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Estados Unidos y Rusia se reúnen para negociar en Ginebra

El diálogo sobre la 'estabilidad estratégica' acordado en las conversaciones entre el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, el pasado verano, comenzó en Ginebra (Suiza) el domingo por la noche. Los jefes de las dos delegaciones de alto nivel, la vicesecretaria de Estado estadounidense Wendy Sherman y el viceministro de Asuntos Exteriores ruso Sergei Ryabkov, se reunieron en una primera cena de trabajo. Las negociaciones propiamente dichas comenzaron el lunes.

El viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Ryabkov, a la derecha, y su delegación llegan para las conversaciones sobre seguridad con la vicesecretaria de Estado estadounidense, Wendy Sherman, en la Misión de Estados Unidos en Ginebra, Suiza, el lunes 10 de enero de 2022. (Denis Balibouse/Pool vía AP)

En los prolegómenos de las conversaciones bilaterales, ya estaba claro que no eran una ronda de distensión, sino que iniciarían una etapa más en los preparativos bélicos de Estados Unidos y sus aliados europeos contra Rusia.

Durante semanas, los estados de la OTAN han acusado a Rusia de planear un ataque militar contra Ucrania y han amenazado con contramedidas masivas, que van desde la negativa a permitir que el gasoducto Nord Stream 2 entre en funcionamiento, hasta la exclusión de Rusia del sistema global de transacciones financieras SWIFT. El plan no consiste en una escalada gradual, sino en represalias inmediatas, explicó el Departamento de Estado estadounidense.

Rusia, por su parte, exigió garantías de seguridad. A mediados de diciembre, Moscú presentó dos proyectos de tratado en los que se pedía a Estados Unidos que rechazara cualquier nueva expansión de la OTAN y renunciara a la actividad militar en Europa del Este, el Cáucaso y Asia Central.

Washington dejó inmediatamente claro que nunca firmaría tales concesiones y que no aceptaría ninguna 'línea roja'. Se limitó a declarar su disposición a discutir el control de armas, un límite recíproco al estacionamiento de misiles y restricciones mutuas de ejercicios militares. El tratado INF, acordado entre Estados Unidos y la Unión Soviética en 1987 y que restringía el uso de algunos misiles de corto y medio alcance, fue derogado unilateralmente por el expresidente Donald Trump en 2019.

A pesar de la oposición de Estados Unidos a un acuerdo, la Unión Europea se mostró alarmada por la posibilidad de que Washington y Moscú alcancen un acuerdo que excluya a la UE.

El portavoz de política exterior de la UE, Josep Borrell, dijo durante una visita a Ucrania: 'Ya no estamos en los tiempos de Yalta', donde las grandes potencias se repartieron Europa en 1945. Ucrania forma parte de Europa, y la UE no puede ser espectadora cuando Estados Unidos y Rusia discuten sobre la seguridad de Europa, declaró.

El experto en seguridad francés François Heisbourg se quejó: 'Es nuestra seguridad, pero no estamos allí'. A los europeos les preocupa que el presidente Biden siga siendo consistente tras el fracaso de Estados Unidos en Afganistán y su enfoque estratégico en China. También temen que Biden pueda estar muy debilitado por las elecciones de mitad de mandato de noviembre y que Trump vuelva a la Casa Blanca en 2024.

Funcionarios alemanes también hicieron observaciones similares. La ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, del Partido Verde, advirtió durante su visita inaugural a Washington que no podría haber ninguna decisión sobre la seguridad en Europa sin Europa.

Tan pronto como se anunció el plan para el diálogo en Ginebra, el jefe de la sección de asuntos exteriores del Süddeutsche Zeitung, Stefan Kornelius, escribió: 'Si este plan se lleva a cabo, la Unión Europea tiene que prepararse para una gran humillación: una conferencia sobre la seguridad de los Estados de Europa, sin la comunidad de Estados de Europa'.

