsonaro no tiene ninguna posibilidad de 'aplicar golpes de Estado' dada la enorme división en distintos segmentos de la clase dominante, la oposición de otras instituciones de la burguesía y la antipatía del imperialismo norteamericano encabezado por el Partido Demócrata”.

La desestimación de las amenazas dictatoriales en Brasil por parte de los morenistas, basada en los cálculos pragmáticos más burdos sobre las “divisiones” dentro de la clase dominante, o la supuesta aversión del Partido Demócrata —el mismo partido que estaba en el poder en 1964— a los golpes de Estado, confirma la evaluación hecha por el World Socialist Web Site de que con su desestimación del golpe del 6 de enero, “no solo están anestesiando y desarmando políticamente a los trabajadores estadounidenses que se enfrentan a la amenaza continua de una dictadura fascistizante, sino que están sentando las bases para el avance de esta política en otros países”.

La conexión entre los acontecimientos que se están desarrollando en Brasil y el golpe de Estado promovido por Donald Trump en los Estados Unidos es obvia.

Jair Bolsonaro ha estudiado cuidadosamente el “evangelio” de Donald Trump, inspirándose en sus acciones durante las elecciones estadounidenses de 2020, alegando el peligro de fraude electoral en Brasil y sentando así las bases para un golpe de Estado. Pero también hay una coordinación directa entre los fascistas brasileños y sus aliados en Estados Unidos y otros lugares. Como fue revelado por el WSWS, Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente brasileño, participó directamente en los preparativos para la invasión del Capitolio en Washington el 6 de enero.

Como intermediario entre los planes de Bolsonaro en Brasil y la extrema derecha internacional, Eduardo Bolsonaro participó en reuniones en las últimas semanas con promotores del golpe del 6 de enero y representantes del partido fascista Alternativa para Alemania.

En la segunda semana de agosto, Eduardo promovió las maniobras golpistas de su padre avanzando la demanda de “papeletas impresas” en el “Simposio Cibernético” de Mike Lindell. Y apenas tres días antes del 7 de septiembre, Eduardo inauguró la edición brasileña de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés), que contó con la participación virtual de Donald Trump Jr. y la presencia del exasesor de Trump, Jason Miller, quien se reunió personalmente con Jair Bolsonaro durante su estancia en Brasil.

El desarrollo de estas fuerzas fascistas en todo el mundo y su promoción a puestos importantes en los Gobiernos de diferentes países no es un proceso arbitrario. Sus raíces objetivas se encuentran en la profunda crisis del capitalismo mundial que ha sido radicalmente exacerbada por la pandemia del COVID-19. La explosión de la desigualdad social y las políticas capitalistas de normalización del asesinato social son fundamentalmente incompatibles con las formas democráticas de gobierno.

Esto se está demostrando gráficamente en Brasil, donde los milmillonarios han duplicado su participación en el ingreso nacional durante la pandemia, mientras que decenas de millones de trabajadores brasileños fueron arrojados a la pobreza. Las muertes registradas por COVID-19 se acercan a las 600.000, mientras que la propagación de la variante delta está alimentando una nueva y devastadora ola de contagios y muertes.

Esta misma crisis está impulsando una ola internacional de luchas de la clase trabajadora, incluyendo huelgas que están desafiando el dominio de décadas de las burocracias sindicales corporativistas y protestas masivas contra la respuesta asesina de la burguesía a la pandemia de COVID-19. El giro de Bolsonaro hacia la dictadura representa una reacción capitalista contra el desarrollo explosivo de la lucha de clases en Brasil.

Ante la coordinación de las fuerzas fascistizantes en EE.UU., Brasil y todo el mundo para promover golpes de Estado y brutales dictaduras nuevas, la clase obrera internacional debe unirse más allá de las fronteras nacionales en una lucha común por el socialismo. La cuestión más urgente que enfrentan los trabajadores y jóvenes decididos a luchar contra el regreso de la dictadura, la respuesta asesina a la pandemia de COVID-19 y la profundización de la crisis social es la construcción de una nueva dirección revolucionaria basada en el programa del internacionalismo socialista. Esto requiere la construcción de una sección brasileña del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI).

(Publicado originalmente en inglés el 8 de septiembre de 2021)

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