Europa, Ucrania y la oposición bielorrusa están 'claramente más avanzados en su autocomprensión de la seguridad y el orden que permitir que dos señores de Moscú y Washington les obliguen a meterse en un viejo corsé', subrayó Kornelius.

La escalada del conflicto entre la OTAN y Rusia, que amenaza con sumir a Europa en una guerra desastrosa tres cuartos de siglo después del final de la Segunda Guerra Mundial, es una acusación devastadora de las consecuencias de la restauración capitalista en Europa del Este y la Unión Soviética.

Desde que el último presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, abrazó a las potencias imperialistas y disolvió la Unión Soviética hace 30 años, la OTAN ha cercado militarmente a Rusia cada vez más. A pesar de las solemnes promesas de no militarizar Europa del Este y las antiguas repúblicas soviéticas, muchos antiguos miembros del Pacto de Varsovia y las antiguas repúblicas soviéticas bálticas son ahora miembros de la OTAN. La OTAN realiza regularmente maniobras militares en la frontera rusa y ha creado una fuerza de reacción rápida que puede atacar a Rusia en pocos días.

El cerco militar a Rusia alcanzó una nueva etapa en 2014, cuando Estados Unidos, Alemania y otras potencias europeas organizaron un golpe de Estado en Ucrania que llevó al poder a un régimen prooccidental con la ayuda de milicias fascistas. Desde entonces, el país, que tiene una frontera de 2.300 km con Rusia, ha recibido ayuda militar por un total de más de 2.500 millones de dólares de Estados Unidos. Numerosas potencias europeas también han proporcionado armas al país, entre ellas la República Checa, Polonia, Francia, Gran Bretaña y, sobre todo, Turquía.

En Alemania, el actual ministro de Economía y colíder de los Verdes, Robert Habeck, pidió hace un año el envío de armas al ejército ucraniano. Wolfgang Ischinger, una figura influyente en la política exterior alemana, declaró en un artículo a finales del año pasado en el Süddeutsche Zeitung: 'Un 'aumento' de las capacidades de defensa de Ucrania no debería ser un tabú para Berlín. Berlín no debería quedarse al margen'.

El régimen de Kiev, dirigido por camarillas de oligarcas rivales y responsable de la miseria social generalizada, es crónicamente inestable y, por tanto, extremadamente peligroso. Recurre repetidamente a provocaciones nacionalistas para mantenerse en el poder, lo que aumenta el peligro de guerra.

Es significativo que el expresidente Petro Poroshenko, que llegó al poder en el golpe de Estado de 2014, esté en el punto de mira de su sucesor, Volodymyr Zelensky, acusado de alta traición. Se le acusa de haberse enriquecido mediante entregas de carbón prohibidas desde el este de Ucrania, controlado por los separatistas prorrusos.

El régimen ruso del presidente Putin, que también representa los intereses de los oligarcas, no tiene nada que ofrecer para contrarrestar la amenaza de guerra. Oscila entre las amenazas militares y las maniobras diplomáticas, mientras es totalmente incapaz de apelar a la clase obrera internacional, la única fuerza social capaz de detener la amenaza de guerra.

Además de las conversaciones bilaterales, están previstas más reuniones en Ginebra esta semana. El Consejo OTAN-Rusia se reunirá de nuevo el miércoles por primera vez en dos años, seguido el jueves por el consejo permanente de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), el único formato en el que la propia Ucrania está representada. Pero ninguna de estas reuniones disminuirá el peligro de guerra. Éste resulta, en última instancia, de las contradicciones irresolubles del capitalismo mundial: la incompatibilidad de la economía mundial con el Estado nación y el carácter social de la producción con la propiedad privada capitalista.

Ante los crecientes conflictos geopolíticos y la creciente resistencia a la desigualdad social y a su política asesina COVID-19, la élite gobernante capitalista, como a principios del siglo XX, no ve otra salida que la guerra y la dictadura. Sólo una ofensiva socialista unida de la clase obrera internacional puede evitar tal catástrofe.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 10 de enero de 2022)

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